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EN MARCHA LA REFORMA WERT PARA LAS UNIVERSIDADES QUE LOS RECTORES RECHAZAN

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Sostiene el ministro de Educación, José Ignacio Wert, que los jóvenes que hagan carreras de tres años en vez de cuatro ahorrarán dinero, por el coste de ese año que ya no cursarán. De esa forma, afirmó ayer, podrán entrar un año antes en el mercado laboral. Tendrán que sortear, naturalmente, un paro juvenil de más del 50%, pero Wert no mencionó esa parte del asunto. Tampoco agregó que, lógicamente, estudiar menos que otros le da a una persona menos oportunidades en la vida.

La del ahorro fue la argumentación principal que encontró el ministro para justificar la reforma universitaria que ayer aprobó el Consejo de Ministros, y que permitirá reducir las carreras de cuatro a tres años y aumentar los másteres de uno a dos años. De esta forma el esquema actual, de cuatro años de grado más uno de máster, pasa a otro de tres de grado más dos de máster, aunque no necesariamente en todas partes, porque las universidades son libres para decidir si lo aplican y cuándo lo hacen. Será viable a partir de otoño próximo.

¿Para qué sirve la reforma? Para equiparar con el sistema de la mayoría de los países europeos, principalmente, si bien se prevé que convivan grados de tres años con los de cuatro. También lo harán los másteres de uno y dos años. Pero quien quiera completar una formación de cinco años con el nuevo sistema tendrá que pagar más por una fórmula de tres de grado más dos de máster, ya que los créditos de máster cuestan 45 euros y los de grado, 30.

LA TESIS

Sí, dijo Wert, algunos pagarán algo más por estudiar. Pero serán pocos, porque solo el 20% de los estudiantes hacen másteres, con lo que, siempre según sus optimistas cálculos, el 80% se limitará a hacer un grado de tres años en lugar del de cuatro, lo que le evitará un año de pago a las familias: en global, 150 millones de euros de ahorro, más el beneficio de empezar a trabajar un año antes. La tesis supone una especie de cuento de la lechera para los detractores del cambio, estudiantes, sindicatos, partidos de la oposición, que subrayan que su principal consecuencia es hacer el sistema universitario más elitista al limitar el acceso a la formación de mayor calidad.

Las reacciones fueron las esperadas: los rectores cuestionaron la reforma, los estudiantes abominaron de ella y algunos gobiernos autonómicos -unos pocos- la aplaudieron, por considerar que la uniformidad con Europa es necesaria

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