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José Ramón Saiz dijo sobre Estrañi que defendió en el siglo XIX ideas democráticas y la separación iglesia-Estado

Pronunció esta conferencia invitado por el Archivo Histórico de Cantabria, siendo presentado por su director.

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José Ramón Saiz dijo sobre Estrañi que defendió en el siglo XIX ideas democráticas y la separación iglesia-Estado
14-12-2019

EL DOCTOR EN PERIODISMO Y ACADÉMICO DE LA HISTORIA, José Ramón Saiz, pronunció en la tarde del viernes una conferencia sobre el periodista José Estrañi, organizada por el Archivo Histórico de Cantabria y la Biblioteca Central de Santander, con motivo del centenario de la muerte de este profesional de la pluma que fue director de El Cantábrico (1895-1919) y primer Presidente de la Asociación de la Prensa, desde 1914 hasta su fallecimiento. Presentado por el director del Archivo Histórico, José Ramón Saiz pronunció su conferencia, que a continuación transcribimos:

Buenas tardes, amigas y amigos:

Hace dos o tres semanas recibí una invitación para impartir esta conferencia sobre el magisterio de José Estrañi y Grau, de cuya muerte se cumplirán cien años el próximo 29 de diciembre. Acepté sin poner ningún pero por cuanto he estudiado en profundidad la trayectoria de este insigne periodista, con la publicación de artículos sobre su figura y de un estudio de investigación de más de 400 páginas sobre El Cantábrico, el periódico que dirigió desde su fundación, en 1895, hasta su muerte en diciembre de 1919. 

Espero, pues, no defraudarles, desde mi agradecimiento a esta Biblioteca Central por su invitación y la atención que el Archivo Histórico de Cantabria dedica a este periodista albaceteño de nacimiento pero lo que vale, como defendía don Marcelino Menéndez y Pelayo, es la oriundez y por ello debemos considerarle cántabro ya que aquí no solo construyó su familia sino que ejerció activamente el periodismo durante casi medio siglo.  El propio Estrañi en una de sus famosas Pacotillas dejó expresado su amor  Santander y su provincia:

“Aquí he encontrado amparo, luz, simpatías/esperanzas risueñas; paz, alegrías/alientos… ¿Había yo de irme de La Montaña/que es el rincón más bello que tiene España/aunque lejos me dieran un Potosí?./

No puedo, por otra parte, ser indiferente en este acto ante la reciente muerte de Benito Madariaga de la Campa que tanto trabajó en investigar la presencia en Santander de Benito Pérez Galdós, gran amigo de Estrañi.

Hace ya quince años, en un artículo que publiqué en Alerta de 9 de julio de 2004, valoré las grandes aportaciones literarias y de investigación de Benito Madariaga. Conste, pues, en este acto nuestro recuerdo de otro ilustre maestro.

Quiero destacar, aunque sea brevemente, lo que escribió hace años un filósofo británico: la pólvora, la brújula y la imprenta fueron los únicos inventos que cambiaron por completo el mundo. La imprenta multiplicó el conocimiento, lo generalizó, confrontó opiniones y estimuló la crítica, ingredientes que contribuyeron a formar pueblos más maduros y desarrollados.

Frente a una televisión zafia y a una red sin la necesaria credibilidad cobra más sentido que nunca defender el valor de la lectura. Este debate toca muy de cerca a los periódicos, herederos diarios de la imprenta, y al periodismo. Lo hace justo en un tiempo confuso en el que apocalípticos e interesados compiten por poner fecha de caducidad a la letra impresa.  

Ni hoy, ni mañana, ni nunca es imaginable un periodismo sin periódicos, ni una sociedad sana que no los tenga. Lo único que puede acabar con el periódico es el mal periodismo. El dilema no es si un canal destronará a otro, sino la necesidad de refundar esta profesión para servir mejor al público, para desterrar esa estupidez y esa vulgaridad rampante que trepan por algunos medios.

Por ello, al acogernos esta espléndida Biblioteca Pública debo decir que si  queremos avanzar hacia un mundo más culto y maduro, frente a la estupidez televisiva y a la superficialidad de la red, hay que reencontrarse con la lectura. La mejor información y la que más induce a la reflexión siempre entran a través de una página impresa. Un ciudadano bien informado piensa y es crítico, los dos actos que fortalecen cualquier sociedad moderna.

 

 

Una vez hecha esta introducción quiero reflejar que Estrañi tuvo una larga y fecunda actividad periodística. Valga esta afirmación: En un trabajo que he realizado sobre seudónimos en las letras de Cantabria queda patente esa gran actividad que Estrañi llevó a cabo. Vean:

Histórico co-fundador y director de El Cantábrico firmó composiciones poéticas (Pacotillas) con el nombre de Pepe y crónicas sociales con el de Mefistófeles.  Para sus trabajos taurinos firmó con el de Tío Pepe en La Voz Montañesa.  Su seudónimo El Tío Calores lo empleó en algunos periódicos de Valladolid, antes de su llegada a Santander y en El Buzón del Pueblo (1870).

Con el seudónimo El Padre José publicó una Pacotilla en La Voz Montañesa sobre una peregrinación católica a Las Caldas por la que recibió condena de cárcel.

El historiador Celso Almuiña le adjudica otros seudónimos en esta etapa de gran creación literaria de Estrañi. En El Trueno Gordo (1868-69) empleó los de Júpiter Pepito y Para Rayos; en El Cuco (1869) los de Men Rodríguez de Sanabria y Barba Larga; en La Mar y Mar Azul (publicaciones en las que estuvo ligado entre 1871 y 1876) firmó con los seudónimos de Escamón, Calamar, Sardinilla, Langostilla, Langostino, Neptuno y El Tío Calores, éste último para crónicas taurinas que también frecuentó en El Norte de Castilla y en La Crónica Mercantil, revelándose como un crítico taurino hispeante y consumado. En la publicación El Hipócrita firmó con el nombre de Claudio Camino.

Los seudónimos en el siglo XIX tenían dos motivaciones: por un lado, estar a salvo, aunque no siempre, de las reacciones autoritarias e intolerantes del poder político ocultando la identidad y, por otra, lograr más ingresos económicos en un tiempo en el que el periodista estaba muy mal pagado.

 

 

Periodista y escritor afincado en Cantabria, José Estrañi nació en Albacete, pasando su infancia en León, Oviedo y Madrid, hasta que  en 1860 se estableció en Valladolid donde estuvo empleado en el Ferrocarril del Norte y en la Fábrica del Gas. Al tiempo comenzó a dedicarse al periodismo y a participar en representaciones teatrales; tiempos en los que de un carácter esquinado y rebelde, le obligaron a algunas emigraciones, unas voluntarias y otras impuestas por la justicia, pero tales vicisitudes en ningún momento debilitaron su vena satírica y jocosa; antes al contrario, parece que con ello se mostró más viva, lozana y exuberante.

Se ha escrito que el siglo XIX es el siglo del periodismo con la lucha por la libertad de imprenta y el avance en las innovaciones técnicas que se irán incorporando a lo largo de los primeros años del siglo XX. En ese contexto en el que el telégrafo aún no había sido sustituido por el teléfono, el montaje del periódico se hacía letra a letra a falta de la linotipia, y cuando la rotativa no ha sustituido a la impresora plana, aparece El Cantábrico, diario independiente de la mañana que fundan, el 4 de mayo de 1895, el periodista José Estrañi y Grau y los abogados Manuel y Buenaventura Rodríguez Parets (nacidos en Cuba pero oriundos de Puente San Miguel), con un compromiso novedoso:

 “El periódico no podrá en ninguna ocasión constituirse en órgano de fracción ni partido determinado, pues su principal misión ha de ser la defensa de los intereses generales y regionales, espíritu de amplia justicia sin herir sentimientos religiosos ni defender personalismos” .

José Estrañi y Grau además de fundador de El Cantábrico -con los hermanos Manuel y Buenaventura Rodríguez Parets– fue su primer director.

 

 

Sólo él podía serlo por su trayectoria profesional, liberal y  democrática, sometida a numerosas  pruebas en el ejercicio de una profesión que exigía insospechados sacrificios comprometidos con la regeneración de España que solo podían vincularse al triunfo de las ideas democráticas. 

Pero ¿quién fue este periodista albaceteño que tan profundamente amó Santander, su origen, sus peripecias personales y políticas, talante y pensamiento?

Nacido en 1840 de “padres pobres, pero catalanes”, según su propia confesión, su padre pertenecía al ramo de las diligencias, conocido por el de la tralla, empleo que le obligaba, con frecuencia, a cambiar de residencia.

Muy pronto, la familia  Estrañi y Grau se traslada a la Venta Jumilla (Segovia), donde aprendió a leer, para continuar su peregrinaje por Madrid donde afloró una de sus preferencias, como la de recitar las coplas de ciego que se publicaban entonces.

Fue en León donde más tiempo permaneció –hasta los veinte años- y tras seguir estudios de matemáticas en Oviedo, se inició como aprendiz de cajista en una imprenta en la que se tiraba un periodiquín semanal con el título El Anunciador, convertido después en El Porvenir. En aquella imprenta, Estrañi funda el periódico festivo El Mirlo, dedicado a crítica local en  género festivo y con elementos liberales impulsó El Esla (1860).

En esta fase de su vida gozó José Estrañi de mucha popularidad entre sus correligionarios políticos, los republicanos, a cuyo comité perteneció en los tiempos anteriores a la Gloriosa. 

Con la revolución de Septiembre de 1868, que destronó a Isabel II, abrió una etapa agitadísima y apasionante, en la que el fracaso de cada una de las fórmulas ensayadas irá conduciendo a la revolución a una radicalización progresiva.

Así, de la monarquía democrática del rey Amadeo –que Estrañi combate desde ambiente antidinásticos-  se pasó a una república federalista. Eran unos tiempos en los que fue, incluso, conspirador desde las filas republicanas con el encargo de sondear la fidelidad liberal de algunos militares.

En la capital del Pisuerga,  el joven Estrañi, que también fue actor, fundó la publicación satírica La Murga (1865); más tarde a raíz de unas accidentadas relaciones con la autoridad sacó El Murguista, y dos años más tarde El Hipócrita. Seguirán en 1868 El Trueno Gordo, de gran difusión y éxito por sus ataques a los gobiernos Isabelinos, y tras la revolución puso su sello personal a cabeceras como El Mirlo, que aparece en su primer número con el grito de “!Viva la libertad de Imprenta¡”, que tuvo continuidad en El Cuco.

En general, su nombre está asociado a numerosas cabeceras festivas en la capital castellana, etapa de su vida en la que llegó, incluso, a dirigir temporalmente la redacción revolucionaria de El Norte de Castilla (1868).

De la capital castellana se traslada, en 1869, a Madrid, donde dirigió el periódico El Popular, para fundar más tarde el semanario festivo El Buzón del Pueblo, que logró muchos lectores. Regresa de nuevo a Valladolid y queda cesante como tenedor de libros de la fábrica de gas, que le lleva a comentar en su autobiografía:  “corriendo un temporal espantoso entre las cornadas del hambre y las persecuciones del casero, el sastre, el zapatero, el tendero de comestibles y otra porción de ingleses”.

Ante las dificultades de ese tiempo, Estrañi se puso a trabajar en lo que dominaba a la perfección, como fue el escribir comedias que cobraba a cinco duros cada una.

 

 

 

El historiador Almuiña define la pluma de Estrañi como “la más periodística posiblemente de todo el siglo XIX, desvelando que en la capital castellana tuvo problemas con las autoridades gubernativas cuando el ministro de la Gobernación, Romero Robledo, ordenó al gobernador civil que lo persiguiera por el artículo titulado Los pavos reales y a aquel famoso político debe Santander la decisión de que José Estrañi y Grau llegara desterrado desde las tierras castellanas para atender una oferta de trabajo de Antonio María Coll, director-propietario de La Voz Montañesa, diario al que se incorporó el 1 de enero de 1877, ganándose muy pronto una popularidad gracias a su simpatía personal y a sus Pacotillas que tanto renombre dio a La Voz y tanta gloria a su genial autor.

De La Voz volvió a Madrid, escribiendo en El Enano, revista de toros con los más celebres revisteros de la época y de Madrid, regresando a Santander para vincularse de nuevo a La Voz Montañesa hasta 1895, etapa ésta en la que publicó sus famosas revistas de toros con el seudónimo de Tío Pepe. 

Los dieciocho años en los que estuvo vinculado a La Voz representaron una etapa cargada de numerosas vicisitudes, controversias y persecuciones, siendo procesado en varias ocasiones y, condenado a nada menos que a tres años de cárcel por un artículo festivo sobre una peregrinación religiosa a Las Caldas de Besaya.

Él mismo definió aquella etapa, como sigue:

“Dieciocho años haciendo labor de abeja/sin exhalar mis labios la menor queja/trabajé en el recinto de un colmenar/ni los rayos claros me deslumbraron/ni las rudas borrascas me intimidaron/ni me rendí al cansancio ni al malestar”.

 

 

En los años de mayor y más firme espíritu federalista y radical de La Voz Montañesa, fue perseguido, encausado  y excomulgado por un reseña festiva –que firmó con el seudónimo de El Padre José- de una peregrinación católica a las Caldas, siendo condenado a tres años, seis meses y veintiún días de prisión correccional.

El motivo en un tiempo en el que la Constitución proclamaba la fe católica de la nación española, se debió por citar a la Virgen de Las Caldas como Virgen del Reuma, en alusión a las benefactoras aguas de su balneario. De nada sirvió que el defensor de Estrañi evocara a San Roque, abogado de la Peste; San Blas, de los males de garganta; Santa Polonia, del dolor de muelas…y, en fin, uno de los primeros cenobitas, Antonio Abad, abogado de los brutos…y la Virgen de Lourdes, abogada de todas las enfermedades que reconoce la patología”.

Ante la ejecución de la sentencia,  Estrañi optó por esconderse sin salir de Santander –“fugarme al Infierno”, afirmó- pudiendo continuar sus colaboraciones en la prensa con sus Cartas infernales escritas con espíritu rebelde y, sobre todo, espíritu anticlerical. Estos artículos fueron recopilados en un tomo, agotándose al poco tiempo. En esos antros permaneció doce meses escribiendo sus ingeniosas Cartas infernales, que publicaba La Voz Montañesa cada tres días. 

La solidaridad con Estrañi se extendió por toda España, llegando la más contundente del periódico Las Dominicales del Libre Pensamiento quien no tuvo piedad con  “los carcas y carcundas montañeses”.

Fue indultado finalmente por el ministro José Canalejas, ya en el siglo XX Jefe de Gobierno que fue asesinado por un anarquista en plena Puerta del Sol.

 

 

La decisión de Canalejas le hizo acudir con urgencia al Hotel de doña María Egipciaca (vulgo cárcel), para que le acogiera el efecto de la medida de gracia. La salida de la cárcel, al tercer día de ingresar y anunciada la hora por La Voz -las tres de la tarde-, fue un acontecimiento extraordinario. Desde la puerta del popular hotel, toda la cuesta del Hospital y plaza de Becedo, hasta el domicilio familiar, frente a la iglesia de San Francisco, muchísima gente acudió a saludar y expresar su afecto al periodista recibido con cohetes,  serenata, baile y fiesta popular por todo lo alto.

José Estrañi, no obstante, fue evolucionando y en su poesía La Raza que publicó unos años antes de su muerte manifestaba su fe en la religión católica.

Tras su ruptura con el director propietario de La Voz Montañesa, Antonio María Coll y Puig, fundó El Cantábrico con los hermanos Rodríguez Parets, Manuel y Buenaventura, ejerciendo la dirección hasta su muerte, casi un cuarto de siglo proyectando su magisterio.

En su etapa profesional al frente del nuevo diario, desde el que defendió ideas liberales y republicanas, ratificó su prestigio como escritor continuando con sus Pacotillas, que por su interés entre los lectores fueron recogidas en varios tomos. A lo largo de casi un cuarto de siglo dirigió El Cantábrico, periódico que situó en el de mayor tirada de la provincia montañesa apenas cuatro meses de su aparición y durante toda su etapa de máximo responsable de la redacción.

Era Estrañi un buen conversador, irónico, sutil y agresivo, aunque elegante en sus ataques; un espadachín de la lengua con una extraordinaria ironía. Frente a otros escritores y periodistas acostumbrados a arrancar la piel a tiras, en sus Pacotillas que incluían las bromas y las duras verdades, en las que compaginó el respeto con la compasión para los flagelados.

Poeta de altos vuelos, más en las horas de dolor que en las horas de alegría, sus escritos humorísticos eran un pellizco o un leve arañazo, jamás fueron una ofensa. Los testigos de su época dejaron escrito que le respetaban todos, lo mismo los de la acera suya, los de izquierda, que los de la acera de enfrente; supo siempre llevar su mano, sin chocar con quienes caminaban en dirección contraria.

Gran amigo de Benito Pérez Galdós, ambos pasaban durante la época estival muchas horas en casa del gran novelista, y entre 1880 y 1918 mantuvieron una intensa correspondencia por carta. Fue autor de varias obras de teatro de carácter satírico estrenadas en Madrid, Valladolid y Santander. En la capital cántabra se representaron La inundación (1880), Santander por dentro (1892) y El rizo de Doña Marta. Unidos por el republicanismo en 1909 el escritor canario –entonces diputado a Cortes- impidió su ingreso en prisión que había ordenado el capitán general con sede en Burgos.

En 1914 fue elegido por unanimidad primer presidente de la Asociación de la Prensa, formando una directiva con lo más relevante del periodismo cántabro de entonces: Eusebio Sierra, director de La Atalaya, vicepresidente primero; Angel Quintana, director de El Diario, vicepresidente segundo; tesorero, Jesús de Cospedal de El Cantábrico; Castor Venancio Pacheco, redactor de El Diario, secretario primero y el redactor de La Atalaya, Alberto Espinosa, secretario segundo. Como vocales participaron Alfredo Corpas, director de El Boletín de Comercio; Fernando Segura (que años después popularizó el seudónimo de Nostradamus) y el administrador de la sociedad editora de La Atalaya, Eduardo Amezarri.

El  espíritu de Estrañi se refleja en su discurso de aceptación al reclamar “una línea divisoria entre la entidad periódico y los periodistas” para añadir: ¡Que humanitaria y que plausible seria también que las luchas fueran entre los periódicos, sin alusiones ofensivas a los obreros intelectuales, que los escriben!”.

Desde la presidencia de la Asociación de la Prensa trabajó por redimir la  vida del periodista en cuanto a que fuera más valorado y mejor pagado. Trabajó, igualmente, por el descanso dominical, que se alcanzó pocos meses después de su muerte y que esta redondilla anónima, publicada en el número del 13 de enero, es decir, quince días después de la muerte del maestro, afirmaba:

                              Ese descanso está bien

                              pero con ciertos “distingos”

                              ¡Que descansen los domingos

                              los asesinos también¡

 

Llegado este punto tenemos que señalar que el periodismo y su desarrollo significó un timbre de gloria para el siglo XIX.  Es el gran arma de los partidos políticos en una etapa en la que la prensa es, sobre todo, ideológica; más un arma de partido que herramienta de empresa. En esta identidad prensa-política, no puede extrañar que destacados periodistas se encumbraran en el mundo de la política.

Un repaso a las biografías más importantes del siglo XIX y comienzos del siglo XX, demuestra que muchos gobernantes se iniciaron en las redacciones de periódicos en su lucha por alcanzar el poder. Precisamente El Cantábrico es el gran periódico que marca un antes y un después. Ayudó a enterrar la etapa de prensa ideológica, de partido, que predominó en el transcurrir del siglo XIX y abrió la etapa de prensa independiente y un carácter más  informativo.

Consecuentemente, la aparición de El Cantábrico, diario independiente de la mañana,  significó el inicio de una nueva etapa en el periodismo local, apostándose por un periódico de empresa, nuevo tipo de prensa que va a ir primando  sobre la vieja prensa de partido, si bien coexistirá con ella largo tiempo.

 

 

En Valladolid ya se editaba El Norte de Castilla; La Vanguardia (1881); La Voz de Galicia (1882); El Faro de Vigo (1883); El Adelanto de Salamanca (1883) y al tiempo que El Cantábrico aparece El Heraldo de Aragón.

 

Unos años más tarde, en 1901,  sale otro diario regional, de orientación católica, como fue La Gaceta del Norte y poco tiempo después El Diario Montañés (1902) y El Diario de Cádiz, Diario de Navarra y ABC, todos ellos en 1903.

 

Tres valores destacaron de El Cantábrico: la defensa de las ideas democráticas desde un espíritu republicanista y laicista, la rentabilidad económica y social y el compromiso con los intereses de la tierra cántabra, principios que defendió desde una postura independiente frente a siglas políticas y confesiones religiosas.

 

Ideas democráticas, republicanismo, laicismo y compromiso con los intereses de la tierra cántabra son las cuatro definiciones que alentaron la aparición de El Cantábrico, principios que defendió con flexibilidad y a los que demostró una gran lealtad.

Ideas democráticas o regeneración frente a la vieja política;  republicano y laico por convicción,  no fue El Cantábrico anti nada y, por tanto, no puede ser definido como un periódico antimonárquico ni anticatólico ya que todos los conceptos y  valores que representaban Monarquía y Religión fueron tratados con respeto en las páginas del periódico.

Este fue el compromiso que José Estrañi alcanzó con sus socios los hermanos Rodríguez Parets concretado en “hacer un periódico a la moderna, de información, no de partido, ni de combate, ni de propaganda”.

 

 

Una cabecera, además, que respetó la pluralidad como prueban los símbolos que abrazó el periódico testigos mudos de la redacción con los retratos de Francisco Pi y Margall, presidente de la I República, que simbolizaba la ética y la moral políticas, Marcelino Menéndez PelayoJosé María de PeredaAmós de EscalanteBenito Pérez Galdos, además del busto de Augusto González de Linares

Precisamente fue en las primeras décadas del siglo XX, el cauce por el que discurrirá una etapa esplendorosa de la cultura y la intelectualidad cántabras en la que proliferan los genios, escritores, pintores y artistas. Se trata de una etapa apasionante para la prensa de Cantabria que vive sus mejores años.

El Cantábrico alcanzó una vida de cuarenta y dos años  que  representó un nuevo modelo de prensa más informativa y menos ideológica, proyectándose como el máximo defensor de las ideas democráticas de la historia de nuestra prensa. Con la aparición de El Cantábrico podemos elaborar el árbol genealógico de los diarios de la mañana y su evolución en años posteriores, encontrándonos con dos orígenes: La Voz Montañesa (1873) y El Atlántico (1886), y fruto de la ruptura de Estrañi con Coll y Puig surgió El Cantábrico.

No ha habido entre uno y otro periódicos intermedios. En cambio, la descendencia de El Atlántico ha sido dilatada al surgir, por la disidencia de Lorenzo Blanchard, La Atalaya (1893) y de La Atalaya  se desprendieron dos ramas que dieron vida a dos periódicos: el clerical El Diario Montañés (1902) y el maurista El Pueblo Cántabro (1914). 

Finalmente, en 1927, la fusión de La Atalaya y El Pueblo Cántabro, que se reconciliaron para morir, nació La Voz de Cantabria, dirigido inicialmente por José del Río y Antonio Morillas como redactor-jefe.

 

 

Es así como un periódico como El Cantábrico sostenido en una empresa organizada y una redacción competente profesionalmente, alcanza un éxito casi inmediato hasta el fin de sus días. En este caso concreto, observamos en el ejemplo de El Cantábrico cómo un periódico rentable se puede proyectar como periódico independiente al no depender su mantenimiento de otros intereses, venciendo toda  dependencia hipotecada.

 

El periódico no fue, sin embargo, anti nada y, por tanto, no puede ser definido como un periódico antimonárquico ni anticatólico ya que todos los conceptos y  valores que representaban Monarquía y Religión fueron tratados con respeto en las páginas del periódico.

 

Esto no impidió que existieran críticas a la iglesia y a sus miembros motivadas más por la denuncia de los vicios del clero que por una vieja actitud anticlerical del director Estrañi –que se manifestó en su etapa de La Voz Montañesa-, para quien la iglesia  representaba el oscurantismo, el absolutismo  y la negación de la razón y el progreso.

 

En los años finales de su vida, Estrañi  ubicó el periódico en el apoyo a los gobiernos liberales que como el de Canalejas intentaron recortar el crecimiento de las congregaciones religiosas y el laicismo en la instrucción pública, pero sin hacer bandera anticlerical.

 

Este progresismo fundacional de El Cantábrico tiene su gran mérito al defenderse en los años finales del siglo XIX cuando el periódico asume como ideario la separación Iglesia-Estado, educación laica, modernización de España, tolerancia, lucha contra el viejo caciquismo y contra las leyes represoras en materia de prensa.

 

 

En definitiva, la supremacía del poder civil sobre cualquier otro poder, así como una posición firme contra la pena de muerte. Hay que tener en cuenta que entonces la Constitución vigente proclamaba el carácter católico de la nación española.

 

La redacción inicial de El Cantábrico -como la de otros periódicos regionales de la época- fue bien escasa, formando parte de la misma el propio director José Estrañi, Buenaventura Rodríguez Parets como redactor-jefe; Francisco García Núñez que ejerció de reportero, y de La Atalaya llegaría muy pronto Fernando Segura y su hermano José, que sería el último director de El Cantábrico.

 

A este grupo redaccional se unían los colaboradores y corresponsales. Así, a partir de 1902 y hasta 1906, El Cantábrico contó con un colaborador de lujo: el escritor Ricardo León, destinado en el Banco de España en la capital cántabra. Unos años después, León alcanzó un sillón de número en la Real Academia de la Lengua.

 

Cuando irrumpe El Cantábrico la nómina de responsables de los periódicos locales se completaba así: Domingo Gutiérrez Cueto (El Atlántico); Rafael Díaz Aguado de Salaverry (La Atalaya); José María Martínez (El Boletín de Comercio) y Alfredo del Río al frente de El Correo de Cantabria. Otras publicaciones eran El Eco de Santoña, La Región Cántabra, Campoo, El Sardinero Alegre, El Fomento, El Impulsor, El Avisador, Santander Cómico y Profesorado Montañés.

 

El nuevo modelo de prensa que pone en marcha El Cantábrico obtendrá pronto sus rendimientos ya que  a los seis meses el periódico de Estrañi se convierte en el diario de mayor circulación  -entre cuatro y cinco mil ejemplares diarios- título que mantendrá durante toda su existencia, y desaparecen a raíz de esta fuerte irrupción de la nueva cabecera La Voz Montañesa y El Atlántico.

Estrañi fue un periodista muy querido y prueba de ello fueron las sentidas reacciones a su muerte (1919) y los homenajes que recibió pasados los años,  como el de las modistillas santanderinas con motivo de la festividad de Santa Lucia –precisamente en este día- que todos los años colocaban unas flores ante el monumento que la ciudad de Santander erigió en honor del fundador y director de El Cantábrico.

En estas apretadas reflexiones citaremos que su firmeza en muchos de los criterios expuestos y en sus ideales, le provocaron no pocas adversidades.

Algunas de sus reflexiones, siempre escritas con humor y tono festino en su sección Pacotilla, tienen hoy vigencia, prueba también de nuestros viejos problemas aun no solucionados. Entre sus peticiones al año 1919 –el de su muerte-, entresaco estas dos. Valoren ustedes:

 

“Haz tu que Cataluña/sea sensata/y por ningún motivo/meta la pata.


Haz que los bizcaitarras/no estén inquietos/provocando con mueras/a los maquetos…”

 

En aquel tiempo las peticiones desde Cataluña debían preocupar porque El Cantábrico publicó el 30 de noviembre de 1918 un editorial con el título ¿El fin de una nación?

Fue Estrañi un fiel cronista de una época de la vida santanderina. Los testigos de su tiempo, le recordaron siempre como un hombre bueno, que siempre luchó en pro de la elevación del nivel cultural del pueblo, de la libertad y del bienestar.

 

Pero también del triunfo de las ideas democráticas, de la desaparición de las intransigencias, que Estrañi siempre apuntó como germen de discordias y de profundos como estériles odios.

No sabía que de esos odios y de la intolerancia, su gran obra periodística El Cantábrico acabó sus días, primero, un 27 de junio de 1937 (cuando los periódicos provinciales fueron obligados a fusionarse en uno solo, Republica) y, definitivamente, en los días finales de agosto de este año con la entrada de las tropas de Franco en la ciudad.

Debemos señalar que en esas fechas, el monumento a Estrañi que unos años antes, en 1931, había inaugurado el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, fue atacado y rota su placa. Sería en los años ochenta, cuando el alcalde Juan Hormaechea decidió la restauración del monumento al periodista liberal y republicano.

Puede afirmarse, además, que durante el régimen anterior la figura de Estrañi fue prácticamente eliminada de toda referencia periodística. Pocas personas de esas generaciones escucharon su nombre, si bien su legado comenzó a ser recuperado avanzados los años setenta en La Hoja del Lunes bajo la dirección de Juan González Bedoya que, como se sabe, intentó editar un rotativo con el nombre de El Cantábrico (ya entonces tenía la propiedad de la cabecera), lo que no fue posible por falta de medios económicos.

Todo el legado de Estrañi y de El Cantábrico se quebró incivilmente en 1937, marcando la tragedia de este periódico y la de sus propietarios –la familia de Tomás RiveroConcepción Corral– al acabar bruscamente con su historia sin más acusación que el haber servido desde su fundación a las ideas democráticas.

Confiscado por el régimen de Franco en 1937, sus instalaciones las heredó Prensa del Movimiento que el 2 de septiembre de ese mismo año comenzó a editar ALERTA, que desde 1984 es de titularidad privada.

Termino  indicando que este gran periódico que fue El Cantábrico, que muy pronto se situó a la cabeza de los periódicos regionales y provinciales, no había sido investigado a fondo.  En 2004 me propuse este empeño y al año siguiente salió adelante mi obra sobre este diario republicano entre dos siglos. El próximo 4 de mayo se cumplirán los 125 años de la salida de su primer número.

Hasta aquí estas reflexiones que con seguridad les permitirá saber algo más de quien fue un gran periodista, a quien recordamos en el centenario de su muerte.

Doce años después de morir, fue así evocado en las páginas de El Cantábrico:

“..Puso su fecunda pluma al servicio de la doctrina republicana, y al servicio también de todos los débiles, de todos los oprimidos, de todos los sedientos de amparo, de protección, de igualdad, de libertad y de justicia. ¿Cómo es posible que, al triunfar la República, no haya habido en nuestra ciudad un recuerdo expresivo para aquel ingenio admirable, que hizo más republicanismo con su pluma que con su elocuencia todos los oradores..?..

El recuerdo del trabajo periodístico del inolvidable “pacotillero” es ya una brasa entre la ceniza, porque no se ha avivado la lumbre de la memoria.”

 

MUCHAS GRACIAS.