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La declaración de patrimonio de los políticos cántabros: una obligada reflexión

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EN LOS ÚLTIMOS DÍAS DESTACADOS POLÍTICOS de las tres fuerzas parlamentarias de Cantabria han hecho público su patrimonio. La primera reacción del ciudadano es la de sorpresa y, en ciertos casos, de no poca irritación.

 

Resulta que políticos que ganan en torno a los 70.000 euros anuales apenas tienen ahorros, además de muy escaso patrimonio.Y algunos ciudadanos, con lógica, se preguntan ¿cómo es posible que tengan menos ahorros que familias de clase media que administran bien sus recursos y que, por lo general, no tienen sueldos tan relevantes y, por supuesto, comen todos los días en casa con cargo al presupuesto familiar?. De las tres declaraciones –en concreto la de los representantes del PP y PSOE- sus registros de patrimonio son tan bajos –y, por tanto, escasamente creíbles- que gente de la calle comenta con sorna que les entran ganas de darles una limosna, de tan pobres como aparentan ser.

El sentido común de la calle entiende que con 70.000 euros de ingresos anuales, al menos se pueden ahorrar después del IRPF en torno a los 10.000 euros (como mínimo); sin embargo. en ocho años de poder resulta que, prácticamente, tienen números rojos en sus cuentas bancarias. ¿Cómo es posible?. ¿Derrochan?. ¿No saben cuidar de sus ingresos?. Con estas interrogantes, otra pregunta es lógica: ¿cómo puerden velar por los intereses generales si no lo hacen (aparentemente) por los propios?

Creo que los políticos –por aquello de la necesaria transparencia- debieran exhibir sus cuentas familiares con más detalle y rigor. Y ello porque la forma de hacer estas declaraciones no despejan dudas y siempre la duda es peligrosa, pues provoca el comentario y la especulación. Lo decimos porque en muchos casos se recurre a a anacrónicas valoraciones catastrales cuando no se informa de los bienes gananciales, de las sociedades patrimoniales y demás parafernalia financiera. O sea, que con declaración de bienes o sin ella, los contribuyentes seguimos sin aclararnos de cómo están las cosas.

Analizando el tema desde un punto de vista general sin concretar en los casos conocidos en Cantabria, entendemos que lo importante, de verdad, no es la cuantía del patrimonio de nuestros políticos, sino si éste ha sido obtenido lícitamente o no. Se trata de conocer la diferencia entre lo poseído "antes" y "después" de haber pasado por un cargo público y saber, en consecuencia, cómo se ha producido. Pero sobre todo, también, vigilar sus signos externos y comprobar cómo viven cuando dejan la política.

Lo otro —el presumir de ser casi pobres— resulta del todo punto irrelevante. ¿Es que acaso son menos corruptos los pobres que los ricos? Los anglosajones creen justamente todo lo contrario: ¿para qué va a robar un rico en un cargo público —suelen decirse— si puede conseguir más dinero en su actividad privada? Por eso, en general, los políticos norteamericanos son gentes con posibles, que se decía antes, y que no necesitan de su cargo para vivir.

Aquí, en cambio, si echamos mano del currículum profesional de muchos políticos —prometo hacerlo otro día— es para ponerse a temblar. Precisamente por eso, porque al margen de la política no sabrían qué hacer, es por lo que se aferran a su cargo aunque, al revés de lo que suele creerse, algunos sueldos políticos no son para tirar cohetes. Casos distintos son los de Felipe González y José María Aznar, quienes, aun cobrando un riñón de la actividad privada, no renuncian pese a ello a sus retribuciones públicas ni a tiros.

Mi último motivo de preocupación —y no queremos señalar a nadie— radica en que si en algo tan nimio como el patrimonio se maquillan tanto las cifras, ¿qué no nos ocultarán  en temas presupuestarios y financieros de mayor enjundia?. Mejor acabamos aquí.

LIBERTO

 

 

 

 

 

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