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EL RESTAURANTE LA VILLA, DE CABEZÓN DE LA SAL, Y LA JUBILACIÓN DE JOSE MÁRIA TERÁN

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EN ESTAS SEMANAS el Restaurante La Villa de Cabezón de la Sal ha cumplido 25 años, un cuarto de siglo en el que ha hecho historia feliz y brillante de la gastronomía de Cabezón de la Sal. Era un lugar fijo para muchos y, además, garantía de buen servicio y excelentes platos. Lo garantizaba el perfecto equipo que han formado hasta el cierre del restaurante por jubilación de su propietario, el matrimonio de José María Terán González y María Jesús García, que durante todo ese tiempo se han entregado en cuerpo y alma al restaurante y a elevar su prestigio.

- «Empecé con 12 años en esto. Son muchos años y mucho agradecimiento al cliente y a los amigos.La hostelería es esclava y te tiene que gustar mucho para hacerla, pero es bonita y es muy agradecida»

¿Por qué se hizo La Villa emblemática en Cabezón?

-"Pues porque hemos procurado por encima de todas las cosas hacer las cosas bien. Unas veces nos habrán salido bien y otras no, pero en general la gente nos lo ha aprobado".

¿Cómo se hacen las cosas bien?

Con mucho amor y mucho cariño. Es muy fácil. Empezar fue muy difícil. Estuvimos en la Fonda dos meses dando solo dos comidas y dos cenas diarias a dos huéspedes que se quedaban en la pensión, que eran Arístides Quijano, el notario, y un montador portugués que había en la Textil Santanderina. Después la gente empezó a venir y a funcionar y a los tres años tuve que hacer una obra y ampliar el comedor, porque se me quedó pequeño. Quitamos dos habitaciones para hacer el comedor y así estuvimos hasta que abrimos la Villa.

¿Por qué decide entonces abrir su propio restaurante?

Porque intenté comprar la Fonda Atanasio, pero no salió bien. Así que compré el bajo y me monté el negocio aquí.

¿Cómo es montar un negocio así?

Muy difícil y complicado. Empecé con tres personas en la cocina, dos camareros y yo, seis personas. Desde el primer día vino gente. Hasta hace seis años, que la crisis nos ha afectado a todos.

¿Es tan importante el menú como el trato con el cliente?

Es todo sumamente importante. Hay que dar calidad, precio y trato al cliente. Si no tienes eso contigo, malo. Eso se consigue con el tiempo. Cuando empecé era mucho más impulsivo de lo que soy ahora. Los años te van apaciguando y te van quitando.

Una vez vino la televisión

La televisión ha venido tres veces. Un año el día de la Madre hicimos un programa entero de España Directo por la tarde. Cuatro horas de programa y cuatro platos: cocido montañés, pastel de puerro y gambas, merluza rellena y tarta pasiega. Las otras dos veces ha sido como consecuencia de las jornadas del cerdo.

Tiene fama el paté de puerro y gambas...

Sí, y no solo eso. También la casquería, mollejas, manitas, sesos, lengua..., el cocido montañés, la paletilla de lechazo y el pescado de San Vicente de la Barquera. Hay que comprar calidad y ahí reside parte del secreto del éxito.

Hace seis años empezó a afectarles la crisis...

Las comidas que dábamos bajaron en un 50% y con algunos ajustes logramos sobrevivir.  Ese no ha sido nuestro problema. Mi mujer trabajaba en la cocina y yo con otra camarera, aquí. En el año 2007 yo tuve un accidente y decidimos cerrar por las noches entre semana. Por otro lado, en 2009 mi mujer también tuvo otro accidente y desde hace un tiempo viene sufriendo problemas de salud. Aunque ahora está bien, hemos dicho que hasta aquí hemos llegado. Hemos tomado la decisión de cerrar.

¿El restaurante ha sido su vida?

Sí, ha sido la ilusión de mi vida. Empecé con 12 años en esto ¿eh? Ya estoy jubilado. Son muchos años y mucho agradecimiento al cliente y a los amigos.

¿Le muestran ese agradecimiento los clientes a usted?

Mira, el último día que abrimos, el 30 de noviembre, no tenía bastantes mesas en el comedor y no todos sabían que nos íbamos. Vino un periodista muy amigo mío, Ignacio, del Correo de Bilbao, que ya había estado aquí y le había comentado que iba a cerrar hacía ocho días. Vino y a las tres y media de la tarde no había una sola mesa libre. Se levantó de la mesa y le vi hablando con la gente en el comedor. En un momento dado picó una botella, todo el mundo se calló e hizo un discurso en el que se emocionó más él que yo. Al final no pudo terminar. Muy agradecida la gente.

En La Villa su propietario ha pasado malos momentos -como el accidente de su mujer- y otros más feclies como el nacimiento de su hija pequeña; en Cabezón las casó y ya tiene varios nietos.  

Sobre lo que ha dado La Villa a Cabezón, ha sido categórico al señalar que" eso tendrá que decirlo la gente". Bien que lo saben. La Villa ha dado prestigio y señorío a Cabezón de la Sal que ha tenido en este restaurante un lugar para el buen comer. Todos lo saben. Y más sus clientes que se han quedado huérfanos en cuestión gastronómica.

Con estos valores, cuando se cerró La Villa se pensó que no pasaría mucho tiempo sin que se reabriera. Y ya lo está. Por el prestigio que dejó el matrimonio Terán-García.


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