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NO SONRIÓ EN EL BANQUILLO DE LOS ACUSADOS

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LA INFANTA CRISTINA, imputada por el caso de su marido al frente del instituto Nóos, estuvo seria, sin sonrisa e, incluso, con ojos vidriosos. Desde ayer ya sabe lo que es someterse a un banquillo de acusados, donde no se valora el rango o, como en su caso, ser hija de Rey y hermana de Rey. 

Parece que la Infanta Cristina no tenía tantas de sonreir. De hecho, recuerdo que me llamó mucho la atención cuando la vi en los periódicos en 2014. ¿Quién se va tan sonriente a declarar a un juzgado, sabiendo lo que se le puede venir encima? Obviamente, lo normal es que vayamos con cara de preocupación. Por muy inocente que uno sea, no deja de ser un gran motivo de preocupación el que te llamen a declarar como presunto culpable de algo. La Infanta estaba entonces echando mano de su dominio del lenguaje corporal. Dominio que se aprende a base de miles de actos oficiales a lo largo de toda una vida. Ese dominio le permitió en su día esconder una emoción negativa (puede ser la ira, la rabia, el miedo, el desprecio...) detrás de esa aparente felicidad por ir a declarar. Y es que la sonrisa es la primera expresión facial que aprendemos los seres humanos a hacer de forma articifial, sin sentir alegría de verdad. Y nos es muy útil, porque nos sirve para ocultar emociones que no queremos que se nos noten. Todos tenemos anécdotas con una expresión facial de alegría fuera de lugar. Y la Infanta tiene ésta.

La cuestión es que hoy ya no tenía tantas ganas de sonreir. Si bien ha llegado al juzgado con una medio sonrisa, ésta se ha esfumado en la sala.


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