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EUROPA Y FEMINISMO: UNA PROPUESTA

Por JOSÉ ANTONIO CARMONA GUILLÉN

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Desde hace un tiempo los medios informativos y los partidos nos están machacando con el feminismo, presentándonos a la mujer como un ser inferior al que se maltrata, esclaviza o explota. 

“A igual función igual remuneración” es una norma que en mi experiencia laboral (y ya he sobrepasado los 16 lustros de edad) se ha mantenido. Puede que haya tenido suerte y que no haya vivido esas desigualdades que ahora proclaman algunos (con menor vida laboral que la mía), y  que me llevan a no entender por qué  los sindicatos oficiales salen a la calle para denunciarlo y que, sin embargo no lo hagan ante un Tribunal de lo Social ¿Cuántas demandas han presentado? ¿Por qué renuncian a su cometido?

Otros feministas hablan de la dificultad que las mujeres tenían para acceder a los estudios superiores o universitarios, a estos puedo recordarles que en mi época había Facultades en las que era mayor el número de matriculadas que el de chicos. Archiconocidos eran los casos de Filosofía y Letras, Farmacia o Políticas en las que sobrepasaban el 80 % del alumnado. Derecho y Medicina, de las que no tengo datos, tampoco debían entrar entre las vetadas a las féminas si observamos las integradas en la carrera judicial o en la Seguridad Social.  Es cierto que las mujeres no podían acceder a las Academias Militares (salvo Enfermería) pero desde hace años ya lo pueden hacer, eso si, como es lógico con unas pruebas físicas más suaves. Debe ser una discriminación positiva.

Otro aspecto que está de moda es el europeísmo, aunque no se tenga claro lo que es la UE. ¿Es una especie de federación o es - como indica su nombre -  una unión de estados o, simplemente una serie de acuerdos económicos-financieros? Y, si es cierto que se han producido ventajas económicas, no es menos cierto que esa “unión” se ha visto dañada ante la emisión de una euro-orden dictada por un Tribunal Supremo. ¿Quién no va a querer olvidar y evitar las guerras habidas entre los países europeos en la Historia?

Todo lo que viene de Europa es bueno y admirado. ¡Ah! Lo ha dicho Bruselas y basta. Parece norma para algunos, mientras otros se sienten tan europeístas-progresistas que aceptan hasta la leyenda negra (o parte de ella)  proveniente de algunos países europeos. No se les ha ocurrido comparar la diferencia de resultados entre la civilización que España lleva y afirma en América (un continente desconocido y por descubrir) con los efectos de la colonización que algunos países europeos llevaron a África (cuya geografía era ya de sobra conocida) entre 1870 hasta la segunda mitad del siglo XX.

Lo cierto es que entre los partidos que están presentes en los distintos parlamentos no se encontrará ninguno que no se declare feminista, es más si algún diputado o senador es entrevistado sobre el tema no lo dude, se declarará más defensor de la mujer que nadie. Lo mismo ocurrirá si se le pregunta sobre Europa, ningún partido adversario tiene mayor grado de europeísmo que el suyo.

Lo anterior, nos llevaría a hacerles una pregunta: Si ustedes son tan feministas y tan europeístas ¿cómo es que no denuncian ante el Parlamento Europeo la desigualdad que la mujer padece en la mayor parte de los países europeos?

Si en una conversación normal o de café se preguntase quien fue María Salomea Skłodowska, muchas bocas permanecerían cerradas. Sin embargo, si cambiásemos su apellido de nacimiento polaco por el conyugal francés de Curie el número de respuestas correctas ¿no sería muy superior?

En efecto, salvo Portugal y España, en los países integrantes de la UE, la mujer en el momento de casarse, civil o religiosamente, pierde el apellido heredado de su padre para adquirir el de su marido. Todo lo más y sin validez jurídica, lo puede usar con el añadido de “soltera” tras el nuevo adquirido con su matrimonio. Y, en consecuencia al haber perdido su apellido tampoco sus hijos podrán heredarlo.

Esto ¿no es una discriminación?

En cualquiera de los países europeos se podrán encontrar celebraciones dedicadas o referidas a la mujer ya sea ésta madre, trabajadora, o esté  enamorada. Cabría preguntarse que ocurre con los 360 días restantes, con los que podríamos llamar los días de la identidad. Porque el primer derecho de todo ser humano, tras su derecho a la vida, es el de su identidad. Identidad que se plasma en sus nombres y apellidos ¡qué menos!

Para mayo de 2019, a once meses, está prevista la celebración de elecciones al Parlamento Europeo, faltan pues menos de un año. En España ¿habrá algún partido, coalición o candidato que en su programa electoral lleve el respeto o la defensa de la identidad de la mujer europea?

No se trata de recriminar tradición alguna, sino de cambiarla para que esa mujer pueda mantener sus apellidos aunque se case y pueda dárselos a sus hijos desde el sublime momento de su maternidad. España, una vez más, aportaría grandes transformaciones a las sociedades por las que ha transitado a lo largo de su Historia.

La idea-propuesta está ahí, a disposición de los partidos, sean de derechas, centro o de izquierdas, ahora veremos si la aprovechan y la integran en sus programas. En definitiva, si actúan o se quedan en palabras que se lleva el viento.

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