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LAS VIDAS QUE MOVIÓ EL ARGAYO

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11-08-2013

Hay cosas que se creen inamovibles, pero tarde o temprano la realidad se empeña en llevar la contraria. En Sebrango, el enorme argayo que sorprendió a todos, ha dejado árboles casi intactos, pero 10, 20 o 30 metros desplazados, igual que las señales que recibían al visitante en el pueblo o la torre eléctrica. La ermita del siglo X no resistió el viaje y acabó derrumbada en el sitio en que la dejó el corrimiento de tierras, bajo la misma alfombra verde que había estado siempre y que la acompañó a su final. Pero también ha movido vidas, sobre todo las de los cuatro vecinos que vivían diariamente en el pueblo y que todavía no saben dónde acabará por dejarles la fuerza del argayo.

«Sebrango era un sitio de paz, un lugar mágico», explica Mayte Lago del Olmo. Hoy esa calma se ha perdido y el pueblo está ocupado por máquinas que remueven la tierra o la perforan en busca de señales que indiquen si la actividad del argayo continua, así como por técnicos y curiosos que estudian o solo contemplan la impresionante fuerza de la naturaleza. Fue esa naturaleza y la tranquilidad la que llevó a la madrileña Mayte Lago a instalarse hace 23 años en el pueblo.

Ha dedicado exactamente media vida a construir su casa, ya que compró cuatro paredes en el pueblo. Lo hizo todo ella, con la ayuda de amigos y vecinos. El pie del lavabo del baño es el tronco de un castaño que encontró en el argayo, pero en el del año 2005, que se detuvo mucho antes del pueblo. De ese mismo lugar trajo mucha más madera y otros materiales que empleó. Ahora, el argayo ha querido recuperarlo todo y ha entrado en su casa hasta meterse en su propia cama derribando paredes.

Mayte tuvo que afrontar muchos problemas para instalarse en Sebrango, incluso de relación con algunos lugareños. Instaló un taller de alfarería, pero tenía que irse por temporadas a otros lugares de España para conseguir dinero con trabajos temporales. Cuando el argayo comenzó su actividad, Mayte estaba renunciando a un trabajo que tenía en Madrid para instalarse ya definitivamente en Sebrango. Su casa estaba terminada. Solo restaba instalar una vitrocerámica y otro electrodoméstico.

El sueño alcanzado

Parecía que había llegado a la meta, que había cumplido su sueño. Estaba a punto de dar de alta su negocio de hostelería. Su casa había gustado a una agencia de San Vicente de la Barquera que trabaja para los ingleses y ya la habían reservado para todo el mes de agosto a un precio de temporada alta, 700 euros por semana. Y la prometían ocupación durante todo el año.

«Sé que ya nunca voy a tener una casa así». Ciertamente, lo que se aprecia en su interior es irrepetible, no hay nada de serie. Ha desmontado todo lo que puede ser reutilizable o que tiene algún valor, ventanas, grifería... para que no se lo acabe de tragar el argayo. Ahora vive provisionalmente realojada en una escuela del municipio de Camaleño e intenta sacar algún euro vendiendo piezas de alfarería en el mercadillo de Potes. Está muy agradecida a toda Liébana por el trato que ha recibido, por la solidaridad, pero quiere que los afectados tengan alguna ayuda oficial para poder rehacer su vida en la Liébana que es ya su tierra.

Se compró un coche y se lo estrellaron unos amigos, se rompió una pierna y tardó años en recuperarse, pero no se quiso operar. Ahora todo iba bien, hasta que cayeron sobre su vida toneladas y toneladas de tierra y rocas.

El ganadero

Marcos González Fernández no eligió vivir en Sebrango, nació allí y Sebrango es toda su vida. Estaba allí con su madre, Ricarda, que necesita cuidados constantes, y con su hermana Francisca. Los tres se han ido ahora al piso que Francisca tiene en Potes, pero en Sebrango está su perra, su vivienda, las cuadras, el pajar, el gallinero que no ha llegado a estrenar... Y sus 15 vacas, que ahora pacen en el puerto, no tienen lugar donde retornar cuando llegue el frío... Quizá tenga que venderlas todas.

Los árboles que hizo viajar el argayo parece que no se desplazarán más, porque los técnicos creen que que el movimiento de tierras se ha detenido, pero ni Mayte ni Marcos saben aún dónde les ha llevado el desastre natural que les ha sacado de un pueblo que pensaban que no abandonarían jamás.

Recogida de firmas en el valle

>Los afectados por el argayo de Sebrango han iniciado una campaña de recogida de firmas para reclamar ayudas oficiales.

>Además de los cuatro habitantes permanentes, hay otras personas que se han visto afectadas. Un matrimonio estaba contruyendo una casa para vivir en Sebrango y otra mujer soñaba con retornar a su pueblo y tenía ya un proyecto para rehabilitar una vivienda de su familia.

>Los daños no son solo económicos, sino también morales. El más afectado es Marcos González, a quien tuvieron que prohibirle que subiera a Sebrango, porque cada vez que iba su situación anímica empeoraba. No tiene opción a prejubilarse y ahora carece de ingresos.

>Los vecinos agradecen la solidaridad del valle y la actuación del Ayuntamiento, Guardia Civil, bomberos, Gobierno de Cantabria y los servicios sociales.