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García de Enterría, el derecho y Liébana

Por JOSÉ RAMÓN SAIZ

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La muerte del profesor Eduardo García de Enterría supone una pérdida para el derecho (con mayúsculas) en España y de un Hijo Predilecto para Cantabria. Las Facultades de Derecho en España, con toda seguridad, han evaluado en estas horas lo que significa la desaparición de este profesor que lo fue todo en derecho administrativo, sentando cátedra, proyectando magisterio y, finalmente, contando con una legión de discípulos que han seguido y profundizando en sus enseñanzas.

En el trato amistoso que mantuvimos, no faltaron horas de conversación sobre la Liébana, su historia, sus correrías con un amigo común que fue José Antonio Odriozola, coincidiendo en nuestra teoría común sobre la tierra lebaniega como origen del primer reino cristiano con Pelayo y el Duque Pedro de Cantabria, y sus hijos Alfonso I y Ermesinda. Esa amistad entrañable con Toño Odriozola se sustentaba en el amor y admiración de ámbos por los Picos de Europa, que cultivaron en los inicios de los cuarenta cuando jóvenes de Potes, Cosgaya y Espinama realizaron la primera acampada en Lloroza, alcanzando con inolvidable emoción algunas cumbres a las que se accede por la Canalona, destacando Peña Vieja. En el verano de 1947, en compañía de Odriozola y Alfonso Alonso (Fonsín), García de Enterría ascendió al Naranjo por la cara sur. Una proeza que repitió en 1950, acompañado del mítico guía Alfonso Martínez, al que consideraba el hombre más importante en la historia del Pico Urriellu.

El jurista proyectaba todos los años un viaje a Potes, junto a otros amigos enamorados de la montaña, para realizar un par de excursiones largas por los Picos de Europa. Quizá la de mayor emoción fue la travesía que organizó Toñó Odriozola en 1986 (la última, ya que meses después murió en un accidente de tráfico), que consistió en hacer el itinerario -que probablemente siguieron los árabes en su entrada en Liébana en el siglo VIII- de Covadonga a Peña Subiedes,  ruta que medio siglo antes había realizado con sus alumnos Claudio Sánchez Albornoz. Para la ocasión, Odriozola que conocía al detalle los Picos y sus rutas interiores, realizó una monografía del itinerario, con datos geográficos e históricos relevantes que entregó a los que realizaron la travesía.

Una conversación larga y llena de contenidos mantuvimos hace unos años en su casa de Potes, cuando Jesús Pindado le hizo una magnífica entrevista para Telecabarga.  En aquel encuentro, el maestro jurista recordaba su paso por Oviedo -su padre fue notario en Tineo- estudiando en los Maristas en el año de la Revolución de octubre y que, entonces, no murió de milagro. El colegio estaba situado en la calle Santa Susana, enfrente del Instituto Alfonso II (llamado El Casto, rey cántabro-astur que fue bisnieto de Pelayo y Pedro de Cantabria), en cuyo sótano habían depositado los revolucionarios varias toneladas de dinamita que finalmente detonaron. La onda expansiva destruyó la mayor parte del edificio de los Maristas, pero no la planta más baja, donde estaban los profesores y alumnos, que salvaron la vida de milagro.

Otro de los destinos de su padre fue Llanes, que en los años de la posguerra contaba con una  sociedad muy peculiar por la influencia de los indianos, dependiendo su economía  más de México que de España. Solo hay que leer las páginas de su centenario semanario  El Oriente de Asturias para comprender la existencia llanisca. En la villa  de la que fue hijo Posada Herrera -emparentado con los influyentes Campuzano, de Torrelavega- alto político de la restauración que llegó a ocupar la presidencia del Gobierno, De Enterría despertó al mundo de la literatura. Allí leyó a la Generación del 27 y la novelística rusa, además de a Ortega, Unamuno y Azorín. Aquel ambiente bucólico de Llanes, con sus visitas a la biblioteca del Casino, le permitió introducirse en la poseía. 

Pero dejando a un lado sus correrías de juventud, en el haber de Eduardo García de Enterría figura como un  gran hito de su carrera profesional, su éxito de 1947 cuando ganó las oposiciones al Cuerpo de letrados del Consejo de Estado, la oposición más prestigiosa que existe en España en el ámbito jurídico, logro más tarde engrandecido con la cátedra de Derecho Administrativo y, por último, el alto honor de su ingreso como el primer español nombrado magistrado del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, además de ser uno de los seis juristas redactores del proyecto de Constitución Europea.

Cuando se puso en marcha la Facultad de Derecho -con aquella negociación que hicimos con el ministro Mayor Zaragoza desde el primer gobierno de Cantabria-, tuvimos la suerte de que uno de sus discípulos -el catedrático Luis Martín Rebollo- dirigiera su arranque, teniendo como fuerte el derecho administrativo. Preciosamente en este área y en el terreno doctrinal, es en el que García de Enterría aportó una gran renovación (su curso de Derecho Administrativo sigue siendo obra de referencia en las facultades de Derecho), creando una verdadera Escuela de Derecho Administrativo, hasta el punto de que una buena parte de los catedráticos en activo son alumnos suyos. También hizo aportaciones doctrinales fundamentales en el ámbito del Derecho Constitucional que en su momento fueron recogidas en sentencias del Tribunal Constitucional.

Pero importante y decisiva fue su contribución a sentar las bases del Estado de Derecho (la sumisión de la Administración Pública al Derecho y el control judicial de sus actos y reglamentos) en tiempos de Franco. Fue el redactor de algunos anteproyectos de Ley muy importantes, como la Ley de expropiación forzosa de 1954, que con algunos retoques, está todavía vigente. En esta Ley incluyó en su articulado algo tan avanzado entonces como la atribución de la Administración Pública de la facultad de expropiar bienes por incumplimiento de la función social de la propiedad.

Sin embargo, en mi opinión, su contribución más importante en la época del Franco fue eminentemente doctrinal, al acotar qué debía entenderse por acto político o de Gobierno, ya que la primera Ley de la Jurisdicción contencioso-administrativo excluía el control por los tribunales de dichos actos, con la pretensión de aplicar expresamente el concepto de acto político a todas las decisiones del Gobierno, impidiendo toda posibilidad de control judicial de acuerdos gubernativos. 

Más recientemente, De Enterría fue el jurista encargado por el Gobierno para elaborar la LOAPA, la ley de armonización de las competencias autonómicas. Años antes, no aceptó la propuesta de Adolfo Suárez, realizada a través de Alfonso Osorio, para convertirse en ministro de Educación del Gobierno que logró culminar con éxito la transición. En la página 70 de mi libro Adolfo Suárez, la Memoria del Silencio (2012) narro que el catedrático de Derecho Administrativo contestó muy pronto, confesándome que se inhibió por razones personales. Aurelio Delgado, jefe de la secretaría del presidente del Gobierno, me indicó que no existió rechazo, sino explicaciones que se entendieron. El puesto fue ocupado por otro catedrático de prestigio, Aurelio Menéndez, que ya con noventa años aun aporta consejos jurídicos a los suyos en su prestigioso bufete asturiano y madrileño.

En fin, un cántabro que alcanzó en vida importante premios y galardones, pero sobre todo el prestigio y su capacidad de crear escuela. Académico de Jurisprudencia y Legislación con otro lebaniego -el catedrático de Filosofía del Derecho, Ángel Sánchez de la Torre- sin duda está en la historia de Cantabria y de España con todos los honores. Su fallecimiento cierra una biografía histórica del Derecho español.

 

* Escritor. Doctor en Periodismo.

 

 

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