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VALDECILLA, EL MAS ALTO INTERES GENERAL

Por JOSÉ RAMÓN SAIZ

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HACE VEINTE AÑOS ESCRIBÍ ESTE ARTÍCULO que ahora rescato de mi Hemeroteca. Uno de los hechos que más ha conmovido a la sociedad cántabra en los últimos años se centra en torno a lo ocurrido en el hospital Valdecilla, de cuyo dramático suceso se han cumplido veintiún años (dato este que ha actualizado). Tras evocar el recuerdo de las cuatro víctimas y lamentar la falta de sensibilidad de la Administración competente en indemnizar a las familias - lo que hace más cruel lo sucedido, aunque lo económico no rebaje el dolor por las pérdidas humanas -, existe un temor generalizado en los ciudadanos sobre lo que en el futuro será Valdecilla, un hospital que consideramos nuestro, de todos los cántabros, ya que lo que sucede en torno a su presente y futuro nos afecta y nos interesa por cuanto lo que ha venido representando Valdecilla - una revolución en las técnicas hospitalarias en los finales de los años veinte impulsada hace setenta y un años por el mecenas Ramón Pelayo - nos coloca en la realidad actual, en la que faltan ideas innovadoras, adelantadas al siglo que ya llega, así como la falta de riesgo e iniciativa en los gobernantes de la comunidad que debieron en las horas posteriores al accidente apostar y presionar, sin límite, a la Administración central más por un nuevo Valdecilla que por la continuidad que representa reconstruir sobre lo viejo.

Lo que viene sucediendo a lo largo del último año no ha favorecido la imagen de Valdecilla y ello, a mi juicio, se debe a que asumiendo como asumimos todos que Valdecilla representa el más alto interés general de los cántabros; sin embargo, no ha existido el esfuerzo necesario para alcanzar un consenso general, aquí en Cantabria, para plantear, unidos, ante Madrid una alternativa seria y unitaria sobre el futuro de Valdecilla. Al contrario, hemos asistido a cómo el consejero de Sanidad y el Gobierno cántabro pidieron el cese fulminante del actual director-gerente, con la respuesta de un Insalud que miró para otra parte, dejando en entredicho y cuestionado al poder político cántabro, situación que ha tenido como continuidad un silencio absoluto para no hacer mayor el ridículo; asistimos, también, a una crisis profunda entre el equipo médico y la gerencia; hace breves fechas el anterior director regional del Insalud explicó en el acto de su relevo las verdaderas causas de su dimisión - con Valdecilla, por medio - y, finalmente, todos los datos que se van conociendo son negativos: el nuevo sobre el viejo Valdecilla está siendo cuestionado desde dentro del hospital y desde una parte de la sociedad; las obras están retrasadas, se han incrementado, las listas de espera y, probablemente, se tarde más de lo previsto lograr la normalidad.

No es preciso que insista que a raíz del suceso y teniendo en cuenta lo que representa y significa Valdecilla, la Administración cántabra debió consensuar el modelo a pactar con el Insalud para el nuevo hospital, partiendo de que la catástrofe ocurrida exigía plantear con todas las consecuencias una solución, incluso radical en el objetivo modernizador, a la Administración sanitaria del Estado. Conviene no olvidar que antes de lo ocurrido el 2 de noviembre de 1999, en la prensa y en la clase política se había abierto, si quiera tímidamente, un debate sobre la realidad de un hospital que se estaba quedando viejo y anticuado al transcurrir casi treinta años de la gran modernización impulsada en los comienzos de los años setenta. Aún recuerdo que meses antes del triste suceso visité a un amigo en el hospital y salí con una imprensión profundamente negativa por lo que había visto de deterioro y dejacción, es decir, pude ver un Valdecilla cual barco abandonado a su suerte. Inmediatamente recordé que los trabajadores de Valdecilla venían denunciado con insistencia y, por supuesto, el tiempo les ha dado la razón, que el hospital estaba padeciendo el deterioro que se provoca a un bien público cuando no se determinan presupuestos suficientes no solo para modernizar sino para mantener lo existente.

La falta del necesario consenso - en el Parlamento cántabro y con los colectivos sociales - para haber decidido con el máximo rigor y fortaleza el futuro de Valdecilla, con la necesaria exigencia ante Madrid, en las semanas siguientes al suceso, trae en estos momentos incertidumbres mayores y, sobre todo, una falta de confianza en las solucciones tomadas, por haberse acomodado, a mi juicio, al interés estricto del Insalud pero no al proyecto más ambicioso y de futuro (ya digo necesariamente consensuado), que debió surgir del poder cántabro. Las movilizaciones, la constante presencia de noticias - las más de las veces negativas - sobre Valdecilla en los medios de comunicación, la confirmación de un retraso en la ejecución de las obras, etcétera, provocan alarma en la sociedad, precisamente por la grandeza de Valdecilla en el corazón de los cántabros y, sobre todo, por representar el más alto interés general de los ciudadanos.

No quiero obviar en estas reflexiones, que también se puede hacer un fraude al Estatuto de Autonomía. Con motivo de la reforma, fue mi voto decisivo frente a la postura contraria de los grupos de la coalición gobernante, el que se incorporara al Estatuto un mandato claro e inequívoco para los poderes políticos de la Comunidad Autónoma: "garantizar la continuidad del hospital "Marqués de Valdecilla" como centro de referencia nacional, para que pueda mantener e incrementar en el futuro su alto nivel de actualización asistencial, docente, científica y tecnológica". Las soluciones que mejorar lo viejo, de mantenerse una grave incógnita no despejada sobre el modelo de hospital para el siglo XXI que tanto depende de los presupuestos del Estado, ponen de manifiesto que no se está cumpliendo la letra del Estatuto, además de elevar una cierta inquietud ciudadana.

Malo es que desde la gerencia se hagan esfuerzos para rechazar que Valdecilla es actualmente un caos. En este asunto, en el que la salud está en juego y un Valdecilla competitivo es una garantía para los ciudadanos, la sociedad cántabra con seguridad no perdonará. Valdecilla representa el más alto interés general de todos y , desde esta definición, es inaplazable que los cántabros sepamos hacia donde camina este gran hospital en historia que el doctor Izquierdo Rojo, autor del libro sobre el setenta aniversario, refleja con razón que "fue innovador en los años veinte, ilusionante en los treinta, pobre en los cincuenta, decadente en los sesenta, renovado en los setenta, prestigioso y vocacional siempre". A todos los cántabros, nos gustaría añadir que el reultado de las obras actualmente en marcha respondieran no sólo en su estructura sino en todos sus contenidos tecnológicos, a la definición de un Valdecilla como auténtico hospital para el siglo XXI. ¡Ojala!. Es lo que escribía !hace veinte años¡.

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