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La Procesión de la Soledad inundó de devoción las calles de Laredo

Tras dos años de ausencia por culpa de la lluvia, el retorno de la Procesión de la Soledad a las calles de Laredo congregó a una multitud a lo largo del recorrido.

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19-04-2014


 El silencio, el respeto y el fervor palpados a pie de calle ante el avance de los distintos pasos procesionales otorgaron al atardecer del Viernes Santo un sobrecogedor aspecto en el que se dejó sentir la devoción de laredanos y visitantes por una tradición que se remonta a finales del siglo XIX. El inédito retorno de las imágenes al templo de Santa María en plena noche incrementó el aspecto dramático y emotivo de una de las principales citas de la Semana Santa en Cantabria.

La misa de la Pasión, solemnizada por las voces del Coro Parroquial, dio paso, a las ocho y media de la tarde, a la ansiada salida de las tallas bajo el pórtico de la iglesia parroquial. Abierto el cortejo por “La Oración del Huerto”, una a una el resto de de las escenas que evocan la muerte de Cristo salvaron airosas la larga hilera de escaleras para descender mansamente a la rúa Santa María. Allí, el sonido de las marchas fúnebres interpretadas por la peña Los Pejinos y la peña del Tío Simón contribuyeron a crear una atmósfera de recogimiento con la emoción contenida al paso del cortejo. Cabe destacar el impactante aspecto que presentaban ambas márgenes del trazado por el que discurrió la procesión, con mención especial al impresionante gentío reunido en puntos como la la plazoleta del Marqués de Albaida y la plaza de la Constitución.

 

Tal y como dicta la tradición, bajo cada anda se dieron cita distintas generaciones de familias y agrupaciones que llevan décadas y hasta siglos ofrecidos a dicho menester. Muchos apenas lograron evitar las lágrimas en una jornada en la que se agolpan los recuerdos y las emociones asoman a flor de piel. Detrás de cada una de las tallas también se vivió el habitual ritual de quienes sienten una especial devoción por alguno de los Pasos, majestuosamente engalanados con flores sin restar un ápice del dramatismo a las estampas en ellos plasmadas.

 

Un año más, la estremecedora imagen de la Virgen de la Soledad volvió a acaparar las expresiones de admiración y cariño, al tiempo que hizo inevitables las lágrimas en muchas miradas atravesadas por su expresión doliente. Su fantástica ejecución a cargo del inolvidable Paco Velasco consigue insuflar vida a la imagen que más devoción arrastra en Laredo. Siguiendo su lento transitar por las rúas pejinas asomaba el cortejo oficial encabezado por el párroco don Romualdo, seguido del alcalde de Laredo, Ángel Vega, el Patrón Mayor de la Cofradía de Pescadores, Ángel Cuesta “El Noble”, miembros de la Corporación Municipal y representantes de la Policía Local, la Guardia Civil y otras entidades sociales de la villa.

 

Superada la antigua casa Consistorial, en la confluencia con la calle Menéndez Pelayo, todos las tallas viraron en dirección al mar en reconocimiento a la indiscutible vocación marinera de la villa. Este leve balanceo o baile de las andas, simulando ser mecidas por las olas en la bahía, es otro de los momentos que más estremece a quienes protagonizan una procesión plena de pequeños rituales que reviven una vez al año.

Con los Pasos apostados frente a la balconada principal de la Casa de Cultura, el párroco dirigió unas palabras a la multitud antes de que se procediera a entonar una Salve Marinera capaz de erizar el vello al más calmado. A continuación se inició un inédito retorno hacia Santa María, variando la anterior tradición de guardar las imágenes en el colegio San Vicente de Paúl o en el Convento de San Francisco. A la luz de las farolas el nuevo itinerario ganó notablemente en encanto, con las calles ahora ya semivacías acrecentado la impresión causada por la visión de las distintas escenas. Con un largo trecho por delante, los encargados de llevar sobre sus hombros las pesadas tallas apretaron el paso y abordaron un trayecto en el que la pronunciada rampa de Santa María requirió de varias paradas para tomar un respiro. Décadas atrás dicho regreso se realizaba por la denominada Cuesta del Infierno, más liviana en su trazado. Así lo recordaban los más mayores mientras acometían, sudorosos, el tramo final, escaleras arriba, para devolver a la iglesia unos pasos que acababan de protagonizar una de las más hermosas tradiciones que la Semana Santa brinda en el norte de España.