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CANDIDATO SOCIALISTA ENVUELTO EN LA ROJA Y GUALDA

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Ha nacido un nuevo tipo de candidato socialista. Alguien que comienza su discurso deteniéndose en su familia: sus padres, su hermano, sus hijas por "borrar" su "cansancio" y su mujer por "su sonrisa y aliento". Que prima la puesta en escena sobre el contenido ideológico. Que renuncia en muchos momentos a los símbolos de su partido y en su lugar se envuelve en una gigantesca imagen de la bandera española. Que lanza promesas como "erradicar el paro y la corrupción" sin plantear propuestas para llegar a ese destino. Que ve en el independentismo catalán la mano de las "élites". Alguien que aprovecha su puesta de largo para elevarse por encima de las siglas del PSOE y las de sus adversarios, el PP y Podemos, actuando casi como si ya fuese presidente del Gobierno.

Elegido aspirante a la Moncloa sin necesidad de primarias ya que no contó con ningún rival de peso, Pedro Sánchez pronunció ayer, durante su proclamación como cabeza de lista, el discurso más importante de su carrera. La expectación era enorme, el momento era el adecuado tras la crisis interna en la que se encuentra el PP; todos los grandes referentes del partido, salvo Felipe González (de viaje), estaban allí, en el Teatro Circo Price de Madrid, un lugar que suele acoger conciertos y espectáculos circenses. Y Sánchez, que había preparado cada palabra al milímetro, llevó a cabo, con la ayuda del "teleprompter", una intervención poco común para los usos de su partido, en la que se presentó como el candidato del "diálogo", el dirigente adecuado para liderar, frente a Mariano Rajoy y Pablo Iglesias, un cambio "moderado".

LA RECETA FEDERALISTA

Un intenso murmullo recorrió la sala cuando en la pantalla del escenario se proyectó la rojigualda. Explican en su equipo que la idea, todo un golpe de efecto, fue del propio Sánchez, y que no debería extrañar porque es "lo normal" en otros países del entorno europeo. Pero España es en esto distinta, y el PSOE continúa definiéndose como un partido "republicano", que en parte sigue añorando la tricolor. La bandera desapareció al poco tiempo y después volvió a ser mostrada mientras Sánchez, que abogó por el federalismo como receta ante el conflicto territorial, se detuvo en el independentismo catalán. A su juicio, detrás de este sentimiento se encuentran las "élites".

"Diálogo es lo que ha faltado en las relaciones entre el Gobierno central y el de Catalunya -explicó-. Nos une una historia que hemos hecho juntos durante siglos, nos unen las biografías, nos une la vida. Nos separa la miope ambición de unas élites que medran con el conflicto. Unas élites que quieren convencernos de que todo lo que nos une se puede romper un día con una votación".

Y diálogo, también, es lo que él ofrece. Con Catalunya y con el resto de fuerzas. En un momento en el que las mayorías absolutas se han acabado y no parece que vayan a volver, Sánchez, que se definió como un "patriota" (en el sentido de buscar "la prosperidad y la libertad" para España), dijo ser el candidato idóneo para liderar esta nueva etapa, en la que el PSOE y Podemos parecen condenados a entenderse.

"Estamos obligados al diálogo. Ya no solo como un imperativo moral, sino como una necesidad funcional. Los ciudadanos no han sustituido una mayoría absoluta por otra; han sustituido una mayoría absoluta por construir gobiernos fuertes, estables, desde el diálogo y el acuerdo. Eso exige el reconocimiento moral del adversario, exige respetar y escuchar al otro", dijo.

PRESERVAR LA "AUTONOMÍA"

Pero este enfoque abierto al entendimiento, subrayó el candidato, no significa que piense echarse en brazos de Podemos. Sánchez abogó por un cambio "moderado". Ante quienes han alertado de los riesgos que entrañan los diversos pactos con el partido de Iglesias -sobre todo la presidenta andaluza, Susana Díaz-, el líder del PSOE explicó que mantendrá "la autonomía del proyecto".

Fue una de las escasas menciones implícitas a Podemos, y al PP tampoco le dedicó apenas tiempo, más allá de cargar velozmente contra la reforma educativa, la bajada de salarios, la subida de impuestos, los recortes sociales y la amnistía fiscal. En un discurso que varios dirigentes definieron como "pensado para competir con el PP y Ciudadanos más que con Podemos", se comprometió a "erradicar el paro y la corrupción", si bien no lanzó ninguna nueva receta para alcanzar metas tan ambiciosas como el pleno empleo y la desaparición de los delitos en todas las administraciones.

Cuando terminó, la persona invitada a subir con él al escenario fue su esposa, Begoña Gómez. Se dieron un abrazo y un beso ante las cámaras. El suyo es otro estilo; él es otro tipo de candidato socialista.

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