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35 años de la inauguración de la Plaza de Méjico en la etapa de alcalde de Hormaechea

El monumento representa tres figuras humanas que simbolizan las tres etnias más representativas del país, (blanco, indio, mestizo) lanzando al aire un águila, símbolo de México.

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35 años de la inauguración de la Plaza de Méjico en la etapa de alcalde de Hormaechea
17-10-2020
Bella imagen desde el aire de la Plaza de Méjico, en la que sobresale la plaza de Toros. 

Hoy, sábado, se cumplen treinta y cinco años de la inauguración por el entonces alcalde de Santander, Juan Hormaechea, de la Plaza de México, el mercado y el monumento a Benito Juárez.

Un acto que tuvo lugar el el 17 de octubre de 1985 en presencia del embajador de México, Rodolfo González Guevara, se inauguró la escultura dedicada a Benito Juárez (1806-1872), ocho veces presidente de la república americana.

El monumento, obra del escultor cántabro residente entonces en México Enrique Fernández Criach (1930-2012), y sufragado por el indiano cántabro, Ángel Losada Gómez, importante empresario en el país azteca que todos los años visitaba Santander en verano.

El monumento representa tres figuras humanas que simbolizan las tres etnias más representativas del país, (blanco, indio, mestizo) lanzando al aire un águila, símbolo de México.

EL ARTISTA: ENRIQUE FERNÁNDEz CRIACH

Enrique Fernández Criach (1930-2012) estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando con la generación de Enrique Gran, Eduardo Sanz y Agustín de Celis. Fue distinguido con el premio extraordinario de escultura fin de carrera Molina Higueras. Recibió una beca de la Diputación de Santander. En 1968 emigró a México. Ha expuesto en Israel, Estados Unidos, Grecia, Dinamarca y Alemania. Como pintor, ha retratado a personalidades como los presidentes mexicanos o altos políticos israelíes. Como escultor, ha realizado monumentos como el dedicado a Sor Juana Inés de la Cruz ubicado en el parque del Oeste de Madrid (1979) y el conjunto escultórico ‘Homenaje a México’ de Santander (1985). En 1981, la Sociedad Cántabra de México le otorgó la medalla de oro y le nombró 'Hombre del año' y en 1982, en Santander, fue elegido 'Personalidad del año'. Ha expuesto en espacios como el Museo de Bellas Artes de Santander (1982, 1985, 1988) y la Sala Joan Miró del Palacio de Congresos de Madrid (1999).

SEMBLANZA DE ÁNGEL LOSADA

Sencillo y «querendón» por excelencia. Un adicto al trabajo y a la familia, «el capital más importante». Un amante de los suyos y de sus dos patrias: «España me dio la vida y México me enseñó a vivirla». Ésas son algunas de las cualidades, los atributos que reunía Ángel Losada Gómez, un cántabro nacido en Rozas de Soba en 1908 que emigró a México con 15 años y que a base de «trabajo y más trabajo» se convirtió en un «Gigante» de los negocios; tantos como los más de doscientos establecimientos repartidos por México y EEUU y más de 40.000 personas a su cargo.

 
Losada Gómez, Don Ángel, falleció en 2004 a la edad 95 años en Houston (Estados Unidos). Siete años después, aquel chaval que con quince años dijo adiós a su familia y se embarcó para América («quedé hecho polvo»), toma vida a través de un libro biográfico en el que decenas de personas (familiares, amigos, escritores, empresarios...) glosan su ritmo vital, su pelea por la vida, sus asertos. Las 360 páginas de «España me dio la vida, México me enseñó a vivirla» (título de la obra) constituyen una evocadora colección de escenas y vivencias de un empresario hecho a sí mismo y un homenaje «por parte de su esposa, Tere Moreno, y sus hijos para honrar su memoria y para que sus descendientes conozcan sus orígenes, costumbres y los momentos más destacados de su vida». Junto a centenares de fotografías y al relato de su trayectoria humana y empresarial, el libro está salpicado de reflexiones cargadas de profundidad del propio Don Ángel, otro legado tan preciado como el imperio empresarial que fue capaz de crear partiendo de la nada.

«Recuerdo con mucho cariño a una señora, ya mayor, que tenía una frutería en el zaguán frente a la casa donde yo vivía (en Apan, al sureste del estado de Hidalgo, en México). Yo no tenía un centavo. Le pedí que me fiara unos plátanos. Me los comí tan rápido que me dio hipo. ¡Qué hambre tenía! Al día siguiente encontré trabajo, trabajé toda la semana y al domingo siguiente fui a pagarle y agradecerle. Recuerdo que le di un beso. Se lo agradecí toda la vida». Trueque, gratitud y justicia. Con esta vivencia y otras similares, no es extraño que en el año 2000, con la vida hecha y más que superado el éxito, Losada revelara su gran secreto, una confesión que hacía a este periódico: «Para triunfar en la vida hay que ser sencillo». Eso y ser amigo de sus amigos, otra de sus «devociones» narrada por todos sus biógrafos. Escritores que rememoran otra frase del vecino de Rozas de Soba, que llevan grabada a fuego en sus mentes: «He tenido la suerte de que todavía no me he encontrado a nadie que no me haya querido y yo a mi vez he querido a todo el mundo; soy un querendón por excelencia».

Álbum familiar

El libro tiene también mucho de álbum familiar. Se suceden las imágenes con su mujer, Teresa Moreno -mezcla de bilbaína y cántabra, de padre joyero y «la mejor joya que tiene en su joyería», frase con la que Ángel pidió la mano de Tere al que se convirtió en su suegro, Don Valentín- sus hijos, sus nietos... Y juntos a ellos, decenas y decenas de imágenes que revelan el empuje y la notoriedad del empresario cántabro. Fotografías con los Reyes de España, con presidentes de países, con Juan Pablo II, con políticos, recibiendo todo tipo de galardones... Y también instantáneas en los que los protagonistas son los empleados de sus empresas, de su gran «Gigante» y otras muchas. Fotos de alguien «humilde, generoso, dedicado a sus trabajadores y a los clientes, siempre los clientes», repiten algunos de los operarios que compartieron con él su trabajo diario.

El niño nacido en el valle de Soba el 5 de abril de 1908 y llegado a México en 1923, dio el paso decisivo, de emprendedor de los que se buscan hoy, con tan sólo 32 años. Fue entonces cuando fundó 'La Comercial', un almacén de semilla de cebada empleada por las fábricas de malta para elaborar cerveza. Posteriormente creó, en 1956, la Sociedad 'Implementos Agrícolas'. Y fue la fundación, en 1962, de la cadena de supermercados 'Gigante' la que le consolidó como uno de los más potentes empresarios de México. Su cargo de presidente de la Sociedad de Beneficencia Española -donde desarrolló una gran tarea de mecenazgo en favor de las clases más necesitadas-, junto con el nombramiento de consejero en entidades como el Banco Internacional o el Banco Nacional de México, fortalecieron aún más su figura. En los años ochenta, además de ser presidente de ocho inmobiliarias y de nueve panificadoras, Ángel Losada estaba presente -dirigía- en más de veinte empresas.

Ángel Losada estaba en posesión de la Gran Cruz de la Orden de Isabel La Católica, Caballero Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, Gran Cruz de la Beneficencia y Medalla de Honor de Canaco. También fue distinguido por el Ateneo de Santander como Montañés del Año en 1976 y posteriormente designado Presidente de Honor. En 1998 fue reconocido como Magister senior por la UNATE y en 2000 el Ayuntamiento de Soba le nombró Hijo Predilecto del municipio.

El Hijo Predilecto de Soba tiene ahora un libro que le recuerda. Un regalo estructurado en seis capítulos en los que se repasan sus orígenes, la raíces cimentadas en México, su capacidad como «visionario», el Losada empresario, el Losada 'patriota' de dos patrias, el legado final... Es la historia del niño que en 1923 se fue a hacer las Américas y tuvo fe en sí mismo, en los suyos y en su negocio: «Yo tengo fe a Gigante y Gigante corresponde a su fe». Palabra de Don Ángel. Ley de vida, al menos de su vida. Ésa y la de su capital más preciado: su familia, la que ahora ha sacado a la luz, en agosto pasado, un libro que es todo un testimonio de un cántabro hecho a sí mismo.