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Visita a la abadía de de Santa María de Viaceli, en Cóbreces

Fue nuestro anfitrión el P. Francisco Rafael Pascual Rubio, historiador y director de la revista “Cistercium“, coautor con Ruiz Carvajal del texto “La espera liberadora“ (Cantabria, 2015).

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Visita a la abadía de de Santa María de Viaceli, en Cóbreces
01-03-2018

Por Jesús Pindado

 
Pasaba yo siempre de largo sin entrar al recinto del bello edificio azulado azul en Cóbreces, hermoso lugar del municipio de Alfoz de Lloredo. Como todos, sabía lo de los quesos de los frailes y alguna vez paseé junto a la cercana costa. Hasta que el otro día, gracias a Virgilio Ruiloba hemos podido entrar por lo grande: él, Panchito Gómez y Pachi Palencia, de Novales, con Alberto Pachón, el líder de la Asociación de amigos de Torrelavega, para ver los tesoros que se guardan en el interior del monasterio neogótico, la arraigada abadía cisterciense en donde moran los monjes que practican vida contemplativa y de fraternidad para quienes escribió su antigua Regla San Benito en el siglo VI.

Su conocido lema, “ora et labora“ se encuentra en una de las paredes junto a recuerdos fotográficos de las distintas generaciones que han pasado por esta abadía, nombrada como “de Santa María de Viaceli“, hito en la peregrinación en el valle de Mena.

Tenemos la suerte de que nuestro culto anfitrión es el P. Francisco Rafael Pascual Rubio, historiador y director de la revista “Cistercium“, coautor con Ruiz Carvajal del texto “La espera liberadora“ (Cantabria, 2015) en donde se narra el asesinato en 1936 de los 19 monjes trapenses que un día habitaron en este lugar.

Hay que ver con qué primoroso cuidado abre el P. Pascual el armario especial en que se custodian algunos preciados libros como un Evangeliario de Oviedo, un incunable de Alonso de Montesinos, explicando el mérito de las tapas “de libro de coro antiguo“ o la gracia de que no haya una mínima errata en la tarea realizada con planchas de molde de madera. Soberbia miniatura de catecismo evangelizador de los indios.

Atravesamos el frío y tres estancias con gran cantidad de libros (más de 50.000) que iban a quemarse y pudieron salvarse porque los escondieron los monjes en agujeros que tapiaron encima de la bóveda. Los monjes que guardan los clásicos votos más el denominado de “estabilidad de por vida“. Esto nos iba relatando cuando en la iglesia con el retablo de “La Asunción“, vemos el órgano, que es un interesante híbrido porque está hecho con medio más regalado por los de Silos. Cantan ellos aquí gregoriano, llegan en fila y a las 9 de la noche siempre la “Salve“.

Nos muestra Francisco Rafael, abulense, el significado artístico del paso del románico (oscuro) al gótico (claro y de figuras estiradas); y no oculta el superado poder medieval o “derecho de cuerda y puñal“ de abadesas y de antiguas hegemonías. Ya no son mitrados los abades ni los legos visten de marrón. Afirma, rotundo, que “el
parlamentarismo nació en las salas capitulares“. Estudió Francisco Rafael en Búfalo (Estados Unidos) y de los 58 monasterios que hay en España conoce 50. Su narración se remonta a cuando 1.075 monjes construyen un oratorio en un bosque de Molesmes (Borgoña, Francia), pero 21 de ellos, y para mejor cumplir el relajado ideal monástico benedictino, decidieron abandonar el monasterio para establecerse en Císter, cerca de Dijon, bajo Roberto de Molesnes, elegido abad de San Miguel de Tonnerre.

Viaceli de Cóbreces procede del monisterio francés de “Santa María del Desierto“. Los hermanos Bernaldo de Quirós y Pomar dejaron su herencia para erigir en Cónreces el Instituto Agrícola y este monasterio neogótico que ha sido inspirador a su vez del de “Huerta“ en Soria, “Sobrado de los Monjes“ en Galicia y “Santa María del Evangelio“ en la República Dominicana.

Hoy está cedida la explotación agrícola y ganadera de la finca “Aranda“ a la Diputación y también, cedido el instituto como centro de E.G.B., se desarrolla la enseñanza oficial por acuerdo con la Consejería de Educación y Ciencia de Cantabria. Detrás, una historia con diversas etapas, éxito y tribulaciones.

El P. Rafael Pascual Rubio no muestra ningún atisbo, por cierto, de rencorosa memoria histórica... sobre los negros días bélicos del comisario Manuel Neila Martín, nombrado en Cantabria por Juan Ruiz Olazarán. Prefiere detenerse en la importancia intelectual del cuasi místico T. Merton, miembro de su orden y “guionista“ de Juan XXIII. Y nos despide recordando al abad francés muy radicado en Cóbreces, Dom Manuel Fleché, quién había vivido la persecución de su comunidad, de los asesinados, hoy mártires.

Al salir de la visita al monasterio comprobamos que solamente disponen los monjes de calefacción en la zona de sus dormitorios. Pero al igual que en la obra de Umberto Eco, “El nombre de la rosa“, la luz está, viene de arriba. Comprendemos que estos hombres tienen un compromiso de esperanza. Y hasta se nos olvidó comprar un queso.