
La ruina del Besaya tiene nombre y apellidos
Por PABLO GÓMEZ
Los ochenta no fueron buenos tiempos para la margen izquierda del Nervión, el entorno del gran Bilbao que hasta entonces fue uno de los mayores polos industriales de Europa aprendía por las bravas el significado de la palabra reconversión. Astilleros, empresas mineras, siderúrgicas caían una tras otra sumando decenas de miles de desempleados, la comarca pasó de ser el polo de atracción de la emigración rural castellana a sumar cien mil parados en cuatro años. En esta crisis económica y social no es difícil entender que cogiera peso el movimiento punk que tenía entre sus lemas el “no future” que los Pistols habían hecho famoso unos años antes.
Dentro de ese movimiento en Santurtzi nació Eskorbuto, un grupo que daba sus primeros conciertos en colegios y discotecas y que pronto se convertiría en uno de los grupos más influyentes del Punk en castellano. Su “mucha policía, poca diversión” su “enterrado vivo” o su “maldito país” se convirtieron en himnos que cuarenta años aún siguen resonando.
“Cerebros destruidos” una de sus últimas canciones, hablaba de la decadencia que provoca la droga pero también de la realidad económica del Bilbao de los 80, su estrofa “El pasado ya ha pasado y por el nada hay que hacer, el presente es un fracaso y el futuro no se ve” es una descripción precisa de lo que se vivía allí por aquel entonces. El pasado brillante ya solo era un recuerdo, el presente era ruina y paro, y el futuro desde luego, no era demasiado alentador.
El cambio de modelo productivo que asoló Vizcaya también asoló el Besaya, ahora parece lejano pero Cantabria era la tercera potencia industrial del estado a la altura de Asturias y solo por detrás de Cataluña y País Vasco. Por aquel entonces teníamos trece fabricas con más de mil trabajadores y muchas otras que, aunque no llegaban a esa cifra, generaban juntas decenas de miles de empleos productivos que se concentraban principalmente en la cuenca del Besaya. Como en la canción de Eskorbuto, el presente distópico de Torrelavega se parece bien poco a su pasado boyante y su futuro, por el camino que vamos, tampoco parece muy halagüeño.
Hoy miramos a Vizcaya con envidia y nos engañamos pensando que a los vascos les va mejor que a nosotros por su hacienda foral… ¡por Dios vamos a despertar ya, que llevamos cuarenta años durmiendo! Los vascos a diferencia de los cántabros se plantearon su futuro, establecieron prioridades, crearon líneas de actuación y lucharon por salir de la ruina, ese fue el milagro… trabajar por salir de la miseria
En Cantabria llevamos más de cuarenta años de desindustrialización y ningún gobierno ha presentado ni un solo plan industrial que se plantee un cambio a medio y largo plazo. Frente al desempleo y la despoblación del Besaya lo único que han hecho los distintos gobiernos ha sido ponerle una vela a San Judas Tadeo para ver si consigue que algún industrial despistado se fije en nuestra comarca.
Son cuarenta años de inacción y por eso no es justo cargar solo contra el gobierno actual, tan culpable es el consejero Marcano, como lo son sus antecesores Martin y Arasti, tan culpable es el PRC como lo es el PSOE con quien gobiernan y como lo es el PP que estuvo antes.
Nuestra ruina tiene nombres y apellidos y alguno de estos nombres se presentan a presidir Cantabria. Culpable de nuestra ruina es el candidato Revilla que nos vende miles de empleos cada cuatro años que luego desaparecen como el humo de las chimeneas de Lilion, culpable es el candidato Zuloaga que jamás se hizo una foto junto a un plan industrial, son culpables las señoras Buruaga y Leticia Díaz exconsejeras de un gobierno cuyo presidente Diego se reía de los trabajadores de Sniace…
El día 28 nos jugamos mucho, nos jugamos cambiar el estribillo de una canción que lleva sonando ya demasiados años, nos jugamos que puedan volver los 10000 torrelaveguenses que tuvieron que marchar, nos jugamos que nuestros hijos puedan encontrar un trabajo en nuestra tierra, que nuestros nietos puedan nacer en Sierrallana y no tengan que hacerlo en un hospital catalán o madrileño. Nos jugamos dejar atrás nuestro presente distópico y desde luego no serán quienes demostraron su incapacidad estos últimos cuarenta años, los que nos ayuden a cambiar nuestro “no future”