Perversión de la Historia de Cantabria
Augusto en persona marchó contra los astures y contra los cántabros a la vez; como quiera que rechazaban rendirse por la seguridad que les inspiraba la fuerza de sus posiciones.


PERVERSIÓN DE LA HISTORIA DE CANTABRIA
Hay que aceptar, aunque pueda no gustar, que Octavio Augusto, primer emperador de Roma, forma parte de la historia de Cantabria. Dion Casio nos recuerda en su “Historia romana” la venida del primer emperador romano a Hispania desde la Galia en el año 27 a.C., y cómo dirigió personalmente la guerra (Historia de Roma 53, 25):
“Augusto, en el momento de marchar con su ejército a Bretaña (los bretones no habían querido aceptar sus condiciones), fue retenido por los Salassos, que se levantaron contra él, y por los cántabros y astures que le hicieron la guerra. El primero de estos dos pueblos vive al pie de los Alpes, como he dicho antes; los otros dos, a los pies de los Pirineos, en la parte más fuerte de la costa de Hispania y en la llanura debajo de la montaña”.
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“Augusto en persona marchó contra los astures y contra los cántabros a la vez; como quiera que rechazaban rendirse por la seguridad que les inspiraba la fuerza de sus posiciones y tampoco entablaban combate porque eran inferiores en número; como por otra parte la mayoría estaban armados con jabalinas y le hostigaban en cuanto hacía algún movimiento, siempre situados delante en los lugares elevados y emboscados en lugares escondidos y en los bosques, Augusto se encontró en gran aprieto. La fatiga y las preocupaciones habían alterado su salud y se retiró a Tarraco, donde cayó enfermo”.
Por otro lado, cuenta el historiador Suetonio que Augusto consagró en el capitolio de Roma un templo al dios Júpiter Tonante (Júpiter “El Atronador”. Tonante es precisamente el adjetivo que expresa el terror supersticioso que Júpiter producía en los romanos con sus truenos y rayos) por haberle librado del peligro, pues cuando estuvo en la tierra de los cántabros en cierta ocasión, transitando de noche, cayó un rayo sobre la comitiva matando al esclavo que iba delante de la litera donde iba Augusto iluminando el camino con una antorcha, dejando tal vez inconsciente o gravemente afectado al propio Augusto. Estas son las palabras que dedica Suetonio a aquel percance:
“Consagró un templo a Júpiter Tonante, porque le libró del peligro, cuando en una expedición contra los cántabros, durante la noche, un rayó rozó ligeramente su litera y mató a un esclavo que iba delante para alumbrarle” (Vida de Augusto, 29, 3).
Este esclavo anónimo que iluminaba uno de sus itinerarios de Augusto por las tierras de los cántabros hace más de 2.000 años, es posible que sea la primera persona alcanzada y muerta por un rayo de la que se tiene constancia escrita en la Historia de Cantabria.
A la enfermedad de Augusto que le apartó a Tarraco, tal vez consecuencia o agravada por el rayo que estuvo a punto de matarlo, también hace referencia Suetonio:
“A lo largo de toda su vida sufrió un buen número de enfermedades graves y peligrosas. Sobre todo una, después de dominar Cantabria, cuando los flujos del hígado enfermo le llevaron a la desesperación y le obligaron necesariamente a recurrir a un tratamiento médico contrario e incierto: como los tratamientos calientes no surtían efecto, se vio obligado a tratarse con fríos, siguiendo la indicación de (su médico) Antonio Musa” (Vida de Augusto, 81, 1).
Otros historiadores como Floro (“Epitome rerum Romanorum”, 2, 33, 12, 46 y ss.), y Orosio (Historia adversus paganos” 6, 20-21) recuerdan también las Guerras Cántabras y cómo una vez finalizadas, a criterio de Augusto en el año 24 aunque se prolongaron hasta el 19 a.C., se cerraron las puertas del templo del dios Jano en Roma, las cuales debían permanecer abiertas en tiempos de guerra, pues Jano era el dios protector del Estado. Comenzaba así la llamada “Paz de Augusto” (Pax Augusta).
En definitiva, era tal la calidad del enemigo que Augusto armó siete legiones (unos 70.000 hombres, incluyendo las tropas auxiliares), que se dice pronto, de las que se piensa que él tomo el mando de cuatro para lo que se ha dado en llamar Bellum Cantabricum; mas parece ser que Marte (hijo de Júpiter, dios de la guerra, la virilidad masculina, la violencia, la pasión, la sexualidad, el derramamiento de sangre, la valentía, patrón de los guerreros romanos, del horror y victoria en las guerras, la perfección y la belleza) le dio la espalda y se tuvo que retirar a Tarraco porque tal y como nos comentan las crónicas de los historiadores romanos, quién sabe si endulzando el paso de Augusto a su paso por la tierra de los cántabros, grosso modo, el enemigo luchaba emboscado y no al estilo de las legiones de Roma, además de estar enfermo. ¡Como que los cántabros, que también tenían sus dioses, eran tontos! Y para una vez que lo hicieron, es decir, luchar más o menos en formación, bajo las murallas de Bérgida/Attica/Belgica (acaso Monte Bernorio), estando tal vez acosados por dos frentes distintos tras el desembarco de una legión en el flanco norte, lo que quizá les obligó a jugárselo todo a una carta, cayeron derrotados. La guerra continuará sin la presencia de Augusto en el frente, quien más o menos un par de años después, sobre el 24 a. C., regresará a la tierra de los cántabros.
Así las cosas y en contra de quienes postulan y se muestran de acuerdo con que Augusto vino a Cantabria para enriquecer su particular cursus honorum político en una “guerra de poca monta” (que por cierto, duró diez años), aquello no fue un paseo triunfal para el entonces ejército más poderoso del mundo. Con estas y otras manifestaciones, unas más veladas que otras, realizadas unas aquí mismo en Cantabria y otras fuera de ella en ocasiones por aparentes paisanos, se trata de emborronar y/o minimizar un conflicto bélico del que afortunadamente cada vez se va sabiendo más gracias a la arqueología, vilipendiando con ello el valor y la dignidad (la que les falta a esos sedicientes e imparciales estudiosos de la historia) de aquellos guerreros que lucharon por su libertad.
Pero lo que resulta aún más indignante, al menos para mí, es que de esas mismas instancias que deberían conocer y pregonar las falsías que se vierten sobre la historia de Cantabria (y que para sí quisieran algunas de las comunidades que se dicen “históricas”) se quiere abanderar (ya se hizo públicamente ante el exalcalde de Santander Íñigo de la Serna) la posibilidad de que Augusto sea nombrado nada más y nada menos que fundador de Portus Victoriae, o sea, lo que se cree que es la ciudad Santander. Así tratamos aquí a los que vinieron a masacrar, esclavizar y robar todo lo que pudieron. Y luego dicen que fue “la civilizadora Roma”. Y se quedan tan anchos.
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Quiero agradecer a Andrés Torre “Andy”, dibujante cántabro autor, entre otros, del comic “Laro el Cántabro”, el dibujo que ha hecho ex professo y que acompaño.