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Honor cántabro en la vieja Causegadia (Cosgaya) al legendario don Pelayo

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POR FIN, DON PELAYO el líder principal de los inicios de la Reconquista con Pedro, Duque de Cantabria, cuenta con una estatua en su recuerdo y honor en el lugar natural de la historia de la época: la antigua Cosgaya. Una iniciativa de la Consejería de Cultura que reconoce de esta manera la presencia de don Pelayo en las tierras de Liébana desde donde surgió el primer grito de libertad contra los árabes invasores. Hemos extraído del libro EL DUCADO DE CANTABRIA, de José Ramón Saiz, unas reflxiones sobre el valor histórico de don Pelayo.

DON PELAYO Y EL DUQUE PEDRO DE CANTABRIA EN EL ORIGEN DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA.

La figura de don Pelayo está rodeada de un halo legendario que dota al personaje de gran atractivo para los historiadores. Los especialistas ponen en duda que se tratara de un miembro de la familia real visigótica, situándole más bien vinculado a  los círculos de poder  del territorio cántabro de los Picos de Europa y de la comarca en torno al río Sella. Con esta falta de datos evidente, es obvio que  no puede probarse de forma concluyente que el primer héroe de la Reconquista, don Pelayo, fuera cántabro, aunque algunos historiadores así lo confirman. Tampoco los historiadores asturianos se atreven a asegurar que su origen fuera el de la comunidad vecina.

 

El lugar de origen de Pelayo como jefe de la resistencia contra los árabes y fundador del Reino astur-cántabro, ha sido siempre motivo de discusión y quizá lo sea siempre, a menos que un hallazgo improbable modifique la situación actual. Para el autor de Historia del Reino de Asturias,  Paulino García Toraño,  nada ha de extrañarnos que los cronistas cristianos buscasen a Pelayo un linaje real, fuese cierto o imaginario. Es “hijo de Beremundo y “nepus” (sobrino o nieto) del rey Rodrigo”, según la Crónica Profética (4) y es “hijo del duque Fabila de sangre Real”, según la Crónica de Alfonso III (1). La preocupación por le origen noble de Pelayo se ha mantenido a través de los tiempos.

 

Esta figura legendaria del comienzo de la Reconquista se vincula, sobre todo, al hecho de Covadonga, aunque tampoco los historiadores se ponen de acuerdo. Primero, porque las tropas islámicas no serían tan numerosas como narran las crónicas cristianas –que las cifran en cincuenta mil hombres-, saliendo, además, mejor paradas de los primeros choques. Esta inicial victoria musulmana motivaría la retirada de los partidarios de Pelayo y del Duque Pedro hacia los desfiladeros de los Picos de Europa, en territorio de los cántabros, donde tendría lugar la famosa batalla de Covadonga (año 722) en la que –de nuevo según las crónicas cristianas- intervino la Virgen María en ayuda de sus devotos, razón por la que años más tarde se levantaría el santuario mariano de Covadonga (2).

 

Tanto sobre el hecho de Covadonga como en la retirada de los árabes hacia el valle de Camaleño, con el suceso del monte de Subiedes, cerca de Cosgaya,  se repite la doctrina de Agustín y Orosio acerca de la vigilia permanente del Altísimo sobre la historia de la humanidad y la constante intervención divina premiando o castigando las acciones de los hombres; así, es probable que a un simple accidente, fuera o no simultáneo, y explicable perfectamente por causas naturales se le haya buscado una interpretación sobrenatural. No extrañe, por tanto, que los cronistas cristianos sobre ambos sucesos se refieran a la intervención divina en la victoria sobre los invasores (3).

 

Sobre la base de un documento de Santo Toribio de Liébana que “aunque sin fecha es antiquísimo” construye el historiador Cotarelo en su importante obra “Historia crítica y documentada de la vida y acciones de Alfonso III” (Madrid 1933) la teoría de una ascendencia cántabra de Pelayo, apoyándose también en los contenidos del libro de Ildefonso Llorente Recuerdos de la Liébana, en el que el autor llega hasta a identificar las fincas de Torices, Cantabria, en las que Alfonso I estaba heredado” (4).

 

Algunas crónicas especifican que el padre de Pelayo, Favila, era Duque de Cantabria. El padre Mariana en su conocida Historia General de España así lo confirma; lo mismo dice Gebhardt en una obra de igual título, el Obispo Pelayo en su obra Genealogías; y los historiadores Ambrosio de Morales, Ferrers en su Historia de España; también el padre Henao y finalmente Bravo y Tudela en su obra Recuerdos de Laredo.

 

Pocos historiadores cántabros han tratado -a excepción de don Manuel Pereda de la Reguera en el siglo XX  y de Ildefonso Llorente, en el XIX- todo lo relacionado con el nacimiento y origen en Cantabria de la Monarquía Española. El historiador, autor entre otras obras de Cantabria, raíz de España (5) justificaba esta laguna por un supuesto apego a los relatos históricos tradicionales y al hecho de que cualquier intento de reajuste levantaría polvaredas, aún cuando la Historiasea una ciencia viva que diariamente avanza determinando con más claros perfiles el pasado” (6).

 

Respecto al origen de Pelayo, Pereda de la Reguera señala en su obra que “las crónicas medievales afirman que Pelayo era hijo del Duque de Favila, en lo que todos están de acuerdo”, añadiendo que “el que Pelayo pusiera a su hijo el nombre de Favila es otro dato de interés sobre ello”. La crónica Albeldense y su recesión Emilianense, dice: “Fafilanen ducen Pelagii Patren” (17); así afirma también la redacción B de la Crónica de Alfonso III (18) y cronistas como Fath al Ándalus e Ibn Jaldum, inspirados a su vez en Ahmed al Razi e Ibn Hayyam.

 

El Toledano, siglo XI, aclara que Favila era Duque de Cantabria, lo que también afirman otros cronistas, como el Arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada (9), siglo XIII, que dice: “Pelagius filius Favile Ducis Cantabriae”. Ambos datos sobre la ascendencia de Pelayo son importantes a la hora de determinar su origen y lugar de nacimiento, y por ello han sufrido –a juicio del historiador Pereda de la Reguera- las contradicciones de diversos historiadores.

 

Pereda de la Reguera aborda la otra tendencia (10), aquella que defiende la ascendencia astur de Pelayo, recordando que como sostiene Ballesteros “la opinión del Pelayo astur no tiene un cauce autorizado”, y aún es más importante la afirmación de Menéndez y Pidal que dice: “lo que es indudable es que Pelayo no era astur”. Dicha tendencia, sin embargo, fue mantenida por Burguete, quién aducía como dato importante a favor de la naturaleza asturiana de Pelayo, la terminación ayo de este nombre, citando como afirmación los nombres y vocablos de léxico (que él dice) astur, de Valcayo, Poyayo, Lubayo, Urbayo, Olayo, Orbayo, Carbayo, Barnayo y Argayo. Es interesante consignar –añade el autor de Cantabria, raiz de España-  que precisamente esa terminación ayo pertenece a la Cantabria lebaniega, a la patria de Pelayo, y que a la actual Liébana pertenecen y subsisten los pueblos de Lubayo y Pollayo que cita, más otros varios como Trillayo o Llayo, Valcayo y Cucayo (11), también municipios, y es incluso el vocablo argayo peculiar de esta región, siendo en Asturias, como dice Cabal (12) al hablar del de Subiedes, “un argayu en la lengua del país”, o sea, terminándolo no en “ayo” sino en ayu.

 

Entre todos los historiadores es Pereda de la Reguera quién ha puesto más énfasis -a lo largo de casi veinte páginas de su libro- en intentar demostrar el origen cántabro del jefe de la sublevación contra los árabes. Afirma que el Duque de Cantabria, Favila, era fundamentalmente un cántabro de gran importancia y ascendencia entre su pueblo, que residía en Cantabria y que en este lugar es donde nace y transcurre la infancia de Pelayo. Ildefonso Llorente (13) nos dice que Cosgaya era el solar de los señores de Liébana, lo cual parece indudable, y que el duque Favila era hijo del conde Aquilo y de Divigra, fundadores del monasterio de Ossina, y que los padres del conde Aquilo eran Benedicto y Ellesmunda, quienes eran los señores de Liébana.

 

Se basa en esta tesis en el texto en latín que puede encontrarse en el Cartulario y que, en resumen, nos trasmite lo siguiente: 1º, que Benedicto y doña Ellesnuda tuvieron tres hijos, Alvaro, Divigra y Osicia; 2º, que Alvaro edificó muchas iglesias; 3º, que Osicia (fundadora quizás del monasterio de Ossinia, que hubo cerca de Belenia y de Cosgaya) tuvo varios hijos legítimos y naturales, entre estos a Gulvira; 4º, que Divigra, hermana de Ossdicia, tuvo de su marido el conde Aquilo varios hijos también, entre ellos Favila y Didaco; 5ª, que casado este Didaco con su prima materna Gulvira, tuvieron hijos, dos de los cuales fueron Froila y Pedro; 6º, que del matrimonio de Froila con Gotina nacieron Eguetina y sus hermanos, uno de ellos Silo (después Rey), como él mismo afirma en otra escritura del mismo Cartulario.

 

Se desprende de esta escritura que Favila fue tío del duque Pedro; y éste, por lo mismo, primo hermano de Pelayo, nacido del matrimonio de Favila con doña Luz. Y últimamente, se ve por ese documento, que ya los abuelos paternos de Pelayo eran condes de Liébana, como luego el padre de Pelayo y el propio Pelayo, fueron duques de aquella comarca. Es en base al contenido de esta escritura lo que permite a Llorente en su obra ya citada (14), afirmar que “Pelayo y todos sus próximos parientes parternos, hasta los bisabuelos, eran de Liébana”.

 

Pereda de la Reguera acude, incluso, a la tradición para insistir en el origen cántabro de Pelayo. Destaca que en Cosgaya, solar de los señores de Liébana, existe la tradición de que allí nació, en el último tercio del siglo VII, Pelayo, hijo del Señor de Cantabria Favila y de doña Luz, y aún existen lugares que recuerdan su nombre, como el camino de Pelayo y el campo de Pelayo, etcétera, siendo también tradición que en dicho lugar nació su hijo Favila.

 

Entre otros historiadores existen teorías dispares. Mientras Sánchez Albornoz cita el pasado visigodo de Pelayo, los historiadores Barbero y Gil autores de una obra sobre los Orígenes sociales de la Reconquista entienden que “es inadmisible la estirpe visigoda de don Pelayo, que sería en realidad un jefe local cántabro-astur”.

 

El obispo Sandoval y en su obra ya comentada en la cual trata de las fundaciones de monasterios benedictinos, al referirse al de Santo Toribio de Liébana, describe lo siguiente:”No se sabe que los moros ganasen esta tierra; antes parece que no llegaron a ella, ni era posible, por su mucha aspereza; y así se conservaron en ella sus antiguos moradores, y de ella comenzó el Rey don Pelayo la restauración de España, saliendo contra los moros”.

 

También hay dudas y controversia sobre el momento en el que Pelayo fue proclamado rey. La Crónica General de España del rey don Alfonso XI se asegura que Pelayo fue entronizado cuatro años antes de la batalla de Covadonga y Masdeu en su Historia Crítica de España, también cree que Pelayo fue elegido rey antes de ir a Covadonga. Llorente incluso afirma que Pelayo fue proclamado rey en el sitio llamado antiguamente Planum Regis, en lo que hoy se conoce por Los Llanos, que fuera propiedad del propio Pelayo.Dicho terreno y según consta en el Cartulario de Liébana constituyó parte del patrimoinio de los Reyes hasta que Alfonso VIII y su esposa doña Leonor le donaron al monasterio benedictino de San Salvador de Oña, por escritura de fecha 21 de julio de 1167. En la referida escritura se afirma por el monarca que dichas tierras las había heredado de su famosísimo abuelo y otros antecesores suyos (“a famosissimo avo meo, dice, et ab aliis antececesoribus meis”). Los antecesores a los que alude Alfonso VIII no son otros que el Rey Fruela, hijo de Alfonso; el Rey Silo, yerno también de Alfonso y Vermudo I, sobrino del primero de los Alfonsos, que aparecen firmando, cada cual allí presente, una escritura del Cartulario, en la que Silo declara haber vendido una herencia en cuatro villas de Liébana que cita.

 

Por su parte, Llorente incide a través de testimonios y algunas fuentes en el origen lebaniego de Pelayo, apoyándose en la obra del presbítero Eloy Alonso de la Bárcena en el que puede leerse que “faltábales un caudillo de grandes prendas, para tan atrevida empresa como había meditado. La Providencia les deparó a Pelayo oriundio e Liébana, hijo de Favila, Duque de Cantabria…aceptando don Pelayo tan honroso cargo, y dio principio derramando sus gentes por las comarcas vecinas de Cangas de Onís, llamada entonces Cánicas. El estrecho rincón de donde salieron, para derramarse por Cangas, fue Liébana, patria de Pelayo, y albergue de los cristianos”, reproduciendo, finalmente, unos versos de Alonso de la Bárcena en otra obra suya: “Breve rincón, en círculo ceñido/ de espeso monte y enriscada sierra/fue el alcázar de España enaltecido/por ser inexpugnable en cruda guerra:/ fue el albergue cantábrico escogido/que en sí los restos de la España encierra/asilo de la fe; cuna del rayo/de la guerra por Dios, de don Pelayo” (15).

 

Hay que entender este tipo de poesía que sin tener, por supuesto, rigor documental, sí pudiera reflejar, en algunos casos, la tradición de generaciones de lebaniegos que trasmitieron esa vinculación de Pelayo a Liébana, a la que con entusiasmo patriótico canta Alonso de la Bárcena, que también nos legó esta construcción poética: “De Liébana, país muy defendido/por sus eternos muros naturales/en pintoresco albergue muy querido/llora Pelayo los presentes males/A aclamarle su Rey se han reunido/los más valientes y los más leales/y es Liébana su punto de partida/y de asustadas gentes la guarida”/.

 

En lo que todas las crónicas están de acuerdo es que Pelayo muere en su corte de Cangas, Cánicas. La Albeldense (16) dice “Obiit quidem praedictus Pelagius in locum canicas era D CCL XXV”. El año 775 de la era hispánica que corresponde al 737 de la cristiana; de ello si deducimos los diez u ocho años de reinado, podemos fijar la fecha de 718 o 719, con adición de los meses en que fue designado Rey. Igualmente la Crónica de Alfonso III nos dice: “Morte propia Canicas vitam finivit. Era DCCLXXV”. Lo que no ha podido saberse es donde fue enterrado, una vez que se probó la falsedad de los enterramientos de Covadonga.

 

Al morir dejaba Pelayo una hija, Ermesinda, casada con Alfonso de Cantabria, “el primer Alfonso de nuestra historia”, como le cita Toraño en su obra sobre el Reino de Asturias, además de un hijo, Favila, que le sucedió en el trono y que según los historiadores murió en manos de un oso en una cacería (17), considerando que Pelayo nunca se consideró rey por lo que este honor quedaría reservado para su yerno Alfonso I, el hijo del Duque Pedro de Cantabria. En todo caso, le queda el alto honor de haber encabezado la Reconquista con un grupo de guerreros que para las autoridades islámicas no tenían importancia, aludiendo a ellos como “treinta asnos salvajes”.

 

El reinado de Favila fue, pues, muy breve de apenas dos años, durante los cuales no hay noticias de que saliera de su territorio, según tesis de Pereda de la Reguera. Según la Crónica Alfonsí edificó en Cangas, en la sede real, la iglesia de Santa Cruz. Poco más se sabe, aunque el historiador cántabro asevera que la tragedia ocurrió en el monte denominado de la Calavera, cerca de Cosgaya y de los lugares donde sucedió el hecho de Subiedes que culminó con la derrota de los musulmanes por Pelayo, zona en la que debían ser muy abundantes los osos, puesto que aún hoy, casi desaparecida este especie, todos los años se conocen detalles de presencia de estos animales.

 

La muerte de Favila sucedió en el año 739, alcanzando el  trono Alfonso, el hijo de Pedro, Duque de Cantabria, que se había unido en matrimonio –probablemente mediante un pacto de Pelayo y el duque cántabro- con la princesa Ermesinda.

 

 

Notas.

 

(1). El pueblo de Cosgaya  (Causegadia) aparece con cierta trascendencia en algunas crónicas de este tiempo histórico. De este pueblo se dice que era natural  Pelayo y su hijo Favila. En todo caso, como hecho probado –y alguna significación podría tener- el Rey Alfonso III el Magno visitó esta población del valle de Camaleño para inaugurar  (876) la ampliación de la Iglesia de Santa María con auxilio del presbítero y, más tarde, obispo de Iria, Sisenando, que era originario de este pueblo. Según Ildefonso Llorente (p. 265 de su obra), San Sisnando o Sisenando fue capellán mayor del rey Alfonso III y primer monje benedictino que desempeño aquél importante cargo en la corte del primer reino cristiano, abad luego de San Salvador de Compostela, arzobispo de Santiago en Galicia, desde el año 877 y que vino a morir retirado de nuevo en su antiguo monasterio de Santo Toribio de Liébana, el año 921. En la misma obra se añade que Cosgaya tuvo también un monasterio, el de Santa María de la Selva, el el cual hubo monjas y monjes, que posteriormente sería agregado al de Santo Toribio.

 

(2). Pelayo casó con Caudiosa y fueron sus hios Favila y Ermesinda. Favila casó con Froiliuva y tuvo hijos cuyos nombres y suerte desconocemos.  Ermesinda casó con Alfonso I, de quien nacieron Froila, Vimarano y Adosinda; parece que Alfonso tuvo fuera de matrimonio a Mauregato. Adosinda se casaría con Silo, sin sucesión; tampoco, por lo visto, la tuvo Vimarano. Fruela I casó con Nuña y en ella procreó a Alfonso II y a una hija de nombre desconocido. De Mauregato nada sabemos. Alfonso II murió soltero; su hermana casó con Nepociano, sin hijos conocidos. Tal es lo único seguro que sabemos sobre la genealogía de los primeros reyes, con vinculaciones directas con Pedro, Duque de Cantabria.

 

(3). Es un códice de pergamino en 4º, a dos cols. sin principio, de bastante buena letra del siglo XIII, mala tinta desvanecida y los titulillos de los documentos en rojo. Signatura: 990 b.

 

(4). Carta de un home bueno, que hizo muchas iglesias mas no dice qual iglesia las dio; fol. 11 v., cokl. 2ª a fol. 12 r. Col. 1ª. Veáse en el Apéndice A, doc. I.

 

(5) Por ejemplo, las propiedades de Pelayo en Liébana, la residencia en ella de Favila, las posesiones de éste allí, etcétera.

 

(6). Recuerdos de Liébana, p. 242.

 

(7). Sebastián, Chron.

 

(8). Fernández de Bethencourt, Historia genealógica de la Monarquía Española, I, 166. Señala el año 687 como el acceso de Pedro al t´tiulo de Duque. Pereda de la Reguera se aproxima más a la fecha real, situándola entre el 700 y el 702.

 

(9). Es inverosímil suponer rivalidad política entre ambos caudillos, como hacen algunos, v. gr,: Amador de los Ríos R. Santander, 170.

 

(10). Saavedra, Pelayo, 13.

 

(1). Chron. albeldense.

 

(12). Chron. albeldense; Sebastián, Chron.; Chron. silense.

 

(13) Sebastián, Chron.; Chron. silense.

 

(14) Anales de Aragón, I, 43.

 

(15). P. Serrano, Becerro gótico de Cardeña, Introducción, pág. XVII.

 

(26). Anónimo de Córdoba; Chron. de Sebastián; Dozy, Historia de los musulmanes, II y III; Dozy, Recherches, I; Saavedra, Estudio sobre la invasión de los árabes; Serrano, Fuentes para la historia de Castilla (Becerro gótico de  Cardeña); etc, etc.

 

(27). Nota 28, p. 284. El Reino de Asturias.

 

 

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