Recuerdo de Teresa Trueba
Pero yo recordé silenciosamente a su viuda, Teresa Trueba, de quién fui buen amigo los últimos años. Y lo que escribí en la prensa local ante la noticia de su muerte.


El otro día, en la presentación de las memorias de Pío Muriedas en la Biblioteca Regional, Fernando Zamanillo, el tímido y culto exdirector del Museo Municipal, hizo un parangón de la perseverancia y autenticidad del recitador con la incansable y entregada vocación del artista Manuel Gómez Raba. Afortunada intervención.
Pero yo recordé silenciosamente a su viuda, Teresa Trueba, de quién fui buen amigo los últimos años. Y lo que escribí en la prensa local ante la noticia de su muerte. A modo de despedida y necrológica “de una gran mujer y amiga, Tere Trueba, la viuda del pintor Gómez Raba”. Y seguía: “Bien conocida, grande Teresa siempre en amistad, simpatía y corazón.” De Teresa Trueba, de Hazas de Cesto, Amalia Avia, la artista figurativa y compañera de Lucio Muñoz, había dicho más o menos que era "la señorita de Santander que estaba detrás de Manolo Gómez Raba y le había ayudado a tener los zapatos bien limpios". Los zapatos, la vida y su inspiración, que es el mayor y leal e insustituible apoyo que puede gozarse en la vida como persona y también como artista.
Escribí también: “Anoche me informaron hoy que murió Tere, gran señora, persona con años -que disimulaba- pero intemporal por el humor que la adornaba y la sana alegría con la que sabía encarar las cosas”. Madre de dos hijos, Teresa y Manuel, y buena amiga donde las haya, de una mentalidad religiosa tradicional de no comerse santos, liberal conservadora católica en lo político, pero vanguardista total en el gusto artístico y fieramente noble amiga en la corta distancia para la amistad mejor entendida. Quién sabe si esto último -decía yo- a la más recia manera trasmerana de antes, y en mi caso, además, personal, por encima de las convenciones generacionales y del estrecho absurdo "qué dirán".
Era Tere Trueba de esas personas que no debían morirse nunca y cuando nos dan la noticia de que ha sucedido, no nos parece cierto. Y no lo será del todo porque su grato recuerdo siempre nos va a acompañar, ¿no es verdad, Gloria y Ana Torner, Tere Vilches, Tita, Carmen Arroyo, Mamel Huidobro, Ana Sáez?...
Recuerdo cómo de niño una vez acompañé a mi madre desde Beranga a algún recado a la oficina del abogado Trueba, el hermano de Tere. No sabía que iba a conocerla muchos años después, incluso después de la muerte de Manolo G. Raba, su marido, de quien ella quiso regalarme un precioso dibujo. Por cierto, me cabe el agrado de haberla acompañado en la única excelente conferencia que ofreció un día en la reanudada tertulia del restaurante "Goya” con la condición de que yo le hiciese preguntas sobre los ambientes culturales y artísticos que vivió.
Teresa, una mujer extraodinaria, con una gran simpatía, quien bellamente supo compaginar su dedicado trabajo de enfermera con el doctor Alejo G. de la Concha y a sus hijos, con incondicional apoyo a la creación artística de su marido, de quién ha venido manteniendo una magnífica página web.
Basta pensar en su afectuosa personalidad tanto ante la gran devoción de sus sobrinas con quienes coincidí al ir a verla, como en su amistad con su cuñado Antonio Avendaño, y con alguien como el exdirector de la 2 de TVE, Joaquín López Losada, y con otras personas de su etapa en Madrid que siempre volvían a verla. Brilla, sí, la inmediata evocación de su inigualable jovialidad antes de enfermar en su paso por la tertulia de Mariano Pérez, Pepe Mantecón, Merche Viota y Roberto, Dámaso Gómez de Atalaya y Mariola, Barrigón, etc.
Yo, personalmente, tuve la suerte de contar sin duda con el cariño y auténtica amistad de Tere. Voy a echar mucho de menos nuestras buenas conversaciones sobre el arte y la vida con esta mujer extraordinaria mientras, ni envidiados ni envidiosos, dábamos cuenta de una sopa de ajo, jamón y vino. Hasta siempre.
(Agradecí internamente mucho a Zamanillo que me suscitase el recuerdo, por otro lado imborrable, de Tere).