El SEPELIO DE GRISÓSTOMO (XI) “CON LA VENIA DE MIGUEL” O EL QUIJOTE EN VERSO)
Por JOAQUÍN CUETO OTÍ
POR JOAQUÍN CUETO OTÍ
EL SEPELIO DE GRISÓSTOMO
Narrador._ Tras sueño reparador
en un vetusto redil,
Don Quijote y su alguacil
vieron llegar el albor;
Poco después, un pastor
con pinta de ser faquín
les gritó: ¡arriba señores!
que el sol luce sus fulgores
y hay que vestirse de “esmoquin”.
D.Q. ._ (¡Gañán más impertinente!
ni lo vi, ni verlo quiero
pues despierta a un caballero,
lo desvela de repente
sin ser el recado urgente
y sin saludar primero)
¡Rufián! ¿Por qué despertáis
a este caballero andante,
a Sancho y a Rocinante,
y dormir no nos dejáis?
Pastor._ Vos me distéis un recado
y a cumplirlo, no me niego
porque soy su palaciego
y asimismo vuestro criado.
D.Q. ._ ¿Y cuál fue dicho mandado
y la urgencia de tal caso?
Pastor._ ¡Pues a decírselo paso
y quede el caso saldado!
Al sepelio de un amigo
pensaba Vos asistir
y como os place cumplir
según yo tengo entendido,
a decíroslo he venido.
D.Q, ._ ¡Pues os prometo que iré
y cumpliré mi palabra!
¡Ni estoy demente cual cabra
ni como cabra me porté!
Narrador._ Se formó la comitiva
que tras el entierro iría.
Ni una palabra se oía
pues el compacto grupo iba
taciturno y afligido.
Un amigo ha fenecido
y gran silencio se advierte
para mostrar el dolor
o mejor dicho pavor,
que produce una tal muerte.
Tras del galgo corredor
iban Sancho y su jumento,
mas les importa un pimiento
entierro y enterrador:
Pensaban en la pitanza
y en saciar el apetito,
sin importarles (repito)
el sepelio en lontananza.
No bien hubieron andado
de una legua, la mitad,
cuando en próxima heredad
un gentilhombre y su criado
pedían a Dios piedad
para el extinto, o finado.
En aquel mismo cercado
seis maliciosos pastores
con pinta de aduladores
saludan con desenfado
a Don Quijote y su criado:
Pastor._ ¡Muy buenas tardes, señores,
os dan estos seis pastores!
D.Q. ._ Nos damos por saludados
y me agrada su presencia
que al menos en apariencia,
parecéis noble ganado.
Narrador._ Se sentaron do pudieron
y a entrambos dos preguntaron
si un algo desayunaron
o solamente bebieron.
D.Q. ._ Todo caballero andante
que se precie de tal ser
jamás deberá comer,
ni dejar de ser galante
con cualesquiera mujer.
Pastor._ ¿Seréis quizás, por ventura
el famoso caballero
temido en el mundo entero,
por padecer de locura?
D.Q. ._ ¡Si! ¡Yo soy ese caballero!
pero mi locura es de amor.
Pastor._ ¿Iréis por casualidad
al sepelio de un pastor,
a quien mató de amor
cierta mujer sin piedad?
D.Q. ._ ¡En lo cierto estáis pastor!
Al muerto acompañaré,
porque siendo hombre de fe
nunca haré cosa mejor.
Después del enterramiento
castigaré a la pastora
por villana y por traidora,
porque un enamoramiento
no causa un fallecimiento.
Pastor._ Igualmente es mi pensar,
pues quien muere por amor,
citado amor es locura
que lleva a la sepultura
a tu querer y a tu honor.
Narrador._ Uno de entrambos pastores
habló con su compañero
del extraño caballero
y sus dementes visiones:
Uno._ Síntomas de loco tiene
y equivocarme, no suelo.
Otro._ Desechad ya tal recelo
pues de pie no se sostiene:
Es un tanto extravagante
y asimismo estar chalado
parece el gran condenado;
mas un caballero andante,
no es un cualesquier viandante
que siega yerba en un prado.
Uno._ El tiempo que aquí perdimos
por bien perdido lo demos:
Descansaron nuestros remos,
de balde, viandas comimos,
a un demente conocimos;
y al sepelio asistiremos
tal como ambos prometimos.
Otro._ Famoso será este entierro
pues tantas cosas nos cuentan
y tan extrañas comentan
del presunto aventurero,
o quizá vulgar cabrero,
que no sé, si las inventan
o es cierto tal asevero.
D-Q. ._ ¿Qué sabéis Vos de Marcela
y Grisóstomo, su amante?
Pastor._ Sabemos que era galante
y estudiante de alta escuela,
además de probo amante
de la discreta Marcela.
¡De aquesta, poco sabemos!
Dicen que era muy celosa
y bella como una rosa,
lo cual nosotros creemos
y discutir nunca haremos
el quid de citada cosa.
Yo soy Vivaldo, Señor
y perdonad si os molesto
preguntando sobre aquesto:
¿Pudo matar por amor,
aun defendiendo su honor
la Marcela de este cuento?
D.Q. ._ Por amor, puede matar
un plebeyo cualesquiera,
un tunante, un calavera,
o quizá un loco de atar;
pero nunca un caballero
que presume de escudero
y de a damas escoltar.
Vivaldo._ ¿por qué motivo lleváis
uniforme tan grotesco?
D.Q. ._ Pues la respuesta os ofrezco
si curioso me escucháis:
Jamás le fue permitido
a un apuesto caballero
llevar cualesquier vestido,
yo me visto como quiero,
los preceptos no vulnero
y consejos, nunca pido.
Mi profesión o mi oficio
los regalos no permite,
ni viandas dulces, admite;
pues para ahuyentar el vicio
y no hacer nimio estropicio,
jamás dos platos repite.
Vivaldo._ Entonces, ¿vuestra flacura
será porque no coméis,
ni descansáis, ni bebéis
de fresca fuente, agua pura?
D.Q. ._ ¡En mi regia sepultura
si allá vais, me veréis
tan flaco, como me veis
Vivaldo._ El rocín también padece
de hambruna, sed y fatiga,
o ¿es que el Señor le fustiga
más de lo que aquí parece?
D.Q. ._ El jaco de un gran Señor
no es renqueante jumento
a quien importe un pimiento
¡la apariencia y el honor!
El caballo de valor
no se olvida ruin momento,
de que el gordo, en movimiento
galopa mucho peor.
Vivaldo._ ¡por la cruz de San Andrés!
Si está cuerdo este señor,
vuestro humilde servidor
podría ser un marqués
y no un modesto pastor.
Narrador._ El que Vivaldo llamamos
a Don Quijote inquirió,
algo que callar debió:
Vivaldo._ ¡Señor! De Vos recabamos
qué es un caballero andante
y el por qué su Rocinante,
(tras del mismo cabalgamos)
es tan torpe caminante.
D.Q. ._ La pregunta es inoportuna,
mas contestaros haré
porque jamás oculté
a nadie, pregunta alguna:
Un caballero andante
no montará gordo jaco,
sino un caballejo flaco
como lo es mi Rocinante.
No puede olvidar su espada,
y tiene que defender
a cualesquiera mujer
que estuviera amenazada.
No puede comer caliente
y ante falaz mercader,
mostrarse siempre ¡valiente!
Y aunque le pongan enfrente
con espada a Lucifer,
no puede jamás retroceder
ni ser jamás reticente.
Vivaldo._ Por lo que he podido ver,
ser caballero, es ser necio
y pagar ingente precio
por tal dignatario ser.
Prefiero ser mercader,
que tal desprecio sufrir
y estar expuesto a morir
de tanto hambre retorcer.
D.Q. ._ Plebeyo sois, sin dudarlo
y no podéis comprenderlo,
ni comerlo, ni beberlo,
ni siquiera asimilarlo.
Es feliz un caballero,
sin comer y sin beber
sólo con que una mujer
le diga: ¡cuánto te quiero!
Mi Dulcinea me quiere
y las cosas como son,
aprovecho esta ocasión
para decirle que espere.
Que la quiero con pasión
con un querer tan intenso,
que a todas las horas pienso
si merezco tal bombón.
Cien mil mujeres llorando
a voces me están diciendo,
que están por amor sufriendo
y por un querer penando:
“¡Don Quijote, ven a mí!
pues preciso de tu ayuda.
Y puede ser una viuda
a quien presto socorrí.
Todas quedan complacidas
y todas me dan las gracias,
pues persigo las falacias
por cínicos cometidas.
Mas sólo a damas protejo
a los varones insulto
y si no me escurren el bulto,
como un guiñapo les dejo.
Vivaldo._ Demente estáis, ¡sin dudarlo!
que yo jamás me equivoco,
y si no estuvierais loco
no tardaréis en estarlo.
D.Q. ._ El buen yantar y el placer
son regalos que rechazo
y los besos y el abrazo,
se los estampo a mujer
que si no la vi nacer,
si la ofrecí mi regazo.
Vivaldo._ ¡Sí, sois hombre de palabra,
por lo que acabo de ver!
D.Q. ._ ¡Sólo soy de una mujer!
y no estoy loco, cual cabra
que Vos lleváis a pacer.
A Dulcinea la quiero
desde el día que nació
y ella de mí se prendó
cuando aún llevaba babero.
Vivaldo._ ¿Recordáis también el año
del nacer y el bautizar?
D.Q. ._ ¡Cómo no he de recordar
el nacimiento tamaño
si imposible es de olvidar!
Mil quinientos y sesenta,
año que termina en cero
y no es querer cicatero
del que sobra en guarra venta,
sino amor puro y sincero
que día a día se acrecienta.
Vivaldo._ Con razón sois caballero
de noble caballería.
Tenéis la panza vacía
y llena vuestro escudero
pues comiendo, no es austero
según él mismo decía.
También tenéis un amor
que hasta el mismo Sol detiene
y tanta belleza tiene
como la más bella flor.
D.Q. ._ ¡Y Dulcinea se llama!
Mi vida apuesto por ella
y cual decís, es más bella
que la más bonita dama.
Vivaldo._ ¡Sois por dos veces quijote!
Queréis sólo a una mujer,
le dais amor y placer
y por el contra, de rebote
al hombre dais un azote
por a doncella ofender.
D.Q. ._ Nunca fuera un caballero
por hembras agasajado,
ni servido por fiel criado
si no fuera siempre austero.
Tal romance, por mí escrito,
es un cántico al amor
y es la más bonita flor
que en un jardín haya visto
el más ilustre escritor.
Vivaldo._ Seréis dos desfacedores
si es verdad cuanto decís
o cual villanos mentís
y sois dos embaucadores.
D.Q. ._ Al sol enseño mi espada
y tras recio correctivo
Vivaldo, ¡ya no está vivo!
En tu garganta malvada
mi lanza te clavaré
y ya muerto, por ti oraré!
Narrador._ Dicho Vivaldo bramó
y asiendo por sí, un garrote
al inefable Quijote
un garrotazo derramó.
Éste , se alzó como pudo,
malparado y malherido
y amonestó compungido
al que él, tildó de cornudo.
D.Q. ._ ¡Cornúpeta del demonio!
La lengua te arrancaré,
mas vivo te dejaré
para que des testimonio
de que yo te perdoné.
Por mis manos, otro muerto
y otro agravio ya desfecho
porque a Vivaldo, sospecho
que el hoyo le habrán abierto.
Esto es, ilustres señores
ser gran caballero andante
montador de Rocinante
y afortunado en amores
como el Tenorio galante.
Siendo pecador mi oficio,
preciso de confesión
y tras obtener perdón,
del perdón me beneficio
y vuelvo a entrar en acción.
Si acecho en la obscuridad
a un viandante pretencioso
sin avisarle, le acoso
pues a deciros verdad
me chincha la vanidad.
Sin embargo, los sinceros
pueden contar con mi mano
pues me considero hermano
por igual de acemileros
que de un rico campechano.
Narrador._ Tan torpes razonamientos
los pastores escucharon
y convencidos quedaron
de aquellos presentimientos
que intuyéndolos, callaron.
Pastor._ Carnaza es de manicomio
este caballero andante:
Será notable y galante,
pero es un pobre demonio
más cerril que Rocinante.
Me apiado de su locura,
(dijo Vivaldo al momento)
mas merece un monumento
que sobre su sepultura
le cante coplas al viento.
Narrador._ Persona no muy discreta,
el Vivaldo de esta historia.
¡Qué Dios le tenga en la gloria!
al pastor de esta historieta,
pues me dice la memoria
que ya el sepelio se acerca:
Vivaldo.- Olvidaros del difunto
y la estrecha sepultura
que el Andante, en su locura
nos comentará (barrunto)
lo que ocultarnos procura:
¿Algún fraile mató Vos,
tras nítida confesión
y consiguiente perdón?
D.Q. ._ ¡Maté más de veintidós
y que me perdone Dios
por no matar un millón!
Vivaldo._ ¡Don Quijote! ¿Su merced
alguna vez insultó
a una dama y no pidió
perdón por tal sandez?
D.Q. ._ Muchos millares besé
pero insultarles, ¡jamás!
Alguna broma, quizás
mas no creo que pequé;
cual si fuera Satanás.
Vivaldo._ Se me antoja, caballero
que Vos habéis profesado
de sargento y de soldado,
tenéis leal escudero
y a mil damas heis besado.
D.Q. ._ Ya te dije que por miles,
mas nunca he sido soldado
ni a mendicante, he robado.
Doncellas de quince abriles,
si es verdad que he conquistado.
Vivaldo._ ¡A Dulcinea engañáis!
¡Farsante de mala vida!
Quien a una doncella olvida
(y a Dulcinea olvidáis)
o es que una nimiez la amáis,
por lo que no es tan querida.
D.Q. ._ Vos cabrero, ¡me insultáis!
llamándome vil farsante
y ladrón de blanco guante:
O presto os arrodilláis,
o con la vida pagáis
vuestra palabra insultante.
Es denigrante reñir
con un mísero cabrero
y pues mataros espero,
hoy dejaréis de vivir
tras cortaros el garguero.
Vivaldo._ ¡Pues al infierno, vais Vos
que a garrotazos os mato
y dentro de escaso rato
en el infierno, habrá dos!
D.Q._ Bravatas de buey sin cuernos
que ha poco se descornó:
Ni este cabrero mató,
ni jamás a los infiernos
a un hombre muerto mandó.
Narrador._ Medroso, tardo y cobarde
era Vivaldo el pastor:
Presumía de valor
y del mismo hacía alarde,
mas siempre llegaba tarde
a pelear por su honor.
Cambió de conversación
y olvidó tal sucedido
por ser muy comprometido
y aunque tuviera razón,
no dijo estar ofendido.
Vivaldo.- ¡Mi Don Quijote querido!
¿Aún falta mucho camino
para llegar al destino
del entierro, ya aludido?
D.Q. ._ ¡Escucha querido amigo!
Una legua o más, quizá
siempre yendo para allá
mas por experiencia digo
que el sepelio esperará
y usted, será buen testigo.
Mil reverencias harán
a este noble caballero
los compañas del entierro
y ante mí, se humillarán
y mis manos besarán
si es que yo se lo sugiero.
Vivaldo._ ¿Le besarán las doncellas
cual merece su merced?
¿O quizá su candidez,
que las hace ser más bellas
irá a la par con su prez?
D.Q. ._ Doncellas jamás mezcléis
Vivaldo en mis arrebatos,
pues distribuyo mis ratos
como de siempre sabéis
en simples asesinatos
En conquistar a doncellas
que brillen por su esbeltez,
en besarlas en la tez,
y en desfacer de querellas,
al día, lo menos diez.
Pastor._ Si Dulcinea se entera
de vuestros besos furtivos,
creo que le dais motivos
para odiaros, de manera
que considere lascivos
sus amores pervertidos
y prefiera ser soltera.
D.Q. ._ Dulcinea quiere tanto
al Quijote de su vida,
que cicatriza la herida
de lo que decís quebranto,
sólo con límpido llanto
que ella llora compungida.
Con fervor, reza al Señor
por su Don Quijote amado,
que aunque no vive en pecado,
puede tentarle otro amor
y concluir enamorado
tras perder vida y honor.
Pastor._ No debierais humillarla
con escarceos furtivos,
que aun ausentes de testigos
igualmente es engañarla;
D.Q. ._ ¡Ay, qué alejado estás Toboso
y que cercana está mi Dulcinea,
porque Dios me consiente que la vea
mientras velando las armas reposo!
¡Velo soñando que ya soy tu esposo
y si miro a lontananza, te veo;
contemplando tus ojos me recreo,
igualmente, que en tu mirar garboso!
Sancho._ ¡Mi Señor! ¿En qué pensáis
que parecéis muy feliz?
¿Pensáis en alguna lid
y vencer adivináis?
D.Q. ._ ¿En qué crees tú que pienso
si en Dulcinea no fuera?
¿O piensas que soy de cera
y me tornan en incienso
sin avisarme siquiera?
¿Soy quizás un calavera
y Dulcinea una santa,
que mis monsergas aguanta
y prefiere estar soltera?
Narrador._ Así estaban platicando,
cuando unos veinte pastores
con pellicos de colores
al poblado iban llegando.
En plan de duelo venían
a dar el adiós postrero
al ya difunto cabrero,
y anonadados gemían
porque al cabrero querían
y era querer muy sincero.
¡Sobre las andas de pino,
el cadáver del difunto!
¡El reloj, las doce en punto
y al final, su triste sino!
En lóbrega sepultura
yace el honrado cabrero
extinto, siendo soltero
por culpa de quien procura
no ser vista en el entierro.
Prisa en arribar se dieron
el demente caballero
y su servil escudero
y al alimón acudieron,
dos gañanes y un cabrero
que el sepelio dispusieron.
Cubierto de bellas flores
iba el cuerpo fenecido,
de aquel que fue prometido
del amor de sus amores.
D.Q. ._ ¡Caballeros! ¡Buenos días!
¡Bienvenidos caballeros!
(dicen los sepultureros
a sus nobles señorías
y a sus pobres escuderos)
Sancho._ Hemos venido a enterrar
a ilustrísimo cabrero
de bastón, capa y sombrero,
mas yo preciso yantar;
con dos chorizos de arroba
y el todo de un buen cabrito,
saciaría mi apetito
y a dormir luego, a la alcoba.
D.Q. ._ De nobles es condición
velar armas sin comer
y a doncella proteger
del villano y del ladrón.
De plebeyos es pedir
a todas horas yantar,
comer hasta reventar
y cual un cerdo, dormir.
Por eso Sancho, pedís
cebada para el jumento
y para Vos, un pimiento
pero al mismo le añadís
de chuletillas, un ciento.
Sancho._ Y mientras Vos platicáis
soñando en caballerías
y haciendo mil fechorías
tiempo libre al escudero
para llenar el pandero.
Conque seguid platicando
y velando el armamento,
que me pongo en un momento
de chorizos reventando
mientras Vos estáis velando,
sin comeros ruin pimiento.
D.Q. ._ ¡Callaos Sancho malvado,
las burlas y los insultos!
Yo te atisbo entre difuntos
do no probarás bocado
ni hozarás en mis asuntos.
Narrador._ Un por Ambrosio conocido,
dirigió muy conmovido
a quien yacía sobre el foso,
triste discurso amoroso
o familiar despedida
al amigo de su vida:
¡Grisóstomo, hermano mío!
¡Ya te ha bendecido el cura
y tu cuerpo, en sepultura
atelecido de frío
como un témpano de hielo!
Roguemos todos al Cielo,
de tu alma, su salvación
porque fuiste hombre de bien
y mereces el Edén,
tras de obtener el perdón.
¡Ay, qué triste amanecer,
pues a un amigo enterrar
tras de su fosa cavar,
es enterrar a un querer;
y es para echarse a llorar!
Grisóstomo era amistad,
tolerante y cortés era
y si a la vida volviera
nos diría: ¡perdonad!
la maligna iniquidad
de mi querida Marcela.
Siempre fue bueno y valiente
pero también desdichado:
El amor le fue negado
por doncella intransigente
que a otro hombre, se habría dado.
Corrió como corre el viento,
siempre en triste soledad
y brindó amor y amistad
al pobre y al avariento
y jamás dijo: “lo siento”
¡por favor, dejadme en paz!
Vivaldo._ Mucho le estáis ponderando
a Grisóstomo de muerto
mas lo que decís, ¡es cierto!
Seguid hombres ensalzando
a tan prudente varón
que desde el tétrico arcón
a Marcela está llamando:
“¡Cuenta amor con mi perdón!”
Ambrosio._ En dos papeles escrito
nos legó su pensamiento:
Un valioso testamento,
que en este instante recito
si hacéis silencio un momento.
El Grisóstomo narraba
en un papel cualesquiera,
que abrasado concluyera
el papel, en que contaba
lo que al vulgo, no importaba.
Él, quería perdonar
a su querida Marcela
y ya apagada la vela,
nadie podría alumbrar
ni daño alguno causar
a su bella damisela.
D.Q. ._ ¿Nunca sus armas veló
quien era nobleza pura?
Ambrosio._ En la fría sepultura,
su nobleza se enterró
y las armas que él usó,
fueron ¡bondad y cordura!
D.Q. ._ ¡Qué nítido corazón
en tierra se va a pudrir!
mas su alma, al Cielo subir
hará, tras la bendición
de quien le otorgó perdón
un poco antes de morir.
Vivaldo._ ¿Y no sería mejor
sus escritos conservar
y en un pórtico colgar,
como se cuelga al traidor?
D.Q. ._ ¡Tal sería un deshonor
y mi honor, pienso guardar!
Si él, nos mandó quemarlos
quemarlos hemos de hacer,
pues los odios, tras arder
aunque queráis avivarlos,
ceniza se han de volver.
Vivaldo._ ¡Hagamos publicidad
Don Quijote! del suceso
más repugnante y avieso
que sufrió mi vecindad.
D.Q. ._ No propaguéis la maldad,
os dice un buen consejero:
Guardar silencio, os sugiero
con la Ciencia de mi edad,
porque quien siembra cizaña,
tan sólo abrojos cosecha
y prende fuego a la mecha
que hará cenizas la braña.
Narrador._Vivaldo, se salió con la suya y leyó la Canción desesperada, que Grisóstomo escribió poco antes de morir y que todos los asistentes escucharon.
Continuará…