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RESPUESTA APROPIADA A LA MASACRE DE BUCHA

Por ENRIQUE GOMARIZ

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El descubrimiento de la masacre de Bucha tras el retiro de las tropas rusas de esa localidad está provocando una indignación generalizada. Todas las guerras abiertas tienden a provocar muerte y destrucción, pero, por su lógica interna, suelen producir también casos y episodios que constituyen literalmente crímenes de guerra. Así, puede decirse que la invasión armada de Ucrania por parte de Rusia ya tiene su Mi Lay propio; el nombre de Bucha quedará en la memoria de los ucranianos y del resto del mundo como símbolo de la ignominia y la barbarie que puede producirse en el curso de una guerra.

La indignación que provoca estos hechos tiene lugar justo en el momento en que parecía que las negociaciones entre las partes en Turquía comenzaban a dar algunos frutos. Por otra parte, se alzaban voces en Europa y Estados Unidos que aludían a la necesidad de una negociación con Putin para detener la guerra. Berlín y Paris dieron muestras de una actividad independiente tras los exabruptos emitidos por Biden en Polonia. El canciller Scholz frenó la entrega de armas ofensivas a Ucrania y el presidente Macron aumentó sus llamadas telefónicas al Kremlin. Paralelamente, el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres anunciaba la iniciativa de negociar entre Moscú y Kiev un alto el fuego humanitario. Ensuma, parecía que el horizonte mostraba algunos signos esperanzadores respecto de la posibilidad de detener la guerra a no muy largo plazo.

El impacto causado por la matanza de Bucha parece detener esta prometedora dinámica. Tanto Washington como Bruselas han mostrado una reacción rígida y más confrontativa. La solución reactiva esta clara: incrementar la entrega de todo tipo de armamentos a Ucrania y aumentar la gravedad de las sanciones diplomáticas y económicas contra Rusia.

Nadie cree las declaraciones de Moscú acerca de que lo que se ha descubierto en Docha es un montaje de las fuerzas especiales del ejército ucranio. De todas formas, tanto la Unión Europea como la ONU ya han anunciado que será necesario una investigación independiente para aclarar los crímenes. Esta investigación tiene que organizarse de inmediato, para evitar que se contamine el escenario de la matanza.

Ahora bien, la pregunta fundamental que debe hacerse es si esa iniciativa es la única que debe constituir una respuesta adecuada al descubrimiento de la matanza de Bucha. Y ante esa pregunta es necesario saber si la disyuntiva que enfrenta el curso de la guerra ha cambiado en lo fundamental. Muchos observadores consideran que no es así. La disyuntiva sigue siendo encontrar un camino para detener cuanto antes la guerra, a sabiendas de que ello deberá contemplar una negociación con Putin, o bien aumentar la confrontación con Rusia en la perspectiva de una guerra duradera.

Parece indudable que cuanto más dure la guerra mayores probabilidades habrá de que hechos como los sucedidos en Bucha se repitan. Es decir, la forma más segura de evitarlos es parar de una vez la confrontación armada. Pero ello no debe significar olvidar lo sucedido en Bucha. Eso no tiene marcha atrás. Por esa razón, lo correcto es actuar en dos carriles, como lo está haciendo la ONU: impulsar una investigación sobre lo ocurrido, sin detener la negociación con Moscú acerca de la posibilidad de un alto el fuego humanitario.

Desde luego, este es el camino complicado. Lo más sencillo sería dejarnos arrastrar por la indignación y aumentar nuestra confrontación con la Rusia de Putin. Pero eso sólo prolongaría la guerra y la posibilidad de que parecieran nuevas Buchas. También en esta ocasión hay que apretar los dientes y hacer de tripas corazón, para que la presión sobre Moscú se oriente hacia un alto el fuego. La prolongación de la guerra, como producto del fortalecimiento de un impulso belicista, no es el camino a seguir. Tampoco para ayudar a la población ucraniana.

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