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La anorexia nerviosa en el relato de una adolescente que salió del precipicio

Su reacción fue de rechazo: no estaba enferma. La situación era bien distinta y, de hecho, ella misma se va a hacer cargo unos pocos días después: se le caía el pelo por la desnutrición y los "fantasmas" eran dueños de su cabeza.

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La anorexia nerviosa en el relato de una adolescente que salió del precipicio
21-03-2022

La anorexia nerviosa lleva a la autora –hasta ayer, una adolescente con la cabeza llena
de sueños– a una unidad hospitalaria de psiquiatría. Náufraga en un vasto océano de
angustia, miedo, tristeza y desesperanza, Aldara se aferrará a su cuaderno y sus
rotuladores en un intento de mantenerse a flote y anclarse en la realidad. Así compuso
este testimonio lúcido y valiente, en el que da cuenta de cómo la enfermedad puede ser derrotada y de cómo retomó el gobierno de su vida.

RECONQUISTAR LA VIDA TRAZO A TRAZO

El 13 de julio de 2021, Aldara García Fernández recibió un duro revés del destino: debía ingresar en una unidad hospitalaria de psiquiatría infantil y juvenil. La anorexia nerviosa le estaba llevando al borde del precipicio.

Como cuenta en el álbum, su primera reacción fue de rechazo y negación: no estaba
enferma y lo tenía todo bajo control. La situación era bien distinta y, de hecho, ella misma se va a hacer cargo unos pocos días después: se le caía el pelo por la desnutrición y los “fantasmas” eran dueños de su cabeza.
Muy probablemente, esta toma de conciencia fuera el primer paso para enfrentarse a
una realidad tan terca como dolorosa. Aldara tomó un cuaderno y una caja de rotuladores y se dispuso a ser notaria de su propia consternación. Al principio, tal vez, no fuera más que otra forma de matar el tiempo, pero la sinceridad y rigor que se autoimpuso convirtieron las hojas en un severo juez de su propia realidad, acaso el auténtico espejo –no el objeto que odiaba con todas sus fuerzas– de su situación.

Siguió dibujando, escribiendo y ajustando cuentas consigo misma… Y desafiando, de vez en cuando, a los fantasmas. Un día, el cuaderno pasó de notario a aliado que daba cuenta de sus minúsculas –pero preciosas – conquistas.

Sobre ellas, la adolescente va recuperándose, recomponiéndose, o como deja escrito: presentando “mi nueva YO”.

Es aleccionador y fascinante seguir esa evolución durante los cuarenta y dos días que
duró el internamiento. Porque está todo ahí, en los textos lúcidos y en unas ilustraciones que hay que leer como un mensaje simbólico; al estilo de los jeroglíficos egipcios, cada imagen es un concepto en sí mismo.

Al final, la conclusión se llena de optimismo y esperanza. Y en ello incide, con un
clarificador comentario final, Marta Saray Hernández García, la doctora que trató a Aldara durante su estancia en el hospital: la anorexia nerviosa es un trastorno “gobernable”.

Sin duda, el testimonio de Aldara puede ser de valor para las personas que padecen esta alteración y sus familias, pero es además una impagable lección para todos nosotros.