LA PASTORA MARCELA (XII)
Por JOAQUÍN CUETO OTÍ
LA PASTORA MARCELA (XII)
“CON LA VENIA DE MIGUEL”
o (EL QUIJOTE EN VERSO)
Por Joaquín Cueto Otí
LA PASTORA MARCELA
Narrador._ Vivaldo leyó los folios que contenían la Canción desesperada, escrita por Grisóstomo y dedicada a Marcela:
Y leyéndolos estaba
el ofuscado Señor,
cuando un astuto pastor
que hacia el collado miraba,
a una mujer observaba
que le infundía pavor.
Pastor._ ¡Don Quijote! ¡Es la Marcela!
que a despedirse vendrá
y una bronca nos echará
por no haberle puesto esquela,
ni encenderle nimia vela,
que le alumbre el más allá.
D.Q. ._ ¡Qué bonita y qué fermosa
doncella estoy admirando!
¡Ni bel paloma volando,
ni del jardín bella rosa
en primavera lluviosa,
igualan a Vos andando!
No lloréis, noble doncella,
que vuestros ojos se afean
y quienes llorando, os vean,
dudarán si sois tan bella;
¡Tan sólo mi Dulcinea
os supera en hermosura!
Mi idolatrada criatura,
deja que tus ojos vea
pues mi vista se recrea,
viendo candidez tan pura.
¿A dónde vais sollozando
con cara de arrepentida?
¿Os acusáis de homicida
y venís quizá implorando
a quien murió perdonando,
tras Vos, quitarle la vida?
(Aquí, no es fiel al relato de Cervantes, donde Marcela quería ser libre y vivir a su manera, y para ello escogió la soledad de los campos: “A los que he enamorado con la vista, he desengañado con las palabras, y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo, ni a ningún otro ”…
Pero también los hechos pudieron haber sucedido de otra manera, o tal vez Marcela podía haberse arrepentido, de no aceptar a quien tanto la amaba, una vez consumados los hechos):
Marcela._ ¡Grisóstomo del querer!
Vengo a pedirte perdón
y a darte mi corazón
igual al de un mercader
oficiando de ladrón.
Fue un momento de locura
quizá mucha soledad,
mas yo te pido piedad
al pie de tu sepultura:
Hasta en la fosa te quiero
y quisiera estar contigo,
pues en tu ausencia, no vivo
y sin tu querer, ¡me muero!
D.Q. ._ ¡Nobleza es de bella dama
límpida y acrisolada!
¿Estuviste enamorada
o fue una explosión de amor
de una niña quinceañera?
¿Sois del jardín, una flor
de límpida primavera
o sois una cualesquiera
que se mofa del amor,
cual si una lagarta fuera?
Luz que del cielo has bajado
planeando sobre el viento,
sois sin duda un monumento
por los ángeles tallado
¡en el mismo firmamento!
Marcela._ ¡Muchas gracias, mi señor!
por saberme consolar,
y asimismo perdonar
a este pobre ruiseñor,
que asesinó por amor
y está cansa de llorar.
Si murió, fue de amor,
juro que no por odiar,
pues nunca quise matar
a quien fue mi protector
y me enseñó a cabalgar.
D.Q. ._ Jamás vi mejor mujer
ni más bonita tampoco:
Por ella me vuelvo loco
y quisiera enloquecer,
para en demencia querer
al bombón que a ciegas toco.
¡Marcela! ¡Acércate a mí!
¡Acércate para amarme,
porque tú puedes curarme
la locura o frenesí,
que está a punto de matarme!
Marcela._ La Marcela, no es traidora
ni a su Dulcinea humilla,
que si es hoy gentil chiquilla
muy pronto será señora
de quien, quizá en mala hora
osó hundir a su barquilla.
Narrador._ Y se fue, tal cual llegó
la Marcela de este cuento.
¿Fue cual alguien dice, un cuento
el caso de la Marcela?
¿Fue cierto tan triste evento
o fue falaz bagatela
sin más valor que un pimiento?
Don Quijote anonadado,
quedó rezando al difunto:
Justo eran las doce en punto
de cierto día entoldado
y Grisóstomo, enterrado
había sido ha un momento.
No se movió ni un pastor,
hasta el final del entierro
de aquel famoso cabrero,
que fue muerto por amor.
Cerraron la tumba fría
con una losa labrada
y en dicha losa, grabada
muy sentida poesía,
que más o menos decía
lo que el poeta pensaba:
Su alma, límpida y pura
está en el cielo rezando
por Marcela, que llorando,
¡vive días de amargura!
D.Q. ._ Son suficientes razones
las mostradas por Marcela,
para seguir tras su estela
¡pidiéndole mil perdones!
En lugar de perseguirla,
amenazarla y vejarla,
debíamos ensalzarla
y de rodillas pedirla
disculpas ¡por humillarla!
Restituyamos su fama
y pidámosla perdón,
por haber dicho “pendón”
a tan honorable dama.
Narrador._ De Ambrosio se despidió
Vivaldo, su buen amigo
y que fue penosa os digo,
pues el Ambrosio lloró
cuando a Vivaldo abrazó
ante un ilustre testigo:
¡Don Quijote de la Mancha!
Y lloraba Sancho Panza,
mientras comía un guisado
hecho a base de cabrito
con un extraño refrito
por el dicho, preparado.
Vivaldo._ Venid con nos a Sevilla,
lugar de aventura y danza,
para que allí Sancho Panza
tras conocer nuestra villa,
se dé hartazgo de pitanza.
D.Q. ._ Os agradezco el recado
tan prudente que me dais,
mas el tiempo no perdáis
ni repitáis el mandado:
Si dos días aguardáis,
a Don Quijote y su criado
en gresca o en altercado,
seguro que los encontráis.
Malandrines y ladrones
por miles cuento yo aquí,
mas si los cojo, ¡ay de mí!
que preparen los riñones:
Les daré de pisotones
hasta que la sangre brote
y salpique a Don Quijote
los ilustres pantalones.
Narrador._ Les convenció tal razón,
y otra vez se despidieron
de aquellos que conocieron
en tan lúgubre ocasión,
tras de pedirles perdón
si en algo les ofendieron.
Prosiguieron el camino
con pensamiento dispar:
Sancho piensa en buen tocino,
y en cecina, pan y vino;
Don Quijote, en cabalgar
y en nimias yerbas cenar.
Los otros dos “peregrinos”
por el suelo polvoriento,
no quitan del pensamiento
a quienes fueron vecinos
durante el enterramiento:
Vivaldo._ De remate está el faquir,
y el panzudo es un tragón
que come como un lechón
y no cesa de pedir.
Narrador._ ¿ Y en qué piensa “su excelencia”?
¡Piensa en la, su Dulcinea
y el pensamiento recrea,
en tan grata complacencia!
D.Q. ._ Te juro por mi vivencia
que mi amor por ti, es sincero
y es querer de caballero
¡de muy límpida conciencia!
Tened pues benevolencia
de éste, vuestro servidor,
que está muriendo de amor
alejado de vuecencia.
¡Un suspiro lanzo al viento!
para que llegue al Toboso
con un ósculo amoroso,
¡y el amor que por ti, siento!
¡Dulcinea! yo te quiero
más que a ninguna mujer
y tan noble es mi querer,
que no hay ¡amor más sincero!
Continuará…