40 años de la vida de España 1975-2015:
«Franco ha muerto» y «Murió Franco» fueron, con pocas variantes, las dos frases que aquel 21 de noviembre los lectores se encontraron en los quioscos. El poder de la prensa escrita quedó patente ese día, en que solo los diarios de Madrid tiraron más de 40

El modo unánime en que los medios españoles contaron su fallecimiento fue probablemente la última muestra de la censura franquista sobre la prensa. La mayoría de los periódicos de la época repitieron titulares para anunciar el deceso del dictador.
Pero la encargada de dar la primicia de una de las noticias más importantes en la España del siglo XX fue Europa Press. La agencia privada consiguió confirmar antes que nadie el fallecimiento de Franco y su teletipo ha pasado a la historia del periodismo en España.
El ministro de Información y Turismo de la época también fue protagonista en las horas finales del dictador. De madrugada, León Herrera y Esteban fue el encargado de leer para las radios un comunicado en el que, «con profundo sentimiento», explicaba que el General Franco había fallecido a las 05.25 horas.
El otro gran documento audiovisual de aquel día lo protagonizó el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro. Quién no recuerda a un Arias Navarro compungido hasta llegar casi a la lágrima recitando la frase que ha pasado a la Historia de la televisión nacional: «Españoles, Franco ha muerto». Aquellas imágenes tuvieron un complemento en el No-Do que la única cadena de la época emitió tres días más tarde.
«Franco ha muerto» y «Murió Franco» fueron, con pocas variantes, las dos frases que aquel 21 de noviembre los lectores se encontraron en los quioscos. El poder de la prensa escrita quedó patente ese día, en que solo los diarios de Madrid tiraron más de 40 ediciones. Periódicos que ya están en el recuerdo como 'Pueblo', 'Arriba' o 'Ya' fueron la fuente de información de millones de ciudadanos ávidos de encontrar esta noticia. Las loas a Franco eran comunes en todos los medios escritos, incluidos los periódicos deportivos o la prensa del corazón. Como no podía ser de otra manera, la muerte de Franco estuvo también en las portadas del 'Marca' y de 'Hola'.
En la prensa regional también se glosó con grandes palabras a Franco en el día de su muerte. Pero como cuenta Alejandro Remeseiro, había una variante provincial. Cada periódico tituló en sus portadas con el ya consabido «Franco ha muerto», pero por dentro, trataba de resaltar la relación del Caudillo con su zona geográfica: «Por regla general, el nombre de una ciudad aparece unido al de Franco (…) en crónicas en las que se habla de su importancia para una determinada población». A veces, también, a los periódicos se les fue la mano, con titulares como «Holocausto definitivo» o «El Solitario de El Pardo: un hombre perfectamente equilibrado».
40 AÑOS DESPUÉS DEL 20-N
a muerte del general Francisco Franco supone el fin de una oscura etapa de cuarenta años, definida por la propia personalidad del caudillo y la anulación de un pueblo. Todo comenzó con una inofensiva gripe. Esa fue la versión oficial. El país estuvo pendiente durante dos semanas -desde que se hizo pública la enfermedad- de los partes médicos.
Los diarios hablados informan hora a hora de la salud del general, que experimenta milagrosas mejorías y súbitas complicaciones. El parkinson y la flebitis hicieron lo que durante décadas no consiguió la pertinaz «conjura judeomasónica y comunista».Al final, aquel hombre pequeño, de convicciones inamovibles y voz atiplada, era mortal. Tenía 82 años y había gobernado con mano de hierro España durante 40. Sólo la muerte devolvió cierta humanidad a un hombre al que jamás le tembló el pulso al ordenar una ejecución. Es el último dictador. El superviviente de una estirpe encabezada por Hitler y Mussolini.
Apenas un mes antes cinco jóvenes caían bajo el fuego de pelotones de ejecución por su pertenencia a ETA y al FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota). Aquel 20-N de hace treinta años la prensa no durmió. Diario de León lanzaba a la calle tres ediciones. Todo un despliegue, teniendo en cuenta la limitación de medios. El periodista Antonio Núñez recuerda que el esfuerzo se recompensó con una paga extraordinaria de 10.000 pesetas. Camino Gallego, recién incorporada a la plantilla, llevaba quince días viviendo literalmente en La Paz, desde donde sigue en directo la evolución de Franco.
En la primera edición del periódico aún no se ha producido el fatal desenlace. En la segunda, en grandes letras, Diario de León titula: «Ha muerto Franco». En la tercera, se amplía la información del fallecimiento con la publicación del testamento político del dictador. Al día siguiente, a doble página, destacados personajes de la vida social y política leonesa valoran el acontecimiento. Prácticamente, sin excepción, todos califican de «irreparable» la de-saparición del caudillo. El presidente Carlos Arias Navarro, con el semblante tenso, lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, anuncia por televisión la muerte de Franco.
Miles de españoles, durante dos días, desfilan ante el cadáver del generalísimo, expuesto en el Salón de Columnas del Palacio de Oriente. España entera contiene la respiración. Mientras España se quedaba en silencio y Arias Navarro se dirigía hacia RTVE, el Ministerio de la Gobernación iniciaba la denominada Operación Lucero, con la que pretendía garantizar el orden público. Los gobiernos civiles y militares están en alerta. Todo iba muy rápido y al régimen se le escapaba el control. Ni siquiera fueron capaces de reunir en los funerales de Estado, celebrados el 23 de noviembre, a un importante número de líderes europeos.
El aislamiento internacional, iniciado tras los fusilamientos de miembros de ETA y del FRAP de ese año, se hacía más patente que nunca. El día 22, Juan Carlos de Borbón es proclamado Rey de España en las Cortes. Ricardo de la Cierva escribió entonces: «La historia ha muerto, ¡viva el Rey!».El día 23, una losa de 1.500 kilos cae sobre el cuerpo del caudillo en el Valle de los Caídos.La transición está en marchaEl 11 de diciembre de 1975 hizo su presentación el primer gobierno de la Monarquía, en el que los «aperturistas» del viejo régimen coparon los puestos claves. Siete meses después dimitía Arias Navarro y el Rey nombraba presidente a Adolfo Suárez.
La transición estaba en marcha. El 15 de junio de 1977 los españoles fueron llamados a votar en las primeras elecciones democráticas en cuarenta años. 194 partidos políticos legalizados pudieron participar en el proceso electoral. La participación fue masiva (80% del censo electoral). Una evidencia de que los españoles querían ser protagonistas de los cambios políticos. El triunfo fue para el partido del Gobierno, la Unión de Centro Democrático (UCD) y su líder, Adolfo Suárez. El 31 de octubre de 1978 el Congreso aprobaba la Constitución. Suárez gozaba del apoyo de la oposición, con la que había firmado los famosos «Pactos de la Moncloa», para convertir a España en un país democrático. El país vivía el sarampión del destape, como venganza a los prohibidos años de censura.
Pero el viejo régimen seguía oculto en la sombra.Intentonas golpistas Aquel año de 1978 se descrubría un plan de golpe de Estado, la llamada Operación Galaxia, para deponer al presidente y crear un Gobierno de salvación nacional. Entre los conspiradores estaba el teniente coronel Antonio Tejero Molina, que el 23 de febrero de 1981 protagonizaría una nueva intentona, con el asalto al Parlamento a tiros. Es la noche de los generales. El país, que había comenzado a estrenar libertades, no estaba dispuesto a volver al pasado. El Rey vuelve a desempeñar un papel decisivo en la desarticulación de la trama golpista. La democracia ha triunfado. Suárez, al que Juan Carlos I recompensaría los servicios prestados con el título de duque, sería derrocado por sus propios partidarios, los llamados «barones» de la UCD, bajo cuyas siglas se habían aglutinado personajes tan dispares como el leonés Rodolfo Martín Villa o el fallecido Francisco Fernández Ordóñez (posteriormente, ministro de Exteriores con el gobierno socialista).
La vida continúa 1975 fue también el Año Internacional de la Mujer, declarado por la ONU. Pero en España pasó sin pena ni gloria. En Inglaterra, en cambio, coincidió con el ascenso al poder de Margaret Thatcher, la dama de hierro. En la televisión triunfaba José María Iñigo y, en especial, las experiencias parapsicológicas de un invitado que haría historia: Uri Geller, que doblaba cucharas con el poder de su mente. A principios de año los actores se echaron a la calle. Los cabecillas de la huelga fueron Adolfo Marsillach, Ana Belén, Lola Flores, Tina Sainz y Rocío Durcal. Las multas y coacciones dejaron la huelga de cómicos en una pequeña revuelta, pero muy significativa.
A Hollywood le había dado por las catástrofes: Aeropuerto, Terremoto, El coloso en llamas... Aquí, en cambio, la película del año fue «Pim, pam, pum... fuego», de Pedro Olea, sobre la postguerra. Dos españoles optaban «clandestinamente» al Nobel de la Paz: Marcelino Camacho y Lluis María Xirinachs, ambos internos en la cárcel de Carabanchel. Sin embargo, el premio fue para el disidente ruso Andrei Sajarov, paradójimanete el padre de la bomba atómica soviética.«Al igual que un torero jugando con el toro, Manuel Orantes destruyó a Jimmy Connors en tres sets irresistibles (6-4, 6-3, 6-3) en la final del torneo de Forest Hills, la competición más famosa del mundo del tenis, después de Wimbledon».
Así rezaba la crónica de The New York Times. Había nacido una leyenda del tenis. En Francia quien triunfaba era otro español, Ricardo Bofill, después de que el gobierno galo decidiera aceptar su proyecto de remodelación de Les Halles. El 15 de julio del 75 tendría lugar uno de los acontecimientos espaciales más asombrosos, tras la llegada del hombre a la luna. Una nave norteamericana y otra soviética efectuaban una maniobra de acoplamiento.
El paro y la crisisEn 1970 el número de parados no alcanzaba en España los 200.000. Una década después supera el millón y medio. Entre una cifra y otra pasaron muchas cosas. La crisis de la energía conmoció los cimientos del mundo industrializado. 1976 fue el año en que más de un millón de españoles acudieron, por primera vez en su vida, a una huelga. Y es que, en el régimen anterior, cualquier reivindicación laboral se habría convertido, automáticamente, en una conflicto de orden público. La Comunidad Económica Europea, que siempre había argumentado razones políticas para rechazar la integración de España, no fue de gran ayuda en los años posteriores a la muerte de Franco. Europa seguía cerrándonos las puertas. En los años setenta los coches corrían menos, gastaban más, eran menos seguros, más feos e inalcanzables para muchos españoles de la incipiente clase media. Era la época del 127, utilitario por excelencia de los setenta, de los 124 o de los R-12...