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La Sociedad Cántabra de Escritores rinde homenaje a Manuel Bartolomé y Serafín Fernández

JOSÉ RAMÓN SAIZ terminó la semblanza de ambos afirmando: "Amar, saber y poder: esto es lo que representa una vida completa: La de Manolo y Sera. Vidas que, con lógico dolor lo afirmamos, se completan con la muerte".

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La Sociedad Cántabra de Escritores rinde homenaje a Manuel Bartolomé y Serafín Fernández
17-05-2018

El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, ha asistido al homenaje que la Sociedad Cántabra de Escritores ha rendido a Manuel Bartolomé y Serafín Fernández, fallecidos recientemente.

En este acto “entrañable” de “reconocimiento a verdaderos amigos” cuya “huella permanece”, Revilla ha agradecido a la Sociedad Cántabra de Escritores este ejercicio de “puesta en valor” de personas que eran “amantes de Cantabria y de Torrelavega”.

Para el presidente, es “importante” acordarse de personas que profesaban un “amor infinito a la tierra, a las raíces y resaltaban nuestros valores” mediante sus textos, que sirven para “profundizar en la historia y en las costumbres” y que es necesario “que se conozca y hacer llegar a los más jóvenes”.

Han intervenido en el acto celebrado en el IES Marqués de Santillana -centro del que los dos homenajeados fueron alumnos- el alcalde de Torrelavega, José Manuel Cruz Viadero; el presidente de la Sociedad Cántabra de Escritores, Marino Pérez de Avellaneda, e Isidro Rodríguez Castanedo, tesorero y miembro de la Sociedad.

Al mismo han asistido gran cantidad de miembros de la organización, familiares y amigos de los homenajeados, representantes de los ayuntamientos de la comarca del Besaya y del mundo de la cultura y de la sociedad de Torrelavega.

La semblanza de los dos homenajeados ha sido realizada por José Ramón Saiz Fernández. El acto ha estado amenizado por el rabel de Paco Cosío, la voz de Julián Revuelta ‘El Malvís de Tanos’ y los bailes de la Agrupación ‘Virgen de las Nieves’ de Tanos.

Durante el transcurso del acto se ha hecho entrega a las familias de sendos retratos de los fallecidos, realizados, respectivamente, por Francisco Javier Fernández Malagón, y por el pintor Eduardo Pascual Sanz.

INTERVENCIÓN DE JOSÉ RAMON SAIZ

Realizó la semblanza a peitición de la directiva de la SCE, el escritor, doctor en Periodismo y Académico de la Historia, José Ramón Saiz. Esta fue su intervención íntegra:

Sr. Alcalde, autoridades, amigas y amigos todos:

 Entre las citas que nos inspira la vida quiero destacar la siguiente: “La vida es un combate cuyos laureles están en el cielo”.

Con estas palabras vamos a recodar y evocar a Manolo Bartolomé y a Serafín Fernández Villazón, a quienes homenajeamos en este acto en el que mi palabras, si bien representan mi sentir personal, las hago de todas y todos los que formamos el colectivo de la Sociedad Cántabra de Escritores, que ha impulsado este acto, así como de todos los presentes.

Cuando esta tarde preparaba estas líneas para decir lo justo en el tiempo justo, no pude sustraerme en pensar en otras personas que ya no están entre nosotros, que con amor y pasión aportaron fe e identidad a esta ciudad. Personas intachables a las que probablemente nada se las agradeció, que destacaron en la educación, la sanidad, la cultura y el valor por la dignidad humana.

Aunque puede afirmarse que los escritores no mueren, porque su obra permanece, lo cierto es que con el fallecimiento inesperado y atroz de Manolo y Sera se ha abierto un enorme socavón en el salón de nuestras casas, justo en el lugar que ocupa el libro que finalmente no pudieron escribir por falta de tiempo.  

Siempre les recordaremos porque vivieron con nosotros, sintieron lo mismo, tuvieron las mismas pasiones, se entregaron con valor y criterio a una actividad que no fue la de su vida profesional. Sus muertes, ya digo que inesperadas, representaron un crimen que no se puede reparar.

 

De Manuel Bartolomé García siempre admiré su carisma y su valor personal tan profundo y humanista, como fue, en su caso, saber cuidar, recoger, valorar y compartir lo que significó su padre, Antonio Bartolomé Suárez, en el periodismo cántabro y en la literatura costumbrista de nuestra tierra.

Ese meritorio homenaje del hijo al padre es, en este caso, uno de los mejores ejemplos que no es posible obviar por su grandeza y orgullo de hijo hacia el trabajo y la obra de su padre.

La biografía que escribió con el título  “Bartolomé: La trayectoria vital y obra literaria de un costumbrista cántabro” (2004), es un relato apasionado de la vida del que fuera descubridor de la documentación  del famoso Pleito de Los Valles, que llevó a Manolo, con justicia, a Escribano Mayor, nombramiento apoyado por todos los representantes de los Nueve Valles en la Casa de Juntas de Puente San Miguel en la jornada del Día de las Instituciones del pasado año.

Por tanto, su vinculación al periodismo y a las letras arranca de su homenaje personal a su progenitor, quien durante treinta años dirigió las páginas de Torrelavega del diario Alerta. La recuperación que realizó Manolo de los trabajos de su padre representa una aportación significativa para conocer a fondo la labor como escritor y cronista de la Montaña y de la ciudad con la firma de Bartolomé.

Antes que a Manolo, yo conocí, traté y valoré la figura de Antonio Bartolomé, su padre, cuyo nombre y servicios está en nuestra historia grande desde su Meridiano del Cántabro, más tarde Meridiano de Cuatro Caños.
Su hermano Luis Antonio, fallecido en 2007, se inclinó también por la literatura que compaginó con el fútbol y el automovilismo.

Desde que comenzó en las tareas literarias un vez que rescató la ingente obra costumbrista de su padre, Manolo Bartolomé ha sido un excelente amigo con el que hemos compartido muchas vivencias de Torrelavega. Siempre hablamos de cómo sería la Tía Josefuca del siglo XXI, que su padre tan bien retrató unas decenas de años antes en nuestro viejo habla montañesa.

Participamos en las tertulias patronales de la bodega de Cardín Montero en las que exaltamos siempre los valores de la ciudad de la Virgen Grande; la que organizaba Ernesto (Titi, el de la Caja) González de la Vega en su casa de la avenida Menéndez y Pelayo y a la que asistían, además, Manolo Egusquiza y Mauro Muriedas; almorzaba muchos miércoles en Cabrojo, cerca de Cabezón de la Sal, con amigos de siempre, de aquellos tiempos de Acción Católica -que compartió con Carlos Monje, décadas después alcalde- y cuando puso en marcha Radio Juventud de Torrelavega, su gran amigo Carmelo Oria.

Es muy difícil hablar de monopolio de una amistad y relación con Manolo, pues ejercía esos valores humanos a varias bandas en un claro ejemplo de ciudadanía.

Aparte de identificarse con la obra de su padre, Manolo Bartolomé se adentró en la  literatura convencido de que podía disfrutar del gran significado que encierra, estimando que a través de las letras podía encontrar y sentir satisfacciones un tanto espirituales.  Y fue así cómo sumó amigos y experiencias a través de la vida de las personas.

 Por esa vía encontró Manolo una mayor sensibilidad hacia los demás; estimuló su desarrollo personal y social, además de ofrecerle una reflexión –sobre la que a buen seguro meditó en muchos momentos- acerca de la condición humana, la vida, la muerte y nuestro paso temporal por el mundo, buscando como objetivo vital una realidad mejor y más justa.  

En 2016, después de tres años de investigaciones, Manolo Bartolomé alumbró la biografía de un gran personaje torrelaveguenses y cántabro del siglo XIX bajo el título de Pío Jusué Barreda: La gloria oculta. Probablemente es su obra cumbre en la que sigue paso a paso  las huellas de un personaje para el que la minería no tenía secretos. Manolo lo hizo realizando un gran bien a su ciudad al participarnos de un gran torrelaveguense que brilló con luz propia haciendo grande su patria chica.

Su identidad con el canto montañés se puso de manifiesto en muchas de sus obras. Cuando en este año –el de su muerte- el Coro Ronda Garcilaso cumple 75 años, quise y así se lo pedí, que firmara conmigo y Manuel Egusquiza la petición al Ayuntamiento, de acuerdo con su Reglamento de Honores y Distinciones, de la Medalla de Oro de la ciudad. Le faltó tiempo para sumarse a esa petición.

Incluso hablamos -fue nuestra última conversación- de repartirnos el trabajo y escribir un libro sobre la importancia de los Garcilasos para la supervivencia del cancionero montañés. Ya no será posible, pero ahí queda su obra con Ángel Muela sobre las Andanzas del Coro Ronda Garcilaso entre 1943 y 1956, editado a finales de 2005. Seis años después, publicó, de nuevo con Muela, otra obra de evidente valor: Picayos, Historia de la Agrupación de Danzas Virgen de las Nieves, de Tanos.

 No podemos obviar, finalmente, su apuesta permanente por la amistad como valor especial y esencial en su andadura humana. En la Sociedad Cántabra de Escritores todos fueron sus amigos a los que aportaba su energía, ánimo y capacidad para luchar en este campo tan difícil y complejo como el de ver, en algún momento, la obra hecha realidad en la que se ha trabajado con limpia ilusión. Este concepto de amistad no tenía límites, incluso con las personas opuestas. Manolo Bartolomé, en este sentido, contaba con verdaderas amigos, no simples compañeros, como siempre puso de manifiesto.  

La biografía de Manuel Bartolomé es inmensa en sus trabajos y quehaceres por la literatura y las amistades en su trabajo de Solvay y de la Torrelavega que vivió en su juventud que fueron, en gran parte, los años del milagro torrelaveguense. Una vida en la que trabajó siempre en positivo, sin intentar esa inclinación tan natural en nuestra sociedad de adoctrinar o catequizar. Termino como él nos acostumbró en todos sus mensajes: Salutem. Manolo.

A Serafín Fernández Villazón le conocí más de cerca porque pertenecía a mi generación. De Sera tengo que afirmar que no va a ser fácil sustituirle en las muchas funciones que realizaba generosamente para numerosos colectivos. Si dentro de algún tiempo echamos la mirada atrás, veremos cómo algunas de las entidades que él sostenía con trabajo y vocación se habrán extinguido. Lo intuyo. Lo siento, pero será así.

La propuesta no puede ser otra que lograr que entidades que hace años Serafín rescató de una muerte segura, permanezcan y podamos disfrutarlas. Miro en este caso al club Piscis, del que Sera era alma, motor, acelerador y freno, todo al tiempo.

En la tarde de su muerte, en el libro de firmas dejé escrito este sentido mensaje: ¡Insustituible! Es lo que siento. Pero, al mismo tiempo, estoy convencido de que su deseo es que todas las obras por las que él trabajo y dedicó tiempo, permanezcan y sigan siendo un referente en nuestras vidas. Es el reto con el que se despidió cuando más estábamos gozando de su amistad y de su trabajo.

Decía un amigo evocando la trascendencia de la pérdida que su muerte representaba para todos, que se nos queda por ahí mucha chatarra humana y se nos van los mejores.

Cuando este año nos reunimos en nuestra cita tradicional los unidos por los valores de los “Piscis”,  le echamos en falta como aglutinador de un encuentro en la que asumía todos los quehaceres. Con su carpeta, bolígrafo y un optimismo ejemplar, nos faltó su presencia física pero no su recuerdo.

Nos ha dejado también un profundo vacío en la Sociedad Cántabra de Escritores. Y se encontró en la persona de Serafín. Nadie que se precie de persona con dignidad, puede manifestar una sola queja de su actuación. Trataba a todos por igual y no faltaban diariamente sus notas en el correo de los asociados. Su trabajo para fortalecer interna y externamente la SCE ha sido inmenso y merece el agradecimiento de todos los escritores.


Siempre tuve un afecto por Serafín, que ahora se acrecienta en forma de gratitud. Fue el gran dinamizador de aquellos Grandes Almacenes Serafín que tenían entrada y salida hacia la Plaza Mayor y la calle Ruiz Tagle, que tuvo en su padre Serafín Fernández el gran referente del comercio local que la Cámara de Comercio supo recompensar hace algunos años. Fue Serafín, su padre, un gran torrelaveguense y empresario, que supo captar la llegada de nuevos tiempos en el sector del comercio, que tantas vibraciones positivas ha ofrecido en nuestra reciente historia. Tirando del título de una novela perediana, bien podemos decir aquello “de tal palo, tal astilla”.

Sera fue, entonces, un innovador y dinamizador en la promoción del comercio torrelaveguense, que a lo largo del siglo XX ha sido piedra fundamental de nuestro desarrollo. Aun recuerdo cuando se instaló la primera escalera mecánica que llegaba a Torrelavega y que representaba el ejemplo de la gran apuesta comercial de la familia Fernández-Villazón.


Aunque residía en Suances, su pasión estaba en Torrelavega. Sus artículos tenían un nexo común: su preocupación por la situación casi agónica de la ciudad y de su comercio. Proponía ideas y debates, buscando siempre el interés general. Nunca se inhibió en las propuestas. Escribiendo de Torrelavega y su futuro, dejaba brillar su palabra desde la libertad y el supremo valor de su independencia.

El final justo de esta intervención pasa por afirmar que Torrelavega vive de luto desde la inesperada  muerte de Manolo y Sera. Así lo digo desde la grandeza de los amigos muertos. Sintieron nuestra ciudad, hicieron ciudad desde sus valores profesionales.

Hemos perdido dos cántabros de pasión y orgullo. Dos españoles que amaron. Como escribió Platón, NINGUNO AMA A SU PATRIA PORQUE ES GRANDE, SINO PORQUE ES SUYA.

Amar, saber y poder: esto es lo que representa una vida completa: La de Manolo y Sera. Vidas que, con lógico dolor lo afirmamos, se completan con la muerte.

Salutem, amigos.