Diario Digital controlado por OJD

Sniace: que la tierra te sea leve, un artículo de Jorge Palencia

Historia que arranca el 1 de diciembre de 1939 con su constitución como Sociedad Nacional de Industrias Aplicaciones Celulosa Española (nombre que pudiera cuadrar más o menos con la SNIA Viscosa italiana con sede en Milán).

Enviar a un amigo
Sniace: que la tierra te sea leve, un artículo de Jorge Palencia
10-05-2022

Jorge Palencia

STTL (SIT TIBI TIERRA LEBIS) son las iniciales latinas que aparecen al final de muchas lápidas funerarias romanas y que citan algunos autores en sus textos. Que la tierra te sea leve es una forma poética de explicar la trascendencia de la muerte para el individuo y para los familiares que siempre recordarán a la persona amada.

En este caso amada quizás no por muchos, un lastre para la mayoría, otros la llevarán siempre en su corazón y en sus recuerdos pero, en todo caso, transcendente, protagonista y reflejo de la época que le tocó siendo historia viva de cada hito, de cada momento de la España de la segunda mitad del XX y la primera parte del XXI con una influencia tremenda en la comarca donde se afincó.

SNIACE es historia, una historia que arranca el 1 de diciembre de 1939 con su constitución como Sociedad Nacional de Industrias Aplicaciones Celulosa Española (nombre que pudiera cuadrar más o menos con la SNIA Viscosa italiana con sede en Milán), y que parece finaliza en este 2022. 83 años, casi como la vida media de un español y, efectivamente una vida plena, salpicada de dramas y alegrías como las que pudiera tener la vida de cualquier persona real.

El parto fue largo, cinco años entre la constitución y la puesta en marcha, pero mientras en Europa se producía el desembarco de Normandía, aquí nacía la niña tanto tiempo esperada hasta el punto de que la retranca popular ya la denominaba la NOSEAHACE.

Pero SNIACE no es la historia de una fábrica, ni de sus dueños, ni de sus accionistas sino la de su comarca, la de la ciudad donde se instaló, la de las gentes que la vivieron y la trabajaron. Torrelavega tenía la población del Laredo de hoy en los años 30.

La historia de Sniace puede ser como esos libros que a través de una persona o una familia te narran la historia de un país. Comienza con el batallón Penal de Ganzo, 600 presos del ejército republicano cumplían condena y resarcían su pena poniendo en práctica el ideal autárquico del Caudillo de producir en territorio español todo cuanto necesitáramos.

En esa época comenzó el éxodo rural y el desarrollismo urbano del que también Sniace y Torrelavega fueron protagonistas a pequeña escala.
En los 40 los Ceballos vendieron los Praos en Las Presillas para construir, auspiciados por el Instituto Nacional de la Vivienda, un edificio donde habitar después del trabajo en la fábrica recién construida. Tito Mon en la biblioteca, Quino calibrando las báculas, Tita Liuca, más tarde, remendando la ropa de los equipos deportivos de la obra social, baloncesto, Hockey sobre patines,… Después, en los 60 y 70 la trabajaron sus hijos y ya en el siglo XXI los nietos.

Sniace como Solvay y como tantas fábricas de los modelos fascistas y soviéticos eran mucho más que empresas. Eran casi modos de vida. Construían poblados para sus trabajadores y urbanizaciones de chalés para sus ingenieros y directivos, comedores, transporte, economato, dispensario, servicios médicos, colegio, la casa de los niños, escuela de aprendices, centro de juventud femenina, círculo de recreo, casino, música, canto coral, danza y artes escénicas, orientación cristiana, la iglesia y su retablo, deporte, con su equipamiento, pabellón, velódromo, bolera, estadio olímpico, pista de hockey.

Torrelavega se desarrolló, con AZSA y SOLVAY primero y la GENERAL (Bridgestone) y ASPLA en los 60 pero siempre de la mano de SNIACE. Vivió los 80 de “la ciudad del dólar”, el boom económico y la posterior crisis. Sniace pasó de casi 4000 trabajadores a menos de 1000 después del plan de viabilidad del 81. Ahí se jubilaron los Ceballos que llegaron del pueblo.

La siguiente generación fue a la que le tocó vivir el encierro de 1993. Estamos en los años de la cultura del pelotazo. Sniace, cómo no, lo vive en primera persona.

Es el mismísimo Mario Conde que toma las riendas de BANESTO quien malvende filiales y activos ordeñando todo lo que puede la vaca con su nefasta política bancarioindustrial, a finales de ese año le destituye el Banco de España pero ya era tarde, 9 meses antes los trabajadores de SNIACE se comieron un encierro de 47 días en un invierno especialmente frío. Días de lucha obrera donde una ciudad, consciente aún de lo que era y de dónde venía, se volcó en un apoyo sin matices. Funcionarios, comerciantes, estudiantes, jubilados… todo un pueblo volcado por su futuro. Entonces se era consciente de que en el bar consume el obrero, en la tienda compra, de que se hicieron colegios e institutos, sedes universitarias e incluso ¡un hospital! porque las industrias que se instalaron generaron esa demanda. Y todo el pueblo salió a defender lo suyo conscientes de quienes eran. Entre todos consiguieron reabrirla dándole 20 años más y trabajo a los nietos de los que la arrancaron.

La sociedad seguía evolucionando, de la industrialización y el desarrollismo al boom económico, en los 90 y 2000 se toma conciencia de la necesaria protección del medio ambiente, de que no vale todo para producir y que hay que cuidar el entorno. Sniace se adapta como puede, a la fuerza ahorcan, lo cierto y verdad es que gasta 100 millones de euros en tecnología no productiva para cumplir, pero no lo sabe vender. La opinión pública está cada vez más en contra mientras algunos políticos se frotan las manos visualizando terrenos, urbanizaciones e incluso campos de golf.

Nueva crisis, más lucha obrera pero en otro contexto. Un contexto donde ya la gente va a lo suyo, donde no hay memoria ni recuerdo de dónde se vino. Donde el maestro piensa que su colegio siempre estuvo allí y el comerciante (algún comerciante) que sus ventas no dependen de esos 500 que fabrican cosas que huelen mal. La misma lucha, lucha por lo mismo pero sin apoyo y cuando la sociedad no apoya los políticos menos. “¡A qué vienes! ¿A reírte de nosotros?” “¡A eso vengo!” contestó el ínclito Ignacio Diego a la sazón presidente de Cantabria durante el segundo encierro, el de 2014. SNIACE acaba cerrando por el tema energético, luz y gas. Como no, al cabo de la calle, en el centro de la historia, siempre en vanguardia y dos años antes de que los demás humanos lo vivieran.

SNIACE es para muchos otra empresa que cierra o se deslocaliza, una molestia menos, un dinosaurio tecnológico contaminante, industria del siglo XX que debe ser sustituida por esa industria de alto valor añadido de I+D+I que a todos nos seduce pero que cual unicornio, grifo, arpía, basilisco o minotauro algunos llegamos a dudar de su existencia real.

Para otros es mucho más, es la historia de su ciudad, de su familia, incluso la de su país. Es la posguerra, los campos de trabajo, la autarquía, las riadas de obreros en bicicleta bajando de Cabezón, el hockey patines, la obra social, nostalgia de un pasado que nunca fue mejor, el desarrollo económico, la vuelta del sindicalismo y la democracia, el nacimiento de la clase media, las crisis, la lucha obrera, la preocupación por el medio ambiente, la conciencia de clase y la desconciencia de clase, la solidaridad y el egoísmo, los derechos colectivos y el individualismo. Sniace han sido 83 años de España en pequeñito.

El tiempo avanza inexorable, para la siguiente generación solo será un recuerdo borroso. Sniace: Que la tierra te sea leve.