El jardín de las posibilidades
Por CLAQUETA
Título: “EL JARDIN DE LAS POSIBILIDADES”
Género: Teatro
Autor: Carlos Troyano
Dirección: Anabel Díaz
Intérpretes: Belén Galarza, Eva Barón, Lydia Casares, Patricia Cercas y Julia Vargas
Sala: Pereda
Crítica: La Compañía Cántabra, Tejo Producciones, en fechas señaladas para él feminismo, ha traído al Palacio, la obra de Carlos Troyano, “El Jardín de las Posibilidades”. Del que fuera, por tanto, director de programación del propio palacio, en la anterior legislatura. Que dio muestras, en varias de sus propuestas, de un sesgo, de feminista militante, como el ciclo de directoras sinfónicas.
Cinco actrices, cinco personajes femeninos y un protagonismo de lo femenino, es el elenco de una historia, debatiéndose entre la cruda realidad y la ficción, al menos, esperanzadora.
Basada en la relación de Emilia Llanos y Federico García Lorca, reflejada en los libros de, la edición de sus cartas, publicadas por, Marta Osoro y el relato de, Lola Manjón, se desprende una frase lorquiana, “En una vida hay muchas vidas”. Un monologo, protagonizado por cuatro actrices, todas cántabras, por cierto; y un solo personaje, Emilia Llanos. Posiblemente el único amor femenino de Federico. La Emilia de, 1928 a quien el poeta le dedica un poema de amor, titulado, “Deseo”. La de 1936, la que no puede evitar su muerte, por ejecución; por falta de tiempo. La de 1956, cuando junto a, Agustín Peón, realizan la mayor investigación, sobre su asesinato. Por último al poco tiempo de morir, en 1967, un 29 de agosto, tras perder la cabeza, seguía enamorada de su Lorca, al que incluso reconocía su homosexualismo.
Con todo ello, Troyano, con buena visión teatral, sin evitar localismos, se plantea un argumento, que llena la escena de ese sentimiento, que el autor granadino llevo inmerso en su personalidad. Consiguiendo unos diálogos, seguramente sacados de los personajes reales, puestos en boca de cada Emilia. Expresando de forma perfecta sus contradicciones, con una traducción del personal con leguaje, poético hasta las tracas, conocido como lorquiano.
En una isla tan imaginaria como puedas pensar, se esconden, amores, no concretados; aspiraciones, inéditas; o deseos, que parecen imposibles, rotos, por un sentido común, muy necesario. Al mismo tiempo, que si existe falta de gestión, se convierte en un freno para la creatividad, en todos los sentidos. Pudiera ser la traducción simbólica de esta pieza escénica. Con un autor que se esconde en el personaje del Jardinero/ra, para introducirnos en el drama.
La escenografía, junto a la dirección de actrices, muy esquemática, con un aviso a navegantes, para el material del suelo de la tarima, donde se desarrolla la acción, que reacciona a la pisadas con ruidos. Combinando el mate, con el colorido, con unas puertas, que a modo de estancias estancas, atesora a los diferentes personajes de Emilia.
Las cinco actrices cántabras, acentuado lo de cántabras, pues consiguen de forma magnífica, amén de sorprendente, por su personal sentido meridional, con sus trabajos interpretativos, acercarnos a las diferentes edades y vivencias de Emilia, con el tono, de la escritura de dramas como, “La Casa de Bernarda Alba”, “Bodas de Sangre” y “Yerma”, señeras del autor.