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GIBRALTAR, PARQUE TEMATICO

Por GABRIEL ELORRIAGA

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Gibraltar es la larga y aburrida historia de una reivindicación dormida porque las relaciones amistosas entre el Reino colonialista y el Reino colonizado no permiten llevar el eterno pleito a tensiones dramáticas. Pero una cosa es el resignado cumplimiento del viejo Tratado de Utrecht de 1713 que sigue amparando un desfasado establecimiento militar fuera del sistema internacional de alianzas en la punta sur de una península de la Unión Europea y otra considerar que un paraíso fiscal parasitario permanezca a la sombra de una anomalía diplomática. Por ello, a través de los siglos, todas las situaciones políticas y regímenes habidos en España han mantenido viva una reclamación de descolonización que ha sido entendida como tal por Naciones Unidas y la Unión Europea. Por todos menos por la diarquía gobernante en la actualidad, Sánchez-Iglesias, más preocupados por la duración de su batiburrillo gubernamental que por la dignidad de España.

Cierta flaqueza se empezó a manifestar en tiempos de Zapatero-Moratinos con aquella visita vergonzante que daba presencia como interlocutores a los explotadores de la timba financiera, lo que no había sucedido en las gestiones ministeriales de Ana del Palacio, del PP, o de Trinidad Jiménez, del PSOE. Pero aunque a Moratinos se le viese una oreja traicionera hay que tener en cuenta que estaba lejos de aparecer aún la oportunidad de reconsiderar las consecuencias del Brexit con la salida del Reino Unido de la Unión Europea y el replanteamiento de las condiciones de vecindad como un asunto a resolver exclusivamente entre España y Gran Bretaña. La actitud del desgobierno que padecemos cuya cartera de Asuntos Exteriores pesa como plomo a la insípida Arancha González Laya, queda históricamente denigrada por el curso del primer acuerdo político sobre Gibraltar desde el famoso Tratado de Utrecht propiciado desde 2019 por José Borrel y aprobado por el Consejo de Ministros de cuatro de marzo sobre fiscalidad y protección de intereses financieros del paraíso fiscal existente en la Roca. La presencia de Fabián Picardo, ministro principal del poblado colonial, proclama la asunción de la trilateralidad en un asunto de la exclusiva competencia de los dos Estados.

A nadie puede sorprender esta renuncia a tratar dualmente la oportunidad histórica abierta por el Brexit si contemplamos el tipo de acuerdos en que se basa la estabilidad parlamentaria de la diarquía Sánchez-Iglesias. Si cuentan en asuntos interiores con los votos de separatistas radicales como Bildu o admiten formar mesa de diálogo bajo los condicionantes de Esquerra Republicana de Cataluña, sin reparar en las grietas que abren en la integridad del territorio nacional, no puede sorprendernos que consideren lícito blanquear los negocios que perjudican a la Unión Europea y a España como si Gibraltar fuese una entidad viable fuera de su condición de colonia británica.

Si en un futuro naciese un partido nacionalista en la provincia de Cádiz que aspirase a constituir un microestado cuya capital fuese Gibraltar, los diputados que obtuviesen en las elecciones generales de España quizá también serían admitidos para formar la mayoría Frankenstein en que se apoya la diarquía Sánchez-Iglesias. Porque para ellos solo cuentan los votos del trapicheo subordinado al mercado internacional del juego disfrazados como puestos de trabajo de unos miles de paseantes que cuando se les ofrece censarlos para garantizar sus paseos transfronterizos no se apuntan más allá de doscientos. Las veinticinco mil instituciones bancarias y ochenta mil sociedades mercantiles que residen en un barrio de “salsipuedes”, entre un apostadero naval y un cuartel militar son suficientes para intimidar al Gobierno de una nación que se propone apretar fiscalmente a sus propios ciudadanos. Refugio aceptado de piratas financieros y paraíso fiscal, Gibraltar puede llegar a convertirse en un parque temático de una España empobrecida por la izquierda. Un parque temático de “salsipuedes” al que habrá que facilitar buenas comunicaciones y numerosa clientela a cambio de beneficiarnos de algunos chiringuitos instalados en sus cercanías. Y los representantes de la nación española facilitando el negocio de acuerdo con el patrón del parque “salsipuedes”.

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