DONDE SE ANUNCIA LA MUERTE DE GRISÓSTOMO (X)
Por JOAQUÍN CUETO OTÍ
DONDE SE ANUNCIA LA MUERTE DE GRISÓSTOMO (X)
"CON LA VENIA DE MIGUEL”
O (EL QUIJOTE EN VERSO)
POR JOAQUÍN CUETO OTÍ
DONDE SE ANUNCIA LA MUERTE DE GRISÓSTOMO
Los pastores enamorados de la bella y recatada Marcela, estaban celosos de Grisóstomo y comentaban entre ellos:
Sé Marcela, que tu amor
ha comprado con dinero
tal Grisóstomo el cabrero,
mas el dinero traidor
puede causarte dolor,
si lo ofrece un cicatero.
Grisóstomo te conquista
porque es rico potentado
y yo solamente un criado
que por mucho que te insista
no me apuntas en la lista:
A Grisóstomo has apuntado.
¡Ay!, pobrecita Marcela
y ¡ay!, su pillo pretendiente,
¡leído y terrateniente!
Mas si el vil dinero vuela
ya vacía la cazuela,
¿qué dirá de Vos la gente?
¡Ay Marcela!, de amor falta
y ¡ay Guillermo y su fortuna!
Que estáis viviendo en la luna
algo es, que a la vista salta,
mas puede acabar en lloro
si es que se termina el oro,
que sin sentirlo se gasta.
D.Q. ._ No creas amada mía
que el romance va contigo.
Se refiere y soy testigo
a una mujerzuela impía
que se vendió por dinero
a Grisóstomo el cabrero.
Mozo._ ¡Ay, guapísima Marcela!
¿Quién te llevará al altar
si no te lleva tu abuela,
no más una sanguijuela
que nació para chupar?
¡Grisóstomo adinerado
sin fortuna en el amor!
En defensa de tu honor,
con Marcela ten cuidado,
pues a tal le da de lado
venderse al mejor postor.
¡Adiós, Marcelita mía!
Amor que de mí se aleja,
Grisóstomo la corteja
por la noche y por el día.
La culpa es del vil dinero,
que destruye hasta el amor
y que no entiende de honor
ni sabe decir: “te quiero”.
Narrador.- Estando en tal discusión
llegó al redil un cabrero,
que tostado al retestero
se asemejaba al carbón,
y tras llamar la atención
dijo conciso y certero:
Pedro.- ¡Funesta noticia traigo!
Aquel famoso pastor
de estas cumbres morador,
y en cuyo nombre no caigo
ni de la sorpresa salgo,
ha muerto y murió de amor.
De Marcela enamorado
el “no” de ésta, le mató,
mas una carta dejó
con muy sensato recado.
Dejó en testamento escrito,
que reposen sus despojos
en el sitio “Los Abrojos” (fuente del alcornoque)
no sólo por ser bonito,
sino por su emplazamiento.
Muy cerca del aposento
de su Marcela, se hallaba
el lugar antes citado,
que eligió el enamorado
para atisbar a su amada.
Al pie de aquesta montaña
me pidió que le enterraran,
y que al tiempo le rezaran
todos los de su compaña
mozos, que junto a él crecieran.
Grisóstomo, aquí vivió,
de sus vecinos querido
pero ya de muerte herido,
a sus amigos pidió
que le diesen sepultura
en tierra virgen y pura.
Narrador._ Otro amigo está empeñado
en cumplir su voluntad
y a Don Quijote, piedad
le suplicó arrodillado.
Ambrosio._ De agravios desfacedor,
¡justicia, quiero pediros!
D.Q. ._ ¡Pedid, que es un placer oíros!
y ayudaros, ¡un honor!
Ambrosio._ Los abades del condado,
me han denegado un permiso:
En donde el destino quiso
sepultar a mi estimado,
los rectores lo han vetado
sin darme a mí, previo aviso.
D.Q. ._ Abades de poca monta
o priores ¡sobrados de fe!
Tantos villanos maté
de estocada limpia y pronta,
que el número ya olvidé.
Abades._ Si es que el pellejo salvamos
concediendo tal permiso,
sin hacer mínimo inciso
el permiso le otorgamos:
¡Entiérrele donde quiera
o donde le dé la gana!
sea esta tarde o mañana
u otro día cualesquiera.
Ambrosio._ ¡Muchas gracias, buen Señor!
por el favor que me heis hecho.
D.Q. ._ ¡Otro agravio más, desfecho
y un punto más a mi honor!
Poco es para mí un abad
ni de abades un millón,
porque los hago un montón
y aunque me pidan piedad,
no les otorgo perdón.
Ambrosio._ Perdonadlos, caballero:
Tened de ellos compasión
y concededles perdón,
porque quien es justiciero
tiene negro el corazón.
Narrador._ ¡ La campana está llorando
en lo alto del campanario!
¡Recemos pues un rosario
por quien aún están velando!
Según costumbre ancestral
de aquel pueblo hospitalario,
se musitaba un rosario
quizá en el mismo portal
de la casa del extinto.
Rezar mucho, no rezaban
mas casi todos cenaban
y el garrafón de buen tinto,
en un santiamén, vaciaban.
Las mujeres, enlutadas
platicaban por los codos,
(en verdad, hablaban todos
de una y mil bobadas)
El final del velatorio,
más bien era una verbena
tras de la copiosa cena
repartida al auditorio.
Don Quijote y su escudero
también fueron a velar,
pues querían indagar
quien era el muerto cabrero.
D.Q. ._ ¿Será un noble caballero
lo que vamos a enterrar
o algún cabrero vulgar
de este mundo cicatero?
Si fuera un cualesquiera
el del rosario causante,
Don Quijote y Rocinante
no estarían a su vera;
pues sería denigrante
para un caballero andante
acompañar a ¡un cualquiera!
S.P. ._ Indague usted, mi señor,
mientras yo lleno la panza
que allá estoy viendo pitanza
y hasta aquí llega el olor.
De haber zambomba y tambor,
no desdeñe usted la danza
porque lo que es, de pitanza
no es usted muy comedor.
D.Q. ._ ¡Un respeto, mi escudero!
¡En un entierro danzar,
es no darse a respetar
como debe un caballero!
Indagar, tan sólo quiero
¡pues no he venido a bailar!
Narrador._ ¿Quién será tal esperpento
que un bacalao parece
además de un mequetrefe?
(preguntaron al momento
los abades del convento)
Abad._ ¡Ore, antes de preguntar
que está usted en lugar sagrado!
y es preciso haber rezado
antes de al convento entrar.
D.Q. ._ ¡Yo no rezo, yo pregunto!
Abad._ ¿Y qué queréis preguntar
señor, si he de contestar?
D.Q. ._ ¿Quién era el pobre difunto,
porque viéndole barrunto
que es de alcurnia, sin dudar?
Abad._ Un hijosdalgo era el muerto,
terrateniente de altura,
que hoy ya yace en un féretro
un descanso tan incierto,
descanso al fin se procura.
D.Q. ._ ¡Y de que murió el galán?
Ambrosio._ ¡De sentimiento murió
porque una hembra le negó
lo que otras, al pronto dan!
Abad._ De Marcela, enamorado
ha muerto, muerto de amor
como se muere una flor
que moza no haya regado.
D.Q. ._ ¡Me dejáis anonadado
y tan sumido en dolor,
que sin merma de mi honor
rezar, haré arrodillado!
Abad._ Le tenemos en el bote
que a un abad, no hay quien resista:
Otro más en nuestra lista
y se llama Don Quijote.
D.Q. ._ Y la Marcela, llamada
¿era a caso silenciosa?
¿Era honrada, no otra cosa
la mujer antes citada?
Abad._ Se dice en nuestro convento,
que hubiera sido una esposa
tierna, nítida y hermosa;
especie de monumento
por un ángel cincelado,
casi, casi, algo sagrado;
y ni exagero, ni miento,
mi Don Quijote adorado.
D.Q. ._ ¡De Dulcinea me habláis!
¿Quién si no, podría ser
la guapísima mujer
que Vos tanto ponderáis?
No os equivocáis abad:
Dulcinea es dicha dama
y está superando en fama
a la reina de Bagdad.
Abad._ La Marcela es una flor
y no hay otra planta cual ella:
Tan dulcísima doncella
es igual a un ruiseñor,
es algo más que un primor
y es tan hermosa y tan bella,
como el más querido amor.
D.Q. ._ Mi Dulcinea es la flor
de tu necio parlamento
y la Marcela, (lo siento)
no vale lo que un pimiento
de putrefacto color.
¡Desenfundad vuestra espada,
abades de ruin convento!
que aunque seáis mil y ciento,
para mí, sois poco o nada.
Abad._ ¡Mi querido caballero!
Abierto está el manicomio
esperando a algún demonio,
de mirar ¡tétrico y fiero!
D.Q. ._ Decirme que soy demente
es a muerte sentenciarse,
si no hiciera retractarse
de lo dicho anteriormente.
Abad._ Vos sufrís grave demencia
y precisáis de un loquero
prudente, pero severo:
Sois un loco en apariencia,
no un sensato caballero,
que presume de escudero
y trato de vuecencia.
D.Q. ._ ¡Sancho Panza! Ven aquí
y atiende a mi Rocinante
que me han llamado mangante
y mangante, jamás fui.
S.P. ._ ¡Caballero! Disponed
de vuestro fiel escudero,
porque ser muerto prefiero,
antes de que a su merced
le hiera ruin majadero.
D.Q. ._ Atad allí a Rocinante
y haceros con un garrote
para darle en el cogote,
al que me llamó mangante,
que es un irrisorio mote.
S.P. ._ ¡Hacéis muy bien, mi Señor!
mandando a la sepultura
a ese fraile, abad o cura
parlanchín predicador.
Narrador.- ¡Señores! ¡Qué garrotazo
llevó Quijote en la testa!
y así concluyó la fiesta
con la rotura de un brazo,
tras el tremendo estacazo
que el abad, al otro asesta.
Palo va y estacazo viene
reparte el furioso abad,
mientras Quijote, piedad
recita a quien le retiene.
D.Q. ._ ¡Auxilio! ¡me están matando!
¡Socorredme, que me vejan
y malherido me dejan!
¡Me seguirán flagelando
y mis huesos triturando,
si no cesa la odisea!
Narrador._ Sancho levantó el garrote
para a los frailes herir,
mas olvidó prevenir
a su dueño Don Quijote
y la estaca, de rebote
al Señor mandó a dormir.
D.Q. .- ¿Dónde estás, mi Dulcinea
que a socorrerme no vienes?
Molidas tengo las sienes,
pues cruenta fue la pelea
y maligna ¡la ralea!
Ven a curarme un chichón
con tu elixir ponderado,
que tú, siempre me has curado
con un beso de pasión,
en mis labios estampado.
S.P. ._ ¡Estáis sangrando! Señor,
por la boca y la nariz.
Esto, toma mal cariz,
pues cercena nuestro honor
y da al aura mal sabor.
Vos, no agachó la cerviz
ante una turba malvada
y siempre venció su espada,
si fue riña en noble lid.
D.Q. ._ ¿Quién dice que estoy sangrando,
si no es sangre lo que veis?
¡Muy mala vista tenéis!
porque lo que veis manando
no es sangre, sino ¡sudor!
Tras mi galgo corredor
fui de caza esta mañana,
con mi pantalón de pana
y jersey de cazador.
Eran las doce y la calor
se iba haciendo sofocante,
cuando dos pasos delante
atisbé a un depredador.
Tras él, salimos corriendo,
mas el galgo jadeante
se fatigó en un instante
y concluyó desistiendo.
Yo cogí al depredador
y la sangre que tú ves
a lo largo de mi tez
es solamente ¡sudor!
Narrador._ Don Quijote pasó la noche en memorias de Dulcinea, a imitación de los amantes de Marcela:
D.Q. ._ ¡Dulcinea!, ¡soporte de mi vida!
¡Nítida mujer que bajó del Cielo,
cual si fuera paloma en raudo vuelo
por blanquísimos ángeles seguida!
Si la inhumana muerte me lapida
en forma de bellaca traición,
Dulcinea, ¡arráncame el corazón!
y guárdalo junto al tuyo, querida.
De mi sangre, aún caliente, beberás
sin que testigo ninguno te vea;
sólo tú, bellísima Dulcinea
debe verme muerto, tú y nadie más.
Tanto te quiere tu fiel Don Quijote
que por amor te concede su sangre,
porque sé, que de aquesta tienes hambre
y yo no puedo darte mejor dote.
Bebe mi noble sangre ¡hasta saciarte
Dulcinea!, que así viviré en ti
y nadie piense que esto es frenesí,
es que nací, ¡tan sólo para amarte!
Beber mi sangre, por favor te pido
porque así mi muerte, no será muerte,
será vida, vida para quererte;
quererte, ¡como nadie te ha querido!
Continuará…