Se cumplen 100 años de la "surada" que hundió en el puerto el vapor Alfonso XIII
Eran las nueve de la noche cuando muchos santanderinos se echaron a la calle alertados por la sirena insistente de un barco. «En pocos minutos se cubrieron los muelles de multitud de personas".
03-02-2015
EL VIERNES, 5 DE FEBRERO, SE CUMPLEN cien años del sorprendente hundimiento en el puerto de Santander del vapor Alfonso XIII de la Trasatlántica que presidía el Marqués de Comillas. Tenía 10.000 toneladas de desplazamiento, a plena carga, 124 metros de eslora, una potencia de 5.620 CV, con los que podía alcanzar los 17,5 nudos. Podía transportar en cámaras 221 pasajeros y en los sollados 1.345 emigrantes. Para aprovechar los vientos favorables iba provisto de cuatro palos, velas cruzadas en trinquete y mayor y velas cangrejas en los palos de popa.
"Su silueta era excepcionalmente esbelta, con casco de acero rematado en graciosa proa de violín, con botalón" (González Echegaray)
SU HISTORIA.
Cuando la Compañía Trasatlántica Española consigue renovar el contrato con el Estado el 17 de septiembre de 1886, su Consejo de Administración decidió encargar a los prestigiosos astilleros Denny Brothers de Dumbarton dos parejas de buques, una formada por el Alfonso XIII y el Reina María Cristina y la otra por el Buenos Aires y Montevideo. Se construyó primero el Alfonso XIII. Llegó a Cádiz el 7 de febrero de 1889 y después de efectuar las pruebas y los trámites oficiales se incorporó a la línea Cantábrico-Habana-Veracruz. Al regreso de su primer viaje coincidió en el puerto de Santander con el incendio del vapor español Cabo Machichaco, que llevaba un cargamento de dinamita. La tripulación del Alfonso XIII contribuyó a apagar el incendio; en la posterior explosión que se produjo, murieron más de 500 personas, entre ellas el capitán Francisco Jaureguizar y más de 30 miembros de la tripulación del Alfonso XIII que habían acudido en su auxilio.
Participó también en la guerra de Cuba como crucero auxiliar y en la dolorosa repatriación de los restos de del ejército colonial, teniendo que arrojar al mar a aquellos que fueron falleciendo durante el viaje. El 5 de febrero de 1915, después de 25 años de vida activa, cansado de navegar, se venció sobre su costado de estribor en la bahía de Santander y allí terminaron las singladuras del primer Alfonso XIII. La Compañía Trasatlántica construyó dos buques correo más con el mismo nombre.
UNA NOCHE DE SURADA
Las suradas en Santander siempre han sido temibles y no sin razón. El viento huracanado que convirtió a Santander en una pavesa ardiente el 14 de febrero de 1941, fue también el causante del naufragio del vapor 'Alfonso XIII' en la bahía el 5 de febrero de 1915. Un suceso del que se cumple ahora cien años.
El hecho fue recogido en su portada por toda la prensa local en su edición del sábado 6 de febrero de 1915, cuyas cabeceras eran La Atalaya, El Cantábrico, El Diario Montañés y EL Pueblo Cántabro.
Eran las nueve de la noche cuando muchos santanderinos se echaron a la calle alertados por la sirena insistente de un barco. «En pocos minutos se cubrieron los muelles de multitud de personas que a medida que llegaban se iban dando cuenta de que el barco que llamaba sin cesar con su sirena era el magnífico vapor correo de la compañía Trastlántica española 'Alfonso XIII». Al barco que estaba amarrado a la boya de la compañía se le había abierto una vía de agua hasta el punto que se hundió.
Este buque de la Trasatlántica Española, la compañía fundada por el primer Marqués de Comillas, el comillano Antonio López, en 1861, fue construido como otros tantos de la flota en Escocia en los astilleros de Willian Denny&Bross de Dumbarton y entregado al armador a principios de 1889. Enlazaba Santander con Cuba y México.
La estampa primitiva de este correo antillano era bien bonita. Tenía proa de violín y cuatro palos o mástiles cuyas velas se desplegaron muchas veces durante las travesías de una a otra orilla del charco. Con buen viento y motor, alcanzaba casí 17 nudos. El correo que medía algo más de 124 metros de eslora y casi 15 de manga, disponía de una sola hélice movida por una máquina de vapor de triple expansión, según consta en la pagina web de la Trasatlántica.
Muchos años después de que comenzasen sus travesías, el barco fue objeto de una profunda modernización. Corría el año 1906 cuando su cambio de estampa fue clara: perdió dos de sus palos. El buque que había visto la luz en las frías aguas de Escocia tuvo un denso historial. Cuando la guerra con Cuba estuvo adscrito a la Armada como crucero auxiliar. Se le dotó de cuatro cañones Hontoria y dos ametralladoras y participó en diversas misiones de transporte de tropas y patrullaje. Después de perdidas las colonias de ultramar, fue encargado de la evacuación de los militares españoles que se encontraban en el Caribe y Filipinas.
El 20 de marzo de 1899 reinició el servicio en el puerto santanderino de la línea regular a La Habana. El 'Alfonso XIII' podía transportar 164 pasajeros en camarotes de primera, otros 15 en segunda, además de 42 en tercera y 1.343 en los sollados que eran las cubiertas inferiores del barco, unas salas dotadas con hamacas donde los emigrantes viajaban juntos.
Unos quince días duraba más o menos la travesía a la isla de Cuba. El vapor correo zarpaba el día 19 de todos los meses del año a las tres de la tarde del puerto santanderino. Admitía pasaje y carga para La Habana y el puerto mexicano de Veracruz. También embarcaba carga para Acapulco y Mazatlán. La travesía a La Habana costaba en tercera clase 235 pesetas, más 11 pesetas de impuestos y 2,50 de gastos de desembarque y a Veracruz, 250 pesetas, más 5 de impuestos y otras 2,50 pesetas de gastos de desembarque.
Una sibila hubiera tomado por un mal presagio para el futuro de este vapor correo, bautizado con nombre real, la explosión del 'Cabo Machichaco'- Precisamente, el 'Alfonso XIII' acababa de regresar de su primer viaje de América y coincidió en el puerto con el incendio del vapor español que llevaba un cargamento de dinamita y explotó causando medio millar de muertos y otro tanto de heridos. Más de una treintena de hombres de su tripulación que habían acudido a colaborar en la extinción del fuego perecieron en ese fatídico día del 3 de noviembre de 1893. Entre ellos su capitán, Francisco Jaureguizar Cagigal. Fueron unos momentos muy duros para los santanderinos.