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ASAMBLEA CIUDADANA POR LA SALUD GLOBAL

Por BERNARDO RABASSA

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Paralela a la 74º asamblea mundial de la salud los días 26 al 31 de Mayo,y del 1 al 4 de junio “mes de acción para parar la pandemia en el año 2023”, se ha celebrado a nivel mundial, con Conexión zoom entre Europa y América y la asistencia de numerosos delegados, conectados en diversas mesas redondas, he sido invitado por el presidente de honor de CEOMA y he participado el día 27 en la mesa del 3º módulo: mesa de principales indicadores sanitarios, sociales, poblacionales, los grupos escolares, trabajadores, adultos mayores, vulnerables, la movilidad humana y el transporte en la región, los aerosoles y las estructuras virales emergentes en la pandemia y dentro de ella en la Mesa 9 : Poblaciones Vulnerables, Adultos Mayores, confinamiento, Racionalidad pandémica y prevención Comunitaria ante los impactos directos e indirectos del SARS-CoV-2 2 Miembros de la Mesa: • Eduardo Rodríguez Rovira, Madrid • Bernardo Rabassa, España • José Ramón Martínez, España • Sonia Andrade, Ecuador Moderador: Carlos Ferreyra.

Mi intervención se ha circunscrito a la vulnerabilidad de la 3ª edad ante la covid 19 en España, destacando el hecho de que se han producido más de cien mil muertos , aunque según el Ministerio de Sanidad no llegan a los ochenta mil, de los que el 95% son mayores de 65 años a los que se ha analizado en la Revista de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Según Sacramento Pinazo-Hernandis de la Universitat de València,

La pandemia se ha extendido por los cinco continentes en solo unos meses tras los primeros casos de COVID-19 aparecidos en China en diciembre de 2019. La respuesta ha sido desigual en las diferentes comunidades autónomas españolas. Los recursos, los equipamientos han tardado en llegar y se han contagiado según mis datos 3,600.00. Las personas mayores son un grupo especialmente vulnerable ante la enfermedad producida por el SARS-CoV-2 que presenta un peor pronóstico, por su comorbilidad, los síndromes geriátricos y la fragilidad asociada al envejecimiento, habiendo sido definida la pandemia como una emergencia geriátrica.

La COVID-19 presenta mayor letalidad en personas con enfermedad cardiovascular y otras comorbilidades. Pero pese a las advertencias de la OMS, las personas mayores no han sido atendidas de forma preferencial en todos los lugares de nuestro país. Es más, en algunas áreas de salud se les ha negado la atención hospitalaria, dejando a los internados en las residencias, en las que un gran número de ellos habitan sin poder ser llevados a hospitalización. Confinados según instrucciones del Ministerio de Sanidad a una habitación aireada con un servicio y ventanas abiertas. Y sin ningún tratamiento específico. La salud psicológica y emocional de muchas personas se está viendo seriamente afectada y los efectos —similares a los de un estrés postraumático— es posible que sean duraderos.

Encima son considerados como posibles focos de contagio, estableciéndose una cultura del edadismo, (odio a los mayores), dejándoles morir, sin ningún tipo de asistencia, ni la posibilidad de ser velados por sus familiares, repercutiendo en las familias y en su estabilidad emocional mientras estaban a su vez confinados durante un largo periodo que en 2020 Las medidas de confinamiento en España comenzaron el pasado 15 de marzo y llegaron hasta los 99 días. El 25 de octubre se volvieron a retomar ante la segunda ola de la pandemia, sin mascarillas, prácticamente sin tratamientos y con unos 8,614 millones de personas vacunadas a hoy

El coronavirus está reforzando estereotipos edadistas («Mueren los viejos», «Las víctimas son las personas mayores y vulnerables»). Llama la atención que las noticias referidas a personas más jóvenes y en «edad productiva» son tratadas en profundidad y detalle, mientras que las muertes de las personas mayores parece que solo merecen engrosar las estadísticas.

Los términos que los políticos y los medios de comunicación usan para hablar de las personas mayores son a menudo inadecuados: «Nuestros mayores», «los abuelos». Pero lo cierto es que ni son «nuestros» en sentido de posesión ni todos son «abuelos» en su significado de parentesco familiar.

Otra forma de discriminación sufrida por las personas mayores en estos tiempos de pandemia ha sido la decisión de las autoridades sanitarias de tomar como criterio la edad para la desescalada, situando a las personas mayores como los últimos en poder salir del confinamiento, y entre ellos, las personas mayores que viven en residencias.

El confinamiento en casa, sin posibilidad de salir más que a asuntos imprescindibles, la reducción de salidas a una hora diaria, o el doble confinamiento de las personas en residencias (aislados del exterior y en su habitación sin gozar de las zonas comunes) y sobre todo de las personas con demencias tiene muchas consecuencias negativas: como la reducción o inactividad física y su implicación en problemas de sueño, insomnio y somnolencia diurna que ya ha sido demostrado en diferentes despedidas-miedo al virus, a que afecte a los hijos y nietos, a tener que ir a un hospital colapsado, a morir en la UCI sin despedirse… y sin velatorio.

La prohibición de visitas a las personas mayores que viven en los centros residenciales, si bien es una medida preventiva, se ha convertido en una fuente extra de aislamiento social y soledad emocional. La única fuente de vínculo social se ha visto reducida a unos momentos de comunicación por videoconferencia.

Acordémonos de que, el entonces vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, dijo que él se ocupaba de las residencias y no visitó ni una. Veamos también la política de Ayuso en Madrid que ha tendido a paliar las consecuencias económicas, confinando por distritos y barrios en función de la situación. Su éxito se vio en las elecciones autonómicas del 4 de Mayo. El PP logró más escaños que toda la izquierda junta (67 escaños). Iglesias dejó la política. Ciudadanos desaparece devorado por los populares. El PSOE se desploma en el peor resultado de su historia y Más Madrid supera a los socialistas.

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