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CAMINANDO HACIA EL TOBOSO (XIX)

Por JOAQUÍN CUETO OTÍ

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“CON LA VENIA DE MIGUEL”

O (EL QUIJOTE EN VERSO)

Por Joaquín Cueto Otí


S.P. ._ Busquemos una posada

donde haya un buen curandero,

pues precisáis caballero,

algún ungüento o pomada

para curar la patada

que os propinó el ganadero.

Y me apetece un guisado

de cordero recental,

porque me siento muy mal

sin probar nimio bocado,

ni beber embotellado

en un cualesquier hostal.

D.Q. ._ Hoy en mi magín, apunta

otra aventura zanjada

más, otra afrenta vengada

de mi espada, con su punta.

Y mañana otra aventura,

desfecho quizá otro entuerto,

mas algún villano muerto

yacerá en la sepultura.

             Hasta El Toboso, no hay tregua,

¡ni descansar os permito!

El hostal me importa un pito,

y el curandero que tenga,

a curar necios se avenga;

¡no a caballeros, “Sanchito”!

El amor que por ti siento,

mi Dulcinea, es cual brasa

que mis sentimientos abrasa

y agrada a mi pensamiento.

O pronto te doy un beso

mi Dulcinea querida,

o pongo en juego mi vida,

cual si demente poseso.

S.P. ._ ¡No cometáis tal exceso,

dignísimo caballero!

D.Q. .- ¡Callaros Vos, mi escudero!

porque me siento poseso

y sólo me cura un beso

de la mujer que yo quiero.

Desde principios de enero

no he visto a mi Dulcinea,

y preciso es que la vea

para decirle “¡te quiero”!

S.P. ._ ¡Larga memoria tenéis,

Señor, entre mil señores!

Vos pensáis en los amores

y a Dulcinea, la veis

de la cabeza a los pies,

¡toda cubierta de flores!

D.Q. ._ Dulcinea es una flor,

fresca brisa mañanil

del primaveral abril;

y en lo tocante al amor,

es almíbar y es dulzor,

cual caramelos un mil.

S.P. ._ Pues si no está en El Toboso,

dicho amor puede matarle

y a los infiernos mandarle,

por arlequín y goloso;

pareceréis  un raposo

que acaban de ¡desplumarle!

D.Q. ._ ¡La torca podéis cavarme!

si Dulcinea está ausente.

Si no muero de repente,

Vos me veréis suicidarme,

porque yo quiero casarme

o morir, ¡como un valiente!

¡Ay Dulcinea querida,

sangre de mi corazón!

Puedo perder la razón

y amargar siempre mi vida,

si tú, mi fiel prometida,

no me besas con pasión

o acrecientas mi ilusión,

dándome la bienvenida.

S.P. ._ Puerca granja de porcino

estoy viendo en lontananza

y pidiendo está mi panza,

cien torreznos de tocino,

una azumbre de buen vino

y luego, un rato de holganza.

Allí podremos curarnos,

tras de comer y de beber

lo que sea menester

y después le preguntamos

que con cuánto les pagamos

al granjero y su mujer.

D.Q. ._ Dulcinea me preocupa

más que llenarme la panza,

porque tal beldad ocupa

en Don Quijote ¡añoranza!

S.P. ._¡Pues vedla con una lupa!

Quizás esté en lontananza,

haciendo de usted ruin chanza,

que es igual a hacerle ¡pupa!

D.Q. ._ ¡Con sarcasmo me insultáis!

y no debéis insultarme,

porque estoy presto a ¡suicidarme!

S.P. ._¿Suicidaros si no halláis,

la mujer que tanto amáis?

D.Q. ._ Si llegaría a olvidarme,

y ante todos humillarme,

seguro que me enterráis

y el sepulcro me caváis

para en el mismo ¡enterrarme!

S.P. ._ Ni le haré la sepultura,

ni pienso enterrar a Vos.

Pronto veré a entrambos dos,

ante un recatado cura

recibiendo con cordura,

¡Santa Bendición de Dios!

Y ruego, porque así sea

que en verdad ¡lo merecéis!

La mujer que Vos queréis,

bellísima Dulcinea,

tan pronto como le vea,

pedirá que la ¡beséis!

D.Q. ._ ¡Jamás, tal sucederá!

Quien Dulcinea se llama

y que con certeza me ama,

nunca se arrodillará,

pues enhiesta vivirá

sin menospreciar su fama.

Narrador._  El gruñir de los porcinos

y el olor a cochiquera,

hacen ver a cualesquiera

que se encuentra entre cochinos:

Las gallinas picotean

de la grana en el corral

y allá brama un semental,

mientras dos gansos sestean.

La madre de la granjera

con sesenta años cumplidos,

daba tétricos quejidos

para que el yerno la oyera;

mas sólo oía el solano,

de la vieja, los aullidos,

pues sordos eran los oídos

de aquel pariente villano

y por desidia ¡marrano!

D.Q. ._ ¡Al infierno hemos llegado

o quizá algo más allá!

¡Ladrando una vieja está

y un semental ha bramado!

S.P. ._ ¡Pues de Vos se habrá asustado!

que sois vulgar esperpento

cual mi cansino jumento,

que también ¡ha rebuznado!

D.Q. ._ ¿Un esperpento has mentado,

maldito y vil escudero?

¡Arrepiéntete, embustero!

o de estocada en costado,

¡te mando al desolladero!

Soy caballo desbocado

cuya bandera es su honor,

y corro tras de mi amor,

que en El Toboso he dejado.

Narrador._ “Dadme prestos la semilla

que amengua el colesterol,

y sacadme pronto al sol,

que en el azul cielo  brilla”.

Llorando cual si chiquilla,

la dicha anciana gritaba;

¡que me muero! (sollozaba)

si no me dais la toquilla,

por el tiempo apolillada.

D.Q. ._ La ayudaremos, señora,

si su merced lo permite:

¡No solloce más! ni grite

pidiendo prendas de abrigo,

porque aquí tiene un amigo,

para cuánto solicite.

Vieja._ Antes debo conoceros,

y si me inspiráis confianza

inclinaré la balanza

del lado de vuestros fueros,

¡mis ilustres caballeros!

S.P. ._ ¡Escuchad! Soy Sancho Panza

y me encanta la pitanza

que aderezáis los granjeros.

D.Q. ._ Quijano, me llamo yo,

mas me llaman ¡Don Quijote!

S.P. ._De malvados, es azote

y las afrentas cobró,

matando a quien le humilló

o le llamó por su mote.

Narrador._ ¿Sois quizás un criminal?

(preguntó la astuta anciana)

D.Q. ._ Su pregunta es nula y vana;

¡yo soy un hombre cabal!

pero me pongo fatal,

cuando alguno, ¡me difama!

Vieja._ ¿Y a qué deben su visita,

se me ocurre preguntar

para poder contestar?

D.Q. ._ Acudimos a esta cita

porque quiero confesar

ante la curia bendita.

Tras acudir a otra cita

en la venta de un seglar,

a diez tuve que matar,

porque la farsa me irrita,

y lo menos veinte huyeron

a esconder su cobardía;

pero yo los perseguía

y de miedo, ¡diez murieron!

Vieja._ Veo que sois ¡muy valiente!

pues luchó contra cuarenta,

hizo huir a más de treinta

y por lo menos a veinte,

de forma muy convincente;

les hizo pagar la afrenta.

D.Q. ._ poco son cien para mí,

si vienen a mí, de frente,

pues les dejo sin un diente;

¡como es cierto que nací!

Vieja._ ¡Nunca, más valiente vi!

y conocí mucha gente.

D.Q. ._ De matar bellacos vengo

y creo que están bien muertos:

He desfecho dos entuertos

y a contároslo me avengo,

aunque prohibido tengo

matar a humildes paletos.

Libros por docenas leí

de caballeros andantes

y todos eran tajantes

en lo que os expongo aquí.

Vergonzoso es para mí,

reñir con simples mangantes

o modestos caminantes

con que en mil ventas, me vi.

Y si ayer hice excepción,

de tal hecho me arrepiento,

más me atacaron un ciento

y no tuve compasión:

Al Cielo pedí perdón

desde el atrio de un convento

y en un escaso momento,

a diez rajé el corazón.

Vieja._ ¡Jesús! ¡me hacéis tiritar,

con vuestro vil proceder!

Matáis por puro placer

sin pararos a pensar

que es de asesinos matar,

aunque sea a un mercader.

Ahí vienen mi hija y mi yerno

con la piara de cochinos;

son cuatrocientos gorrinos

que nacieron este invierno

y pronto irán al mercado,

pues precisamos dinero,

y pagar al panadero

el pan que nos vendió fiado.

Granjero._ Dos visitantes tenemos

¡y deben estar heridos!

Granjera._ ¡Parecen dos forajidos!

los que en lontananza vemos.

Granjero._ Quizás nos equivoquemos

tildándoles de bandidos;

mas si estuvieran heridos

y nos ruegan les curemos,

cual practicantes seremos

y por galenos tenidos.

Granjero._ ¡Buenos días caballeros!

(de afilada espada el flaco

y oronda panza el bellaco)

¡Es muy grande placer veros!

D.Q. ._ ¡Somos dos aventureros!

A mi escudero, llamar

bellaco, un simple granjero;

insulto lo considero.

Sin a mañana esperar,

porquerizo, ¡os voy a matar!

por ¡villano y embustero!

¡Defendeos cual podáis!

Aun siendo yo, caballero,

y usted, modesto granjero,

tal afrenta me pagáis;

si ¡perdón! no me rogáis.

Llamad al sepulturero

para que abra un agujero,

donde Vos mismo os metáis.

Granjero._  <<Éste, es el mismo demonio,

mas quisiera equivocarme:

Me amenaza con matarme

y de tal doy testimonio;

¡que el bendito San Antonio

baje del Cielo a ayudarme!>>

¡Perdonadme, Señor mío!

Yo no le quise ofender,

ni tampoco mi mujer.

Quizás sufrí desvarío

y me porté como un crío

que vino al mundo anteayer.

Pedidme lo que queráis,

porque seréis complacido

y no os deis por aludido,

que si a un lego perdonáis,

mil indulgencias ganáis;

además de un buen amigo.

D.Q. ._ Quiero saber de doncella

que aposenta en El Toboso.

Granjero._ ¿Es usted quizás su esposo?

D.Q. ._ ¡Allí está, esperándome ella!

que por cierto, es la más bella,

no tan sólo de El Toboso,

sino de toda La Mancha

y no me lo tome a chanza,

que soy hombre muy juicioso.

Granjero._ ¡Don Quijote! ¡Yo le creo!

Que está cuerdo, bien se ve.

¡Continúe hablando usted,

mi infatigable Romeo!

D.Q._ Sin verla, ya mucho tiempo,

más que en mi magín flotando,

pienso que me está besando,

que hacia mí, viene corriendo

y que mi nombre está gritando

mientras que me está ¡bendiciendo!

Quiero ver sus labios rojos,

verla sonreír soñando

y no quiero ver llorando

sus dos ¡bellísimos ojos!

Y mientras nos abracemos,

miraremos hacia el cielo

y soñaremos que en vuelo,

entrambos dos, nos hallamos.

¡Dulcinea, amada mía!

Yo te juro que te quiero

más que al aura que respiro

Y cuando de cerca te miro,

pienso que miro a un lucero;

cuyo fulgor es querer,

que me envía una mujer

con un sentido ¡te quiero!

Granjero._ ¡Cuán enamorado estáis,

Don Quijote de La Mancha!

mas os aguarda ruin chanza

cuando a El Toboso vayáis.

La mujer que Vos amáis,

si miráis a lontananza

flotaréis en desconfianza,

porque allí, ya no la halláis.

Concluyendo la otoñada

o principiando el invierno,

a usted, Señor, mandó al cuerno

y se fue la muy taimada.

Ya no estaba enamorada

del noble desfacedor,

que despreciando al amor,

prefirió, rocín y espada.

Narrador._ Don Quijote susurró,

un juramento entre dientes

que amedrentó a los oyentes

y a Rocinante espantó.

D.Q. ._ Te juro que si me mientes,

y eso estoy pensando yo;

quien mil traidores mató

y rajó dos mil valientes,

por quien a mí me parió

¡que te haré tragar los dientes!

Granjera._  ¡No le miente mi marido!

Dulcinea, afirmo yo,

con un amiguete huyó

a lugar desconocido.

“Dicen” que con un amigo,

Dulcinea se fugó

y a Don Quijote olvidó,

pues yo misma fui testigo.

No se fíe de mujeres

que pareciendo inocentes,

esconden entre sus dientes

sed de ilícitos placeres.

De sus amores se olvidan

y cual vulgares lagartas,

manifiestan que están hartas

y con otro truhán anidan.

 

DON QUIJOTE DESESPERADO

D.Q. ._ ¡Sin amor estoy viviendo

y viviré sin amor!

¡Ni entiendo lo que es honor,

ni de mujeres entiendo!

¡A todas horas mintiendo

sin mirar ni a quién, ni a qué!

¡Ya en ellas no tengo fe,

ni las seguiré queriendo!

S.P. ._ Con mi cansado jumento

y un buen plato de fabada

para mí condimentada,

vivo feliz y contento,

pues las mujeres y el viento,

aunque éste sea surada,

son tan poco, que son ¡nada!

¡Valen menos que un pimiento!

Narrador._ Presintiendo ser burlado

por su amada Dulcinea,

el muy celoso “chavea”

platicó muy enfadado:

D.Q. ._ ¡Vos seréis ajusticiado!

antes de que den las seis,

si de hinojos no os ponéis

ante mí, en aqueste prado;

como un cochino cebado.

Sois un villano porquero,

y además un mentecato

a quien al momento mato

de un espadazo certero.

Narrador._ Desenvainando la espada,

hizo ademán de pinchar,

mas no pudo consumar

la prometida estocada,

pues recibió en la quijada

lo que no pudo evitar.

¡Una coz de caballar,

que fue funesta patada!

La vieja le dio un tortazo

en donde pudo mejor,

y sintió tanto dolor

que levantó en alto un brazo

pidiendo paz ¡por favor!

Al favor por él pedido,

con más palos le calmaron

y por verdad, le humillaron,

cual si fuera algún bandido

a quien robando toparon.

A puntapiés la granjera

y con la azada el granjero,

dan al pobre caballero

la más grande panadera,

que Don Quijote sufriera

desde que era caballero.

D.Q. ._¡La sangre me impide ver

lo que hay en mi derredor!

¡Estoy preso de terror

y me burló una mujer!

¿Más desgracias puede haber

para tan noble Señor?

¡Sancho Panza, ven aquí

y demuestra tu valor!

No me niegues tal favor,

que si hoy he recurrido a ti,

no es porque el honor perdí

¡es que me reta un pastor!

Narrador._ ¿Dónde estaba el escudero?

Sin dudarlo ¡en la cocina!

degustando una gallina,

un guisado de cordero

y dos libras de cecina.

S.P: ._¡Jamás! vi mejor guisada

una gallina en cazuela;

ésta, ni corre ni vuela

porque está descuartizada.

¡Ay señores! ¡qué panzada

se va a dar este panzudo!

Narrador._ Se levantó como pudo

y preguntó testarudo:

¿Es cierto que he fenecido?

S.P. ._ ¡Aún está vivo, Señor!

mas preciso es un doctor

que a palos le han molido.

Narrador._ Fuese hacia la cochiquera

(burcil de recoger cerdos)

y creyéndolos más cuerdos

que el granjero y la granjera

les habló de esta manera:

D.Q. ._ ¡A pedir justicia vengo!

y aunque apenas me sostengo,

¡parlar con cerdos quisiera!

Mi respetado verraco,

que ejercéis de semental:

He sufrido afrenta tal,

de un inmundo pajarraco

que guardado en este saco,

traigo mi sino fatal.

Apelo a vuestro consenso,

semental de buen tocino;

es tan triste mi destino,

que en pronto suicidio pienso.

Debéis saber gran cochino,

que estoy respirando incienso;

 me abandonó Dulcinea,

en mi vida, único amor

y aunque usía no me crea,

al cuerno se fue mi honor.

No pretendo usar mi espada,

ni que la gente me vea

haciendo cosa tan fea

como es ¡matar a mi amada!

¡Que vuele cual ruiseñor,

en busca de amor y paz!

y  que Dios tenga piedad

de quien fue ¡mi grande amor!

¡Flor por el viento azotada,

volando hacia el infinito!

Una vez más, te repito,

que no te reprocho ¡nada!

La culpa de tú olvidarme

la tengo yo ¡solamente!

y escrito llevo en mi mente

que no puedo conformarme.

Por entuertos desfacer,

perdí un amor verdadero;

amor límpido y sincero

de la más bella mujer

de este mundo cicatero.

Seguir viviendo, no quiero

sin tu grata compañía,

pues te quiero ¡vida mía!

como quiere un caballero

a la ley de caballería.

Poco se pierde muriendo

si se vivió haciendo el bien,

sin decir a cuál ni a quién;

viví, favores haciendo.

Mas quien vivió pervirtiendo

embadurnado en maldad,

para éste, no habrá piedad;

Buen cerdo: ¡Yo así lo entiendo!

Narrador._ El verraco semental,

(uno más del auditorio)

cual si fuese Juan Tenorio

replicó así al caporal:

Verraco._ ¡Sois, predicador fatal!

Pedís un lecho mortuorio

y sitio en el purgatorio,

(si yo, no he entendido mal).

Yo, también he de morir,

de terrible cuchillada

en mi corazón clavada;

en noviembre, por San Martín,

como ladrón de botín.

Sé muy bien lo que es sufrir,

comer para subsistir

y tragarme la trastada

de una cerda adulterada,

que con otro, se divierte.

Triste verdad es la muerte

que un día u otro llegará

y el camposanto será,

cobijo del cuerpo inerte.

Ya no podrán ofenderte,

nadie te amenazará,

ni la ruindad crecerá

para maldad ofrecerte.

D.Q. ._<<¡Con un letrado topé!

de marranas semental

y no predica tan mal,

como yo me imaginé.

Predicando seguiré

en este inmundo corral;

aquí seré caporal

y al marrano ¡humillaré!>>

¡Escúcheme, humilde cerdo!

Este mundo es suciedad,

abunda la falsedad,

y el “Todo” es ¡grande misterio!

Es continuado adulterio,

es un mar con tempestad

y es un loco sin piedad,

que te lleva al cementerio.

¿Quién cercenó la bondad?

Quisiera averiguar, quién

y por qué, mató también

¡al amor y a la piedad!

Vivimos entre maldad,

humillando al que hace bien

y diciendo amén, amén,

a quien es ¡pura ruindad!

Mas la soberbia y el vicio,

el odio y la falsedad,

acrecientan la maldad

y sacan las puertas del quicio;

provocan grande estropicio,

y aumentan la vanidad,

la pérfida mezquindad

y son muy ruin desperdicio.

Narrador._ Y de nuevo, recordó

la fuga de Dulcinea,

considerándola rea,

del crimen que cometió.

D.Q. ._ ¡Con un miserable huyó!

y nunca volveré a verla,

ni a besarla, ni a tenerla;

porque al irse, ¡me humilló!

¡Venid a mí, enterrador

o más bien, sepulturero!

que en este instante me muero,

como una marchita flor

se muere sin jardinero

que la ¡acaricie al albor!

Sin Dulcinea, mi amor,

vivir penando no quiero,

ni ser noble caballero.

¿Por qué, Dios, no me llamáis

al Paraíso Terrenal,

do no se conoce el mal

y la soberbia ahuyentáis?

¡Orbe sucio, veloz vais!

hacia la sima abismal

de la selva mundanal,

en que cual tigres hambrientos

que hasta comen sarmientos,

al mismo viento ¡matáis!

Narrador._ Cual si fuese un insensato,

se despidió de la piara,

rogándole que rezara,

pasado prudente rato:

D.Q. ._ “¡Ay cochinos, yo me mato,

si algún Santo, no me para!”

“¡Sin ti, sollozando muero,

Dulcinea de El Toboso!”

Narrador._ ¿¿Se suicidó el caballero

que nunca fue rencoroso??

¿¿Se convirtió en fiel esposo,

tras de decirle: “te quiero”??

D.Q. ._ Que me quiere Dulcinea,

¡jamás lo debí dudar!

pero tendrá que esperar

allá en su querida aldea,

como espera la berrea

el ciervo para ligar.

Desfaciendo entuertos sigo

con mi inseparable espada,

y me importa poco o nada

ser flaco, cual un silbido,

no tener libre un festivo,

ni dormir sin almohada.

Sigo siendo un caballero

con mi Sancho y mi Rocinante.

Iré siempre adelante,

me olvidaré del granjero,

de los frailes y del cabrero

y la hambruna galopante.

Mil gracias le doy al Cielo

por hidalgo haber nacido,

y modestia aparte, digo,

¡que alto, muy alto, vuelo!

 

Continuará…

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