PROTAGONISMO DE JOVEN CÁMARA EN LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA
Por JOSÉ RAMÓN SAIZ
Desde el primer momento que se me invitó a participar en este acto, tuve la intención de improvisar unas palabras. Pero consciente, finalmente, de su solemnidad e institucionalidad, me decanté por elaborar esta misma mañana un discurso que sea fiel a los valores de la persona que homenajeamos, Ricardo Bueno Fernandez, visión que se completará con otras intervenciones más sobresalientes que la que paso a realizar.
Nos reúne en esta acto institucional el recuerdo de un distinguido ciudadano vinculado a movimientos cívicos antes del final del franquismo, a la prensa localista, a la política para institucionalizar un Estado de Derecho y, finalmente, a un trabajo de afanes por la historia local. Y todo ello, desde una clara vocación torrelaveguense.
Cuando España se encontraba a unos años de acceder a la democracia y a la libertad, comenzó a extenderse el movimiento de las Jóvenes Cámaras, que se oficializó en Torrelavega en diciembre de 1972 de la mano de Manuel Santillán Gutiérrez y Carlos Herreros de las Cuevas.
Surgida con éxito en Estados Unidos, nació en nuestro país para tender puentes de diálogo, concordia y convivencia entre quienes habían ganado y perdido una causa, cerrar heridas que siguieran separándonos, en fin, a labrar otro futuro con diferente estilo y, desde luego, con absoluto respeto a la dignidad de la persona tan violentada por los regímenes autoritarios.
Y así, cuando en Torrelavega el sistema anterior era fuerte, surgió la Joven Cámara que entre sus primeras iniciativas destacó la organización y celebración de la Feria del Mueble, que coincidió con la inauguración del Mercado Nacional de Ganados. El párrafo de la primera declaración de Joven Cámara de “contribuir al engrandecimiento de Torrelavega” fue cumplido y la Feria del Mueble se consolidó como la primera del Norte de España.
Se podía afirmar que en ese tiempo y por sus responsables -solo aquellos ciudadanos con edades que entre veinte y cuarenta años-, Joven Cámara fue clave para España y nuestra ciudad al contar con equipos que actuaban como laboratorio permanente en la producción de ideas.
La Joven Cámara comenzó a hablar de futuro, de convivencia, de tolerancia. Sepan muchos de los aquí presentes, que no fue bien vista. Se la negaban locales públicos y semipúblicos para debatir sobre el futuro de España y de Torrelavega en particular, se apuntaba a sus directivos como elementos subversivos de la CIA, a los que se consideraba, más o menos, como enemigos de las esencias sagradas del sistema vigente.
Por ello, cualquier estudio de la transición en Cantabria –si quiere ser fiel y real con lo que aconteció- debe registrar el papel y protagonismo de Joven Cámara, distinto –pero no diferente en los objetivos- al ejercido desde la clandestinidad con los consiguientes peligros y sacrificios por personas que con dignidad y coraje lucharon por la recuperación para todos de las libertades.
Una destacada y brillante generación de torrelaveguenses participaron en el nacimiento y desarrollo de Joven Cámara para fomentar valores de dignidad: Ernesto Gómez Rodríguez, Carlos Herreros de las Cuevas, Francisco Saiz Pardo Noval, Gonzalo Sánchez Moreno, Ignacio Goñi, Pedro Cayón, Francisco Díaz Villegas, Rodrigo Sainz Villegas, José María Puente Ibañez, Manuel Herreros de las Cuevas y Pedro Arce, en fin, cito los nombres de presidentes que se renovaban cada año al que unimos el de Ricardo Bueno Fernández por su presidencia en la ciudad en 1976 y de la Federación nacional tres años después.
De la presidencia local de Ricardo Bueno tenemos que destacar la aparición de la publicación Cántabro, 21 años después del final de Dobra y cuarenta de la ausencia obligada de El Impulsor. Torrelavega estaba huérfana de publicaciones y Ricardo centró toda su actividad en restablecer una tradición. Surgió Cántabro de la mano de Joven Cámara con varios cientos de accionistas que, incluso, en consulta democrática decidimos el nombre de la cabecera.
A este movimiento por una prensa más libre y democrática –por el continuismo y cierto amordazamiento de los periódicos existentes- se sumaron personas que años después comenzaron a estar presentes en la nueva política, incluso profesionales reputados como Juan González Bedoya que al frente de Hoja del Lunes apostaron por el riesgo al superar con creces los límites restringidos de la ley de prensa.
Del nacimiento de Cántabro citaré unos pocos nombres pero relevantes todos ellos: su directora, Carmen Sollet Sañudo, torrelaveguense, primera mujer que accedió a un cargo en la directiva de la Asociación de la Prensa de Cantabria; Mauro Muriedas Echave, el gerente, excelente escritor que tanto animó con sus crónicas y críticas el ambiente cultural desde los años finales de los sesenta; los articulistas Emilio de Mier, Eduardo Saiz Leñero, Florencio Enriquez y nuestro artista Pedro Sobrado.
Apareció Cántabro en diciembre de 1976 para dar cuenta de una heroicidad obrera: la de más de doscientos mineros de Reocin que protagonizaron un encierro de más de una semana movido por dos exigencias: salarios más justos y libertades políticas y sindicales. Sobre su ideario, rescato una declaración de Carmen Sollet: “Cántabro no será rojo, ni blanco, ni azul; será sencillamente objetivo”.
Tras ejercer en 1976 la presidencia y con la realidad de Cántabro empujando a favor de la libertad y la autonomía, Ricardo Bueno se comprometió en política con la naciente Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez. Torrelavega que tanto estaba aportando a la recuperación de las libertades no podía quedarse al margen de lo que estaba por llegar: una Constitución de concordia, diferente a todas las demás de nuestra historia al elaborarse desde el acuerdo de todos.
Y en el SÍ a esa Constitución en el Senado, antes de someterla a referéndum, está el nombre de Ricardo Bueno, el único de los 9 parlamentarios elegidos por la provincia de Santander que era de Torrelavega. Esa presencia y aportación hicieron que Ricardo Bueno, como torrelaveguense, esté vinculado para siempre a un acontecimiento extraordinario de nuestra historia más reciente.
Torrelavega con la Joven Cámara abrió caminos al futuro con acciones fructíferas, pero también a favor de valores de convivencia y tolerancia que culminaron en una primera etapa con la petición de amnistía que aprobó este Ayuntamiento en enero de 1976 con el voto favorable de concejales –recordados amigos- como Nilo Merino, Agustín González o Ernesto Gómez que siempre mantuvieron una estrecha relación de amistad y cooperación con miembros de Joven Cámara, nombres entre los que destaco, igualmente, al alcalde, Carlos Monje, que en 1974 en su toma de posesión en este mismo salón pidió públicamente perdón y abogó por la reconciliación.
Y antes, incluso, de la llegada de los Ayuntamientos democráticos en abril de 1979, Joven Cámara consiguió que también en este mismo salón de sesiones entrara aire fresco con la presencia del flamante presidente del Senado, Antonio Fontán –hecho del que fue testigo Adolfo Pajares Compostizo aquí presente y entonces gobernador civil de Palencia- con motivo de la Asamblea Nacional de Jóvenes Cámaras en el año que ejerció de presidente Pedro Cayón, sucesor de Ricardo en la presidencia de Joven Cámara.
Son precisamente valores como los de concordia, libertad y reconciliación los que emanaban de la personalidad de Ricardo Bueno, a los que unió todos los valores positivos del ser y ejercer como torrelaveguense.
Y, cómo no, en esa vocación por lo nuestro, lo torrelaveguense, rindió tributo a nuestra historia común con personas tan queridas como reconocidas que fueron Cándido Román, ya fallecido, o Pepe Izaguirre, cuyos trabajos de recuperación de historia son un referente para cualquier investigador, Ángel Montes o Manuel Quevedo, todos ellos felizmente entre nosotros. La recuperación de historia antigua, alguna incluso ya perdida, representa toda una invitación para seguir su camino y crezca en nosotros y en las generaciones futuras una identidad positiva no excluyente.
Sé que los tiempos nunca son los mismos. Que la ilusión de aquel año de 1976 que salió adelante Cántabro desde una iniciativa de Joven Cámara en el año de la presidencia de Ricardo Bueno, es irrepetible. Nos animaba a todos el periodismo sin cortapisas, la democracia y la conducta limpia y honrada para la nueva política.
Pero cada tiempo tiene sus retos y sus ilusiones, aunque se vean un tanto recortadas por lo visto y vivido en los últimos tiempos que, sin embargo, ha logrado que sea impensable una sociedad resignada y cautiva, convocada cada cuatro años a la liturgia del voto del premio o del castigo.
Entre los retos expuestos, interpreto la voluntad de Ricardo como hombre público, pero también esencialmente torrelaveguense, de contribuir con su apoyo a recientes reivindicaciones desde la política local dirigidas a reforzar el valor de Torrelavega en Cantabria.
No es necesario que cite el objetivo y la voluntad que debe animarnos a todos en su logro desde la idea que no puede abandonar el principio de que una sociedad fuerte y seria es capaz de construir una política fuerte y seria que deje atrás, definitivamente, a una sociedad recostada sobre los tópicos, narcotizada por las vaharadas de los viejos vapores, ya vieja y superada.
Esa sociedad fuerte a la que apelamos es la que es capaz no de gritar y de hacer valer el peso de sus habitantes, sus kilómetros cuadrados y sus banderas, sino también la que sabe defender con argumentos sus intereses. Y Torrelavega los defiende dialogando, consensuando y también reclamando que somos algo más que espectadores pasivos en el presente y futuro de Cantabria.
Concluyo afirmando que creo haber interpretado lo mejor posible lo que el recuerdo de Ricardo Bueno nos demanda en este día en el que el Ayuntamiento oficializa la distinción de Hijo Adoptivo en homenaje a quien fue nuestro representante en las Cortes Generales durante varias legislaturas y en este Consistorio.
Decía Ortega y Gasset que el problema que tenían los reformistas que como Ricardo Bueno apoyaron el logro de la Constitución de 1978 es que ellos eran una generación sin maestros. Nosotros, afortunadamente, sabemos de dónde venimos, tenemos espejos donde mirarnos, amamos nuestro pasado y queremos continuar la noble tarea histórica de hacer una Torrelavega mejor, más culta, más ilustrada, más justa y más próspera, donde no quepan ni la indignación, ni la marginalidad ni la exclusión.
Queremos, y lo decimos bien alto en este noble salón de sesiones del Ayuntamiento, la Casa de todos, sentirnos orgullosos de ser lo que somos. Y, sobre todo, de haber tenido entre nosotros a un ciudadano con credenciales intachables: honradez, entrega a sus deberes, responsable, tolerante y diligente como fue en vida Ricardo Bueno Fernández que perteneció a una Torrelavega abrumadoramente cabal de la que venimos siendo testigos.
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