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19 DE NOVIEMBRE: DÍA MUNDIAL DEL RETRETE

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Por María Viedma Podrá parecerle increíble, pero el retrete -el excusado, el aliviadero, el inodoro, el váter, el evacuatorio- tiene su día y es el 19 de noviembre. No lo tome a risa ni lo considere una excentricidad del calendario. Si Naciones Unidas conmemora desde 2001 el día mundial del retrete es porque la “defecación sin riesgos” es un derecho no alcanzado por 3.600 millones de personas (casi la mitad de la población mundial) que a día de hoy (sobre)viven sin acceso a servicios de saneamiento gestionados de modo seguro. La falta de retretes está ligada al fallecimiento anual de más de 700.000 niños menores de cinco añitos. ¿A que se la ha borrado la sonrisa con la que empezó a leer este artículo? La Asamblea de Naciones Unidas informaba ya en 2015 que es muy preocupante que las cifras oficiales no reflejen plenamente las dimensiones de la (in)disponibilidad del agua potable, la (in)salubridad del agua para el consumo, la (in)asequibilidad de los servicios ni la (no)gestión de los excrementos y las aguas residuales, lo que significa que es probable que el número de personas sin acceso a agua potable y asequible y a saneamiento gestionado en condiciones de seguridad esté subestimado. La ausencia de cifras confiables que cuantifiquen la verdadera magnitud de esta problema constituye un indicador de la débil atención de la que es objeto. Precisamente, el lema de 2021 es ¿a quién le importan los retretes?, y con él se intenta conceder a los excusados la inexcusable importancia de la que son merecedores. ¿Que si importan los retretes? Muchísimo. No solo protegen nuestra dignidad, también salvan nuestra vida. Y no me venga con que exagero porque habré de replicarle que un saneamiento deficiente emponzoña las fuentes de agua potable, los ríos y los cultivos. UNICEF y OMS estiman que 2000 millones de personas se abastecen de agua contaminada por heces. Sí, dirá usted que “este mundo es una m…” Tiene razón, lo es. Y continuará siéndolo de modo literal mientras el poder económico y el político se obstinen en su preferencia por las desventajas antisociales de la desigualdad y su equivalente: la injusticia. La escasez de retretes no es una casualidad, ni el fruto imprevisto de una catástrofe de la naturaleza; es una elección, sí y además carísima, tanto desde una perspectiva humana como desde un enfoque económico. Para que se haga una idea le diré que cada dólar que Estados Unidos invierte en saneamiento básico supone cinco dólares de ahorro en gastos médicos. Por no hablar de los puestos de trabajo que se derivan o podrían derivarse de la fabricación de inodoros, de su instalación, de la creación de redes de alcantarillado y del posterior tratamiento de los residuos. Si hay desempleo, contaminación y 494 millones de personas que todavía defecan al aire libre es porque a los agentes decisores que regulan nuestra vida colectiva, el bienestar del prójimo les importa otra m… Agua y saneamiento para todos es el objetivo 6 de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible adoptada por la Asamblea de Naciones Unidas. Como ve, no parece que el mundo se encuentre cerca de alcanzar tan loable propósito, y eso que el derecho al agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y del resto de los derechos humanos. Si de verdad se aspira a que el objetivo 6 de la Agenda 2030 sea satisfecho, urge efectuar potentes inversiones que cuadripliquen los progresos que hasta ahora se han logrado en la cadena de saneamiento. La salud pública -no lo olvide- depende muy mucho de los retretes. ¿Y a quién compete arremangarse e implicarse en este (apestoso) asunto? La Asamblea de Naciones Unidas tiene claro que más allá de la cooperación internacional, se trata de una responsabilidad de los Estados y por eso los exhorta a que garanticen la realización progresiva de los derechos humanos al agua potable y el saneamiento para todas las personas de manera no discriminatoria, eliminando al mismo tiempo las desigualdades de acceso, en particular para quienes pertenecen a grupos vulnerables y marginados, por motivos de raza, género, edad, discapacidad, origen étnico, cultura, religión y origen nacional o social o por cualquier otro motivo, con miras a eliminar progresivamente las desigualdades basadas en factores como la disparidad entre las zonas rurales y urbanas, la residencia en barrios marginales, el nivel de ingresos y otros factores pertinentes. Este exhorto de Naciones Unidas a los Estados y su hincapié en la desigualdad, me trae a la memoria una reflexión que el filósofo Jose Antonio Marina en su brillante ensayo “La inteligencia fracasada” efectuó al hilo de la diferencia entre ética (búsqueda del bien y la felicidad individuales) y política (búsqueda del bien y la felicidad comunal)… puesto que la inteligencia tiene como meta la felicidad -privada o pública-, todo fracaso de la inteligencia entraña desdicha. La desdicha privada es el dolor. La desdicha pública es el mal, es decir la injusticia (…) Son inteligentes las sociedades justas. Y estúpidas las injustas. Se puede decir más alto, aunque no más claro. Por mi parte -y desde una visión geopolítica- voy a expresarlo con menos elegancia, pero en términos directamente relacionados con el tema que nos ocupa: el problema es que a muchas sociedades las teledirigen y manejan personas injustas, o sea, tontas del culo.

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