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La mujer dentro de la Ronda Marcera

¿Tiene sentido, hoy en día, la exclusividad sexista de la “Marzas”?. Las “marzas” son una de las tradiciones cántabras con mayor clara connotación machista, debido a la exclusión de la mujer en su ronda.

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La mujer dentro de la Ronda Marcera
12-03-2018

Recién salidas las rondas marceras por las distintas localidades de nuestra región y habiiendose celebrado el Día  de la Mujer, me pregunto, una vez más ¿Tiene sentido, hoy en día, la exclusividad sexista de la “Marzas”?.  Las “marzas” son una de las tradiciones cántabras con mayor  clara connotación machista, debido a la exclusión de la mujer en su ronda. 

Los más ortodoxos recurren  a leyes no escritas. Nos dice Antonio Montesinos en su libro Las Marzas: Rituales de identidad y sociabilidad masculinas. Editorial Límite 1992, que “La ley y la costumbre de las marzas no consienten más que a mozos solteros". Con ello, pone de manifiesto que las costumbres se convierten en leyes, dando paso al  denominado derecho consuetudinario. Pero,  costumbre simplemente es un acto o serie de actos que se realizan de manera continua en el tiempo y que pueden dejar de realizarse por causas diversas sin que se caiga en algo ilícito. Las costumbres quedan sometidas a variables circunstanciales. En el caso que nos concierne de las “marzas”, sería impensable en el medio rural, durante los siglos XIX y anteriores, que hombres y mujeres acometiesen roles comunes como es el ensayar  y hacer rondas nocturnas cantando  marzas. Vamos, totalmente impensable. Se tendría que esperar más allá de  mediados  del siglo XX para sólo poder imaginarlo.

Otra cuestión es, ¿qué fin perseguía en su origen  la  ronda de  marzas?

No sabemos con certeza la procedencia de las “marzas”, hay quienes las trasladan a la costumbre ancestral de los antiguos pueblos  de la península, anteriores a la denominación romana, siendo una fiesta propia del primer día del año que siguiendo el calendario lunar correspondería al 1 de marzo, para alabanza a la primavera. Así lo confirma el antropólogo Julio Caro Baroja : Los mozos son los descendientes de los que en otra época salieron con motivo del comienzo del año ‘Kalendae Martiae’ cantando las ‘martiae’, anunciando la venida del primer mes dedicado a un dios de la agricultura después de los meses purificadores”

Por lo tanto, su objetivo es el dar la bienvenida a la primavera a través de  cantos por las casas en alabanza a los vecinos, celebrando el dejar el duro y frío invierno atrás.  No existe ninguna reseña que nos pudiese llevar a considerar la ronda de marza, como ronda de amor o de cortejo. Por consiguiente, la diferenciación sexual no justifica sesgo alguno para realizar la ronda.

Otro mito a desmontar; tanto José Mª de Pereda 1864, en Escenas montañesas, como Amós de Escalante 1871, en Costas y montañas, Demterio Duque y Merino en 1892 y Antonio Montesinos en 1992, al referirse a la ronda marcera, hacen mención a una composición de mozos jóvenes. Es entendible; en el medio rural no es fácil imaginar, tiempo atrás, a un adulto de algarabía, cantando de casa en casa y acompañado de adolescentes y jóvenes, ya que la distancia intergeneracional ha sido manifiesta hasta tiempos muy recientes. Hoy en día, salvada ésta en buena medida y sin que llame la atención a los más puristas, participan en la ronda, niños, jóvenes y mayores sin que represente dificultad alguna. Al contrario, supone un instrumento de integración y de control social en el cumplimiento de los valores e ideales de la comunidad, donde los más jóvenes aprenden de sus mayores. No olvidemos que si algo es incuestionable a la ronda de marzas, es la exquisitez en cortesía, respeto y responsabilidad hacia la autoridad, hacia el vecino, hacia el propio grupo y hacia sí mismo. El ritual consiste en llamar a  la casa, presentación y saludo, pedir permiso, cantar si se concede, agradecer la dádiva y despedida. También se refuerzan, tal como nos indica Montesinos, con el ritual petitorio, el sistema de ayudas y prestaciones mutuas.

Otra consideración a tener en cuenta; las marzas que han tenido un proceso desigual en el tiempo, teniendo su periodo de realce y de decadencia, tras la Guerra Civil sufrieron un apagón en toda la región, va  a ser a partir de mediados de los años cincuenta, cuando a través de algunas agrupaciones de voces corales, como el Coro Ronda Garcilaso se vuelven a escuchar los cantos de marzas a través de la radio, pero sin ronda y cantada a dos o tres voces, cuando tal como nos dejó escrito Duque y Merino en “ Algo de las marzas” 1892, los cánticos de marza son a una sola voz y sin acompañamiento de instrumento alguno.

Decía don Sixto de Córdova y Oña que “quizás las marzas todas de nuestra provincia fueron inspiradas por la melodía musical que oí en 1878 en el famoso Cumbrales, donde nació y vivió don José María de Pereda”. Bueno, no sabemos… Lo que sí es cierto es que en Polanco desde antaño se recuerda el canto de marzas con sus paréntesis correspondientes. Los más mayores del lugar, nonagenarios hoy, recuerdan cantar las marzas por el pueblo e ir después a la taberna y con lo recaudado tomarse unos blancos o mistelas con galletas. En los años 70 un grupo de jóvenes de ambos sexos, pertenecientes al grupo de danzas hicieron un amago de cantarlas,  sólo salieron un años y por  tres o cuatro casas. Posteriormente, las niñas del colegio La Milagrosa, salieron  algunos años por el municipio para recaudar dinero para el viaje fin de estudios. Más tarde, en 1989, desde la Escuela de Adultos municipal, dentro de la programación pedagógica del área Sociocultural, se contempló la necesidad de dinamizar social y culturalmente el municipio que presentaba grandes carencias. Entre las diversas actuaciones estaba la recuperación de tradiciones, dentro de las cuales estaban el cántico y ronda de marzas. En estas tareas, se tenía muy claro que cualquier acción dinamizadora y transformadora se debía dar entre hombres y mujeres, jóvenes y mayores. Por lo cual, en ese año, comenzó la ronda mixta marcera de Polanco manteniendo continuidad hasta el presente.

Quiero con esto decir que en Polanco se ha tratado, a través del tiempo, de preservar la esencia de lo que es la tradición marcera, pero prestando menor atención a florituras, a la forma, que en mayor o menor grado, todos los grupos marceros vienen obviando.

 Las tradiciones también sufren su evolución, tal como indica Emma Mª Blanco en su libro “Marzas tradición viva en Polanco” Edición revisada y ampliada 2015, p.28, donde preservando el fondo, es decir, lo esencial, cabe – y, a veces, se hace necesario- que las formas o continentes vayan adaptándose a tiempos actuales, siendo lo suficiente abiertos como para comprender que ninguna de las formas adoptadas cambia el contenido del fondo. Si estamos dispuestos a cambiar la canción a varias voces o introducir mayores con jóvenes y niños, no debemos presentar estrechez de mira para introducir a la mujer.

Por fortuna hemos visto como en muchos pueblos y aldeas de Cantabria han resurgido en los últimos años grupos de rondas marceras mixtas, corrigiéndose paulatinamente ese lastre de exclusividad sexual que no tiene justificación alguna excepto una anacrónica estructuración social de base cultural y que paradójicamente se está dando más en el entorno urbano. La esencia de la marza – que es lo fundamental- seguirá tal cual: cántico, casa por casa, de alabanza a la primavera y a los dueños de la casa; en la forma, no solo cantarán niños, jóvenes y adultos, como ya lo vienen haciendo actualmente, desafiando posturas recalcitrantes, sino que se incluirán a la mujer sin diferenciación, sin subordinación real ni simbólica alguna. Con ello ganan las marzas, gana la sociedad, ganamos todos.