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EL VERDADERO VALOR DE ARRIMADAS

Por ENRIQUE GOMARIZ

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Para poner en valor con cierto equilibrio la decisión de la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, de votar a favor de la última prórroga del Estado de Alarma, es necesario examinar sus distintas aristas, desde su valor individual hasta los efectos en el escenario político español, tan comentados por los medios de comunicación.

No hay duda de que Arrimadas previó la tormenta que iba a desatar su decisión, tanto entre sus aliados como entre sus contendientes. Y por supuesto en su propio partido. Y sin embargo se lanzó a la piscina. Para una mujer que ha mantenido la cuarentena a rajatabla y presenta ya una espléndida panzota (está a punto de salir de cuentas), hubiera sido más cómodo seguir recogida y dejarse de líos. Así que hay que reconocer que algo de coraje y audacia tiene esta charnega hecha a sí misma.

En todo caso, su decisión, más allá del costo político que le suponga, se ha conectado estrechamente con la opinión de una notable mayoría de las y los españoles, quienes mas del 70% estaba por prorrogar el Estado de Alarma, como medio -sin entrar en finuras jurídicas- para continuar la contención social. Y lo ha hecho arrancando concesiones al Gobierno nada despreciables para la oposición: desconectar los ERTE y otros subsidios del mantenimiento del Estado de Alarma, una comunicación mayor de parte de Sánchez cada semana y la preparación de un plan B para dentro de quince días.

Algunas opiniones conservadoras salieron de inmediato a clamar contra lo que consideraron una traición de Ciudadanos, que dejaba al PP en un sándwich entre ese partido centrista y Vox. Nada menos cierto. En realidad, la decisión de Arrimadas ha sacado al PP de un aprieto. Dado el órdago que se lanzaron Sánchez y Casado, no votar a favor de la prorroga le suponía al PP enfrentar la profecía autocumplida de los aparichitkis del PSOE, de tener que cargar con la culpa de los efectos de la pandemia. Con la votación de Cs a favor, el PP se salvaba de esa encrucijada y podía abstenerse cómodamente. Quizás por esa razón, Pablo Casado ha sido tan afable con Arrimadas, aclarando que ella no ha cambiado su percepción negativa del Gobierno PSOE-Podemos y que sigue contando con su confianza.

No obstante, es cierto que la decisión de Arrimadas ha movido algo el tablero político nacional. En primer lugar, porque al reclamar foco para una posición de centro, coloca sobre la mesa una referencia que presiona al PP hacia posiciones centristas, algo que reequilibra la presión que suscita Vox desde el flanco derecho del PP. En segundo lugar, porque muestra que las posiciones moderadas y con sentido de Estado son posibles en medio de la dinámica de confrontación que alimentan las fuerzas políticas mayoritarias.

Cierto, no esta claro si esta decisión audaz tendrá claros réditos electorales y partidarios. De momento, parece haber división de opiniones dentro de Ciudadanos: la salida de Juan Carlos Girauta refleja bien la actitud de los fieles a Rivera, mientras Javier Nart y Javier Pericay han salido públicamente en defensa de la decisión de Arrimadas. En una entrevista del diario ABC, la presidenta de Cs asegura que ha recibido muchas más opiniones positivas a favor que en contra, pero eso no tiene más remedio que decirlo. Imposible saber si el electorado de centro, que efectivamente existe, apoyará o no a Ciudadanos en unas próximas elecciones.

Lo que si parece haber despertado entre muchos observadores es una fuerte nostalgia de la existencia de un centro político. Algo que recorre las filas tanto conservadoras como del PSOE. Ahí están las declaraciones del exministro García-Margallo (En busca del centro perdido) y las del presidente autonómico García-Page, sugiriendo la ampliación del acuerdo hacia las fuerzas con sentido de Estado, “como lo ha demostrado Inés Arrimadas”.

Desde luego, eso ha sido contestado desde los extremos. Podemos ha mostrado públicamente su rechazo a la disposición del PSOE ha “negociar con la derecha”. Y los independentistas han puesto el grito en el cielo ante esa posibilidad, para evitar que Ciudadanos vuelva a constituirse en Cataluña su principal muro de contención

En todo caso, tampoco hay que exagerar el efecto que tiene el voto de Cs en el tablero nacional a corto plazo. Los que hablan del retorno de la geometría variable responden sobre todo a sus propios miedos o a sus intensos deseos. El rechazo mutuo entre Podemos y Ciudadanos supone un obstáculo prácticamente insalvable. El gobierno de Sánchez tendría muy difícil hacer pactos con Ciudadanos teniendo a Podemos dentro del Ejecutivo.

Pero al menos puede que la movida de Arrimadas contribuya a bajar un poco la crispación que continúa presidiendo la política española. Por cierto, los medios de comunicación también podían contribuir a ello. Por ejemplo, podían crear un premio novedoso: el PEIV, o Premio Extraordinario a la Incontinencia Verbal, para otorgarlo sobre todo a propósito de los debates parlamentarios. Ya existen serios candidatos avanzados: Adriana Lastra, Pablo Echenique, Santiago Abascal, Gabriel Rufián, entre otros. Tal vez así se cuidarían un poco en sus frecuentes imprecaciones.

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