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FIGURA Y PERSONALIDAD DE JOSÉ ANTONIO ODRIOZOLA (2)

Por JOSÉ RAMÓN SAIZ

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Escribir de José Antonio Odriozola Calvo, Toño Odriozola para sus amigos de dentro y fuera de Liébana, es evocar a un ingeniero y montañero que amó hasta lo infinito a la tierra lebaniega y a sus Picos de Europa, que llegó a conocer hasta el último detalle. A pesar de ser el gran promotor del desarrollo de Liébana con su gran idea del teleférico –propia e innegable- la comarca lebaniega no ha tenido hacia él –desde el mazazo de su muerte un 22 de enero de 1987- el agradecimiento que su gigantesca personalidad se merecía y que hace grandes a los pueblos.

Nació José Antonio Odriozola el 24 de enero de 1925 en Santander. Hijo de Venancio inspector del Banco Santander y María Antonia Calvo Briz, maestra, hermana de Pepe y Rafael (accionista del Banco Santander), sobrinos del espinamense Saturnino Briz Larín, presidente del Banco Santander. Su madre era de Espinama y Toño se casó con Araceli Alonso, natural de Cosgaya. Hija de Clodoaldo Alonso Mantilla y Simona Díez.

Estudiante de primeras letras en Santander, acudía a pasar los veranos a Espinana, el pueblo de su madre demostrando una preferencia por la montaña y no por las bellas y atractivas playas de la capital cántabra, lo que indica que todos sus veranos fueron lebaniegos. Cuando tenía doce años con un chaval de Espinama fueron “aniales” (ir a nidos) pero a última hora a su amigo le ordenaron que tenia que ir a por las ovejas y con él subió a Áliva y desde allí deslumbrados por la cumbre del Coriscao, ni cortos ni perezosos emprendieron la ascensión para ver que se divisaba.  

Toño Odriozola confesaría siempre a sus íntimos que lo que vio desde el Coriscao le fascinó por su belleza al tener ante sí los Picos de Europa. Con aquella escena tardo en conciliar el sueño aquella noche impresionado por el rosario de rocas de los picos. Al día siguiente, pidió a un guarda de los picos que le dejara ascender con él y aquel día alcanzaron Peña Vieja. Toño le confesó que quería subir a todos. “No vas a tener días en el año”, le contestó. Pero los subió todos y los investigó.

El Bachillerato le hizo en Valladolid en un internado. Todos los veranos los pasaba en Espinama. Fue Premio Extraordinario de Bachillerato por la Universidad de Valladolid en 1941. Doctor Ingeniero Industrial en 1951, especializándose en las técnicas de las altas presiones y las bajas temperaturas, síntesis inorgánicas y fabricación de fertilizantes.

En esta etapa de estudiante y lebaniego en los veranos, Odriozola ya había conocido en Santander a Alfonso Alonso Díez, Fonsín, natural de Cosgaya, que entonces estudiaba en el Instituto Santa Clara y vivía en una pensión de la calle San Fernando. Fue así como en los inicios de los años cuarenta comenzaron a salir como compañeros inseparables de cordada por los Picos de Europa. En este sentido, siempre se afirmó que esta unión se mantuvo a lo largo de tres décadas, es decir, no es fácil encontrar una cordada con tan larga historia.

En esta etapa de los años cuarenta, Toño y Fonsín ampliaron su grupo de amigos  que sentían la misma o parecida inquietud por las montañas lebaniegas: Francisco (Paco) Soberón, Eduardo García Enterría, el fotógrafo Eusebio Bustamante y pasado el tiempo con el dibujante de La Codorniz, Enrique Herreros, además de otros nombres que fueron íntimos en la vida de Toño Odriozola como Javier Rivas. Otro hijo de madre de Espinama fue Francisco Núñez de Celis, que abrazó con su padre don Paco (don Francisco Núñez de Losada) el tirón por la pintura.

De este tiempo existe algún recuerdo que merece ser evocado y tiene a Sebio Bustamante como protagonista ya que a su afición fotográfica unía su vocación de montañero ya que fue él quien se calzó, allá por los años treinta, los primeros pares de esquís que llegaron a Liébana. Y él con Alfonso Alonso, Fonsin, fueron los primeros lebaniegos que escalaron el Naranjo de Bulnes, el 14 de agosto de 1943.  De esta manera, con sus salidas a Picos, estas correrías anudaron una sólida amistad entre estos jóvenes lebaniegos. Recordado con su cámara al cuello, Sebio destacaba siempre –según confesión de Toño Odriozola- por una especial habilidad para llevar el morral más ligero, al tiempo que desesperaba a sus compañeros de aventura cuando se separaba en cualquier recodo de las sendas a la espera que mejorase la luz para buscar un mejor ángulo para sus fotos. Sus compañeros siempre le perdonaron estas fugas que alteraban los tiempos de los itinerarios previstos.

Pero recuperando el hilo de los hechos a comentar, en una ocasión –allá por los años cuarenta- Odriozola, Fonsín, Paco Soberón, Núñez de Celis y Sebio Bustamante, realizaron una primera escalada al paredón sur de Peña Vieja, partiendo directamente del Puerto de Áliva, momento en el que Sebio se salió de la ruta vertical para fotografiar al resto de la cordada. Cuando se dio cuenta, estaba “enhuertado” entre cielo y tierra, atascado en una diminuta repisa, casi sin poder moverse. Pero Sebio –relatan sus compañeros de cordada Toño y Fonsín- no se inmutó y como pudo se sentó con los pies colgando sobre el vacío, realizando buenos contraluces, para luego llamarles a voces: “O venís a por mí o aquí me quedo”. Y narra Odriozola: “entre la preocupación de Paco Soberón, las bromas de Fonsín, la rapidez de Paco Núñez de Celis, y una clavija de seguro que coloqué algo más arriba, pudimos recuperar al “fotógrafo pródigo” y continuar la escalada”.

Esta amistad la cultivaron en torno a la montaña en los inicios de la década de los cuarenta, cuando jóvenes de Potes, Cosgaya y Espinama realizaron la primera acampada en Lloroza. El jurista Eduardo García Enterría recordaría que desde este lugar conquistaron con inolvidable emoción algunas cumbres a las que se accede por la Canalona, destacando Peña Vieja. De estos años se tiene noticia que en 1947 Toño Odriozola, Fonsín y Eduardo García Enterría ascendieron al Naranjo por la cara sur. Un pico, el Naranjo, muy unido a la historia del club Peñalara del que formó parte en aquella época Toño Odrizola, desde que su socio Bernaldo de Quirós formara parte de la primera cordada en alcanzar su cima en 1904.

En estos años de juventud de Toño Odriozola su vinculación a los grupos montañeros fue manifiesta. En 1940 ingresa en el Club Alpino Tajahierro, de Santander, y una vez que finaliza su carrera de ingeniero y comienza su trabajo, con su traslado a La Felguera a una empresa de Explosivos de Río Tinto pasa a formar parte de clubes de alpinismo de Gijón.

A lo largo de la década de los cuarenta, Odriozola tuvo sus primeros encuentros con la familia peñalara, hecho que marcaría su vida en los siguientes años al vincularse de una manera más fuerte al montañismo español. En estos años -1942-43- asistió a los cursos de escalada que se organizaban en la Pedriza de Manzanares y para ello todos los fines de semana realizaba el viaje de Santander a Madrid y vuelta. En esta etapa surgió su amistad con el presidente de Peñalara, Francisco Hernández Pacheco que le llevó como vicepresidente a una de las directivas de este prestigioso club montañero. Desde entonces su relación con Peñalara fue constante y fecunda, siendo una etapa clave de su vida para alcanzar poco tiempo después la presidencia de la Federación Española de Montañismo.

Precisamente a raíz de los cursillos en la Pedriza de Manzanares inició Toño Odriozola una serie de primeras y segundas escaladas en los tres macizos de los Picos como la casa sur de Peña Vieja en 1944, directísima del Naranjo de Bulnes en 1945, Torre Peñalva en 1947, Agujas de la Canalona y Bustamante en 1948, travesía del Oriental, etcétera, además de todas las clásicas desde aquella época. Igualmente desde 1947 comenzó a publicar artículos en las revistas de montaña, no solo descriptivos de marchas, ascensiones o escaladas, sino también de investigación histórica, toponimia o técnica, siempre en relación directa con el montañismo; en concreto, sus colaboraciones fueron muy asiduas en las revistas del Club Alpino Tajahierro y en Peñalara.

Hay que destacar que toda esta labor de Odriozola, a través de tantos años, la desarrolló desde un claro espíritu profesional pero sin percibir emolumento alguno. Lo mismo ocurrió con la elaboración de numerosos proyectos técnicos para juntas vecinales referidos a traídas de aguas y caminos para mejorar las condiciones de vida de los lebaniegos. Igualmente su estudio previo y el anteproyecto con memoria para la construcción de un teleférico en Fuente Dé fue un obsequio de Odriozola a la Junta Vecinal de Espinama. 

El enlace de Araceli Alonso Díez –bisnieta del guía Eusebio Díez que acompañó a Casiano del Prado en sus primeras ascensiones a picos en 1853 y 1856-  y José Antonio Odriozola Calvo se celebró en febrero de 1954 en la iglesia de la plaza Manuel Becerra de Madrid. Toño ya era ingeniero Sociedad Ibérica de Nitrógeno (que se integró finalmente en Explosivos Río Tinto) que ejerció en La Felguera donde residió diez años. De La Felguera la empresa le trasladó a Madrid. El matrimonio tuvo tres hijos José Antonio, María José y María Isabel.

Como doctor ingeniero industrial, especializado en química, fue en sus últimos años director de la empresa Abonos del Sureste, del grupo Explosivos Río Tinto, donde desempeñó su cometido con creativo espíritu innovador. En el ejercicio de esta responsabilidad, en concreto en Cartagena, todas las semanas viajaba a esta ciudad.

Sobre su condición polifacética de ingeniero y amante de la montaña desde un punto de vista intelectual y practicante del montañismo, se habló de Toño Odriozola con motivo de un congreso de ingenieros industriales celebrado en Santander trece años después de su muerte. Así se le recordó:

“Con particular agrado saco ahora a relucir a un ingeniero montañero, más, maestro y guía de montañeros: José Antonio Odriozola Calvo, "Toño" para sus amigos de Liébana, porque aunque Odriozola era cántabro de origen, nacido en Santander, fue de hecho lebaniego, ya que su madre era de Espinama y él casó con Araceli Alonso, de Cosgaya. Como doctor ingeniero industrial, especializado en química, fue director de la empresa Abonos del Sureste, del grupo Explosivos Río Tinto, donde desempeñó su cometido con creativo espíritu innovador. Pero su verdadera vocación era el montañismo. Había realizado ascensiones y recorridos por las más características montañas del mundo, pero "su montaña", que conocía como nadie, eran los Picos de Europa .

Su cartografía y toponimia de los tres macizos son todavía hoy la mejor guía para los que se adentran en sus fragosidades. Proyectista y promotor del Teleférico de Fuente Dé, ese cable por el que ascendemos al macizo central, publicó numerosos libros de montaña, tres de ellos sobre el mítico Naranjo que, tras las huellas del Marqués de Pidal y el "Cainejo", tantas veces escaló. Fue director de la Revista Peñalara, Presidente durante diez años de la "Federación Española de Montañismo" y Vicepresidente de la Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo. Miembro de la Real Sociedad Geográfica Española, Medalla de Plata al Mérito Turístico y Montañés del Año (1978) por el Ateneo de Santander, Odriozola pensaba retirarse de su trabajo profesional, para dedicarse de lleno a la montaña, recopilando tantos datos como tenía recogidos, tal vez pensando, como Sócrates, que tarde es empezar a vivir cuando la vida se va.

Sin embargo, no tenía más que 61 años cuando, tres meses antes de la fecha que había elegido para su retiro, falleció en un accidente de tráfico en un viaje por carretera de carácter empresarial. Yo no conocí a Odriozola, pero se me ha hecho familiar gracias a que, en un libro editado en su homenaje, Eduardo García de Enterría, otro lebaniego ilustre, éste en el campo del Derecho Administrativo, describe la travesía de tres días que, en 1986, hizo con Toño, desde Covadonga a Peña Subiedes, y que yo también realicé dos años después, siguiendo la ruta por la que huyeron los Sarracenos vencidos por Don Pelayo, según describió, en su día, Claudio Sánchez Albornoz”.

Es también importante, por lo que significa de reconocimiento, la siguiente opinión sobre su doble condición de ingeniero y montañero.  

“Nos parecen ya lejanos los tiempos en que nuestro inolvidable compañero José Antonio Odriozola, fallecido hace unos años en desgraciado accidente de tráfico, dedicaba su tiempo libre a disfrutar de su afición favorita, el montañismo, mientras destinaba especial atención al trazado de mapas actualizados con toponimia no dudosa , de los tres macizos de los Picos de Europa. Era ésta una labor de Ingeniería, derivada de la extensión y profundidad con que se estudiaban la Topografía, la Geodesia y la Astronomía en nuestros viejos planes de estudio, llevando a su aplicación sin poder disponer de los medios técnicos actuales. La forma en que él lo hacía era, en sí, un verdadero deporte, procurando la satisfacción de lo bien hecho.

Durante mucho tiempo, hablar de relaciones de la Ingeniería con el Deporte, era referirse exclusivamente a aquello que giraba alrededor del mundo del motor, en sus diferentes facetas o, quizás, a la construcción de embarcaciones específicas o de edificaciones para la práctica deportiva. Eran muy escasas las alusiones a actividades lúdicas donde la intervención de las capacidades y habilidades humanas de forma directa, sin utilización de máquinas, se relacionasen con nuestra profesión”.

Pero su verdadera vocación, además de la de ingeniero, se centró en la montaña desde que quedó prendado por la belleza de las cumbres de Picos de Europa. Poco a poco, desde casi niño, se fue introduciendo en el ambiente montañero, formando parte del club Tajahierro de Santander que le permitió acceder a su condición de montañero federado.

Pero sin saber cómo acabar subiendo en un día espléndido al Coriscao, que fue la primera cumbre a la que ascendió el joven Toño Odriozola. En el buzón del club Tajahierro (tiempo después surgiría su amistad con el gran montañero Amalio Fernández Mariñas), en el que los montañeros introducían la prueba escrita de haber alcanzado la cima, los dos chavales dejaron felices su escrito, al fin y al cabo habían logrado una hazaña.

Y fue allí donde nació la idea de fundar un club de esquí y montañismo, con la idea de rehabilitar una cabaña como refugio, quedando constituido en la primavera de 1931 el Club Alpino Tajahierro. En este año de su 80 aniversario, el Tajahierro es el club de montaña con más socios de Cantabria, y dispone de dos refugios que pueden utilizar incluso otros grupos de montaña bajo petición previa. Situado a una altitud de 1.614 mts. en Brañavieja (Alto Campoó), el refugio “Julio Casal” fue inaugurado en 1.958, y tiene una capacidad para 45 personas. El refugio “Amalio Fernandez Mariñas” se ubica en Llávanes de la Reina, en la Vega del Naranco, y tiene una ubicación estratégica para organizar salidas en el entorno de San Glorio.

El club también posee el refugio “Amalio Fernández Mariñas”, a una altitud de 1.560 metros, en Llánaves de la Reina (León). Inaugurado en 1979, dispone de capacidad para 30 personas en

literas, con salón comedor, agua corriente, servicios y energía eléctrica por placas solares. A 150 kilómetros de Santander, es ideal para la práctica del esquí de montaña en grandes lomas con una buena carga de nieve.

Con el tiempo, fue realizando ascensiones y recorridos por las más características montañas del mundo, pero "su montaña", que conocía como nadie, eran los Picos de Europa. En las décadas de los años cuarenta y cincuenta llevó a cabo escaladas en paredes que se consideraban inaccesibles. Su cartografía y toponimia de los tres macizos son todavía hoy la mejor guía para los que se adentran en sus fragosidades. Proyectista y promotor del Teleférico de Fuente Dé, ese cable por el que ascendemos al macizo central, publicó numerosos libros de montaña, tres de ellos sobre el mítico Naranjo que, tras las huellas del Marqués de Pidal y el "Cainejo", tantas veces escaló.

En los Picos demostró sus dotes de montañero y su identidad con la montaña. El 13 de agosto de 1950 realizó como escalador la Aguja Bustamante, a la que bautizó con este nombre en homenaje del histórico fotógrafo de Liébana y de los Picos. Anexa al paredón que forman por el sur la Torre de Horcados Rojos y el Pico Santa Ana, muy esbelta y de cumbre mínima, poco frecuentada y con roca variable aunque buena en general, realizó esta ascensión virgen acompañado del pintor Francisco Núñez de Celis, del club Peñalara, siendo los primeros escaladores federados que realizaron este logro. Núñez de Celis era hijo del conocido Francisco Núñez Losada, don Paco, que pasaba los veranos en Casa Severo, en Cosgaya, proyectándose como el pintor de los Picos.

Aunque, en efecto, fueron los primeros montañeros federados que abrieron esta vía, su historial deportivo data del 8 de agosto de 1948 cuando fue abierta por Alfonso y Juan Tomás Martínez, los dos colosos cabraliegos, ases de la escalada libre. El 14 de octubre de 1949 reincide Alfonso, uniéndose su otro hermano, Emilio, junto con Emilio Martínez (El Boti) y Emilio Ribera Pou (El Noy), ambos de Gijón. Fue cordada conocida por “Alfonso y los tres Emilios”.

El topónimo de la Aguja Bustamante fue una iniciativa del montañero-investigador y gran enamorado de los Picos José Antonio Odriozola Calvo, que lo propuso en homenaje a Eusebio Bustamante, de Potes, padre del artista captador fotográfico de los paisajes de los Picos, Sebio Bustamante. Conviene recordar que don Manuel fue miembro de honor de la primitiva sociedad Picos de Europa, que construyó el primer refugio de Áliva, anterior al actual de la Dirección General de Turismo, y un eficaz colaborador del conde de Saint- Saud. Fue amigo del doctor Schulze (segundo escalador del Naranjo) siendo el primer montañero que, ya a principios de siglo, llamó la atención sobre estas agujas. Ha sido honrado con dos citaciones montañeras en la revista Peñalara: La primera en el año 1917, y la segunda, en 1947, a raíz de su fallecimiento. don Julián Delgado Ubeda, en sentida glosa necrológica, ensalzó su venerable figura uniéndola a la historia de los Picos de Europa.

Los grandiosos murallones de Peña Vieja son pétreo velo que imposibilita contemplar desde los puertos de Aliva la esbelta Aguja Bustamante, santanderina por todos sus costados (en palabras del Noy, hoy diríamos cántabra) Semeja un colmillo defensivo, mero contrafuerte de las murallas del pico Santa Ana, que del occidente derivan hacia el sur y se halla en un plano inferior en altura con respecto a las cercanas agujas de La Canalona y El Huso, circundantes del descarnado Hoyo…sin…tierra lebaniego. Con estos datos, fácil es deducir que la Bustamante es miembro de la gran familia de picachos y torres que constituyen el macizo central de los Picos de Europa. Cual desmesurada lezna, su agudo remate es levemente curvo, elevándose sobre la bifurcación del aguileño sendero de Peña Vieja, en el ramal que va hacia la Cabaña Verónica y Horcados Rojos, conocido como “Sendero Bustamante”, que se utilizaba como refugio antes de construirse la citada Cabaña Verónica.

Odriozola era, además, un gran aficionado a la fotografía y la diapositiva. Pero lo era gracias al montañismo  que para Toño representaba una fuente de enseñanza para la botánica, la arqueología o la heráldica, materia ésta en la que fue un experto, colaborando con Carmen González Echegaray en su importante obra Escudos de Cantabria. En 1975 José Antonio Odriozola confesó contar con casi ocho mil diapositivas, pero no solo de cumbres ya que el montañero puede realizar fotografías de bosques, viejas aldeas, escudos, rincones incomparables. Precisamente sobre la heráldica afirmó que había aprendido esta especialidad gracias al montañismo ya que al caer la tarde se encontró casi siempre con pueblos escondidos y casi ignorados. Otros realizan imágenes sobre flores o minerales, ya que para ello no se precisaba ser un buen escalador, sino un buen montañero. Odriozola lo fotografiaba todo. Una pasión que manifestaba en todas sus salidas a la montaña; sin embargo, pocas imágenes archivó sobre sus salidas por Picos y otros macizos, salvo las que le realizaron sus amigos montañeros.

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