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TORRELAVEGA, CINCO AÑOS SIN CRÓNISTA OFICIAL

Por Joaquín Díaz Rodríguez

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Con los problemas tan importantes que tiene la ciudad en la actualidad, quizás éste sea un asunto de menor trascendencia, pero sería necesario no aparcarle ni dejarle en el olvido pues han pasado ya cinco años desde que murió Aurelio García Cantalapiedra, último cronista oficial de la ciudad. La ciudad no cuenta con un cronista oficial que siempre tuvo y que realiza una  labor, en general, muy valorada por los vecinos.

La anterior corporación municipal intentó la designación de una persona para ocupar ese cometido, pero el torpe intento resultó fallido. No quiero entrar en este escrito en las causas del fracasado intento de nombramiento, pero sería necesario que se recogieran los procedimientos o fórmulas para su nominación. En el actual reglamento de honores del Ayuntamiento no existe, ni el procedimiento oficial, ni las bases  que se deberían considerar para nombrar al cronista oficial de la ciudad.

De todas formas, tanto la elaboración de un reglamento, como cualquier otra fórmula que se utilice deberían estar  consensuadas y aprobadas entre todos los representantes de la corporación para evitar situaciones que violenten a los posibles candidatos. Parte del anterior intento fallido pudo deberse a no cumplir esa premisa de consenso o acuerdo para su elección. Cualquier tipo de honor que la ciudad vaya a conceder a uno de los vecinos debe serlo sin disputas internas o intereses inoportunos. Recuerdo todavía como Álvaro Pombo rechazó, (a mi entender acertadamente) el honor de ser elegido hijo predilecto de Santander al haberse visto en el centro de una disputa política entre los representantes políticos de la corporación santanderina. Recientemente en la corporación de Reocín ha ocurrido un hecho similar que confunde al que lo va a recibir  y no ennoblece a quienes lo conceden.

Creo que ser cronista oficial de la ciudad de Torrelavega es un honor y un homenaje. Cualquier torrelaveguense se sentiría honrado de ostentar esa nominación. Elijase o nómbrese, con absoluta unanimidad de todos los representantes públicos, al cronista oficial. Sin lugar a dudas serán los torrelavegunses los grandes beneficiados.

El cronista de la ciudad, un hombre o mujer, un activista cultural, un gestor cultural, un artista, un historiador o cualquier otra profesional o persona meritoria, será testigo presencial de la vida de la ciudad, de los hombres ilustres, de los temas notables y de todas las cosas y asuntos trascendentes que constituyen la vida diaria de Torrelavega. Nos formará e informará del pasado acontecido y lo integrará con el presente para que podamos conservarlo en nuestra memoria.

La cohesión de los ciudadanos, el amor a las cosas de la ciudad, el entender parte de nuestras formas de ser y relacionarnos, la búsqueda de objetivos comunes pasan por el conocimiento y el entendimiento de lo que somos y hemos sido. Esa es también la función de un cronista.

Aurelio G. Cantalapiedra, Pepín Izaguirre, Lalo Cuevas, Pablo del Rio, expertos en la historia local, a los que el Grupo Quercus homenajeamos hace ya más una década, contribuyeron con sus crónicas, con sus trabajos a que conociéramos, amaramos y respetáramos más a esta ciudad y sus ciudadanos. Todos ellos fueron, y son, cronistas oficiales y extraoficiales de Torrelavega.  Los torrelaguenses más jóvenes necesitan que alguien tome el relevo para que también ellos conozcan mejor a esta ciudad y sus vecinos para que la entiendan y nos comprendan.

Son muchos y muchas quienes realizarían a la perfección las glosas de los acontecimientos de la vida diaria, pero sería necesario comprometerles y responsabilizarles con la oficialidad de su nombramiento.

 

 

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