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¿QUÉ ES HOY SER TORRELAVEGUENSE?

Por Joaquín Díaz Rodríguez

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Si a mediados del siglo XX realizabas la pregunta “¿qué es ser Torrelaveguense?” no había grandes dudas. Los torrelaveguenses éramos de la Gimnástica -el club más antiguo de la provincia-, de la Peña Bolística -una de las pioneras del deporte vernáculo cuyos directivos habían sido los fundadores de la Federación Cántabra- y de la Sociedad Coral -nuestra masa coral galardonada y premiada en multitud de concursos. Poseíamos un henchido orgullo de estas instituciones. Bolos, natación, futbol, atletismo, baloncesto, voleibol, ciclismo eran actividades de las que los torrelaveguenses presumíamos. J. Mº García anunciaba por la radio que “por el gran número de público que sigue a la vuelta junto a la carretera debemos estar llegando a Torrelavega”. Aquí nació Vicente Trueba, Julio S. Emeterio “El Mezo”, Martín Piñeira… y más tarde O. Freire. Por esta y otras razones contestábamos, con indisimulada frescura: “no, de Torrelavega”, cuando nos preguntaban fuera de la provincia si éramos de Santander.

Los torrelaveguenses creíamos firmemente que por nuestras venas corría sangre industrial -la RCA de Minas, General, Sniace, Solvay, Aspla-, que las ferias ganaderas de Torrelavega eran las mejores de España y que el comercio de la ciudad era excelente, el más amable y el mejor surtido de toda la provincia. La ciudad se definía como “comercial, industrial y ganadera”. La famosa “Ciudad del Dólar”, bien comunicada con dos estaciones de ferrocarril perfectamente equipadas a la que llegaban trabajadores, empresarios, comerciantes, profesionales o estudiantes a establecerse y que, con esfuerzo, talento, tesón, trabajo y tiempo, forjaron aquella Torrelavega prospera y en marcha.

Los torrelaveguenses éramos montañeses trabajadores, emprendedores, imaginativos y optimistas con lo nuestro. En Torrelavega existía una identidad definida, reconocible y reconocida, tanto entre las poblaciones de nuestro entorno como en casi cualquier lugar de España.

El fin del siglo XX trajo grandes cambios a los que los torrelaveguenses no nos hemos sabido adaptar. La época dorada, la “Ciudad del Dólar”, es sólo un nostálgico recuerdo. Los comienzos del siglo XXI han traído nuevas formas de convivencia, las estructuras industriales han envejecido, han aparecido nuevas estructuras comerciales y formas de comercio, nuevas tecnologías y sistemas de comunicación y especialmente una nueva forma político-administrativa y de relaciones institucionales, el estado de las autonomías, que no ha beneficiado para nada a la ciudad. Se ha producido un excesivo centralismo a favor de la capital. Torrelavega no ha acogido ningún servicio de representación regional y, así, la provincia de Santander se convirtió en Cantabria y los torrelaveguenses ya no contestábamos “no, de Torrelavega” sino que decimos “no, de Cantabria” ante la misma pregunta. Porque, no nos engañemos, para gran parte de españoles la región de Cantabria sigue siendo Santander. Se equivocan hasta los políticos y, por supuesto, los medios de comunicación. No es de extrañar porque todavía las mismas autoridades autonómicas y varios medios de comunicación mantienen el consabido sonsonete “de Santander y Cantabria”, colocando a la región en un margen de la capital

La ciudad de Torrelavega, la capital ganadera de España y una de las ciudades referencia de la industria y del comercio del norte de España, pasó a ser la segunda ciudad de la región de Cantabria: ni cola de león ni cabeza de ratón.

Hoy los torrelaveguenses sufren una pérdida de la estima colectiva, una profunda crisis de identidad, una depresión anímica porque el municipalismo, la autonomía de los ayuntamientos, está en entredicho, sobre todo en autonomías uniprovinciales y pequeñas como Cantabria. Hemos pasado de ser torrelaveguenses a ser más cántabros que torrelaveguense. Hemos cambiado un sentimiento tradicional de afecto por nuestra ciudad, por el sentimiento a favor de una entidad político-administrativa que a muchos nos cuesta reconocer y sentir. Nuestra ciudad no ha sabido mantener y defender su identidad local, que se ha diluído entre anchoas, Cabárcenos, Centros Culturales mastodónticos y extemporáneas peleas por el AVE.

Hoy parece obligatorio anteponer todo lo cántabro a lo de tu ciudad. La mayoría de los torrelaveguenses menores de 35 años no conocen o no se identifican con la historia, los personajes, los símbolos y las instituciones que dieron origen e hicieron crecer a la ciudad. Antes, prácticamente todos los torrelavegunses éramos de la Gimnástica, era nuestro equipo y el rival natural deportivo era el Racing. Hoy, en muchos ambientes y para numerosos torrelaveguenses está mal visto no ser del Racing. Todo un síntoma del síndrome de pérdida de identidad.

Torrelavega tiene que volver a recuperarse encontrándose a sí misma y volverse hacia el resto de España, de Europa y el mundo. Tiene que recapacitar sobre su presente y su futuro y encontrar soluciones a los graves problemas que tiene. Se precisa de ideas rompedoras y de imaginación y creatividad. Quizás es tarde, pero no puede seguir esperando que las soluciones le lleguen desde el gobierno regional de turno. Debe adelantarse y proponer actuaciones volviendo al espíritu cohesionado, trabajador y emprendedor que siempre tuvieron los torrelaveguenses, y para eso se debe recuperar la ilusión, la colaboración, el consenso, empezando por los poderes públicos. Ahora que los seis partidos políticos con representación en el Ayuntamiento están negociando para conseguir mayorías estables de gobierno, no harían nada de más si aclararan sus posiciones en este sentido y las medidas, los principios y las posturas que tomarán sobre la Torrelavega del Siglo XXI.



Grupo Quercus. www.grupoquerecus.com

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