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OTROS TIEMPOS, OTROS NIÑOS

Por Joaquín Díaz Rodríguez

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OTROS TIEMPOS, OTROS NIÑOS

Salíamos de la escuela (todavía eran escuelas y no colegios o centros educativos)con la algarabía y la alegría lógica de recobrar la libertad después de las horas de silencio sentados en los pupitres bajo la severa atención de los maestros (todavía eran maestros, los profesores, más adelante, en el instituto). Volvíamos a casa corriendo a por la merienda, inventando regatas imposibles y adelantando los increíbles goles que un rato más tarde meteríamos en la Plaza de “El Grano” o de las “Gallinas” (nunca se llamaron oficialmente así, como tampoco ahora es la “plaza roja”, prefiero los nombres anteriores, no plaza roja como denominan algunos ahora). Cruzábamos las calles apenas sin coche, subíamos las escaleras al trote y, casi sin darle tiempo a la madre, que indefectiblemente siempre estaba en casa esperando la vuelta de la escuela, (antes las madres trabajaban más en casa), de darnos la merienda, volvíamos a la calle para organizar interminables partidos de fútbol hasta bien entrada la noche. Cuando terminaban los partidos, juegos hasta las tantas que acababan con las voces de las madres (otra vez las madres) llamando a cenar y a acostarse.

La libertad y el juego en plazas y calles eran fantásticos. No había polideportivos, ni gimnasios, ni cancha de tenis, ni piscinas, ni pabellones, ni ordenadores, poca televisión, sólo la plaza, la calle, el balón, la peonza, las chapas y mucha imaginación y ganas de jugar y pasarlo bien. Los jueves y los domingos cine (ahora ya no hay cines), En verano al río o la Pista Río (tampoco ya hay piscinas de verano) y algunos días a Suances en “Casanova” (esto no ha cambiado). Tiene Gloría Ruiz un estupendo librito sobre sus sensaciones de niña yendo a la Playa desde su Casar de Periedo natal que es una delicia. Se lo recomiendo.

Pero todo cambia. La ciudad se fue desarrollando, llegaron los polideportivos, las escuelas municipales de deportes, los “segmentos de ocio (antes recreos) los ordenadores, las grandes superficies, las pistas de tenis, los psicólogos, los pedagogos y los monitores de tiempo libre. Las escuelas se empezaron a llamar centros educativos y los niños dejaron de jugar en las plazas y de charlotear y discutir en los bancos públicos y de hacer los recados a la tienda de la esquina. Comenzaron las actividades extraescolares y aumentó el estrés de los padres y se iniciaron cursos de aprendizaje de “habilidades sociales”. Los niños y las niñas juegan en casa con los ordenadores y descubren lugares lejanos virtuales y “chatean” con amigos también virtuales a miles de kilómetros de distancia.

Ya nada es igual. Sólo los niños siguen siendo niños. Niños diferentes, distintos

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