EL PP Y SU CAMBIO DE SEDE
Por GABRIEL ELORRIAGA
Si algún día un fotógrafo capta un camión de mudanzas ante la sede del Partido Popular no será porque haya cambios de personas o de ideas en dicho partido sino porque cambian de inmueble. Se van con la música a otra parte, con los mismos músicos y la misma partitura. Es posible que tal cambio de casa esté estudiado hace tiempo y que tenga razones económicas o de espacio dignas de consideración. Pero anunciada a bombo y platillo, como si fuese un cambio estratégico, tras el desastre de Cataluña, es bastante ridículo. Es como si el Real Madrid decidiese vender el Bernabéu porque hubiese perdido un partido en Barcelona. Si algún supersticioso cree que el número 13 de la calle de Génova da mala suerte está claro que, con los brillantes alcaldes de Madrid que ha promovido el Partido Popular, bastaría con pedirle a un regidor que modificase la numeración de dicha calle para, como dice el ocurrente Antonio Burgos, calificar el inmueble de 11 Bis ¿Pero cómo atribuir mala suerte al edificio ante el que aclamaron los afiliados las mayorías clamorosas de Aznar y Rajoy y desde donde Manuel Fraga consiguió el monopolio del centro-derecha “sin tutela ni tu tía”?
Los socialistas fueron más tradicionalistas en este asunto. Trasladaron su sede al antiguo domicilio de su fundador, Pablo Iglesias el ferrolano y no el del moño, y conservaron intacta la fachada para exponerse ante la casa del “Apóstol de los obreros” cada vez que necesitaban los votos de los trabajadores. No les importó nada la corrupción de las instituciones públicas en los últimos episodios del felipismo ni que dos sucesivos presidentes nacionales del PSOE fuesen encausados por la justicia, ni que el escándalo de los ERE en Andalucía dilapidase las ayudas a los parados. Las manchas se lavan con una buena casa solariega. En este caso la fachada de Pablo Iglesias el Apóstol. La casa puede servir en toda ocasión pública para que no se confunda la casa del PSOE con la casa de Galapagar del Iglesias del moño que antes fue tupida coleta. Pedro Sánchez sabe el consejo de aquella antigua dama, de cuyo nombre no puedo acordarme, que decía: no te fíes de ningún hombre que tarde más en peinarse que tú. Pablo Iglesias tarda más en peinarse que Sánchez y, quizá, necesita la ayuda de una peinadora como las señoras antiguas. Por eso Pedro Sánchez es posible que, cualquier día, cambie de coalición pero jamás cambiará la casa de Pablo Iglesias el ferrolano por unas oficinas sin carácter, no vaya a ser que algún día le convenga recuperar la fachada del auténtico PSOE.