Curiosidades

La Tía Josefuca

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Por José Ramón Saiz Fernández. Escritor.
De la Real Academia de la Historia

Siempre he defendido -incluso a efectos de un derecho estatutario- la necesidad de proteger, a efectos de investigación, el viejo habla montañesa, y digo bien, habla, que no es lo mismo que idioma. Cuando lo intenté, confieso que no tuve éxito a pesar de tratarse de un patrimonio de nuestro pueblo y una de esas señas de identidad que deben salvarse, porque un pueblo que pierde la esencia de su ser acaba derrumbándose.
En el discurrir del año 2000 falleció el escritor costumbrista Antonio Bartolomé Suárez, que además de escribir una excelente obra editada por la Universidad de Cantabria sobre Aforismos, giros y decires del Habla Montañesa, fue autor en estas páginas de ALERTA de una sección semanal titulada Las cosas de la Tía Josefuca, la única que en nuestro antiguo habla se ha publicado en la prensa del último medio siglo. A principios del siglo XX lo hicieron otros escritores, especialmente Juan González Campuzano, que firmaba sus trabajos con el nombre de Juan de Sierra Pando.
Bartolomé ha sido uno de los cronistas torrelaveguenses más destacados de la prensa regional del pasado siglo XX. Escritor costumbrista, conocedor del campo y de los problemas de la ganadería, corresponsal de este periódico en la ciudad, impregnó estas páginas con su singular estilo, dejando muestras de su quehacer a lo largo de miles de informaciones, artículos y reportajes, así como en una sección fija, Meridiano del Cántabro, que analizaba los acontecimientos del día a día y los problemas de la ciudad, denunciando hechos como el desmantelamiento de los restos de la antiquísima Torre de La Vega, siendo su pluma la única que defendió aquellas piedras fundacionales que debieron conservarse como monumento de Torrelavega.
Había nacido en Reocín, pueblo en el que su padre trabajaba como minero en la Real Compañía Asturiana de Minas. De condición familiar muy humilde y después de ir al colegio del pueblo, a los once años ingresó en el seminario de Corbán; sin embargo, la falta de vocación le hizo abandonar los estudios cinco años después y se puso a trabajar como pinche en un bar de Torrelavega, más tarde peón de mina y, posteriormente, empleado en un comercio de la capital cántabra, hasta vincularse a la Sam, y de allí a ALERTA para hacer las crónicas de ferias, vacas y prados. De su obra periodística me encantan dos de los seudónimos en los que se refugió como autor de una amplia obra periodística: Armando Pulgar para escribir de bolos, y Neluco con el que firmó algunas crónicas del campo.
Con su hijo, Manuel Bartolomé, he hablado en muchas ocasiones sobre la obra periodística de su padre, evocando como se inició la sección de La Tia Josefuca, que adjudica a Julián Urbina el consejo a Bartolomé de que inventara algún personaje popular que recogiera las esencias del pueblo. El escritor costumbrista tomó buena nota de la sugerencia y alumbró un nombre: Tia Josefuca, basado en el aspecto físico de una vecina de Reocín, ya fallecida para esa época, llamada Nela “La Guiluca”. Y un pueblo, Fresnea, un barrio o lugar que el autor ubicó en Reocín.
Según la narración que se publicaba semanalmente, la Tía Josefuca bajaba todos los jueves desde Fresnea (Reocín) hasta Torrelavega, a su mercado semanal, que entonces se celebraba todos los jueves en la Plaza Mayor. Fundamentado su quehacer en la vieja ciencia mercantilista del “trueque”, Tía Josefuca bajaba al mercado huevos, hortalizas y algún que otro “pollo tomatero” para una vez vendidos adquirir con su fruto las mercancías que se precisaban en su hogar de Fresnea. Este popular personaje de la Tía Josefuca y la imaginación que Bartolomé puso a la hora de situarle en la realidad del momento, levantaron un gran interés en muchos lectores de ALERTA repartidos por España, como nunca había soñado el propio autor cuando inició la popular sección.
Recuerda Manuel Bartolomé que eran temas recurrentes el degustar “daque”, un pastel regado con mistela, y la entrega de huevos en “ca” del medico... Sin embargo, el autor de la Tia Josefuca aprovechaba su presencia en Torrelavega para lanzar alguna crítica a temas y problemas de actualidad en la ciudad, habida cuenta de las dificultades para hacer una “reclamacion en regla” y directa a las autoridades de la época. Eran críticas –lo define muy bien el hijo del escritor-periodista- que hoy llamaríamos light, y que debían tener la simpleza y sencillez propia de la mentalidad rural de un ciudadano o ciudadana como la popular Tía Josefuca, que bajaba desde Fresnea a Torrelavega a lomos de su querido Lirio, un burro dócil, pacifico y tranquilo que se sabia de memoria el recorrido que debía hacer por la ciudad, itinerario repetido todos los jueves.
Sobre el fondo y el estilo de la popular sección, transcribimos una parte de su contenido correspondiente al 14 de marzo de 1975, unos meses antes de que Bartolomé decidiera agotar este personaje tan entrañable y popular en el periodismo no solo local sino regional. En el comentario se centra a la Tía Josefuca de palique con Lines y Tinuca, discurriendo este diálogo:
-Bueno, señora, ya estará contenta.

- Nunca dejo de estalo, señor. Ca unu debe sentise sastifechu con lo que Dios manda, ¿no le paece?
.
- Si, efectivamente, pero no siempre la veo yo a usted del humor de hoy.

- Mismamente, señor, porque cuesta adatase, pero debemos conformarnos. ¿Lo dice usté porque llovió?.

- Pues si, por eso. ¿No le hace beneficiosa la lluvia?

- Ah, si, señor, si; ya lo creo. Y más si viera llovidu. Pero guenu está lo guenu, que los praos da gustu velos”.
La desaparición de la sección generó el pesar de muchos lectores, pero Antonio Bartolomé consideró que con la llegada de los nuevos tiempos –la democracia, más libertad de prensa- ya no era necesario inventarse personajes para denunciar deficiencias y problemas. Fue así como la Tía Josefuca no bajó más a Torrelavega desde su pueblo de Fresnea, agotándose así una sección que demostró la dimensión de Bartolomé con escritor costumbrista.
Evocando la recordada Tía Josefuca y a su autor, nos damos cuenta del nivel de desprotección en el que se encuentra el viejo habla montañesa, arrinconado por una política cultural oficial que tiene poco o nada de cántabra. Cuando plantee la necesidad de exigir a los poderes de la Comunidad Autónoma su protección, lo hice consciente de la situación en la que nos encontramos, que demuestra el poco apoyo que encuentran nuestras tradiciones que representan el alma de Cantabria y la razón de su existencia.
Poco a poco, lenta pero irreversiblemente, ese viejo habla montañesa va desapareciendo, sin que se proteja por los poderes públicos a efectos de investigación y de defensa de lo que realmente es: un patrimonio cultural. Maneras de hablar que existen en Liébana, Campo, el Nansa y las villas pasiegas, que van siendo arrinconadas y que, sin embargo, a través de sus expresiones, giros y decires, reconocíamos a nuestros antepasados. En fin, algo mucho que se abandona en un penoso camino en cuyo final es posible que nosotros mismos no nos reconozcamos como cántabros.

 

• Artículo publicado por el escritor José Ramón Saiz Fernández
• en ALERTA de 7 de agosto de 2004

NOTA. Las grabaciones que puede escuchar en este audio, han sido grabadas en los estudios de OID Radio en Torrelavega, con la intervención de los escritores Manuel Bartolomé García, Ángel Muela y la poetisa Delia Laguillo. Son sus voces las que se escuchan en esta evocación de la Tía Josefuca en el viejo habla montañesa.