HISTORIA DE CANTABRIA, Â¿LA DEFENDEMOS CON CRITERIO?

Por JOSÃ‰ RAMÃ“N SAIZ

HACE UNOS DÃAS presentÃ© mi libro "Alfonso I y Hermesinda" en el Real Club de Regatas. Antes de entrar en materia, agradecer la presencia al centenar y medio de personas que llenaron el salÃ³n de actos, ademÃ¡s de las palabras de presentaciÃ³n de Alfonso del Amo Benaite, quien en nombre de la entidad (fundada en 1860), allÃ¡ por el aÃ±o 1977 coincidimos en planteamientos reformistas y de transiciÃ³n democrÃ¡tica para EspaÃ±a. Alfonso como buen presentador ensalzÃ³ -como era de esperar- mis quehaceres periodÃsticos y los cincuenta libros que he escrito. Gracias por sus palabras y la brillantez de su intervenciÃ³n, que el mismÃsimo doctor JesÃºs Pindado, no llamado a muchos halagos, alabÃ³ convenientemente. Dicho lo cual, entro en materia que tiene mucho que ver con mi libro y el estado de identidad histÃ³rica en nuestra comunidad de Cantabria.

Han sido muchas las personas que en el tiempo me han apuntado la necesidad de incidir en nuestra historia, recuperarla y proyectarla con intensidad como hacen otras Comunidades AutÃ³nomas, todo ello desde valores positivos y de respeto a la historia comÃºn de EspaÃ±a, que en nuestro caso no es un principio al que apelar ya que la grandeza histÃ³rica de Cantabria se asienta, precisamente, en su contribuciÃ³n especial y singular de los hitos histÃ³ricos mÃ¡s significativos de la construcciÃ³n de la NaciÃ³n espaÃ±ola.

Sobre esa historia y la necesidad de defenderla a travÃ©s de su divulgaciÃ³n, quisiera referirme en atenciÃ³n a las personas que robando unas horas a su ocio me distinguieron con su presencia y que me han reiterado sus opiniones sobre la necesidad de insistir en los valores histÃ³ricos de nuestra Comunidad AutÃ³noma, tema este sobre el que lanzo esta pregunta: Â¿trabajamos en ese objetivo tan necesario como ambicioso?.

ContestarÃ© reafirmando algunos hitos de ese pasado y cÃ³mo en estos asuntos de interÃ©s general -que lo son, sin duda- no cerramos filas como ejemplarmente hacen otros. QuizÃ¡s, como bien apunto el historiador Ãngel Ocejo, presente en el acto, ello se deba a que Cantabria es, en gran parte y en acontecimientos decisivos, origen de EspaÃ±a.

Quiero evocar, por ejemplo, cÃ³mo en 1995 impulsÃ© una iniciativa dirigida a institucionalizar en el curso 95-96 el AÃ±o de JosÃ© MarÃa de Pereda. Se cumplÃan cien aÃ±os de su gran novela "PeÃ±as Arriba" y la conmemoraciÃ³n representaba la oportunidad de llevar la obra perediana a la escuela cÃ¡ntabra que sigue huÃ©rfana de materias especÃficas sobre historia, arte, letras ... para conocimiento de nuestros escolares. Aquella iniciativa no fue considerada por la mayorÃa de los seÃ±ores y seÃ±oras diputados, aÃºn cuando el debate se centrÃ³ en la obra literaria del padre del regionalismo montaÃ±Ã©s y el objetivo Ãºnico de la iniciativa se dirigÃa en promover la lectura de "PeÃ±as Arriba" entre nuestros escolares.

Desde el respeto a la historia -historia nuestra a favor de la que, parece, tan poca devociÃ³n ponemos- he intentado reiteradamente desde el aliento encontrado en muchas personas defensoras de nuestra historia, que se procediera a iniciar los trÃ¡mites para la rehabilitaciÃ³n del Ducado de Cantabria, cuyo tÃtulo ostentÃ³ el primer monarca, Alfonso I el CatÃ³lico, hijo de Pedro, Duque de Cantabria, del que surgiÃ³ la actual MonarquÃa EspaÃ±ola y que posteriormente -el ya referido tÃtulo- pasarÃa a su hermano Fruela. La iniciativa se documenta con las crÃ³nicas de la Ã©poca, los trabajos de historiadores -Maza Solano, Mateo Escagedo, Pereda de la Reguera y JoaquÃn GonzÃ¡lez Echegaray-; la no menos aportaciÃ³n de los historiadores asturianos que reconocen y valoran el origen cÃ¡ntabro de la MonarquÃa, lo que es significativo y elocuente, sin olvidar a figuras relevantes como SÃ¡nchez Albornoz o Emilio Alarcos, que sustentan las mismas tesis. Historia rica, autÃ©ntica, que es merecedora del reconocimiento por parte de las instituciones, como harÃan -a no dudar- los vascos, asturianos, catalanes o gallegos con hitos memorables de su identidad histÃ³rica.

La historia de Cantabria no es pura leyenda y los historiadores construyen construyen su relato no desde la ficciÃ³n sino a travÃ©s de las fuentes documentales. Esta es la tesis de algunos que no saben o no quieren aceptar propuestas de peso y contenido histÃ³rico. AsÃ nos fue en el pasado cuando hasta el siglo XVIII no se pudo desmontar -y lo hizo el burgalÃ©s padre Enrique Florez- la tesis vasca y de sus historiadores afines consistente en que el antiguo territorio cÃ¡ntabro que con tanta dignidad y valor heroico luchÃ³ contra Roma no era el que nosotros habitamos, sino el de los vascos, del NerviÃ³n a FuenterrabÃa. Â¡Eso si que era "robarnos" la historia!, operaciÃ³n que en su tiempo contÃ³ con la complicidad de historiadores de aquÃ, hasta que el Padre Florez desarticulÃ³ la "ficciÃ³n" vasca y demostrÃ³ que el pueblo cÃ¡ntabro que mantuvo a raya a las legiones imperiales romanas estaba instalado en lo que es hoy Cantabria, como ratifican todos los descubrimientos arqueolÃ³gicos sobre aquella gloriosa historia de nuestro pueblo.

No es fÃ¡cil encontrar precedentes como los expuestos que significan devaluar la historia propia, la nuestra, vivir al margen de esas brillantes pÃ¡ginas de la historia cÃ¡ntabra forjadora de la construcciÃ³n de EspaÃ±a, nos ha llevado a una pÃ©rdida evidente de influencia y protagonismo sobre la presencia cÃ¡ntabra en hitos fundamentales:

1Âº) Cantabria, cuna de la Reconquista;

2Âº) Cantabria, nacimiento del idioma castellano y,

3Âº) Cantabria, origen de la MonarquÃa EspaÃ±ola, que con tanta precisiÃ³n y rigor histÃ³rico se aborda en el libro "Cantabria, raÃz de EspaÃ±a" de Manuel Pereda de la Reguera, ademÃ¡s del dictamen de la Real Academia de la Historia de 1916.

Frente a este protagonismo, Cantabria en este siglo ha cedido posiciones -a pesar del esfuerzo de nuestros historiadores- mientras comunidades como la asturiana y la riojana han reforzado su papel en esos hitos histÃ³ricos.

No fue asÃ en el siglo XIX cuando en la vieja MontaÃ±a se producen corrientes fructÃferas de recuperaciÃ³n de ese protagonismo montaÃ±Ã©s y cÃ¡ntabro en la historia y la cultura. Lo reconoce Alfonso de la Serna en su libro "VisiÃ³n de Cantabria" (1995) cuando al evocar el origen montaÃ±Ã©s de Lope de Vega, CalderÃ³n de la Barca y Quevedo, escribe que "la MontaÃ±a siempre ha recordado a todos estos egregios "nietos" de su tierra, y en el siglo XIX, cuando se produce un cierto "renacimiento" cultural en Santander, los mÃ¡s esclarecidos ingenios de la ciudad no dejan de tenerlos en cuenta como si fueran una partida en el "haber" de la cultura montaÃ±esa y, en todo caso, como un espejo brillante del Ã¡rbol genealÃ³gico de la gente de Cantabria".

Este "espÃritu" del XIX no se traslada al actual. Nuestra decadencia no fue en ese siglo -que nos dio a MenÃ©ndez Pelayo, JosÃ© MarÃa de Pereda, MacÃas Picavea, AmÃ³s de Escalante, entre otros- sino que es en el tiempo presente cuando se evidencia esa pÃ©rdida de protagonismo cultural e histÃ³rico. Aquella egregia generaciÃ³n de cÃ¡ntabros, enamorados de su tierra pero tambiÃ©n patriotas espaÃ±oles, no ha tenido una continuidad en este siglo salvo raras excepciones, lo que ha abierto esta pÃ©rdida de influencia que se agrava si observamos que, teniendo por primera vez, instituciones de autogobierno propias, obviamos o no damos todo su valor y trascendencia a la historia. Historia nuestra, que hemos recibido como legado de nuestros antepasados.

Estamos, pues, ante un reto pendiente: la necesidad de divulgar nuestra historia, proyectar su conocimiento y defenderla. Pero defenderla sin fisuras y con pasiÃ³n constructiva en favor de EspaÃ±a. Este es el reto por el que apostamos.

HISTORIA DE CANTABRIA, Â¿LA DEFENDEMOS CON CRITERIO?

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