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Pepe Quinzaños, entre Torrelavega y Cartes

Por JOSÉ RAMÓN SAIZ

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Discurso íntegro de José Ramón Saiz en el acto de entrega del título de Hijo Adoptivo de Cartes a la familia del desaparecido José Quinzaños Sánchez, celebrado el sábado 29 de junio de 2013.  

 

Sr. Alcalde y miembros de la Corporación. Ex-Alcalde de Cartes, José Luis García, primero de la democracia, que nos acompaña.

Vicepresidentes del Parlamento Luis Carlos Albalá y Francisco Javier López Marcano.

Representantes del Ayuntamiento de Torrelavega y ex-alcaldesa Blanca Rosa Gómez Morante.

Familiares de don José Quinzaños Sánchez, Hijo Adoptivo de este Ayuntamiento. Amigas y amigos que sentís simpatía e identidad con la histórica Villa de Cartes:

Las primeras palabras son, necesariamente, de agradecimiento a los concejales y grupos políticos – Partido Popular, PSOE, Partido Regionalista, Izquierda Unida y La Unión- que por unanimidad aprobaron la concesión del Título de Hijo Adoptivo a favor de don José Quinzaños Sánchez.

La existencia de un Reglamento de Honores y Distinciones –el primero de este Ayuntamiento se elaboró en los años sesenta- y el actual en los primeros años del presente siglo, nos permitió a Amado Zabala, Manuel Bartolomé, José Antonio Sánchez y quien les habla, a que en nombre propio y de personas con las que nos sentimos vinculados, con el aval de la Sociedad Cántabra de Escritores, presentar la petición de este título que hoy se entrega oficialmente ante todos ustedes.

En un acto de esta misma dignidad, se entregó en 2010 al juez don Siro García Pérez el título de Hijo Predilecto por su condición de natural de esta Villa y su prestigio nacional como jurista, lo que representa que el Reglamento de Honores cumple los objetivos que inspiraron su aprobación.

Hecha esta necesaria introducción, hay varias preguntas a las que damos respuesta en este acto institucional del Ayuntamiento de Cartes en el que se procederá a la entrega oficial por el Sr. Alcalde del título de Hijo Adoptivo a la familia del recordado Pepe Quinzaños. Se trata de contestar en qué lugar estamos y que nos reúne en esta jornada soleada de un incierto verano.

Nos encontramos en la vieja Escuela Nacional de Cartes construida en los años veinte del siglo pasado y reconstruida como centro cultural en la reciente etapa de alcalde de Saturnino Castanedo.

Una escuela que reunió, curso a curso, a varias generaciones empeñadas en ganar conocimiento en una España dolorida por un pasado que seguía presente, desde la aspiración colectiva de aprender y elevar nuestra cultura gracias al esfuerzo y sacrificio de nuestros padres, que tristemente no contaron con aquellas oportunidades, pero que sí debieron afrontar toda clase de adversidades.   

En torno a esta escuela regida por Demetrio Alonso, el maestro, discurrió nuestra común niñez de finales de los cincuenta y sesenta, en el entorno de viejas piedras centenarias, del ir y venir desde nuestras casas por el que fue en su tiempo Camino Real que los castellanos transitaban con sus carruajes y entraban en otra región muy distinta, a la que llamaban Castilla del Mar, hasta que en 1962 se abrió la circunvalación a la Villa y el tráfico rodado nos concedió el sosiego necesario.

Eran aquellos años en los que nos aprendimos de carrerilla la inscripción de alguna de sus casonas, una de ellas, allí donde la calle se estrecha, que dice: 

Estas armas de Obregón/Tan bellamente adornadas/Hijas legítimas son/De las batallas ganadas/Al rey moro de León.

Aquella vida discurría a través de aguas inocentes, pacíficas y tranquilas. Sólo sabíamos de nubes y tormentas cuando aparecían en el cielo o recibíamos el castigo del maestro o de nuestros padres. Nuestras primeras letras, entre estas paredes, ya quedan atrás después de un recorrido en años y experiencias. De todos aprendimos ser personas de provecho, permanecer fieles a la memoria de nuestros antepasados y ser leales a esta Villa de historia y grandezas.

Al marcar este lugar en el que nos encontramos, evocamos el origen de la Villa, en la sana propuesta de afianzar el recuerdo de quiénes somos y cuánto camino hemos recorrido.

En algún momento de un pasado que acumula varios miles de años, un pequeño grupo de antepasados se encontraba apiñado en torno a unas cuantas hogueras mortecinas a orillas del río próximo y las minas próximas de Mercadal. Aquel grupo humano que fundó la Villa de Cartes afrontó peligros inmensos en los que unos perecieron y otros sobrevivieron para afrontar otras tormentas que les pusieron a prueba pero que también superaron, pensando con seguridad y con la mirada puesta en el futuro, hacernos a todos una vida menos adversa y más confortable.

Lucharon por la libertad que, generosamente, con su sacrificio, muchas veces heroico, nos trasmitieron. Aquellas mujeres y hombres que fundaron y refundaron la Villa,  con su indomable voluntad, con su fe y su tesón, forjaron para nosotros un futuro mejor, hoy hecho presente en el que nos enfrentamos a retos e incertidumbres insospechadas hace apenas unos años.  

Pensando en ellos, en sus duros sacrificios en aquella indómita Cantabria, os invito a que una noche de éstas, suave y pacífica, os dejéis llevar por nuestra calle principal y con seguridad sentiremos la sensación de trasladarnos a una época de señores que dominaban tierras y sometían vasallos.

Evocaciones antiquísimas que se agitan cuando nos situamos bajo los arcos de los torreones, morada y vigía, dejándose escuchar el sonar de los cascos de las caballerías y el fragor de una batalla de sones metálicos de celadas, petos y corazas golpeadas con la parsimonia de un badajo sobre el bronce de la campana en día de funeral de aquella iglesia milenaria que, por tantos hechos desgraciados que en nuestra historia común de españoles ha generado la intolerancia, desapareció entre llamas y sollozos silenciosos de muchos, hace casi ocho décadas.  

Es así como recordamos con humilde gratitud a valerosos antepasados que defendieron este solar ante cualquier intromisión. Les rendimos homenaje no sólo porque fueron guardianes de nuestra libertad, sino porque encarnan el espíritu de servicio y la voluntad de encontrar sentido en algo más grande que ellos mismos.

Pero, sobre todo, porque para nosotros y por nosotros trabajaron en condiciones infrahumanas; soportaron la dureza del invasor, vencieron los intentos de conquista y trabajaron la tierra. Historia de siglos en la que sufrieron adversidades, casi todas, y vejaciones, muchas; que afortunadamente y como triunfo de aquellos sacrificios, los de nuestra generación no hemos conocido.

La otra pregunta que procedemos a contestar se refiere a que hacemos aquí y que objetivo nos ha movido para reunirnos bajo el amparo institucional del Ayuntamiento de Cartes.

Nos convoca a todos el recuerdo de José Quinzaños Sánchez y este honor con el que le distingue el Ayuntamiento de Cartes. Nacido en Santander, ciudad que abandonó con su familia por las consecuencias del terrible incendio de 1941, se instaló en Torrelavega y construyó su futuro personal y familiar desde el amor y la identidad con esta Villa a través de su esposa, Pilar, rama directa del árbol de la recordada y apreciada familia de los Camplengos.

Su vinculación con Cartes se inicia cuando puso en marcha aquel equipo de fútbol de chavales con el título  El Imperial que tenía su centro  en la vieja plaza de los Chones, en Torrelavega, donde vivía con sus padres y hermanos.

Evocando viejos recuerdos del propio Pepe, Carlos Liaño, Amenábar, Julio Alonso o Justo Echevarría, sabemos que aquel  equipo de su infancia en época de miseria, que llegó a vestirse con pantalones elaborados con sacos de la empresa familiar que venían de Cuba con azúcar que teñidos de negro y que con el sudor teñían enteros a los que los portaban, disputaba sus partidos en los campos de los depósitos de la mina, en Torres, y en el lugar de Barreda donde se celebraban las fiestas de Santa María.

Con aquella iniciativa muy propia de Pepe, se trataba de ocupar el tiempo para el ocio de aquellos años en los que era un gran lujo tener una bicicleta y dos pesetas para pasar el domingo acudiendo al Principal o al baile del Sanghay. Futbolistas de aquella época como Justo Echevarría, afirman que Pepe era un bendito y como tal ejerció su mando en aquel alegre club de chavales de barrio.

Algunos de los presentes, compañeros y amigos de infancia de Pepe Quinzaños recordaréis el valor de iniciativas como la comentada en una época de escasos alicientes y alternativas, de dificultades y racionamiento de alimentos básicos, un tiempo en el que lo más barato era darle al balón y matar el tiempo con los amigos.

Así surgieron los equipos de fútbol por barrios, que fueron muchos y buenos tal y como nos recuerda en su libro de recuerdos de juventud Juan Antonio Amenábar. La lista de clubes como El Imperial es larga:

Unión Deportiva, Español, Soldevilla, Atlético Linares, Royal, Sociedad Deportiva Buelna, Barreda, Sierrapando, Avance del Norte, Eclipse, Victoria, Reocín, Avance, Betis, Vincitor, Estrella, Salvador-Sniace, Sporting, Deportivo Campuzano, Torrelavega y Zapatón.

Inicios alegres e ilusionantes en los que se superaban todo tipo de adversidades, como las que reflejaba Pepe al evocar los encuentros disputadísimos en raza y amistad en la plaza de los Chones:   “aparte de regatear al contrario, teníamos que librarnos de los cuantiosos árboles que había plantados en la plazuela”.

Desde entonces la labor de Pepe Quinzaños se centró en el equipo del Unión Club de Cartes en el que se integró El Imperial, encargándose del fichaje de jugadores, organizar los desplazamientos, casi siempre en tren y a veces en bicicleta,   elaborar los presupuestos y llevar directamente las relaciones con la Federación, ejerciendo de mano derecha de Pedro El Camplengo, presidente del Club, desde 1930.     

 

En una casona del siglo XV, el club tenía el vestuario, y Pedro se encargaba de arreglar botas, preparar el equipaje, y en general, dentro de la modestia del Club, de que no faltase nada. Para llegar al campo, los futbolistas atravesaban el pueblo vestidos de corto, con la expectación que ello suponía para los vecinos.  

 

Después de un paréntesis algo largo por la mili, a  su regreso organizó, en el verano del 1953, un torneo para juveniles, participando varios equipos de Torrelavega, como el Victoria, Avance, Víncitor, y el Unión Club Cartes. Participaron chavales como Enrique Pachín (que llegó a internacional en su larga etapa en el Real Madrid); Mauro Muriedas Echave (hijo del escultor); Agustín Posada, Alejandro Viaña (que fuera internacional de gran nivel en el balonmano español); Enrique Pedregal (hijo de Vicente, periodista deportivo de Radio Torrelavega);  y el que años más tarde sería alcalde de Torrelavega, José Gutiérrez Portilla, que destacó como portero del equipo campeón, el C.D. Víncitor.

 

Y al año siguiente, en otro paso importante de su vida pero también de vinculación para siempre con Cartes, se casa con Pilar, sobrina de los Camplengos, en la pequeña iglesia de la Divina Pastora en una boda oficiada por el párroco y arcipreste de Torrelavega, Prudencio Sainz Villa, protagonista de la religiosidad local durante medio siglo.

 

Otro momento decisivo de la vida de Pepe Quinzaños se desarrolla en 1958 cuando con  el padre de los hermanos Manuel y Agustín Rodríguez Palacios, fundan la imprenta Palacios. En 1976 los hermanos Rodríguez Palacios se instalaron con imprenta propia - la imprenta Hevia-  en la calle Pintor Varela al finalizar, por mutuo acuerdo, la sociedad que mantenían con José Quinzaños.

De la Imprenta Palacios surgió en 1980 Gráficas Quinzaños, que Pepe transformó en una de las imprentas  más representativas de Cantabria con tecnología punta en su planta impresora de Barreda. Hay que destacar el valor de este empuje, sobre todo si se tiene en cuenta que Pepe Quinzaños mantuvo durante muchos años un puesto comercial en Solvay, responsabilidad que le obligaba a viajar con frecuencia.

Volviendo al fútbol, en 1966 Pepe Quinzaños se vio obligado a reducir su actividad, aunque siempre estuvo al lado de Pedro “para lo que necesitara”. Los negocios de la imprenta iban creciendo y precisaban de toda su atención en aquellos años de crear y consolidar el negocio. No obstante, Pedro estuvo acompañado en estos años por otros colaboradores de primera fila, en concreto Cesar Alonso San Emeterio, Alfredo y Cesar Díaz González, Agapito Fernández Fuentes, además de los colaboradores de siempre, para cerrar el periodo con Aurelio Revuelta Gómez.

En su vinculación al fútbol de Cartes y Torrelavega, Pepe, al igual que todos, vivimos con gran zozobra la muerte en la Navidad de 1988 de Pedro González Velarde, el Camplengo, presidente del Unión Club de Cartes durante más de sesenta años de sacrificios, persona de bien, honrado, cabal, trabajador, ejemplo de virtudes que inspiran a la persona y a un dirigente de fútbol modesto.

Del discurrir del fútbol en Cartes, nunca olvidaría Pepe Quinzaños la condición de gran futbolista de otro Camplengo, Tomás, que con el Soldevilla alcanzó el título de subcampeón nacional de fútbol de empresas.

El mismo dolor y sentimiento, le sintió Pepe y todos los suyos, incluidos los vecinos de Cartes, cuando falleció Víctor, otro de los hermanos Camplengos, primer centenario de la Villa de Cartes, a la vez que ejemplo en el trabajo y en su vida.

Y vecino a Pedro y Víctor, pared con pared, Pepe acondicionó su casa –la casa de nuestro viejo maestro- que solo podía estar en Cartes. Nacido en Santander y con vecindad en Torrelavega, le faltaba el honor de una vecindad bien merecida y que se le entrega con este título de Hijo Adoptivo.

Es cierto, como no, que personas a las que conocemos y reconocemos en sus méritos, que llegaron aquí hace muchos años y que se ganaron la identidad del pueblo por su buen hacer, merecen también honores y reconocimientos. Pero estas personas con las que hemos convivido durante muchos años, tienen ya lo que a Pepe le faltaba: ser hijo de esta Villa. 

Hablar de otras facetas de Pepe, me obliga a referirme, aunque sea colateralmente, a mis compromisos en su condición de editor, labores a las que se entregó con devoción y que inauguró en 1987 con el título Ediciones Besaya y con la obra de Manuel Bartolomé “Yo vi nacer el sol entre cerezos” en la que el hijo del legendario y siempre recordado Antonio Bartolomé, cronista de Alerta en Torrelavega, condensaba sus experiencias de un viaje a Japón.  

Fueron propuestas que necesariamente tengo que comentar para proyectar la figura de Pepe Quinzaños en los valores que demostró y que le hacen acreedor de este título, que tienen mucho que ver en sus razones de solidaridad e historia pero también como ejemplo de identidad.

En 2001 realizamos la obra sobre los cien años de la Iglesia de la Asunción y como en otros trabajos anteriores, aquella edición fue íntegra en sus resultados económicos para la parroquia que para entonces había conocido de párrocos a Ceferino Calderón, que la construyó, Emilio Revuelta, Teodosio Herrera, Cristobal Mirones, Juan José Caldevilla y Ángel Estébanez.

En 2009 me instó, casi sin opción para retrasar el encargo, a escribir un libro sobre esta histórica Villa y sus familias, gentes y anhelos. Y el libro fue una realidad por su empeño, como si entonces tuviera prisa por dejar un legado de su actividad en las artes gráficas a favor de la villa de Cartes. Rememorando las imágenes de aquel día, se refleja en el rostro de Pepe una profunda satisfacción íntima por haber alcanzado aquel logro, porque en edición es un libro para la historia de Cartes.

Estas y otras razones eran también versión de su vida en la que siempre estuvo presente la afabilidad, el hacer fáciles las cosas difíciles como alumbrar un libro, y los ejemplos de su compromiso y solidaridad.

Existieron rasgos en la vida de Pepe Quinzaños que reclamamos para este difícil y comprometido momento presente. La lealtad al trabajo, la ética, el amor por lo próximo, la identidad con lo nuestro, el coraje y la hombría de bien. Gentes reclutadas en las fuentes de la inteligencia y el trabajo, animados de espíritu emprendedor, sensibles a la moral del esfuerzo y a la ejemplaridad en lo que sería la versión actualizada de aquellos antepasados nuestros tocados por el espíritu de la aventura que tanta importancia ha tenido para nuestra tierra.

Este y no otro debe ser el camino frente a la agonía actual que debe terminar o nos sepultará y desde los valores comentados, cuanto antes, emprendamos la reconstrucción.  

Fue el ejemplo del cariño de Pepe a Cartes, la Villa, nuestro pueblo, por el que sintió todo lo que la hermosa lengua castellana encierra en el verbo amar: querer, sentir, abrazar y desear, suficientes títulos para alcanzar este de Hijo Adoptivo de este histórico solar.

Alcalde, miembros de la Corporación y amigos:

Al final de la vida y del discurrir de cada uno, siempre queda el recuerdo de personas y el agradecimiento manifestado, como es el caso, de quienes por un tiempo más permanecemos en este mundo. Pepe Quinzaños murió pero su vida dejó una huella de compromiso con Cartes. De esta entrega damos fe quienes conocimos sus desvelos e ilusiones por esta Villa que abrazó voluntariamente y la hizo suya.

Las instituciones se engrandecen cuando saben reconocer y premiar esos méritos, que representan un ejemplo a seguir por otras personas que también aspiren y deseen entregarse a la noble tarea de elevar el prestigio y el valor del solar propio y de sus antepasados.

El acto central que nos disponemos a vivir, no es más que un paso más en ese recorrido de amor a la patria chica que a todos nos dignifica. Pepe Quinzaños, por Cartes, se entregó a esa hermosa tarea sin saber, ni intuir que hoy, casi año y medio después de su desaparición, nos íbamos a reunir para evocar su ejemplo y propiciar que le sigan cuantos voluntariamente estén llamados a honrar sus orígenes en el recuerdo permanente de sus personas más queridas.

Termino recordando que aquí, en Cartes, reposa quien fuera José Quinzaños Sánchez, Hijo Adoptivo de Cartes, como tantas personas queridas que pasaron de la vida a la muerte discurriendo su último viaje bajo la centenaria encina que da entrada a nuestro camposanto, testigo imperturbable de vida y muerte como representa nuestra presencia en este mundo, y que cuando en el futuro el supremo tribunal de la Historia delibere para emitir su juicio sobre cada uno de nosotros, examinando si en nuestro tiempo de servicio cumplimos nuestras responsabilidades o no, el éxito se medirá como los presentes podemos apuntar sobre la vida de Pepe Quinzaños:

Fue un hombre de valor

Fue un hombre de criterio

Fue un hombre íntegro

Y, finalmente, se entregó verdaderamente a su labor de hombre de empresa, de familia y de vocaciones por la sociedad en la que vivió.

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