LOS DESALMADOS YANGÜESES (XIII)
Por JOAQUÍN CUETO OTÍ
“CON LA VENIA DE MIGUEL”
O (EL QUIJOTE EN VERSO)
Por Joaquín Cueto Otí
LOS DESALMADOS YANGÜESES
Narrador._ Cuenta el sabio Cide Hamete
(Benengeli, apellidado)
que Don Quijote y su criado,
despidieron a la gente
y asimismo al sepultado
con un, simplemente adiós;
porque ambos iban en pos
de otro agravio consumado.
Por un estrecho sendero
había huido la Marcela
como una frágil gacela
o quizás, manso cordero,
y el galante caballero
de la dicha enamorado,
corrió tras su amor zafado
seguido de su escudero.
La buscaron sin hallarla
ni olfatearla siquiera
y creyeron ser quimera
sin más indicios buscarla.
Decidieron descansar
en un espacioso prado,
donde el jumento del criado
pudiera a gusto pastar.
Un arroyuelo apacible
les invitó a descansar,
tras degustar un yantar
abundante y digerible
y guisado en tal lugar.
El Sancho Panza, roncaba
a pierna suelta tumbado
y Don Quijote, a su lado
con Dulcinea soñaba.
[A partir de ahora el galgo corredor (sin nombre) se llamará “Canelo”, siempre y cuando la métrica y la rima, lo permitan; en honor a mi querida y admirada compañera Gema Rebolledo: 1616 inspiraciones cervantinas, S.C.E. 2016].
Canelo, el galgo, ladrando
a una liebre olfateaba,
mientras ésta descansaba
en el monte dormitando
al alba de un nuevo día.
Grande confianza tenía
Don Quijote en Rocinante,
mas aquel día, el tunante
mientras el prado pacía
se sintió un tanto galante:
Dos yangüeses acampados
en una finca cercana,
eran dueños de alazana
y asimismo de los prados
habidos en la solana.
¿Esperaba a un semental
la yegua antes señalada,
o solamente pastaba
junto a un tierno recental?
Nuestra alazana quería
que la dejaran en paz,
pacer yerba en la heredad
y ya a finales del día
tumbarse un rato en el suelo.
Rocinante miró al cielo,
olió el aura y relinchó
y tras la yegua marchó
casi sin pisar el hielo,
donde el olor le llevó.
De nefasta consecuencia
fue la fatal tentación,
pues el caballo en cuestión
saltó a la cercana hacienda
con muy pícara intención:
¡Sementar a la alazana!
Intención por cierto, vana,
porque un yangüés ofendido;
enarbolando un garrote
al jaco de Don Quijote
le dejó a palos ¡molido!
La yegua, al verse ultrajada
dio un ancazo a Rocinante,
y al buen caballero andante,
le largó una bofetada
Tras de darle otra patada
la alazana a Rocinante,
una coz al pobre Andante
propinada en la quijada,
le dejó “grogui” al instante.
Yegua._ ¡Eres ruincojo, bandido!
y corta quedo, ¡eres capón!
Conque a escardar ¡gran bribón!
o te veo fenecido
y enterrado en un torcón.
Narrador._ Cara salió la aventura
al fogoso semental,
que por querer sementar
a yegua límpida y pura,
pudo acabar su locura
en una fosa vulgar.
Don Quijote y su escudero,
mirándose el uno al otro,
curaban al pobre potro
una especie de agujero
que tenía en el garguero.
Heridas que dan ¡pavor!
chichones por donde quiera;
gruesa fue la panadera
y tremebundo el dolor
de esta pareja señera.
D.Q. ._ Éstos, más que caballeros,
son tan sólo unos mezquinos
o miserables pollinos,
que van tras de acemileros
y ni de criados disponen;
ni pizca de chicha comen.
¡Sancho! ¡Tendrás que ayudarme,
a tal agravio vengar!
pues zurrar a mi caballar,
es a mí mismo pegarme,
es un yangüés humillarme
y es a un Señor ¡agraviar!
S.P. ._ Lucharemos, sólo dos
y ellos son mucha más gente:
Pienso que lo más prudente,
es que se olvide del lance,
de la espada y del romance
y del yangüés insolente.
D.Q. ._Yo solo, valgo por ciento
y tú vales por cincuenta,
así que si sacas la cuenta
no valen ni ruin pimiento;
ellos son cual vil jumento
y nosotros, jacos treinta.
Narrador._ Sin más discursos decir
echó mano de su espada
(por cierto, bien afilada)
y con ánimo de herir,
asestó una puñalada
al indignante lacayo
por pegar a su caballo.
El yangüés apuñalado
lanzó un grito trepidante
y maldijo al atacante,
a su barrigudo criado
y al caballo Rocinante,
culpable del altercado.
Yangüeses por todas partes
a Don Quijote atacaron:
Con garrotes le pegaron
y usaron todas las artes
que en su derredor hallaron.
Yangüés._ ¡Dadles fuerte en el cogote!
al muy ladino escudero
y al temible caballero,
conocido por Quijote;
rompedles encima el garrote,
cual fueran ¡ruines rateros!
Y al osado semental,
que quiso a yegua cubrir
sin la licencia pedir,
dadle una paliza tal
que escarmiente al animal
y no vuelva a delinquir.
Narrador._ Aúlla el galgo corredor,
¡quiere al dueño defender!
y se decide a morder
al yangüés depredador
que está zurrando al Señor,
después de a Sancho moler.
D.Q. ._ ¡Ay!, qué dolor más intenso
en todos mis huesos tengo;
mas os juro que me vengo
y será un placer ¡inmenso!
¡Bien o mal, hago cual pienso
y en lo dicho me sostengo!
Yangüés._ Maltrecho quedáis Señor,
y molido Rocinante
por ser fogoso tunante:
Sólo el galgo corredor
de los palos se ha librado,
porque el pobre, ni ha ladrado,
ni ha sido depredador.
Con respecto a Sancho Panza
y su juicioso jumento,
si han sufrido ¡lo lamento!
y hasta les digo en confianza
nuevamente, ¡que lo siento!
De mal talante quedáis
malhadados y ¡villanos!
Os asenté mis dos manos
y con razón os quejáis,
más si todo lo olvidáis,
quedaremos como hermanos.
S.P. ._ ¡Don Quijote, mi Señor!
¿Estáis Vos muy lastimado?
D.Q. ._ Un caballero preciado
es ¡insensible al dolor!
Sólo le duele el honor
y el haber sido humillado
por un yangüés embrujado,
que es un pérfido traidor.
S.P. ._ No era un yangüés solamente,
con espada traicionera
quien a Don Quijote hiriera:
Eran por lo menos ¡veinte!
con estandarte o bandera
que ser, diría cualquiera,
un ejército insurgente.
D.Q. ._ ¡Que vengan a mí! de frente,
con espada o con garrote;
y sabrán que Don Quijote
es el hombre más valiente,
y el que ajusticia más gente,
dándoles un ¡simple azote!
S.P. ._ Por si del susto fallezco
refrescaré mi gaznate,
que aunque el morapio me mate
si es que sin sedes perezco,
al infierno voy más fresco
que un gazpacho de tomate.
Acérqueme, por favor,
(si no es mucho molestar)
tasajo para yantar
y un garrafón con licor,
pues bien comido y bebido
de las palizas me olvido
y medra un tanto mi honor.
D.Q. ._ ¡Querido Sancho!: El honor
nunca más se recupera,
pues jamás un calavera,
ayer, taimado y traidor,
puede hoy, decirse Señor;
por más que se arrepintiera.
Yo, siempre seré honorable,
y un plebeyo seréis Vos
aun viniendo tras mí, en pos;
seréis pues, un miserable
con aspecto deleznable,
y no tendréis voto ni voz.
S.P. ._ Os regalo la razón
y os anoto un notable,
mas, antes ser deleznable,
y degustar buen jamón;
que comer como un lechón
y dormir en ruin callejo.
Rompéis la piel o el pellejo
con vuestra flaca osamenta,
coméis yerbajos de menta
y en presencia, estáis más viejo
que un anciano de noventa,
gruñendo quejo tras quejo.
D.Q. ._ Yo te apuesto, Sancho amigo,
además de mi escudero;
que un agravio, vengar quiero
y tú serás buen testigo.
Aún recuerdo aquel cabrero
que cobarde me llamó,
y perdón, no me pidió.
¡Pienso cortarle el garguero
de un espadazo certero
o el difunto, seré yo!
S.P. ._ Ingente ha ser mi equivoco
o tenemos para rato,
porque sufrimos maltrato
y nos salvamos por poco
del bellaco zorromoco,
al que ofrecéis alegato.
¿Piensa bien, vuestra merced,
urdiendo vengar la chanza;
si tomarse la venganza
es de villanos? ¡pardiez!
¿Para cuándo habrán curado
las heridas y chichones,
junto con los moratones,
que nos hizo el malhadado?
D.Q. ._ ¡Pues la verdad, no lo sé,
ni saberlo me apetece!
Sólo sé que un “mequetrefe”
(y en tales no tengo fe)
me dijo que, en días ¡trece!
Y los frailes de un convento
(cirujanos de ocasión),
me dijeron que un chichón,
aplicando cierto ungüento
se curaba en un momento.
S.P. ._ ¿Es certeza, que a un arriero
le pinchó usted con su espada,
tras de darle una patada
en el centro del trasero?
D.Q. ._ Jamás pondré yo mi espada
en el pecho de un arriero,
porque yo, ¡soy caballero!
y el arriero, es poco o nada;
come en grano la cebada,
con los jumentos alterna
y si entra en daque taberna,
sólo come ¡ruin fabada!
La ley de caballería,
por ser necio, no he cumplido
porque tengo prohibido
batirme a la luz del día,
con quien huela a villanía
o sea un pobre mendigo;
por eso Sancho, te digo:
¡que mates tú a la jauría!
S.P. ._ Siento mucho defraudarle,
señor de espada y rocín:
Soy, cual viejo bergantín,
sin cuerda para amarrarle.
Asesinar me estremece,
no sé manejar la espada,
ni dar una bofetada
a un cualquiera, me apetece.
No echaré mano de espada
ni siquiera de garrote
y jamás daré un azote
a un mentecato de nada.
Soy de siempre sosegado,
y asimismo, soy prudente,
mientras usted es valiente
como un león enfadado.
Ni mataré a caballero
ni a villano mataré,
y siempre perdonaré
un agravio pasajero
o el insulto de un arriero;
soy ¡pacífico!, cual ve.
D.Q. ._ ¡Sacho Panza! ¡Buen parlar
para un necio mercader!
Si agravian a una mujer
o la quieren maltratar,
sólo un cobarde vulgar
se esconde, tras de correr.
¡Ven para acá, pecador!
que si la diosa fortuna
nos quita sedes y hambruna,
basta mi arte y mi valor
para agravios desfacer,
castigar al mercader
y no ¡cercenar mi honor!
Ínsula te prometí
y pienso hacerte Señor,
mandante o gobernador;
si en mi torpe frenesí
cual loco de manicomio,
no doy tal cargo al demonio
para sustituirte a ti.
S.P. ._ ¡Ya quisiera saber yo,
cuanto sabe su merced!
Ser valiente como usted
para reñir al que erró,
mil agravios desfacer,
amar a bella mujer
y darla, cual me pidió.
Querer, como Vos queréis
a la gentil Dulcinea,
que aposentada en su aldea
espera que la beséis.
¡Que sean de amor, los tales!
cual el graznido de un cóndor,
que va cantando al amor
por veredas y andurriales.
VERSOS A DULCINEA:
D.Q. ._ ¡Dulcinea, siempre por mí querida!
Puro amor entre dos grandes amantes,
que se aman, aun estando tan distantes.
Tu galán Don Quijote, no te olvida,
ni duerme ni asela, pensando en ti
y si cansado alguna vez dormí,
estuve soñando con Vos, ¡mi vida!
El alba me despierta con su luz
y me anuncia que llegó el nuevo día;
me dice que me quieres ¡vida mía!
y que pronto concluirá esta cruz,
que más que cruz, es pausada agonía;
mas tal tristeza, tornará alegría
y las tinieblas se volverán luz.
Luz por todas partes ¡mi Dulcinea!
para alumbrar tu tierno corazón.
Sois querida, un oasis de pasión,
flor de mayo en nuestra bella aldea,
y es que Vos la hacéis, gentil Dulcinea;
(cuando cabalgando vais por ella)
más florida que un jardín de grosella
y a nadie extraña que tan linda sea.
El Toboso es auténtico vergel
en donde tú eres la flor y el jardín,
rivalizando la rosa y el jazmín;
con el colorido de tu blanca piel
y tus hermosos ojos, verdes ojos,
ante los cuales, postrado de hinojos,
te envía un abrazo, tu Quijote fiel.
S.P. ._Levantaos si podéis,
señor ¡Caballero Andante!
y ayudad a Rocinante,
¡que molido le tenéis!
Pobre caballo cautivo,
malherido y malparado:
Un yangüés te ha zurrado,
por haber sido impulsivo
y a una yegua haber ansiado.
D.Q. ._ El fogoso Rocinante
ha sido mi perdición:
Nunca vi mayor traición,
ni una acción más humillante
sufrió jamás vuestro Andante,
en su noble corazón.
¡Hay caballo cicatero!
Hiciste una canallada,
pues, a una potranca honrada
cual si fueras ruin cuatrero
su amor, quisiste robarle.
Acción indignante y ruin
propia de inculto rocín,
que merece ¡ajusticiarle!
S.P. ._ ¿Quién Señor, iba a decirle
que los pícaros yangüeses,
con quienes riñó mil veces
iban a traición herirle?
D.Q. ._ Villanos y mequetrefes
¡que quisieron deshonrarme!
Juro que osaré vengarme
de ellos, ¡cobardes yangüeses!
que por la espalda atacáis,
y después os esfumáis
a rezarle al cielo preces.
Ser armado caballero
es convertirse en Señor,
ser prudente en el amor,
además de audaz guerrero.
Por eso, fiel escudero
jamás te cambies de oficio,
que aquí todo es maleficio
y conste que no exagero.
S.P. ._ Bien conozco a emperadores
y reyes por sucesión,
que sufrieron en prisión
mil penas y sinsabores;
pero jamás renunciaron
a los cargos que ocuparon,
ni en los eventos peores.
Y por lo tanto le digo,
que corona no apetezco
y toda gloria le ofrezco;
poniendo a Dios por testigo.
Prefiero seguir viviendo,
no siendo más que escudero,
que ser noble caballero
y vivir siempre sufriendo.
D.Q. ._ Tu viviste al albedrío
sin ningún freno, ni brida
y fuiste borrego en vida,
jamás un macho cabrío.
Sudabas en el estío
a la bartola tumbado
y en invierno, acatarrado,
temblando y muerto de frío.
Yo alumbré entre sinabafas
y holandas de poderío
y aún siendo pequeño crío,
ya tenía cuatro espadas
por paragüero afiladas
y un jaco de color pío
para dar mil galopadas.
S.P. ._ ¿Y suceden muy a menudo
las maléficas palizas
que a mi Señor hacen trizas,
por ser tan terco y tozudo?
Porque a Sancho le parece,
que si Vos continua en sus trece
¡concluirá siendo cornudo!
Si el Cielo no lo remedia
y misericordia ofrece,
será mejor que usted rece
día y noche, sin dar tregua,
que cambie rocín por yegua
y a ser más sensato empiece.
D.Q. ._ Recalco y vuelvo a decirte
que si sufro desventuras,
y penurias y amarguras
ni te escucho, ni debo oírte;
porque atiendo a un majadero
que cual cuerno de carnero,
a ser recto se resiste.
Conozco preclara historia,
que Sancho, quiero contarte;
y sin más, paso a explicarte:
Un noble, tras la victoria
en batalla decisoria,
izó en alto su estandarte
para usar como baluarte;
y amenazó al enemigo,
con cercenarle el ombligo
y a los cánidos tirarle.
Se enfureció el enemigo
y al notable apaleó:
Tal paliza le endosó
a nuestro fraterno amigo
que le rompió dos costillas
y otras dos, hízole astillas.
Siguió siendo caballero
sin a serlo renunciar,
pues una vez de jurar
y tener fiel escudero;
no puede decir: ¡no quiero!
sin el honor rebajar.
Arcalaus, “el ruiseñor”
según dicen, y es verdad,
no tuvo nunca piedad
ni jamás sintió dolor,
cuando a Amadís azotaba
y los palos que le daba
iban presos en rencor.
Doscientos azotes dio
al Amadís, ya cautivo,
y si al mismo dejó vivo,
fue que muerto le creyó.
Con las bridas del corcel
y a una columna amarrado,
el Amadís fue azotado
con saña fiera y cruel.
Y es que digno caballero
tiene que saber sufrir,
de las penurias salir
y en el yantar, ser austero.
Debe desfacer entuertos,
con la espada, ser certero;
en las riñas ser primero
y el último entre los muertos.
S.P. ._ ¿Es cierto, (pregunto yo)
que en una sima profunda,
oscura, tétrica e inmunda;
el grande Amadís cayó?
D.Q. ._ ¡Sí! Y en la sima se encontró
de pies y manos atado,
de ratones rodeado
y ningún miedo pasó:
“Aquel hombre, era de acero
y aunque estaba malherido,
ni pronunció ruin quejido
ni de su boca un ¡me muero!
bramó el señor aludido”
S.P. ._ ¿Murió Amadís entorcado,
según por ahí se comenta
o ya pasó la tormenta
y el cielo se halla estrellado?
D.Q. ._ ¡Escudero! ¡Has blasfemado!
al decir que un caballero
es cual un sepulturero,
¡que mil nichos ha cavado!
Ni a reyes, la sepultura
cavaría un caballero;
ni robar cual ruin cuatrero
la honradez a una criatura.
No me ofenden las heridas
de bastón o de garrote,
que no ultrajan al Quijote,
(de oficio perdonavidas)
sólo vejan al cobarde;
no el garrote o el bastón
que te asesten a traición,
y del mismo hagan alarde.
Hemos quedado molidos
pero jamás deshonrados,
porque al ser apaleados,
con palos fuimos heridos:
Habría sido grave afrenta,
herirnos con noble espada
en el corral de una venta
mas no, con vulgar ahijada.
S.P. ._A mí, la injuria me importa
mucho menos que el dolor,
ni me complace el valor;
si es que mi vivir acorta.
D.Q. ._ Toda memoria concluye
y se termina el dolor,
cuando fenece un Señor
y en un nicho se recluye.
S.P. ._ ¿Qué desdicha puede haber
que se iguale a triste muerte,
cuando al difunto ya inerte,
no le reza una mujer?
D.Q. ._ ¡Ninguna, fiel escudero!
S.P. ._ Tras del ataúd, un quejido
de mujer enamorada,
es la más bella tonada
que haya escuchado un marido.
Vos tenéis a Rocinante
siempre presto a consolaros
y vuestras penas quitaros
sin esperar ni un instante
D.Q. ._ Ya que habláis de Rocinante,
quizá esté descalabrado
por la tunda que le han dado:
¡Inyéctale un buen sedante!
S.P. ._¡Mi amo! ¡No os preocupéis
por el jaco Rocinante!
porque es un rocín de aguante
como Vos, muy bien sabéis.
¡Más listo fue mi jumento,
pues se libró de la zurra!
D.Q. ._ Si hubiera sido una burra,
en vez de yegua paciendo,
el rucio no se contiene;
y hoy mismo, si a mano viene
¡muerto le estarías viendo!
S.P. ._ El asno fue inteligente
y a la yegua respetó,
por lo cual no le pegó
el yangüés intransigente.
D.Q. ._ Siempre deja la ventura
un hálito de esperanza,
una pizca de bonanza,
y una plácida hendidura;
para evitar la locura,
mi querido Sancho Panza.
Barrunto que tu jumento
suplirá a mi Rocinante,
y este caballero andante
le llevará a algún convento,
donde llegado el momento
cualesquier fraile currante;
le quitará en un instante,
tan maligno sufrimiento.
S.P. ._ ¿No será deshonra necia
en jumento cabalgar,
quien otrora hizo jurar
las armas con que se precia?
D.Q. ._ Jamás será deshonroso
ni desdoro para mí,
pues en cierto libro leí
que un caballero donoso,
no será menos airoso;
si en su loco frenesí
monta un burro, un jabalí,
o un birriagas de El Toboso.
Y recuerdo haber leído
que aquel, llamado Sileno
ayo y pedagogo ameno;
bien comido y bien bebido,
arribó muy decidido
al patio de Don Jimeno.
Iba en un asno montado
y el tal burro, rebuznaba,
cuando Sileno le daba
permiso de pasto en prado;
tras él, haberse bajado
de quien debajo llevaba.
S.P. ._ Ingente es la diferencia
entre usted y cual señor.
Vos sois dichado de honor
y sois portador de ciencia
mientras él, ni en apariencia
es de espada portador.
Como costal de basura,
Sileno va bien servido
y no se sienta ofendido,
quien atesora incultura;
si le trato con cordura
tildándole de bandido.
D.Q. ._Las más traidoras heridas
recibidas en un duelo,
para un noble, son consuelo
porque fueron recibidas
en batallas fratricidas;
que ensalzan al mismo Cielo.
Conque no repliques más
mi Sancho Panza querido,
y búscame un lenitivo
o probo ungüento quizás,
para que frotes mi atrás
porque lo tengo molido.
Súbeme Sancho Panza,
encima de tu jumento
y no perdamos momento,
porque allá en la lontananza,
veo a una mujer corriendo
y alguien la está persiguiendo.
Sigo desfaciendo entuertos,
en mil lides voy triunfando,
buen jinete cabalgando,
cientos de veraces muertos
día a día, voy contando;
y si alguien osa reñirme,
al pronto salgo a batirme.
S.P. ._ ¡Sueños son lo que decís!
y los sueños son albura,
son grandísima basura,
con la que Vos ¡me dormís!
Si auxiliáis al desvalido
y a los traidores matáis,
barrunto yo, que os vengáis
como un contumaz bandido.
D.Q. ._ De caballeros andantes,
es penar y transigir
cuando escuchasen decir
a bellacos y mangantes,
de mil bobadas parlantes
cosas, que no quisieran oír.
S.P. ._ Escuché a vuestra merced,
que es de nobles caballeros
dormir bajo los luceros.
¿No habrá dicho una sandez
o muy grande estupidez,
que envilezca vuestros fueros?
D.Q. ._ Cuando ya no pueden más,
o cuando van tras amores,
dormitan, como las flores
a la intemperie, quizás;
caso contrario, jamás
dormir en un descampado,
a un caballero armado;
don Sancho permitirás.
Del cielo, las inclemencias,
el noble Amadís sufrió;
mas ninguno se enteró
de tales reminiscencias,
hasta que éste falleció.
Beltenebros se llamaba
que bien lo recuerdo yo,
y en Peña Pobre murió,
cuando menos lo esperaba;
y allí oraba Beltenebros
para exculpar a su Oriana,
más astuta y casquivana
que pícara zorra en cueros.
Narrador._ Don Quijote recuerda nuevamente a “su Dulcinea” y la compara con Oriana:
D.Q. ._ Mi Dulcinea, no es la tal Oriana,
pues mi amor es inocente criatura
tan bondadosa, tan casta y tan pura;
como límpida aura de la mañana.
Que Dulcinea es dulzura y querer,
innecesario es por mí proclamarlo;
mas “pardiez”, ¿por qué vamos a callarlo,
si no es pecado ser dulce mujer?
Que agradar a Don Quijote procura,
también es, en todo el orbe notorio
y para ella, no hay mejor auditorio
que el caballero de la triste figura.
Volando, de Don Quijote en pos,
Dulcinea es pulida golondrina
y es para mi paladar, golosina
que siempre lamemos, juntos los dos.
Jaca alazana de viril galope,
que a notable jinete lleva encima
y fresca sombra de rugosa encina
cuyo frescor disfruta Don Quijote.
Nunca más compares Sancho vil,
a la audaz Oriana con Dulcinea;
la susodicha Oriana es necia y fea
y se parece mucho a un zascandil.
Comenta Beltenebros de Medea
que Dulcinea es un ángel del cielo,
y que es tan nítido su raudo vuelo
que ninguno vuela, cual Dulcinea.
Como bien sabéis, próvido escudero,
Dulcinea es la más bonita flor
que sembrar hiciera nuestro Señor
y haya cuidado con esmero.
Ni el mismísimo galgo corredor,
que más que cánido, es una escultura,
supera en donaire, gracia y hermosura;
a quien por siempre llamaré ¡mi amor!
Que jamás ingente, la espera sea
porque podría matarme tu ausencia
y a vivir, solamente tu presencia,
me volvería ¡amable Dulcinea!
S.P. ._ Caballero de, ¡la triste figura!
¿Es romanticismo puro, o es demencia
lo que hoy desembucha su excelencia?
Sin duda ninguna, ¡es fatal locura!
Continuará…