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LA FALACIA DE LO PÚBLICO

Por Alfonso del Amo Benaite

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Si hay algo que debe reconocerse a los estatistas refractarios a la libertad es su contumacia. Inasequibles al desaliento son constantes culpando a la libertad de todos los males que afectan a la gente, no les importa nada que el peso y la presión del Estado sobre la vida de las personas sea cada vez mayor ni que las obligaciones burocráticas o los impuestos nos ahoguen, no importa, la culpa es siempre del malvado liberalismo que nos invade.

Tenemos en España un panorama social que está conduciendo a la supremacía de la masa sobre el individuo y cuando esta se acaba imponiendo el anonimato campa a su antojo dejando al individuo fuera del eje de la acción política, social y económica.

La gran mentira se sustenta básicamente otorgando al Estado una superioridad moral en sus actuaciones frente a las decisiones privadas, llevando a confundir ( interesadamente) altruismo con titularidad estatal.

Se conoce de sobra y está empíricamente demostrado que la “gestión de lo público” cuando cae en manos de fámulas de la subvención como son Partidos, Sindicatos, Patronales instrumentales y ONGs ad-hoc, es incompetente con tendencia a beneficiar los objetivos grupales con el dinero de los contribuyentes.

Todos estos grupos moralmente auto legitimados son los principales enemigos de la sociedad del bienestar, imponen lo que han venido en llamar “Estado de bienestar”, todo lo contrario al bienestar de los ciudadanos trabajando y realizándose en libertad y respondiendo de sus actos. Es Estado de la imposición el que con más de cuatrocientos setenta y siete mil millones de € de gasto absorbe el 41 % del PIB, que no ha dejado de aumentar desde 1977  cuando suponía un 28 %, siendo causa de una Deuda Pública situada en el 100 % del PIB. Esta presencia asfixiante del Estado en la vida de las personas además de impedir el libre albedrío de cada uno lo hace a costa de sus dineros, pues en España una personas con ingresos situados en la media de la renta llega a pagar por los mismo cuatro veces. Y otra más cuando muere.

Se paga por los ingresos del trabajo, se continúa pagando con el dinero que queda disponible tanto por lo que consumimos y compramos a cuenta del IVA, como por las confiscatorias tasas de los hidrocarburos y si decidimos ahorrar e invertir los sartenazos al ahorro y al patrimonio nos perseguirán, como nos persiguen los impuestos por el mero hecho de vivir a cuenta de todo tipo de tasas y precios públicos, para no poder librarnos de  ellos ( Estado e impuestos) ni muertos, pues desaparecidos de este mundo aparecerán vorazmente para llevarse su ilegítima parte.

Hay que adelgazar al Estado para devolver a las personas su dinero y su libertad, que ellas decidan en que y como se lo gastan y sobre todo, mucho más importante que el dinero, evitar que el Estado omnipotente siga avanzando en el camino de destrucción de las libertades individuales proceso que se encuentra en pleno apogeo, ya sea con las disponibilidad que tiene para hurgar en nuestros datos privados, lo vulnerable que son  nuestras comunicaciones, los controles de “seguridad” que nos imponen y la Ley Mordaza para ejecutarlos.

Todo contra la privacidad, eje fundamental de la libertad individual, con un Estado saciado de normas y burocracia de control persiguiendo convertirnos en súbditos.

Hay otra realidad inmutable, el Estado y los estatistas son insaciables, nunca tendrán suficiente, únicamente se detendrán cuando desaparezcan nuestras libertades y su presencia sea absoluta.

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