Miengo recordó la figura de Moisés Pérez Coterillo en el XXV aniversario de su muerte
Petición de que se le nombre por el Ayuntamiento Ciudadano Ilustre y se realice todos los años un ciclo teatral en su homenaje.
Foto: Asistentes al acto de homenaje colocan claveles en recuerdo de Moisés Pérez Coterillo.
SE CELEBRÓ CON GRAN EMOTIVIDAD el recuerdo de Moisés Pérez Coterillo, fallecido hace veinticinco años, que fuera un gran crítico teatral en los últimos años del franquismo y durante la democracia hasta 1997, ejerciendo entre destacadas responsabilidades, en dos épocas, de director del Centro de Documentación Teatral. dependientes de la Administración del Estado. Pérez Coterillo, licenciado en Teología y Periodismo, destacó por apoyar el teatro independiente.
A los distintos actos - impulsados y coordinados por Francisco Díaz Villegas- asistieron más de medio centenar de personas, entre los que se encontraba familiares del homenajeado; José Ramón Saiz Fernández, presidente de la Socidad Cántabra de Escritores y el también escritor, nacido en Gornazo, Pedro Arce Díez. En representación del Ayuntamiento asistió el concejal Juan Ramón Montes, en quien delegó el alcalde, José Manuel Cabrero, quien no pudo asistir por razones familiares.
Los actos de homenaje se iniciaron con una ofrenda floral ante la Casa de Cultura de Miengo que lleva su nombre, donde se instaló una fotografía de Pérez Coterillo. A continuación, ante el edificio del Ayuntamiento, varios vecinos leyeron recuerdos de Moisés de su infancia y juventud en Miengo, relatos que fueron muy aplaudidos por el medio centenar de personas que se sumaron al recuerdo de este destacado convecino.
Posteriormente los asistentes pasaron al salón de plenos municipal donde fueron recibidos por el concejal del equipo de gobierno, Juan Ramón Montes Campos, que desde el primer momento en sus palabras a los asistentes se manifestó favorable a honrar a cuantos nacidos en Miengo hayan destacado en su vida profesional, como es el caso de Moisés Pérez Coterillo.
En este acto de leyeron escritos del brillante y distinguido periodista, entonces en Pueblo, compañero de estudios de Moisés, Luis Romasanta Marquinez quien viajó desde Madrid para sumarse a este homenaje. Otro escrito sobre lo que representó Moisés en la crítica teatral tuvo como autor a Román Calleja (persona con muchos años de experiencia en el teatro en distintos campos: el artístico, el pedagógico y en el de la gestión) y, finalmente, se procedió a la lectura de un escrito del conocido Albert Boadella, que se sumó con un video al recuerdo.
En el acto celebrado en el salón de plenos municipal, intervino también Luis Romasanta, quien destacó las virtudes humanas y profesionales de Moises Pérez Coterillo a quien conociò en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. Romasanta destacó que Moisés siempre tuvo un orgullo personal de haber nacido en Miengo y que desde posturas de progresismo defendió con firmeza el significado del teatro en la vida cultural de los pueblos. Luis Romasanta entregó al concejal Juan Ramón Montes documentos que Moisés brindó a su persona como ejemplo de buen compañerismo. El concejal declaró que dicho documentos se insertarán en la web municipal.
El acto se cerró con la firma de un documento dirigido al Alcalde y Corporación para que declaren Ciudadano Ilustre a Moisés, además de organizar todos los años un ciclo teatral que lleve su nombre.
BIOGRAFÍA DE MOISÉS PÉREZ COTERILLO
Moisés Pérez Coterillo (Miengo (Cantabria), 1946 — Madrid, 12 de febrero de 1997) fue un crítico teatral, periodista y editor español. Dirigió el Centro de Documentación Teatral y algunas de las publicaciones básicas sobre teatro en la España de la segunda mitad del siglo XX (Pipirijaina y El Público).
Licenciado en teología y periodismo. Entró en contacto con los jóvenes grupos de teatro independiente en España en el inicio de la década de los setenta, pero se perfiló hacia el campo de la crítica y la gestión editorial. En 1974, creó en Madrid la revista Pipirijaina, máximo portavoz del teatro independiente junto a Primer Acto, editada desde 1957 por José Monleón, y de la que Pérez Coterillo formó parte del consejo de redacción. Dirige durante una temporada la agencia Crencha (1976-1977) y colabora en Blancio y Negro hasta 1979.
Durante el periodo que estuvo ausente del CDT (1992-1996), retomó la actividad periodística en ABC y El Mundo. Regresó a la dirección del Centro de Documentación Teatral en junio de 1996, falleciendo ocho meses después.
Se han destacado sus estudios y aportaciones críticas en obras como Escenarios de dos mundos (varios volúmenes dedicados al teatro iberoamericano) o Los teatros de Madrid (1982 — 1994) (1995), y sus ediciones de obras como Teatro Furioso de Francisco Nieva, Como reses de Jerónimo López Mozo y Luis Matilla o La truhana de Antonio Gala. Otra obra esencial para especialistas es la recopilada en dos volúmenes de su labor crítica en la revista Primer Acto. En 1990, se le concedió en Venezuela el Premio Simón Bolívar de Teatro.
Una vida para el teatro
Siempre nos llevamos mal. Al principio, trabajó con nosotros, en Triunfo, y llevaba una pequeña sección de "recomendaciones". Tenía su independencia, y su derecho a ella: a veces tuve que defenderla, teniendo yo otra, frente a autores que consideraban que su obra había sido retirada o preterida sin justicia. El crítico era Monleón, y tampoco coincidían (ni coincidíamos) siempre.Más tarde vino lo que se sigue llamando democracia, que en el teatro fue un estallido raro; todo un gran grupo de autores que habían intentado rehacer una vanguardia que consistía principalmente en disfrazar sus textos, sus personajes o sus frases para que no las comprendiera la censura, que las comprendió absolutamente, y trataban de vivir de sus cajones de manuscritos, y esto no es que me pareciera a mí imposible: es que se lo pareció al público, y es que era imposible. Por alguna razón, aquellos autores -¡qué psicologías más difíciles! Cierto que el dividir su mentalidad escritora en varios personajes diferentes, y el disfrazarlos después, podía conducir a unas actitudes esquizoides y paranoides- llegaron a la conclusión de que yo era un obstáculo peor que Franco -tengo una dedicatoria de Arrabal comparándome, con mejoría para ellos, con Stalin y Castro, con Hitler y no sé con quién más: el caso es que algunas obras suyas que trajo Monleón no gustaron para nada-; Moisés Pérez Coterillo se sumó a ellos, como Pepe Monleón. Tenían una tesis especial, de la que yo difiero: que la crítica se hace desde dentro del teatro, participando en él, y no desde fuera. La mía era que el crítico trabaja para sus lectores y no para otra profesión, actividad, institución. Una idea general de la escritura y el periodismo. Lo hacemos para los lectores. Esa actitud fue llamada antes de todo esto, lejos de aquí- "crítica del gusto". Con caracter peyorativo.
Y he aquí que por esa historia rara no nos volvimos a hablar Coterillo y yo nunca más. En sus revistas, Pipirijaina y El Público, hacían contra mí la crítica que no querían contra su teatro. Pero en todo ello advertí en Moisés una honestidad primordial. Lo que unos defendían para colocar su viejo teatro, él lo hizo porque creía en ellos, en la nueva escena, en las teorías de unos estudiosos americanos o americanizados -como Ruíz Ramón-; porque creían en ese teatro. Las publicaciones que hizo tenían calidad, eran brillantes y eran inteligentes. La política le interesaba poco, como a la mayor parte de ellos: algo trabajó aquí, pero mucho más en Abc, donde se le presentía como el crítico que podría suceder un día -que no ha llegado- al titular. Y en el Ministerio de Cultura: en la larga etapa socialista, y volvió ya con el gabinete de la derecha. A lo que jugaba con toda su fuerza, y con toda su vida, era al teatro, a que viviera el teatro. Gracias a él salieron publicaciones muy importantes en el ministerio, donde llevó el departamento de documentación, al que había vuelto: tenía buenos proyectos, que hay que suponer que se terminarán de hacer a pesar de esta ausencia definitiva.
No siento para nada que las últimas veces que nos encontramos, cuando ya creíamos todos -y él- remontada su enfermedad, pasaremos el uno junto al otro como hombres invisibles. Al fin y al cabo, eran dos posturas literarias, o teatrales, o doctrinales opuestas. Pero siento profundamente su muerte. Vi de pronto su esquela cuando esperaba que llegase su ultimo libro sobre el teatro contemporáneo, y sentí dolor. Le va a faltar al teatro un defensor fuerte, convencido, invencido: fue un hombre de teatro.