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Cantabria, frente al coronavirus, somos un pueblo excepcional

En los momentos de dificultad es donde se revela la realidad del corazón. Es ahí donde se retratan las personas, y con ellas toda una sociedad

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Cantabria, frente al coronavirus, somos un pueblo excepcional
26-03-2020

Durante estos días he tenido ocasión de hablar con alcaldes y concejales de pequeños municipios de Cantabria. Sus funciones van desde facilitar la compra a ancianos que no pueden salir a la calle, atender a familares de enfermos que están aislados, preocuparse de los hijos de unos padres que trabajan en el supermercado y no tienen colegio, hasta suplir la carencia de personal en una residencia de ancianos... Son situaciones dramáticas, para las que ninguno estábamos preparados, pero en las que muchos ediles han debido superarse a sí mismos, dejando al margen cualquier diferencia política o ideológica. 

No son una excepción. Su comportamiento es mayoritario en Cantabria. No hay más que ver a las personas que se han puesto a coser mascarillas desde casa, a quienes se ofrecen a hacer la compra a sus vecinos, los voluntarios para atender residencias de ancianos, los empresarios que cambian de actividad para facilitar material sanitario, médicos jubilados que se ofrecen para volver al trabajo en plena crisis... No son escenas de ‘Qué bello es vivir’, es parte de una realidad que tenemos delante de nuestros ojos y que nos debe hacer reflexionar. 

En este cuadro es verdad que también hay quienes se saltan el confinamiento, que hay sinvergüenzas que se aprovechan de la tragedia, que hay personas que mueren por falta de previsión... Pero todo eso es la excepción. Y por eso es más destacado, es noticia. No es ese, afortunadamente, el comportamiento mayoritario de nuestra sociedad. 

En esa lista de actitudes positivas damos por descontado que haya cajeras de supermercado, reponedores, transportistas, ganaderos, policías, médicos, enfermeros, personal de limpieza de los hospitales que no se dejan vencer por la tensión y el miedo. El que los servicios esenciales de Cantabria, públicos o privados, estén funcionando con normalidad, de frente a las noticias sobre los efectos del virus, demuestra que hay resortes morales. 

A la hora de trazar el cuadro completo de una sociedad es preciso analizar toda la realidad. Es la forma de evitar caer en el pesimismo o manifestar autocomplacencia. No todo es perfecto. Está claro, pero creo que es necesario que el futuro de Cantabria, una vez superada esta crisis, lo sepamos construir valorando todo lo bueno que tenemos.

Por encima de todo pienso en nuestros hijos. Si de esta crisis aprenden a valorar el coraje de nuestros profesionales sanitarios, la generosidad de asociaciones laicas y religiosas para ayudar a los más necesitados, la firmeza de cajeras de supermercado, de farmacéuticos o policías, de las Hijas del a Caridad en la Cocina Económica, estaremos construyendo una Cantabria mejor. 

Es el momento de aplaudir desde el balcón, en las redes sociales, a todos los que vienen a sumar, a los que entienden su profesión como un servicio público, y a quienes tienen la iniciativa de adaptarse a la situación y tratar de dar lo mejor de sí para que todos salgamos adelante. 

En los momentos de dificultad es donde se revela la realidad del corazón. Es ahí donde se retratan las personas, y con ellas toda una sociedad. Y si algo hemos descubierto estos días es que en Cantabria hay personas excepcionales que hace una sociedad excepcional. Es hora de valorarlo y de que nuestros hijos sepan discernir la dirección adecuada. Modelos a seguir no faltan.