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CUARENTA AÑOS DEL REFERÉNDUM DE LA REFORMA

Por JOSÉ RAMÓN SAIZ

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Hoy, 15 de diciembre, se celebra una conmemoración que probablemente queda ya lejos en la memoria pero que representó un paso decisivo para salir de la etapa autoritaria que, primero como dictadura, estuvo vigente en España desde 1939 a 1975. En aquella jornada de miércoles de hace cuarenta años, se desarrolló el referéndum de la Reforma Política, norma que elevada a la categoría de ley fundamental posibilitó –con el apoyo mayoritario de la ciudadanía- el tránsito a una democracia parlamentaria.

votaciones referendum suarez 625pxEn esta consulta popular de gran trascendencia para el proceso de la Transición, se planteó al pueblo la pregunta sobre su postura en relación al proyecto de ley para la Reforma Política que el 18 de noviembre habían aprobado las Cortes. Al referendo acudieron a votar el 77,8 por ciento de los 22.644.290 inscritos en el censo mayores de veintiún años, posicionándose por el si un total de 17.599.562 ciudadanos (94,17%); en contra 450.102 (2,56%); en blanco, 523.457 (2,97%) y nulos 52.823 (0,30%).

Los resultados en la provincia de Santander presentaron una desviación sustancial de los del resto de España: el voto afirmativo no llegó al 90 por ciento (casi cinco puntos por debajo de la media nacional) y el voto negativo a la democracia se acercó al siete por ciento, hecho que sólo se dio en otra provincia, en concreto Toledo. En la provincia montañesa de un total de 282.506 electores, votaron 220.967 (78,21%), obteniendo el sí de 198.337 (89,75%); 14.812 votos negativos (6,70%), 7.289 votos en blanco (3,29%) y 529 (0,23%) papeletas nulas.

Para llegar al referéndum, las últimas Cortes del régimen anterior debieron dar su aprobación al proyecto de reforma política del Gobierno Suárez, único camino a transitar si se quería pasar de la ley vieja a la nueva sin alterar el orden vigente. Esta norma, además de definir la democracia como “expresión de la voluntad soberana del pueblo”, configuraba  las nuevas instituciones del Congreso y Senado “elegidos por sufragio universal directo y secreto de los españoles mayores de edad”. Estos dos principios venían a liquidar las viejas Cortes y, sin embargo, el Gobierno logró sacar adelante el proyecto reformista con el voto favorable de 425 procuradores, 59 en contra, 13 se abstuvieron y 34 faltaron a la sesión. De los procuradores de esta provincia, retengo en la memoria el voto afirmativo de Carmen Cossío, Modesto Piñeiro y Fernando María Pereda, además del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Osorio, que jugó un papel decisivo en convencer a medio centenar de procuradores críticos.

El pleno de la reforma duró tres días y se celebró entre la huelga general convocada por la oposición democrática y el primer aniversario de la muerte de Franco. Fueron días en los que el Gobierno de Suárez se lo jugó todo: los primeros, tiraban de la manta hacia la izquierda y los segundos lo hacían mirando a la derecha nostálgica. En los medios gubernamentales confiaban con modesto optimismo en que la manta –en aquellas circunstancias tan difíciles- no se rompiera. En todo caso, la resistencia de un grupo de procuradores fue numantina, como se manifestó en el voto militar: de una veintena de procuradores, trece se posicionaron en contra, entre los que se hallaban siete tenientes generales. La oposición de la cúpula militar parecía por tanto clara.

Otro posicionamiento comentado aunque esperado en contra de la reforma, fue el del obispo de Cuenca, monseñor Guerra Campos: «Entre la tierra y el cielo están las nubes», sentenció un agudo procurador al comentar su voto negativo.  Sin embargo, el hecho es que con aquel respaldo de la democracia orgánica en España se abría una etapa hacia la concordia -lo que ya era relevante- con aquella imagen de Adolfo Suárez, emocionado, aplaudiendo el éxito de la reforma como un triunfo del pueblo. Todavía no era la democracia, pero si representaba un paso decisivo hacia la democracia.

El 15 de diciembre de 1976 fue un día frío y gris, con niebla y a ratos sol. El Gobierno de Adolfo Suárez pidió para esta jornada el sí a favor de la reforma; el llamado bunker apeló al no desde el recuerdo a la obra de Franco y la oposición –que poco a poco salía de la clandestinidad- se decantó por la abstención, aunque en el fondo deseaba el triunfo de la consulta pero sin un resultado espectacular para el Gobierno.  En esta situación, el triunfo del sí era de esperar, más si tenemos en cuenta que el Gobierno contó con la televisión mientras que la oposición sólo dispuso de las paredes para su llamamiento abstencionista y de cierto eco en los periódicos, radio y televisión, por lo que el  resultado definitivo fue más contundente del esperado.

Lograda una participación del 78% del censo electoral, podía afirmarse que se trataba de un mal resultado para la oposición porque muchos ciudadanos que tenían preferencia por los partidos democráticos acudieron a votar al entender que el referéndum era un paso necesario que desataba todos los nudos con el pasado, como demostró que seguidamente se regularan todas las libertades formales, se procediera a la legalización de los partidos políticos incluido el Partido Comunista de España y se convocaron elecciones libres.

Aquella España que superó el referéndum amanecía por fin a la libertad. Los resultados demostraron que el porcentaje de ciudadanos que se declaraban enemigos de la democratización y que cuantificaba su entidad social, les proyectaba más como el recuerdo de otra época que como fuerza realmente nueva. Este colectivo inmovilista no era la derecha de la democracia próxima a inaugurarse, sino el precipicio de la tradición antiliberal del país. Por el contrario, en el éxito del sí estaban todos: la derecha democrática, el centro y la izquierda que no siguió el lema de la abstención.

La campaña oficial fue masiva con el spot televisivo de la canción Habla Pueblo, Habla que sonaba a todas horas y que todos, si no de memoria, sabíamos tararearla, hasta el punto de que se convirtió en un himno no oficial de aquél momento histórico: “Habla pueblo habla/Tuyo es el mañana/Habla y no permitas/Que roben tu palabra/Habla pueblo habla/Habla sin temor/No dejes que nadie/Apague tu voz/Habla pueblo habla/Este es el momento/No escuches a quien diga/Que guardes silencio/Habla pueblo habla/Habla pueblo sí/No dejes que nadie/Decida por ti”.

votaciones referendum suarez - 2 625pxOtra canción que entraba por todos los sentidos en aquellas semanas fue la titulada Libertad, Libertad, sin ira, impulsada por un diario democrático que nacía para un tiempo nuevo que pedía guardarse el miedo y la ira “porque hay libertad y si no la hay sin duda la habrá…” Era la música que respondía a los ideales juveniles de amor y revolución en una época de cantautores como Serrat, Víctor Jara, Pablo Milanés, Joaquín Sabina o Luis Eduardo Aute.  Tiempos en los que, además, triunfaban los cantantes sancionados por el régimen como Paco Ibáñez, Luis Llach, Pi de la Serra, Elisa Serna o Labordeta.

Las gentes de entonces podemos sentir el legítimo orgullo –cada cual desde su óptica- de haber colaborado en poner a España otra vez en pie. Visto desde la distancia, nadie mató al viejo sistema político, que como cedro abatido por los años se desplomó en cuanto sopló sobre él el espíritu renovador  del cambio y la verdad. La democracia llegó con la misma sencilla naturalidad con que surge el alba y aparece el día.

En apenas once meses nada resultó fácil, pero nada tampoco fue imposible. Cuarenta años después toca a los poderes públicos salir de esta lacerante crisis para cuyas soluciones se reclama el espíritu de la Transición en un tiempo en el que tener el poder no es lecho de rosas, sino parrilla de San Lorenzo que abrasa un poco cada día.

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