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Concepción Arenal, hija de militar lebaniego de Armaño, 200 años después

En cuanto a los privilegios del sexo, renuncio solamente a ellos, por haber comprobado que ‘cuestan más que valen’. Concepción Arenal, la primera mujer con un cargo relevante en la administración española.

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Concepción Arenal, hija de militar lebaniego de Armaño, 200 años después
01-02-2020

Nació mujer en una época adversa, supo enfrentarse con coraje a la sociedad de su tiempo. Obcecada en reivindicar la capacidad intelectual de las féminas y su derecho a recibir la misma educación que los hombres hizo de su vida sin pretenderlo, una lucha sin tregua. Su formación universitaria, a la que accedió 'travestida',hizo de ella una mujer de principios.

Nacida en el número 177 de la calle Real en Ferrol (La Coruña). Su padre, Ángel Arenal Cuesta, fue un militar (sargento mayor, rango equivalente al de teniente coronel con funciones mixtas de Intervención e Intendencia) castigado en varias ocasiones por su ideología liberal, en contra del régimen absolutista del rey Fernando VII. Como consecuencia de sus estancias en prisión, cayó enfermo y murió en 1829, por lo que Concepción quedó huérfana de padre a los nueve años. En ese mismo año, se trasladó con su madre, María Concepción Ponte Mandiá Tenreiro y sus dos hermanas, Luisa y Antonia, a Armaño (Cantabria), a casa de su abuela paterna, donde recibió una férrea formación religiosa. Un año después, falleció su hermana Luisa. En 1834, con ayuda de su pariente Antonio Tenreiro, segundo conde de Vigo, se trasladaron a Madrid donde Concepción estudió en un colegio para señoritas.

En cuanto a los privilegios del sexo, renuncio solamente a ellos, por haber comprobado que ‘cuestan más que valen’. Concepción Arenal, la primera mujer con un cargo relevante en la administración española, allá por la segunda mitad del XIX, sabía lo que se decía. Su vida fue una cruzada feminista. Y pese a que,  para las generaciones venideras, sus planteamientos fueran considerados más femeninos que feministas, dado que jamás cuestionó los roles sexuales establecidos,  su papel en pro de la emancipación de la mujer en España es incuestionable.

Celosa de preservar su intimidad, Concepción se empecinó en destruir poco antes de morir todo documento que aportara datos sobre su biografía, temiendo que su vida privada empañase el valor de su producción intelectual. Pero el valor de su obra hace que eso sea imposible. Y vale la pena conocer su vida para entender las dificultades y obstáculos constantes que tuvo que salvar hasta lograr sus notables realizaciones.

Sabemos que Concepción nació en Ferrol. Su madre, con la que compartía santoral, era descendiente de una familia noble, hermana del conde de Vigo, mientras que su padre, firme defensor del liberalismo, sería encarcelado: se enfrentó contra la monarquía absolutista impuesta por Fernando VII, lo que le llevaría a prisión y le condenaría a una muerte temprana. La pequeña contaba sólo 8 años por entonces. Bebiendo de la ideología paterna, Concepción crece convencida de que debe defender sus convicciones personales y luchar por sus ideales, actuando en consecuencia.

Tras el fallecimiento de su padre, la futura penalista es ingresada en un colegio religioso, por deseo expreso de su madre, en el que le enseñan a comportarse en sociedad. El programa de estudios no está a la altura de las inquietudes intelectuales de la futura penalista. Porque Concepción tenía las ideas muy claras, era mujer ‘pero no tonta’ y, por encima de todo, deseaba cursar estudios superiores,  pretensión inaudita en una mujer de la época. Su madre reprobaba su decisión, pero el destino jugó sus cartas y, tras el fallecimiento de su abuela, cuando la futura penalista contaba exactamente 21 años, falló en su favor, ya que la herencia familiar recayó sobre ella. Concepción toma la alternativa. Decidida a asistir a la universidad, aun cuando el acceso a las aulas universitarias estaba vedado a las féminas, no duda en ‘travestirse’: vestida de varón, acude a las clases de Derecho Penal y Jurídico. La suerte estaba echada.

En aquel recinto conoce al que será su esposo, Fernando García Carrasco. El 10 de abril de 1848 contraen matrimonio. Quince años les separan, pero la simbiosis es perfecta. Su cónyuge es un hombre avanzado para la época y, contemplando a su esposa como un igual, alienta sus inquietudes feministas, animándole a acudir junto a él a tertulias literarias, aun cuando para ello Concepción debiera continuar vistiendo ropa masculina.

El matrimonio tiene tres hijos, de los que solo dos sobreviven, Fernando, el primogénito, le permitirá participar en concursos literarios al ‘prestarle su firma’, en aquellas ocasiones en las que una mujer se hallaba ‘fuera de juego’.

La ‘carrera profesional’ de Concepción se decantará por la literatura: escribe poesía, teatro, zarzuela y novela, y sus  Fábulas en verso (1951) serán declaradas lectura obligatoria en enseñanza primaria. Cuatro años después, el matrimonio García Arenal empieza a colaborar en el diario La Iberia pero cuando Fernando gravemente enfermo no puede escribir sus artículos, es ella quien las redacta. Y al morir éste, ella se hace cargo de los mismos sin firmarlos, momento en que los honorarios se reducen a la mitad. En 1857 Concepción se ve obligada a dejar de firmar: la Ley de Imprenta impone la obligación de firmar los artículos versados en política, filosofía y religión. Mes y medio después, la publicación anuncia su cese como redactora.

A este hecho suceden otros tantos que contribuyen a que Concepción tome conciencia de su condición de inferioridad como mujer. Es entonces cuando se dispara su creatividad literaria, sus múltiples ensayos en los que defiende sus creencias morales y feministas. A raíz de las que el 4 de abril de 1864, a instancias de la reina Isabel II, el ministro de Gobernación,  Florentino Rodríguez Vaamonde, la nombra Visitadora de Prisiones de Mujeres  Concepción tiene 44 años.

Obras completas de Concepción Arenal publicadas en Madrid en 1924 

En 1860 obtiene el premio de la Academia de Ciencias Morales y Políticas por su ensayo La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad, primera vez en premiar a una mujer al reconocer el valor de los conceptos que analiza: “beneficencia”, ayuda del Estado a las personas necesitadas; “filantropía”, preocupación filosófica por la dignidad del hombre, y “caridad”, la espontánea compasión cristiana hacia el prójimo. Esta misma institución la vuelve a destacar por su trabajo La instrucción del pueblo (1881). Además, su obra Oda a la esclavitud consigue el primer premio del certamen literario convocado por la Sociedad Abolicionista Española.

Entre sus reflexiones feministas, Arenal se preguntaba porqué si la mujer era considerada inferior al hombre, tanto en lo intelectual como en lo físico, se le aplicaban las mismas penas al delinquir. Entre sus publicaciones de marcado carácter feminista destacan La mujer del porvenir (1869), La mujer en su casa (1881) y La educación de la mujer (1892). En todas ellas reivindica el derecho a la educación y la igualdad de la mujer. Para María del Carmen Simón Palmer, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, era “una autora con una personalidad singular que rompió con los roles asignados a su sexo y abordó, por escrito y sin concesiones, temas conflictivos como la situación de los presos, de los pobres o de la mujer”.

Sus Fábulas en verso, con moraleja final, publicadas en Madrid en 1851, son todo un ejemplo de enseñanzas éticas, tal es así que fue declarado libro de texto en las escuelas de su época, y de crítica social a algunos de los lastres que condenaban a las gentes en la segunda mitad del siglo XIX y que todavía hoy siguen siendo realidad y tan pertinentes como lo eran entonces.

En el doscientos aniversario de su natalicio recordamos algunas de las conclusiones de sus parábolas:

“No nutre lo que se come, / sino lo que se digiere”

“No olvides nunca, hijo mío, / que es difícil, te lo juro, / ser como el arroyo puro / y ser grande como el río”

“Años hace que le oí / Decir como regla a un viejo / Y la guardé para mí, ´Que el sabio al dar un consejo, / Se acuerda poco de sí`”

“Mal sienta la gravedad / En negocio que no es grave, / A majadería sabe / Y trasciende a vanidad. / Al notar esta señal / Quedo para mi dudando, / Si quien es formal jugando / Jugará en cosa formal”

Y la fábula XXI, “El daguerrotipo y la pintura”:

Orgullosa la pintura / Al daguerrotipo dijo: / Por mas que te empeñes, hijo, / No llegarás a mi altura.

Al vulgo retratarás, / Que al vulgo desdeño yo, / Pero a la gente de pro / A los príncipes, jamás.

Tu tamaño reducido / Luego, el no poder mirarte / Como a mí de cualquier parte, / La falta de colorido.

Trabajas con equidad, / Por eso has hecho fortuna, / Mas no tiene duda alguna / Que sin color no hay verdad.

Y aunque a veces a tu ruego / Ilumino tus monotes, / ¿Quién no ve que son pegotes? / ¿Si idiota no es o está ciego?

—Bien, dijo el daguerrotipo, / Aun cierto el hecho en cuestión / Amiga, de tu opinión, / Dispensa, no participo.

Juzgas que celebridad / Entre los grandes no adquiero, / Porque no soy verdadero, / Y es porque digo verdad.

Es porque á mentir no acierto, / Y al contemplar su retrato / Se encuentra chato el que es chato. / Y sale tuerto el que es tuerto.

Por una inflexible ley / Sin consultar su nobleza, / Trato con igual llaneza / Al pordiosero y al rey.

Y no cual tú en mentir diestro, / ¡Cuántas veces he copiado / el semblante del malvado! / ¡Cómo era, vil y siniestro!

Nada hay en ello que asombre / Obedeciendo los dos, / Yo a la voluntad de Dios, / Tú a la voluntad del hombre.

Quien tesoros acumule, / En el lienzo o el papel, / Con la pluma o el pincel, / Puede pagar quien le adule.

Y en este mundo embustero / Segura cosa es también, / Que nunca ha de faltar quien / Mentiras dé por dinero.

Si tú conservas la palma,

Es que el hombre en su abyección

No quiere mostrar mal son

Ni su cuerpo ni su alma.