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SANTIAGO DE CHILE, CIUDAD SIN LEY

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enseres. Los dos operarios ya habían colocado su bicicleta, la televisión y varias cajas de cartón. Dentro del edificio se apilaban sillas, repisas y el resto de sus pertenencias. "Llevamos viviendo aquí diez años pero ahora es super peligroso. Nos mudamos a Providencia (un barrio norteño de la capital). Durante el último incendio mi marido se quedó atrapado en casa y yo ni pude entrar, tuve que irme a casa de mi hermana", explicó la ingeniera de 39 años.

La vivienda que ocupaba Caimanque se encuentra situada en una calle lateral de la Alameda Libertador Bernardo O"Higgins, una de las principales travesías de la capital chilena -Santiago- y también el epicentro, junto a la Plaza Italia, de unas protestas que no parecen haberse frenado pese al acuerdo político alcanzado para reformar la constitución heredada de la dictadura.

La residencia está situada en las inmediaciones del Hotel Mercure, que fue devastado el pasado día 28 de octubre junto a las instalaciones de Integramédica, una de las firmas privadas más significadas del criticado sistema de salud chileno, diseñado por el régimen militar.

Caimanque, de hecho, reconoce que apoya las manifestaciones contra un sistema que "ha agravado las desigualdades" y ha entregado gran parte de servicios básicos como la salud, la educación o el suministro del agua -esto último es algo inédito en todo el planeta- al sector privado, generado un creciente descontento entre las clases menos favorecidas que no pueden costearse las prestaciones de las que se beneficia la élite del país. No en vano, el último informe de la OCDE recordaba que Chile figuraba entre los países desarrollados más insatisfechos con su sistema educativo (en el puesto 29 de 35) o de salud (en el penúltimo).

"Estas manifestaciones tenían que ocurrir. El problema es que ha derivado en una violencia que no tiene justificación", aducía Daniela.

Los muros de la Alameda y el área en torno a Plaza Italia son un exponente de los muchos reclamos que acumula la población chilena y que los más radicales traducen en asaltos contra edificaciones a las que otorgan un simbolismo político como las de Integramédica, las sucursales de la entidad pública Banco Estado y otros muchos negocios como las farmacias, controladas por un oligopolio dominado por tres grandes cadenas.

MÁS DE 150 FARMACIAS DESTRUIDAS

Según el ministro de Salud, Jaime Mañalich, tan sólo en los primeros días de la revuelta que se inició el 18 de octubre fueron destruidas más de 150 farmacias. "Aquí los ricos viven una gran vida y el resto, todos nosotros, estamos asfixiados, repletos de deudas y nunca sabemos cómo llegaremos a final de mes. ¿Las farmacias? Se están enriqueciendo a nuestra costa. Fijan precios altísimos para los medicamentos", explicaba Alfonso Vidal, un padre de dos hijos presente entre la multitud que se había arremolinado en Plaza Italia el viernes.

Para intentar frenar la ira de los exaltados, algunos dispensarios de medicinas de esta zona han colocado hojas explicativas en sus fachadas donde aducen que "no pertenecen" a ninguna cadena. "Somos una farmacia de barrio", decía una.

A pocos metros de allí, los dueños de la ferretería Cerro Huelen habían escrito una larga disertación sobre el origen de sus propietarios con el mismo propósito. "Este es un local familiar de dos jubilados. Compañeros, estamos con vuestra causa. Somos un par de jubilados que nos vemos en la obligación de seguir trabajando ya que nuestras pensiones no nos alcanzan. Por favor no destruyan nuestro sueño y sigan adelante con vuestra causa, que también es la nuestra", se leía en el escrito.

Bajo esta dinámica, el centro de Santiago parece haberse instalado en una conducta bipolar que alterna una precaria normalidad por las mañanas, donde resulta habitual ver a los carabineros regulando la circulación vial en Plaza Italia o los tradicionales cafés de la zona repletos de clientes, y la sucesión de enfrentamientos que comienzan a generalizarse a partir de la media tarde. Dos realidades que quedaron plasmadas el viernes con la imagen de los lienzos blancos y la pancarta con la palabra "Paz" que colgó un grupo de jóvenes de la estatua de Manuel Baquedano a primeras horas de la jornada, y los violentos encontronazos que se registraron en el mismo lugar a partir de las 17:00 y que concluyeron con un manifestante muerto.

El embajador de Argentina en Chile, José Octavio Bordón, que tuvo que ser evacuado el pasado martes de este distrito, aseguró que "toda la zona céntrica es tierra de nadie". "Hay hoteles incendiados, farmacias, dos iglesias y una universidad destrozadas", relató el diplomático.

Como resumía la pintada que se observaba en el monumento a Manuel Rodríguez, "el pueblo lucha, Santiago arde".

"LOS SAQUEOS SON INACEPTABLES"

El estallido social ha provocado que decenas hoteles, museos, bancos y todo tipo de negocios del área se hayan "fortificado" cubriendo sus frontispicios con planchas de metal que otorgan un aspecto ciertamente singular a un distrito que solía ser el referente comercial de la capital. A mediodía de este sábado, dos empleados de una de las muchas empresas de cerrajeros que han tenido que multiplicarse en estos días para sellar puertas y accesos, colocaban una de esas placas para clausurar la entrada a una de las farmacias de la cadena Doctor Simi. "La han asaltado dos veces. Después del primer ataque colocamos listones de hierro para reforzar la puerta metálica, pero lograron abrir un agujero. Para reventar esta plancha necesitarían un soplete", refirió el experto, que no quiso identificarse.

A esa misma hora, aprovechando la tregua matinal, Nicolás Estay y un grupo de más de una docena de voluntarios de la Iglesia Cristiana Internacional retiraban los restos de barricadas calcinadas que permanecían ocupando la calzada en varias calles aledañas. "Nos coordinamos con la alcaldía y ellos nos dicen a donde tenemos que ir. Somos discípulos de Jesús y queremos ayudar a la comunidad", aclaró. Para el chaval de 23 años las movilizaciones populares están "basadas en la injusticia" pero coincidía con Daniela Caimanque en que "los saqueos" son "inaceptables".

"Son obra de gente que no tiene Dios, que comparte esa falta de fe con muchos miembros del Gobierno", adujo.

Al igual que en Hong Kong, los amotinados chilenos han adoptado diferentes símbolos que van desde Pikachu a un joven vestido de Spiderman cuya presencia en Plaza Italia se convirtió en una imagen viral en el país.

Pero ninguno ha alcanzado el carácter emblemático de un perro apodado el "negro matapacos", un can que aparece retratado en murales y carteles con un pañuelo rojo anudado al cuello -al que se le ha erigido hasta un altar en las afueras del Centro Cultural Gabriela Mistral-, que vincula las actuales movilizaciones a las masivas protestas que protagonizaron los universitarios locales en 2011, las mayores de la era democrática hasta la fecha actual y que se gestaron asimismo por el disgusto de decenas de miles de estudiantes ante un sistema educativo esbozado por el régimen de Augusto Pinochet.

En esas fechas, el "negro mapatapacos" (pacos es el apodo de los policías locales) alcanzó una enorme notoriedad cuando los chavales que se enfrentaban a los uniformados descubrieron que este animal les acompañaba en las marchas y sólo ladraba -según su versión- a los agentes. "Revolucionario innato, padre de 32 hijos (reconocidos) y marido de seis señoras, amigo del pueblo y la peor pesadilla de la policía", asegura la página Facebook que le han dedicado sus seguidores.

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