José Ramón Saiz evocó en el Día del Libro la relación de Pick con Torrelavega

José del Río, «Pick», anda estos días en lenguas y alabanzas con motivo del cincuentenario de su fallecimiento. En Torrelavega cuenta desde hace tiempo con una calle, una pequeña arteria que surge de la calle Posada Herrera o camino a Asturias.  Desde la dirección de La Voz de Cantabria alabó siempre el florecimiento cultural de Torrelavega y mantuvo una estrecha vinculación con los elementos locales que propiciaron la Biblioteca Popular y años después, en los cincuenta, escribió en la revista local Dobra.

Durante años y años, José del Río Sainz ejerció el periodismo. Lo hizo con su peculiar tenacidad silenciosa, con su modo constante de andar y soñar, ajeno a lo que no fuera su diaria servidumbre, un poco como quien cumple un destino. El fue el primero en animar esos comentarios sobre el acontecer de cada día, que tan en boga se pondrían después; él fue el primero en llamarlos «Aire de la calle». Era un aire salobre, fresco y aventurero; el aire de las navegaciones, y los barcos que se iban, y los miradores que se quedaban.

La producción periodística y literaria de José del Río Sainz se animó con esta brisa poética y marinera. El sentía la atracción de las aguas; junto al muelle tenía siempre el aire de un piloto que espera contrata.

Por los azares de una vida azarosa, el «Pick» que nos deslumbra por su larga y activa labor periodística, supo no perder jamás la brújula. Cuando falleció en enero de 1964 pudo mostrar una ejecutoria abrumadora de trabajador de la pluma.

Poco a poco el perfil de José del Río Sainz se vio vencido por el tiempo. Se acusó y se hizo más sereno. De él quedaba, como un periscopio, o como un mástil que no quiere hundirse, su pipa transatlántica, la que delató su pasado del que no puede olvidarse su origen de capitán de gabarra en la bahía y poeta del mar.

Pero, si se le miraba con detenimiento, y, sobre todo, si se le escuchaba, volvía a resurgir el «Pick» de antaño, el «Pick» indestructible de los «Versos del mar», de las inmóviles meditaciones en algún espolón perdido de nuestra costa o de las maravillosas y estáticas singladuras hasta las próximas y lejanas Indias de Suances por donde tantas veces pasó en busca del mar abierto.

Era un buen poeta; fue un buen poeta. Pero, sobre todo, sin buscar más adjetivos,  un buen periodista. Bien cargado de aniversarios, aún sabía llenar la cuartilla de cada día, y en el vespertino «Informaciones» de la familia de Víctor de la Serna,  cumplió en sus últimos años con una sección a la vez muy actual y muy evocadora. Firmaba, sencillamente, «El Peatón».

Y pueden imaginarse por su firma, la constante, casi fatal andadura del periodista, su caminar por la cuesta arriba y por la cuesta abajo, por la noticia que viene, y, por la noticia que se va. Podemos imaginarnos a «Pick», andando así, a favor del viento y a contraviento, sin pausa, ni descanso. Y, siempre, entregado a su vocación y cumpliendo su servicio.

Cuando apenas si pensábamos en qué barco nos podíamos embarcar, las crónicas de Pick decidieron, quizá, nuestro modesto viaje. Quisiéramos haber sido con él, haber sabido, como él, apresar la pequeña razón de las cosas, su pequeña belleza, su fugacidad. Y también su gran poesía y su sentimiento. Nos queda siempre el consuelo y el orgullo de admirarle.

José del Río, Pick, José del Río Gatóo. El periodista y el folklorista. Tan indocumentado fue el que elaboró la ley del Himno a Cantabria que vincula al canto al periodista y poeta, para olvidar a nuestro inolvidable Pepín del Río. Una grosera ignorancia que aun campea en una ley de hace ya casi treinta años. A cada cual lo suyo. La gloria para los dos.